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HISTORIA GENERAL DE LAS RELIGIONES
Tutorial de la asignatura, preparado por Francisco DIEZ DE VELASCO FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA |
DOCUMENTACIÓN
1) Música mística paquistaní
Cantos de imploración a Alí (nacido hacia el 600, cuarto califa musulmán desde el 656 al 661) sobre el poema "Ali es el maestro de los que soy el maestro" del místico Amir Kusraw (1253-1325)
Texto de poema:
Rey de los hombres, león de Dios, fuerza de Dios
No hay mayor conquistador que Alí, no hay mejor espada que Zulfiqâr
(espada de Mahoma que heredó Alí)
Alí es mi guía, soy siervo de Alí
Miles de vidas fueron sacrificadas en nombre de Alí
El que te ve, muere, la magia se esconde en tus ojos negros
No pretendas ser un extranjero, estoy en tí y tu estás
en mí
Los que se dejan dominar por la emoción se transforman en sufís
Los que toman el camino del amor se transforman en místicos
Los que soportan el dolor se convierten en pilares espirituales
Los que invocan a Alí son santificados
De él dijo el profeta "Alí es el maestro de los que soy
el maestro"
Carne de su carne, Alí es su sucesor, no cabe la menor duda
Nació en la Caaba (en la Meca) y conoció el martirio
en la mezquita (fue asesinado en la mezquita de Kufa, Irak)
Es el señor de la casa de Dios, no cabe la menor duda.
Cantan 1) Abida Parveen, Qâl Tarana, del disco Abida Parveen, Chants soufis du Pakistan, Inédit, Maison des Cultures du Monde, 1995, 14,13"
2) Nusrat Fateh Ali Khan, Manaqib Ali, del disco Le monde des musiques traditionnelles, Asie du Sud Ocora, Radio France, 1994, 16,22"
2) El Afganistán de los talibán y los Budas de Bamiyán
Los Budas de Bamiyan y la iconoclastia de los talibán
de Afganistán
Tenidos por ídolos que había que destruir según la interpretación de los taliban que controlaban Afganistán, las estatuas gigantes de Bamián (la mayor de 52,5 metros, la otra de 36 metros) fueron voladas con explosivos a comienzos de marzo de 2001. El valle de Bamián (Afganistán) con las estatuas gigantes excavadas en la roca (al fondo) Los dos Buddhas gigantes de Bamián El tamaño de la estatua (en la parte inferior derecha hay dos personas) La explosión que marca la destrucción de la estatua del Buddha, y el hueco tras la voladura Un intento de explicación de la voladura: Las razones que llevaron a los talibán a dar el paso de destruir los budas (a pesar de las presiones internacionales, no sólo occidentales, sino también de países musulmanes o de la India) son difíciles de sintetizar (y por supuesto de aceptar), pero no podemos quedarnos en una mera lamentación que resalte la estupidez humana o el fanatismo musulmán. Por su parte las autoridades talibán plantearon que no se trataba de una acción de carácter político sino de tipo religioso para cumplir un edicto de los ulemas afganos relativo a la destrucción de los monumentos idólatras. Esta destrucción, en el caso de las estatuas gigantes, se dilató en diferentes fases puesto que desde el control talibán del valle de Bamián en otoño de 1998 se sucedieron ataques por parte de los militares talibán destacados en la zona contra las estatuas que estropearon la cabeza, piernas y otras partes, hasta que se produjo la voladura general. Tras el celo religioso, como en tantos otros casos, se escondía una lección política e ideológica implacable, dejando claro que las autoridades talibán construyeron un discurso que no carece de lógica (aunque no pueda compartirse). Frente a la interpretación de Occidente, que se interesa por la religión primordialmente en cuanto tiene de patrimonio (cultural, histórico, etc. y que se vale de la Unesco como plataforma para propagar este modelo a escala global), los talibán hacían de la religión clave interpretativa del mundo (y por supuesto de la política), por tanto los objetos no eran un obstáculo en el camino de la afirmación religiosa (aunque dichos objetos hubieran sido declarados Patrimonio de la Humanidad). La primera lección talibán en este asunto fue la negación a aceptar los criterios de interpretación modernos y occidentales que cosifican la religión y la patrimonializan (convirtiendo los objetos religiosos en mercancías cuya rareza las convierte en extremadamente valiosas); al destruir los Budas demostraban que, desde el argumento teológico que esgrimían, las estatuas no poseían el más mínimo valor (frente al valor patrimonial incalculable que esgrimía la Unesco -otra forma de negar de facto tal valor, al resultar imposible su venta-). Frente a posiciones esencialistas (la defensa a ultranza del patrimonio) hemos de tener en cuenta que los talibán podían esgrimir destrucciones de patrimonio frente a las que la reacción internacional había sido y sigue siendo igual de ineficaz: la revolución cultural china acabó con numerosísimos templos, el fanatismo fundamentalista hinduísta con la mezquita Babri de Ayodhya en fecha tan reciente como 1992 o la especulación inmobiliaria y de otro tipo en muy diversas zonas del mundo con monumentos religiosos de muy diversa índole (pensemos en el patrimonio religioso de los nativos de Norteamérica o los objetos religiosos africanos vendidos por doquier). Pero la destrucción de los Budas fue también una lección para la población (y en particular los notables) de la zona de Bamián (que son chiítas), que dejó clara la posición de los talibán (que son sunitas) respecto de cualquier veleidad identificadora propia (incluso si tal veleidad era el orgullo de poseer un patrimonio cultural extraordinario y admirado en el mundo entero). Los talibán en el poder se caracterizaron por ser contrarios a la diversidad religiosa, incluso aunque ésta datase de una época remota preislámica, los chiítas, pues, tenían que minimizar, bajo el régimen talibán entonces triunfante, la especificidad de sus enfoques y converger (en una línea de argumentos que plantean otros movimientos integristas de zonas más centrales del islam) en torno al lenguaje estimado común de entender la charia del modo más fundamentalista. Pero finalmente se puede, en síntesis, extraer otra lección, esta vez interior (para el propio grupo) de la voladura de Bamián: se habían atrevido a llegar más allá que nadie con anterioridad en lo que estimaban defensa del islam y lucha contra la idolatría presente y pasada: el celo talibán era pues ejemplar. Se trata de lecciones que presentan la lógica de una teología que no distingue entre religión y política, pero desde esta misma lógica la reacción budista más común parece diáfana, los Budas gigantes marcaron un momento ya pasado, una época en la que el dharma imperaba sobre esos territorios, su destrucción resultaba casi el mejor ejemplo de la impermanencia. |
F. Diez de Velasco, Introducción a la Historia de las Religiones, Madrid, ed. Trotta, 2002, cap. 5.7 / materiales online para la preparación del comentario (pulse aquí para acceder al material).