TEORÍAS Y METODOLOGÍAS PARA EL ESTUDIO DE LAS RELIGIONES
Tutorial preparado por: Francisco Diez de Velasco. Universidad de La Laguna
copyright: Francisco Diez de Velasco (se incluyen partes publicadas en diversos soportes así como partes inéditas, para citar la totalidad o parte de este material solicite autorización a fradive@ull.es)
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Máster en Ciencias de las Religiones. Universidad Complutense. Instituto de Ciencias de las Religiones


PARTE 4: INDIVIDUOS, ESCUELAS, ENFOQUES

   MATERIALES DE ESTUDIO
        0) Introducción
        1) Modelos teológicos y para-teológicos: el problema de estudiar lo que se cree
                1.1) Un (contra)ejemplo de aproximación no occidental: La ciencia de la religión según Yogananda
                1.2) Wilhelm Schmidt y la escuela de Viena
                1.3) Lo santo y el impacto de una visión plenamente teológica
                1.4) Ejemplos y abismos de visiones unitaristas y esencialistas
                1.5) Aproximaciones fenomenológicas
                1.6) La antropología de lo sagrado: una denominación ambigua
        2) La religión como invención: las sospechas materialistas
                2.1) Marxismo y estudio del fenómeno religioso
                2.2) Historia de las religiones y ateísmo científico en la Unión Soviética
                2.3) Otras aproximaciones materialistas
        3) Lo social, lo inconsciente y la religión
                3.1) La herencia de Durkheim
                3.2) Max Weber y su influencia
                3.3) Religión e inconsciente
        4) Evolución, función, estructura
                4.1) Comparación y evolución
                4.2) Función y religión
                4.3) Más allá de la función: religión, rito, símbolo
                4.4) Estructuras y significados
        5) Hermenéutica o historia: intentando explicar la religión
                 5.1) Una díficil clasificación: el círculo "Eranos" o la religión como "búsqueda"
                 5.2) Más allá de Eranos: la hermenéutica total de Mircea Eliade
                 5.3) Religión e historia: la "escuela de Roma"
          6) Apuntes sobre cómo estudiar religiones, hoy
                 6.1) Generalidades
                 6.2) Ejemplos
                 6.3) La convergencia disciplinar desde el conocimiento personal
          7) ¿Dónde ver cómo se estudian religiones hoy?
        8) ¿Dónde enviar un trabajo sobre religiones para su publicación?

    ACTIVIDAD VOLUNTARIA
      -actividad VII


0) Introducción

Lo que se presenta a continuación es un recorrido personal, provisional y en construcción por los modos y modelos de encarar el estudio de las religiones. Se trata de una síntesis que incluye numerosas referencias bibliográficas. Resulta muy recomendable profundizar en algunas de las lecturas que se citan, muchas de ellas imprescindibles en la formación en la investigación en el ámbito disciplinar. Se puede acceder a la bibliografía citada (y otros trabajos) en la dirección http://fradive.webs.ull.es/bibliohr.pdf.

Como consecuencia de que la disciplina de estudio de las religiones presenta una clara vocación holística caben en ella análisis que confluyen desde muy diversos campos del saber y resulta complejo definir los criterios permitan ordenar escuelas, enfoques y modos de trabajo.
Sin duda la aproximación a los hechos religiosos sería necesariamente diferente si la realiza un antropólogo, un sociólogo, un historiador o un psicólogo, las perspectivas de partida son diversas y el bagaje metodológico inclina la balanza hacia los intereses particulares de la ciencia "madre" de cada investigador. Pero tan importante como este criterio resulta la óptica ideológica en la que se inscribe el especialista. La religión para el historiador de las religiones no es solamente un objeto de estudio sino que incide directamente en el conjunto de las creencias personales, que en última instancia resultan imposibles de soslayar, aunque existen diferentes grados en su influencia.
No se enfrenta al análisis religioso con los mismos ojos un teólogo (como el padre Wilhelm Schmidt) y un ateo (como Gregory Bateson), un político, librepensador y masón (como Eugène Goblet d'Alviella 1846-1925: tema de interés ya citado masonería e Historia de las Religiones, Goblet fue profesor de historia de la religiones en la ULB, plantea los tres niveles del estudio hierografía/hierología/hierosofía), un místico (como lo son en cierto modo Carl Gustav Jung) un buscador (como quizá era Mircea Eliade) o un político revolucionario antirreligioso (como Karl Marx). A esto hay que añadir las modas de cada época y país, que llevan a un intelectual francés a desligarse con dificultad del cinto ideológico construido con las aportaciones de Durkheim (como le ocurre a Bourdieu o Godelier) o que hizo que en los momentos de mayor influencia de estas perspectivas resultase muy difícil para un estudioso dejar de lado la moda y las aportaciones del evolucionismo, del funcionalismo o del estructuralismo.
Resulta por tanto muy complejo avanzar un criterio taxonómico que vaya más allá de una mera recopilación de biografías (como hacen Waardenburg 1973-74 o Cancik 1988, 272ss., por ejemplo), que por otra parte es un cómodo recurso que, desde luego, refleja bien tanto la variabilidad del pensamiento de un autor a lo largo de su vida como la identidad de sus modos de trabajo al margen de la escuela (real o supuesta) a la que pertenezca o en la que se le encasille.
La disciplina de estudio de las religiones además, y quizá en mayor medida que otras disciplinas más consolidadas académicamente, ha tendido a generar individualidades difícilmente reductibles, pensadores que más que transmitir los modos de hacer de una colectivo avanzaban por caminos personales intentando profundizar, sobre todo cuando habían superado los límites de una subespecialización particular, en la globalidad de una reflexión cuyos márgenes poco establecidos terminaban solamente pudiendo abarcarse desde la soledad epistemológica.
Aún consciente de que cualquier taxonomía es un atentado reduccionista contra la variabilidad y riqueza del pensamiento se intentará optar por una clasificación de tipo ecléctico que aunando criterios de diferente índole (ideológicos, de escuela, de metodología) intenta establecer una ordenación (siempre necesariamente arbitraria y discutible) de los modos de estudiar las religiones que se siguen en la actualidad y sus raíces.


1) Modelos teológicos y para-teológicos: el problema de estudiar lo que se cree

Los dos primeros grupos que se repasarán constituyen vías de explicación y estudio de la religión que se sostienen en apriorismos enfrentados; son el modelo teológico (que se basa en el supuesto de que la religión sólo se explica como algo exterior al hombre, originada en una entidad o entidades sobrenaturales y superiores a él, que constituyen la última realidad de la misma) y el materialista (que postula que la religión es un producto ideológico que sirve ante todo como un eficaz medio de dominio y alienación). En el primer caso se estima que Dios, los Dioses, lo sagrado son realidades que pueden desvelar al hombre sus secretos, en el segundo que son ilusiones forjadas que no sirven más que para ilustrar las miserias de la dominación del hombre por el hombre. Ambas aproximaciones utilizan los medios puestos a punto por la disciplina de estudio de las religiones en cada época para consolidar sus posiciones y a pesar de que se basan en posturas que defienden una opción religiosa determinada o un ateísmo militante, siguen poseyendo en la actualidad cultivadores más o menos confesos.
Los modelos teológicos y para-teológicos, de un modo abierto en algunos casos o de un modo más sutil en otros (en especial en los trabajos más recientes) utilizan la historia de las religiones como cantera para consolidar el estatus "científico" de las creencias y dogmas que instituye la teología, en una labor ancilar en la que la maestra sigue siendo la "Gran Ciencia" (como ocurría en la más pura escolástica). Suelen ser aproximaciones religiocéntricas en cuanto otorgan un estatus específico a una religión determinada (la del estudioso) estimándola como la verdadera (o la más verdadera) y realizando una graduación entre unas y otras dependiendo de la mayor o menor adecuación al modelo. La "verdad" o "falsedad" de un mensaje religioso resulta en algunos autores, por tanto, un criterio básico a la hora de optar por un análisis o decantarse por una metodología determinada (ocurre lo mismo en los modelos materialistas, para los que todas las religiones se estiman engaños). La actitud frente al objeto de estudio no es, evidentemente, la neutralidad, sino una toma de posición más o menos velada, más o menos consecuente, dependiendo de cada investigador. Nos hallamos en cualquier caso ante la priorización de un falso problema (hacer del creer ciencia) que termina desembocando en una vía muerta metodológica (como ocurre, por ejemplo, con el reciente y ambicioso Tratado de antropología de lo sagrado que coordina Julien Ries -el cardenal Ries, nacido en 1920). Los anterior no quiere decir que optemos por una descalificación de toda teología sino justamente de la que intenta ser ciencia, es decir apropiarse de un lenguaje que justamente se construyó como vía de escape frente a los aprioris de la teología. Cuando la teología opta por hacer comparación, hacer religión comparada, es cuando la crítica resulta necesaria, puesto que el religiocentrismo inherente a toda teología necesariamente desvirtúa tanto la comparación como cualquier veleidad científica.

1.1) Un (contra)ejemplo de aproximación no occidental: La ciencia de la religión según Yogananda

Los historiadores de las religiones estan acostumbrados a enfrentarse a aproximaciones teológicas que surgen del catolicismo o de modo más genérico del cristianismo (no se puede soslayar que una de las líneas en la consolidación disciplinar tiene sus raíces en las facultades de teología, en particular en los países del centro y norte de Europa). Resulta interesante el contraste que ofrece la pequeña monografía de Paramahamsa Yogananda (1893-1952) que porta un título que es una declaración de intenciones: La ciencia de la religión de 1927. En realidad se trata de una aproximación a la definición de la religión desde el punto de vista de un maestro espiritual y teólogo hinduista (de gran impacto, el primer divulgador con éxito del yoga en Occidente) que dice desvelar la vía hacia la verdad y la divinidad a cualquier lector que desee emprenderla. No se trata por tanto, como el título podía llevar a pensar, de un tratado sucinto de Religionswissenschaft, sino de un breviario de teología en el que se exponen los métodos clásicos para alcanzar la unión con Dios según los predica el tipo de hinduismo que defiende el autor y que se aderezan con algunas citas bíblicas a modo de comparación. La verdadera aproximación científica a la religión no sería otra que el yoga. Lo interesante es que se haya optado por un título que parece postular para la teología la plena denominación de ciencia y para la vía teológica el carácter de científica. Esta manera de entender la cuestión, aunque nunca expresada de un modo tan abiertamente teológico, aparece también en obras de "historiadores de las religiones" de óptica confesional que aunque escudados en un sistema de argumentaciones acorde con los modos "científicos" al uso, siguen manteniendo premisas ideológicas de índole teológica siendo uno de los medios más empleados la deshistorización de la disciplina (lo importante es llegar al argumento explicativo que alcanza lo que está más allá de lo contingente -las manifestaciones históricas, las religiones- y que escudriña en lo inmanente -la "esencia de la religión"-). Repasaremos a continuación algunas de estas aproximaciones, destacando las que desarrollaron el padre Wilhelm Schmidt y su escuela, Rudolf Otto, algunos fenomenólogos de la religión y en los últimos tiempos los autodenominados antropólogos de lo sagrado.

1.2) Wilhelm Schmidt y la escuela de Viena

Wilhelm Schmidt (1868-1954), que cursó estudios de teología católica y fue ordenado sacerdote en 1892, desarrolló una larga  y muy fecunda labor como investigador y profesor de etnología (fundó la revista Anthropos) y dedicó sus principales esfuerzos a apuntalar la hipótesis del Urmonotheismus (una biografía en Henninger 1956). En su trabajo enciclopédico Der Ursprung der Gottesidee en doce volúmenes (1912-1955), repasa con gran exhaustividad las creencias religiosas de los pueblos más "primitivos", fiado en el argumento "lógico" de que se hallarían más cerca de la forma religiosa más antigua (prístina) de la humanidad. Frente a lo que los informes de misioneros de los siglos precedentes planteaban (y que concordaba con el argumento teológico principal de la época, que la mayoría de estos pueblos no tenían Dios ni religión, sin duda porque sus formas religiosas no eran evidentes desde la opción religiocéntrica de un predicador), W. Schmidt arguye, desde un esquema evolucionista-teológico, que la fase más antigua de la religión hubo de ser el monoteísmo. La creencia en un único Dios para un teólogo católico pertenece no sólo a los dogmas del cristianismo, sino que se estima premisa de la religión natural (la religión revelada y no mediatizada por lo histórico, lo cultural, lo humano). La fase monoteísta, más cercana al mensaje verdadero se vió enturbiada posteriormente por un politeísmo estimado degeneración del mensaje primigenio. La recuperación del monoteísmo es una gesta ulterior de las religiones del libro.
Una crítica temprana a esta visión evolucionista, que se sustentaba, de todos modos, en notables predecesores (por ejemplo A. Lang que defendió la hipótesis de la creencia general en un ser supremo en los pueblos más "primitivos") la realizó Raffaelle Pettazzoni, el consolidador de la escuela histórico-religiosa romana, (en 1922, también 1957 y 1958), partía de un postulado no evolucionista, el uranismo, que planteaba que la existencia de un ser supremo en los pueblos "primitivos" se debía a la experiencia religiosa unitaria que desencadenaba la contemplación de la bóveda celeste, ofreciendo con ello una explicación alternativa a la teológica. Se vertieron muy severas críticas no sólo a las premisas sino también a los modos de investigación de Schmidt y su escuela (aunque en ella se encuentran etnólogos respetados a pesar de su postura confesional como P. Schebesta o M. Gusinde -por ejemplo Eliade, 1969, 42ss. muestra sus simpatías por Schmidt y su escuela-) y se les acusó de cercenar o retocar ejemplos que no convenían a su hipótesis general (al amparo, por ejemplo, del fácil argumento de la degeneración del rito o la creencia primigenia). La enorme variabilidad de las religiones, incluso entre los pueblos preagrícolas, que impide desarrollar teorías que las expliquen desde argumentos simples, y el abandono de los presupuestos del evolucionismo unilineal hacen que los trabajos del padre Schmidt hayan perdido su impacto y que los defensores de la opción teológica hayan rehuido generalmente a partir de ese momento, el camino resbaladizo de la investigación de tipo histórico para optar por la relativa seguridad de aproximaciones intemporales (que resultan mucho más difíciles de contestar desde los presupuestos habituales de la crítica académica).

1.3) Lo santo y el impacto de una visión plenamente teológica

En 1917 se publicó un ensayo que ha tenido una gran influencia tanto entre los historiadores de las religiones (y en particular entre los fenomenólogos) como entre los no especialistas: Das Heilige de Rudolf Otto. Este investigador alemán, fundador de la escuela de Marburgo (véase sobre este colectivo Bianchi, 1975, 169ss. o Pye 1989) tuvo una formación de teólogo y desde 1904 fue profesor de teología sistemática. En un lenguaje poético del que no estaba ausente la experiencia personal (en la que fue parece ser decisivo el contacto con las religiones orientales durante un viaje a la India) plantea el concepto de lo sagrado como mysterium tremendum al que acceden algunos hombres especiales y que resulta ser la esencia de la religión. Lo santo es una experiencia además de un motivo de estudio, que se inserta en la historia y se explica solamente dentro de la historia (renegando Otto del concepto de religión natural), que así se configura como el marco para "la predisposición natural para el conocimiento de lo santo" (Otto, 1917, 227). Resultan ejemplares del sólido anclaje teológico en el que el autor se mueve las últimas frases de su obra en las que defiende los grados de acceso a lo santo; en potencia late en la "masa", aumenta en el escalón superior que forma la figura del profeta y por último es patrimonio en el grado supremo y en palabras textuales: "de quien, por una parte posee el espíritu en toda su plenitud y, por otra parte, él mismo, su persona y su obra, se convierten en objeto de la intuición divinatoria, en apariencia y manifestación de lo santo. Este es más que un profeta. Es el "hijo"". Como en el caso de su contemporáneo Nathan Söderblom (por ejemplo 1913; 1942), sacerdote, teólogo y responsable de la enseñanza de historia de las religiones en Uppsala durante decenios (y cuyas reflexiones sobre lo sagrado precedieron y fueron importantes en la obra de Otto), el marco conceptual de la teología cristiana impregna profundamente la investigación (la culminación de esta revelación de lo sagrado que se investiga se produce según estos autores solamente en el cristianismo), pero, y lo que es un dato muy relevante, frente a la mayoría de los teólogos de su época, Otto manifiesta un interés por un comparativismo que permite superar la visión exclusivamente cristiana y así acceder a un modelo más global. Quizá el mejor ejemplo de esta aproximación lo tengamos en el libro que dedicó a la mística comparada (Otto 1926) y que resulta quizá de mayor interés que su famoso Lo santo.
 

… la mala fortuna del título español del libro de Otto: Das Heilige, que fue vertido al español por Lo Santo... la versión española no debió nunca intitularse Lo Santo, sino Lo Sagrado. No es igual. Y ya ese quid pro quo revela que, en los oídos españoles, esto del vocabulario religioso ha solido sonar siempre a música celestial. No se trata de un error lingüístico, sino de algo más intrincado, resumible como una falta de sensibilidad intelectual (más bien ambiental que individual) por los fenómenos religiosos... la cuestión que aquí se apunta... puede resumirse como la grave dificultad que implica siempre la tarea de traducir un libro renovador -el de Otto lo era- en un país sin la tradición intelectual específica, y, por tanto, verbalmente desprovisto de la herramienta técnica que el caso concreto requiere. (Ángel Álvarez de Miranda, "Un tratado de Historia de las Religiones", Cuadernos Hispanoamericanos 61, 1955: 111-112

1.4) Ejemplos y abismos de visiones unitaristas y esencialistas

Este modo de estudio propugnado por Otto, que a la vez es búsqueda personal interior de lo santo, ejemplifica una aproximación intuitiva e incluso mística que han seguido con mayor o menor entusiasmo otros muchos investigadores. Desatacan, por ejemplo, Friedrich Heiler (1961; 1965) o el notable traductor mallorquín Juan Mascaró (cuya recopilación titulada Lamps of Fire, de 1966, presenta las diversas tradiciones religiosas como ilustraciones de la vía de desarrollo espiritual a seguir).
A pesar de la complejidad y diversidad de su producción, que resulta muy difícil de encasillar, quizá en este apartado convendría situar a un pensador del fenómeno religioso tan creativo y polifacético como Raimundo Pannikkar. Ha ahondado en los valores de la interculturalidad y en la caracterización de lo que es religión, divinidad, etc. desde una óptica superadora de los marcos del pensamiento occidental, aunque sin apartarse de una orientación que difícilmente se puede definir al margen de los intereses primordiales de la teología (de hecho defiende que tal diferenciación resulta un falso problema, un error epistemológico de raigambre eurocéntrica).
Podría también, en cierto modo, incluirse en este apartado incluso a un estudioso de la complejidad y habilidad metodológica de Mircea Eliade; en alguna de sus múltiples facetas de investigador ha tocado temas y ha desengranado enfoques (por ejemplo su hermenéutica total que no renuncia a los caminos más difíciles de transitar) que son habituales en estas vías en las que la teología se diferencia mal del enfoque científico. También el círculo Eranos tiende a algunas coincidencias con este camino (aunque se tratará en un apartado específico) e incluso algunos pensadores de la "New Age" como Rupert Sheldrake (1991) o incluso el prolífico Ken Wilber, con sus síntesis muy ambiciosas que intentan aunar ciencia y tradiciones milenarias, recuerdan la ambición de Rudolph Otto de explicar la religión desde dentro.
Pero hay un momento en que este tipo de aproximaciones se diferencian con dificultad de otras ya completamente no-académicas o cuando menos para-académicas como la del "teólogo marginal" y esotérico René Guénon (1886-1951), que postulaba la existencia de una tradición primordial traicionada en el desarrollo histórico de las religiones y en particular por el cristianismo (Guénon 1945 o 1962). Esta tendencia unitarista (que lee lo sagrado como un unicum con modos de manifestación muy diversos -en cierto modo basándose en pre-conceptos parecidos a los de Wilhelm Schmidt-) tiene notables defensores, destaca quizá por el impacto editorial de sus trabajos y por la ambición de sus síntesis Frithjof Schuon (1976; especialmente 1979; 2000), pensador marginal que se esfuerza por apuntalar el postulado de la existencia de una tradición perenne que espera ser desvelada (que entronca en ocasiones con el esoterismo y el ocultismo). Esta posición no parece más que una elaboración adaptada a un mundo de diversidades religiosas y culturales de la idea de la existencia de una "religio perennis" o "theologia perennis" (o incluso "philosophia perennis") tan afín al pensamiento teológico cristiano. En esta línea se podría clasificar a Titus Burckhardt (1978), como ejemplo de lo que algunos denominan pensamiento tradicional y que se manifiesta en diversas revistas y boletines de grupos de adeptos (en España mantuvieron esta tendencia hasta su desaparición las revistas Cielo y Tierra y Axis Mundi). Plantean que existe un nivel de sabiduría intemporal, que se mantiene en grados diversos de pureza en toda una serie de culturas del mundo (entre ciertas sociedades de carácter tribal como los nativos norteamericanos, en muchas líneas esotéricas del islam, el budismo, el hinduísmo, y por supuesto de modo quintaesencial en el ocultismo cristiano). Incluso Aldous Huxley (especialmente 1946, también 1954, 1972) cabría entenderse como seguidor (por lo menos en cierto momento de su voluble biografía) de este modelo de entender el mundo. Afín a este tipo de postulados resulta la posición metodológica del pensador marginal (y en cierto modo maldito) Julius Evola (1898-1974) (1969; esp. 1972) o incluso de Ellémire Zolla (1926-2002) (1986; 1995; 1997).
Esta concepción del mundo puede terminar adentrándose plenamente en territorios abismales como los que ejemplifica la producción de los pseudo-esoterismos diversos (rosacruces, etc.) o las elucubraciones de los miembros de la Sociedad Teosófica, y en particular de Helena Blavatsky (Washington 1993 les dedica un demoledor trabajo) que tantas derivaciones han producido (por ejemplo en la consolidación del ideario de ciertos grupos "new age", Diez de Velasco 2000, 44ss.).

1.5) Aproximaciones fenomenológicas

La deshistorización que propugnan Söderblom o Otto y en la que ahondaron los fundadores de la escuela holandesa (Cornelis Petrus Tiele (1897-1899) y Pierre Daniel Chantepie de la Saussaye (1887-1889), ambos teólogos) maduró, como una aproximación metodológica de primer orden, con la consolidación de la fenomenología de la religión. Este modo de aproximación a los hechos religiosos ha sido entendido de dos maneras. La extensa, que no tiene particularmente en cuenta las raíces filosóficas del término fenomenología, terminó intentando generar una ciencia específica cuya finalidad fuese el estudio de la religión siguiendo un esquema diverso del histórico o incluso una macrodisciplina en la que el análisis histórico fuese únicamente una de las posibles vertientes. La estricta, por su parte, enraíza directamente con la escuela de Husserl y la fenomenología filosófica e intenta acceder a un análisis religioso en el que la intuición se configura como el camino para profundizar en la "realidad" que trasciende lo particular. En el primer caso ha terminado convirtiéndose en un mero sistema clasificatorio o tipológico (Honko 1979, 141ss.) que, además en los últimos lustros ha perdido a gran parte de sus defensores y caído en una cierta desgracia (en la recopilación de Cancik 1988, I, 306ss. aparece como un método filosófico y no ya como el macrosistema de análisis que, por ejemplo, se postulaba hasta los años setenta, por ejemplo Sharma, 1975), en el segundo caso resulta una aproximación que entronca de modo evidente, por ejemplo, con los modos de investigación de Rudolf Otto y que ha empleado en algunos de sus trabajos Mircea Eliade. El impacto que ha ejercido la aproximación fenomenológica se debe en gran medida a la profundidad y calidad de uno de sus representantes, Gerardus van der Leeuw. En 1933 publicó Phänomenologie der Religion y marcó las pautas de una aproximación no histórica pero a pesar de todo muy fructífera para el desarrollo de la disciplina. Los fenómenos religiosos se estudian desde una óptica intercultural, sintetizadora y comprehensiva que, aunque en última instancia y como corresponde a la aproximación de un teólogo y sacerdote, termine buscando una esencia que a muchos investigadores ha parecido una mera entelequia, gracias a la finura de los análisis de van der Leeuw, resulta particularmente explicativa (en general sobre el autor: Waardenburg 1978, 187ss.). Los estudios de fenomenología de la religión han sido numerosos (Rodríguez Panizo 1994) y en España han tenido un notable éxito (como la traducción de la monografía de Widengren 1945) y se cuenta con diferentes especialistas en fenomenología de la religión entre los que destacan de modo claro Juan Martín Velasco (1973) o Lluis Duch (1978, su pensamiento y metodología son muy ricos y en constante evolución, por ejemplo 1997 o 2001), ambos teólogos y que en particular el primero sigue incluso en la actualidad manteniendo esta aproximación (que ha aplicado de modo muy interesante al tema de la mística: Martín Velasco, 1999) que entiende de un modo muy generoso (incluye por ejemplo a Mircea Eliade entre los fenomenólogos lo que resulta poco evidente -aunque uno de los grandes especialistas en Eliade, D. Allen en la Encyclopedia of Religion tanto en la edición de 1987 como en la de 2005, siga manteniéndolo). El carácter retardatario de la disciplina en nuestro país y la muy reciente implantación en los niveles universitarios en centros no confesionales quizá permita explicar la anomalía del fuerte y duradero impacto (y prestigio) de la aproximación fenomenológica en España (entre estudiosos con formación teológica católica).
Sobre la fenomenología y sus problemas se recomienda la lectura del siguiente trabajo: F. Diez de Velasco, La historia de las religiones: métodos y perspectivas, Madrid, Akal, 2005, cap. VI, 8 (págs. 222-235), desarrollado en un formato independiente en el trabajo "Religión y fenomenología: aproximaciones y críticas".
 

1.6) La antropología de lo sagrado: una denominación ambigua

A la par que la fenomenología de la religión desde comienzos de los años ochenta ha ido perdiendo adeptos al constatarse el fracaso de su configuración como ciencia independiente y alternativa a la historia de las religiones (quizá en parte por lo profundo de su vinculación con la teología y su carácter ancilar frente a ésta) ha empezado a surgir una sucesora, bautizada con el ambiguo nombre de antropología religiosa o antropología de lo sagrado. No hemos de confundirla con la antropología de la religión (subespecialización de la antropología dedicada al estudio de la religión: Bianchi 1979, 123ss.; Bastide, 1985; Cantón, 2001; menos claro Dupront 1974) ni con la más extensa antropología simbólica.
Busca en la homonimia plantear el reto de una redefinición de antropología (inviable dado el desarrollo disciplinar actual de esta ciencia) al modo teológico católico. Fue surgiendo en ámbitos intelectuales con una orientación teológica o para-teológica católica muy clara desde uno de sus primeros sistematizadores, Michel Meslin (1973, 255ss.; 1985; 1988), que en ese primer momento esbozó sus características y ha concretado el concepto en sus más recientes puntualizaciones desde mediados de los ochenta (1985; 1988 y en la revista que dirige Cahiers d'anthropologie religieuse). Su divulgador principal ha sido el teólogo y sacerdote (cardenal católico desde febrero de 2012) Julien Ries que ha convertido a la antropología de lo sagrado en la línea de cohesión de un tratado en vías de confección y publicación en tres lenguas (italiano, francés y español).
 

La antropología religiosa debe distinguirse de la etnología, la historia y la sociología de las religiones. Su objeto de estudio es el homo religiosus en tanto que creador y utilizador del conjunto simbólico de lo sagrado y como portador de unas creencias religiosas que rigen su vida y su conducta. No está lejos de la etnología o ciencia del comportamiento que dio sus primeros pasos hace algunas décadas. 
Cada religión tiene una posición específica en relación al hombre, a la condición humana, a la inserción del individuo en el mundo y en la sociedad. Basta considerar los Vedas, las Upanishad, los textos budistas, los textos sumerio-babilonios, los documentos egipcios de la época de los faraones o el pensamiento religioso greco-romano, para percibir las muy diversas facetas de la antropología religiosa. 
Existe una antropología cristiana que encuentra su fundamento en las tradiciones bíblicas, pero que está profundamente marcada por la impronta de Jesucristo, el Hombre-Dios que arroja una luz nueva sobre el ser humano, sobre el misterio del hombre y la condición humana. Esquematizada en sus líneas generales por los textos del Nuevo Testamento, y de manera particular por san Pablo, esta antropología cristiana fue elaborada por los Padres de la Iglesia, llevados por el entusiasmo que en ellos suscitaba el hombre nuevo, el hombre cristiano. Esta antropología conoció recientemente una adaptación a la cultura ya las ciencias actuales por la promulgación de la constitución Gaudium et Spes del Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965. Dice este documento: "Es, por consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, quien será el objeto central de esta exposición" (Gaudium et Spes, 3, 1). 
Introducción de J. Ries al volumen I de J. Ries (ed.), Tratado de Antropología de lo sagrado, Madrid, ed. Trotta, 1995 (Milán, 1989) (más citas)

Utilizando como punto de partida (precursores deseados) a Söderblom, Otto, Eliade, Dumézil, Corbin o Jung (es decir los miembros del círculo Eranos y los teólogos de "lo santo"), Ries intenta generar una nueva aproximación a la experimentación de lo sagrado por parte del ser humano al que estima homo religiosus, es decir original y casi genéticamente religioso, y creador de un lenguaje religioso intercultural convergente. Lo mismo que Rudolf Otto situaba en el vértice de la pirámide de la experimentación de "lo santo" al "hijo" (con minúsculas), en el enigma que cierra su Lo santo, Julien Ries expone lo que estima el cúlmen de la experiencia de lo sagrado: primero la revolución de la elección por el "dios trascendente" del pueblo de la alianza y de la asunción del monoteísmo, pero sobre todo en unas palabras textuales cargadas de un evolucionismo teológico cuyas raíces últimas parecen adentrarse en las premisas del Urmonotheismus de Wilhelm Schmidt: "a esta revolución sucede la Encarnación de Dios en Jesucristo, hierofanía suprema y teofanía única, pues la historia misma se transforma en teofanía. El homo religiosus arcaico había reconocido lo sagrado en sus manifestaciones cósmicas. Ahora en Jesucristo, Dios se manifiesta encarnándose en él. Es el fin del tiempo mítico y del eterno retorno. A través de la Iglesia, Cristo continúa presente: es la nueva alianza que implica una valoración del hombre y de la historia" (Ries 1989, 37). Ries defiende un modelo que estima nuevo (el nuevo espíritu antropológico) pero que baraja conceptos bien conocidos, los de la teología (en este caso católica) aunque arropados gracias al método comparativo. La experiencia religiosa no cristiana no sirve ya como modelo de errores y desvaríos sino como listón de una comparación en el que en la escala suprema se sitúa la revelación cristiana: "En la historia de la humanidad, en la cima de la jerarquía hierofánica, se sitúa la encarnación de Dios en Jesucristo: la mayor revolución religiosa de todos los tiempos y, para el cristiano, una experiencia única" (Ries 1989, 32). Se trata de un religiocentrismo militante que hace de un dogma teológico particular (el valor sotérico de la encarnación para un cristiano) una categoría universal. La postura de Ries, de modo explícito o indirecto queda avalada por muchos investigadores que colaboran en este trabajo aún inconcluso (L.V. Thomas, G. Durand, G. Gnoli, por ejemplo), lo que no deja de sorprender.
Estas formas de entender el estudio de lo sagrado que hemos repasado, y que suelen tener su cantera entre sacerdotes y teólogos, presentan un problema crucial de base: si no se liman sus connotaciones más religiocéntricas (connaturales por otra parte a la teología) se impide la forja de un lenguaje común de consenso. En el mundo global actual hemos de cotejar las aportaciones de especialistas de muy diversas culturas, si éstos actúan en última instancia como teólogos e intentan establecer como verdades científicas las certezas o dogmas de cada teología particular (como ocurre con Ries o con Yogananda con el que comenzábamos este apartado) no habrá camino para una disciplina que comenzó a delimitar sus competencias justamente cuando empezó a construir modos de trabajo diferentes de los teológicos. La teología y la historia de las religiones (o como se la quiera denominar) son aproximaciones necesariamente diversas, pero como un fénix la primera parece intentar, con métodos y presentaciones diversas, apuntalar su presencia en la segunda, probablemente porque muchos teólogos son conscientes del estrecho marco de cada teología particular y desearían poder construir una teología de las religiones, ideal que en cierto modo equivaldría a "desvelar" la religión natural. Sirvan como contrapunto a estas especulaciones teológicas y para-teológicas las aproximaciones materialistas a la religión, levantan un edificio conceptual radicalmente diferente puesto que se basa en la premisa de la no existencia de cualquier entidad que se revele, de cualquier sacralidad que tenga su origen en horizontes diferentes a los que construye el hombre para fines de dominio y explotación.


2) La religión como invención: las sospechas materialistas

Las interpretaciones materialistas, si bien tienen numerosos predecesores, se concretan a partir de mediados del siglo XIX con las reflexiones de Feuerbach y de Marx; toman forma de escuela académica en la Unión Soviética con la instauración de la disciplina denominada ateísmo científico y presentan muy diversas materializaciones y ramificaciones en modos no marxistas de pensamiento (una introducción en Turner 1983). Las siguen investigadores ateos (o cuando menos no religiosos), que como premisa apriorística niegan la existencia de cualquier realidad suprahumana, pero que incluso pueden llegar a defender una postura antirreligiosa (desde luego en las antípodas de la neutralidad metodológica). El principal interés de estas aproximaciones es que enfocan la investigación hacia la determinación del papel de la religión como mecanismo de explotación y alienación social.
Escuelas de pensamiento ateas han existido, por lo menos, en tres grandes culturas de la antigüedad: en la India, en China y en la Grecia clásica. El ejemplo de la progresiva construcción de la opción atea entre los griegos antiguos resulta interesante, por una parte por la antigüedad de la misma y por otra porque permite mostrar, en forma de contraste, la carga de opinión propia (de creencia personal, algo parecido a lo que ocurría con la opción teológica) que poseen, a pesar de su deseado cientifismo, algunas de las opciones materialistas modernas. El primer paso en la negación de los Dioses se plantea entre una serie de pensadores que, en el afán de generar una teología depurada, optan por dudar de la tradición; avanzando un paso más surge una corriente de pensamiento para la que la religión popular es superstición y en consecuencia se puede hacer mofa de ella, lo mismo que de la religión oficial. Pero el paso más radical lo plantearon otros pensadores (como Critias o Pródico) optando por una línea que lleva a sus consecuencias últimas la crítica filosófica a esos Dioses ideados a la medida del hombre de la religión tradicional de los helenos. Los hombres no antropomorfizan a los Dioses sino que los han inventado: los Dioses por tanto no existen en la argumentación de estos griegos ya plenamente ateos (de los que se conoce una lista cercana al medio centenar de nombres: Winiarckzyk 1984; 1989; 1990). Evémero de Mesene, (filósofo del siglo IV a.e.) ofreció una nueva hipótesis según la cual los Dioses del presente fueron antiguos grandes soberanos benefactores de la humanidad, que en agradecimiento a sus bondades fueron elevados a la dignidad sobrenatural (lo que se denomina interpretación evemerista, un tipo de racionalización del mito y la religión que también desarrollaron otras culturas y en particular la china). En resumen los ateos griegos determinaron, en el terreno de la narración fabulosa, la construcción de la hipótesis de la creación humana de los Dioses como medio de control social y de agradecimiento por sus beneficios a la naturaleza o incluso a antiguos líderes poderosos.
 

(habla Sísifo) "Entonces, como las leyes impedían  que los hombres cometiesen acciones violentas en público, pero continuaban cometiéndolas en secreto, creo que un hombre de sagaz y sutil mente introdujo en los hombres el miedo a los dioses, para que pudiera haber algo que asustara a los malvados aún cuando a escondidas actuasen, hablasen o pensasen alguna cosa. Por este motivo inventó la concepción de la divinidad. Existe, dijo, un espíritu que disfruta de una vida eterna, que oye y que ve con su mente, que lo sabe todo y todo lo domina, poseedor de una naturaleza divina. El oirá todo lo que se hable entre los hombres y podrá ver todo lo que se haga. Aunque se trame algo malo en silencio, no pasará desapercibido a los dioses, dada su inteligencia ... Con tales temores engañó a los hombres, y de esta forma, con su bello relato, inventó la divinidad y la situó en un lugar adecuado, y acabó con la anarquía mediante sus leyes ... creo que fue de esta manera como al principio alguien persuadió a los hombres para que creyesen en el linaje de los dioses" (Critias, Sísifo, 43 F 19 Snell TGF I, otros lo hacen obra de Eurípides), Critias (460-403).
"Respecto de los dioses, los antiguos transmitieron dos concepciones. Ciertos dioses son eternos e inmortales, como el sol, la luna, las estrellas, el cielo, los vientos y todo lo que posee una naturaleza semejante a éstos ... Pero los otros dioses son seres nacidos en la tierra que alcanzaron los honores immortales gracias a sus beneficios (euergesías) hacia los demás hombres, como Heracles, Dioniso, Aristeo y otros parecidos ... Evemero escribió un tratado especial sobre estos últimos. Evemero que era amigo del rey Casandro (rey de Macedonia del 301 al 297) y que fué encargado por él de llevar a cabo ciertos asuntos del reino y hacer largos viajes cuenta que se dirigió desde Arabia hacia el sur ... y llegó a Panquea ... y vió a los Panqueos, sus habitantes, hombres que destacan por su piedad y honores para los dioses ... En la isla y situado al pie de una montaña imponente se hallaba el santuario de Zeus Trifilio, que fué fundado por Zeus en la época en la que era rey de la tierra habitada y vivía aún entre los hombres. En el interior del templo había una estela de oro en la cual hizo grabar, en la escritura empleada por los Panqueos, la narración de las hazañas de Urano, Crono y Zeus. Evemero dice que Urano fue el primero en ser rey, era un hombre benéfico y amable, versado en el movimiento de los astros y el primero en honrar a los dioses de los cielos con sacrificios, por lo que se le denominó Urano (cielo). Le nacieron de su esposa Hestia dos hijos, Titán y Crono, y dos hijas, Rea y Demeter. Crono fue rey tras Urano, se casó con Rea y tuvo a Zeus, Hera y Poseidón. Y Zeus, tras convertirse en rey a su vez, se casó con Hera, Demeter y Temis y tuvo hijos de todas ellas; los curetes de la primera, Perséfone de la segunda y Atenea de la tercera ... luego fue a la isla Panquea ... y allí levantó un altar a Urano, el fundador de su familia ... visitó a muchos otros pueblos y todos ellos le honraron y le proclamaron públicamente dios" (Diodoro VI, 1 y ssgs. trad. basada en la ed. Vogel (T 1890) fr. recogidos por temas en M. Winiarczyk Evhemeri Messenii Reliquiae (T 1991); de Eusebio Praeparatio evangelica 2.2. 59b-61a).

2.1) Marxismo y estudio del fenómeno religioso

En 1841 apareció la primera edición de la polémica obra de Ludwig Feuerbach La esencia del cristianismo, en la que se defendía una crítica radical tanto del cristianismo como de la religión desde una postura militante materialista atea. La religión para este autor es falsedad, irracionalidad, "condición infantil de la humanidad" (véase una presentación en Cancik I,1988, 345ss.). La influencia de Feuerbach en Marx, tanto como sistematizador de la crítica a la religión como contramodelo (en Engels 1888) es destacada. Tres años después de la publicación de La esencia del cristianismo, Marx escribió la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel en la que expone, sin afán sistemático, su reflexión sobre el papel de la religión, en la que destacan las frases (algunas muy célebres) siguientes:
 

"El hombre hace la religión; la religión no hace al hombre ... pero el hombre no es un ser abstracto que ocupa el mundo desde fuera. El hombre es su propio mundo y es también el estado y la sociedad. Este estado, esta sociedad producen la religión, una conciencia invertida del mundo ... El sufrimiento religioso es, a la vez, expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la expresión de las criaturas oprimidas, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de una situación desespiritualizada. Es el opio del pueblo. El pueblo necesita abolir la religión, su felicidad ilusoria, para recuperar su verdadera felicidad".

La reflexión que desarrolla Marx de un modo mucho más profundo que otros pensadores ateos anteriores es que la religión es no sólo obra de hombres, sino instrumento de la explotación de unos hombres sobre otros, tanto porque adormece las ansias revolucionarias con la promesa de la felicidad (opiácea y artificial) del paraíso en el más allá como porque genera unos medios potentísimos de control ideológico en manos de los poderosos. La religión en resumen es (y siempre será, en contra de Feuerbach) profundamente negativa y perniciosa según el pensamiento marxiano (presentaciones interesantes en Morris 1987, 41ss.; Post 1972; Wackenheim 1973; Mate 1994; los textos en Assmann/Mate 1974-1975).
El impacto de esta línea de pensamiento, muy condicionada por las premisas de la lucha política y de la forja del contramodelo (con claros ribetes religiosos por otra parte, no hay que olvidar que Marx era nieto del rabino de Tréveris) del paraíso comunista no ha sido, en realidad, muy destacable entre los historiadores de las religiones (en el sentido amplio del término). Tanto porque se trata de un reduccionismo excesivo, como porque resulta muy poco respetuoso con el objeto de estudio (que de igual modo se comprende mal si se piensa que se trata de un cúmulo de falsedades desde una opción atea que teológica) o incluso porque la casi totalidad de los especialistas en la disciplina han sido por su extracción sociológica profundamente hostiles al mensaje marxista (situación que se ha mitigado en los últimos decenios, en los que se han abierto los caminos académicos a pensadores marxistas entre los que destaca, por la variedades de sus intereses investigadores, por ejemplo, la figura de Maurice Godelier). El marxismo ha influido tan poco que resulta inhabitual encontrar estudios profundos y monográficos sobre la religión como estrategia de explotación (si excluimos por ejemplo temas puntuales como el milenarismo o las revueltas religiosas medievales o modernas). Faltan, desde luego, análisis comprensivos de las religiones mundiales confeccionados desde esta óptica, quizá porque no resulta nada fácil tener en cuenta toda la riqueza de facetas de una religión determinada si se la mira desde un esquema apriorístico excesivamente estricto.
Estas puntualizaciones, de todos modos, si bien resultan pertinentes en lo que se refiere al desarrollo de la disciplina en los países occidentales no reflejan toda otra realidad, la de la historia de las religiones soviética (extinguida desde hace más de una década, quizá por eso empieza a interesar puesto que ya no representa el peligro del contramodelo).

2.2) Historia de las religiones y ateísmo científico en la Unión Soviética

La Unión Soviética produjo durante más de medio siglo un modelo de investigación y docencia en historia de las religiones que ha sido marginado por los especialistas occidentales que ni siquiera suelen tenerlo en cuenta a la hora de plantear la historia de la disciplina. Férreamente marxista y atea, para la que los retazos de reflexión sobre pensamiento religioso expuestos por Marx, Engels o Lenin se tenían por bálsamo de sabiduría que encabezaba cualquier prólogo de intenciones o incluso muy puntuales investigaciones (la cita era el signo de la vinculación con una ortodoxia), esta escuela resulta desconocida también porque muchos de sus miembros, escudados en una práctica glotocéntrica rusa (no publicar más que en ruso, vehículo lingüístico impuesto a los países de su entorno que les estaban sometidos), no sintieron la necesidad de hacerse escuchar por una comunidad científica que, además, no aceptaba las premisas (de índole casi teológica) en las que se basaban sus trabajos. De todos modos, gracias a los circuitos propagandísticos (a los que no eran ajenos los intentos de fortalecimiento de esta línea ideológica en Cuba) contamos en español con algunas publicaciones que permiten calibrar las orientaciones generales de la escuela. S.A. Tokarev expone en el prólogo a su manual de historia de las religiones el interés de la disciplina:
 

"Educar al hombre sobre la base de las concepciones materialistas científicas es una de las más importantes tareas ideológicas que debemos realizar durante el periodo de edificación del comunismo. El programa del partido comunista de la Unión Soviética señala la necesidad de realizar sistemáticamente una amplia propaganda científica ateísta, explicar pacientemente la endeblez de las creencias religiosas. Resulta imposible llevar a cabo la propaganda ateísta científica si no se conocen a fondo y seriamente las religiones pasadas y actuales de los diferentes pueblos. Es necesario saber con exactitud cómo y cuando nacieron las fantasías religiosas ..." Tokarev 1964, 15

El cinto metodológico de esta escuela lo marca el apriori ideológico de la defensa de los argumentos del ateísmo científico cuya "biblia" tenemos también traducida al español y vió la luz, sin autor específico, sino encabezado como trabajo colectivo del Instituto del ateísmo científico de la Academia de las Ciencias Sociales de la URSS.
El estudio de la religión se limita por tanto a las manifestaciones sociales de la misma y no existe más medio de analizar la religión personal que como ilusión y desvarío (se trata de un reduccionismo que desde luego impide avanzar en la comprensión de fenómenos religiosos de gran interés como la mística o los cultos extáticos).

2.3) Otras aproximaciones materialistas

Existen otras aproximaciones al estudio de la religión que si bien se han confeccionado desde la óptica general del materialismo no presentan los aprioris tanto del pensamiento marxiano como del enfoque soviético y que, por tanto, están abiertos a modos diversos (como el estructuralismo, por ejemplo) que atemperan el religiocentrismo (al revés) de la opción antes repasada. Tal es el caso de la obra de Maurice Godelier (1974; 1984), que ha intentado determinar los valores de la religión en las sociedades precapitalistas (para las que el análisis marxiano estaba menos que meramente esbozado); más que únicamente ideológicos, éstos terminan permeando a la propia estructura social, determinando los modos en que la sociedad produce, se reproduce, regula las relaciones entre sus miembros (en particular entre varones y mujeres, en el antagonismo más intenso en esas sociedades como muestra el ejemplo de los baruya: Godelier 1982).
Para terminar con este rápido repaso a las aproximaciones materialistas y ateas, que de todos modos han afinado los análisis como consecuencia de los avances de la disciplina durante todo el siglo XX (algo que los investigadores soviéticos no tuvieron en cuenta como principio ya que minusvaloraban la historiografía burguesa), conviene referirse al materialismo cultural y a Marvin Harris (1927-2001). Parte del presupuesto de que la religión es un mecanismo superestructural que tiene su origen en las condiciones infraestructurales y estructurales y no al revés (Harris 1971 caps. 21-22; de ahí que sea una opción materialista) y emplea el análisis ecológico-religioso de un modo muy eficaz (esta aproximación, que presenta características propias no siempre necesariamente ateas y radicalmente materialistas). Las explicaciones que genera este método son muy interesantes y fructíferas en lo que se refiere a sociedades a pequeña escala pero cuando se trata de análisis religiosos de sociedades de gran complejidad (en las que la variante ecológica no es tan directamente determinante en la consolidación del sistema social) resultan muy discutidas (como por ejemplo el estudio del mesianismo judío en Harris 1974, 139ss.; más interesante es el análisis de la divinización de la vaca en la India en Harris 1974, cap. 1 o 1977, cap.12).
Muchos investigadores, englobados en muy diversas opciones de análisis y puntos de vista a la hora de enfrentar el estudio de la religión han mantenido posiciones ateas o no religiosas, pero no necesariamente se deben englobar entre las opciones materialistas, puesto que pueden primar en sus análisis otros criterios que los que hemos visto que resultan fundamentales en el materialismo. El mayor escollo, para la capacidad explicativa del materialismo la encontramos en los análisis de religión personal, mística o extática (fundamentales, por otra parte, para entender de modo profundo formas religiosas como el chamanismo). Los modos de pensamiento que no se plasman de forma directa en conductas cuya explicación resulte fácilmente desentrañable al margen de explicaciones puramente imaginarias (porque reflejen una adaptación ecológica o un sistema de explotación) tienen difícil cabida en este tipo de análisis.


3) Lo social, lo inconsciente y la religión

Lo social y lo inconsciente son dos ámbitos en los que se han centrado los análisis en la disciplina, desembocando en perspectivas de investigación que en muchos casos resultan casi irreconciliables. Corresponden a los campos de desarrollo de dos ciencias particularizadas, la sociología y la psicología y si bien sus conclusiones pueden parecer divergentes, el historiador de las religiones, en su búsqueda de explicaciones globalizadoras, está abocado a intentar conjugarlas.

3.1) La herencia de Durkheim

El impacto de la escuela sociológica francesa es muy notable en el desarrollo de la disciplina de estudio de las religiones. Nos centraremos en las líneas que siguen, menos en las características generales de la escuela, cuanto en la especulación sobre el fenómeno religioso que realizan los estudiosos que pueden inscribirse a ella y en especial su fundador, Emile Durkheim (1858-1917).
Dejando a un lado las elucubraciones del que podemos definir como precursor de la escuela, Auguste Comte, convencido de que podía crear una religión positiva, adaptada a los presupuestos de la razón (una curiosa teodicea que casi hubiera podido permitir incluirlo entre los defensores de enfoques teológicos o para-teológicos: Diez de Velasco 2000, 23ss.) el verdadero consolidador de este punto de vista, en su tiempo completamente renovador, fue Emile Durkheim. De familia rabínica, siguió en su infancia una profunda educación religiosa que quizá permita explicar su interés por los temas de moral y religión. La obra en la que expone de modo sistemático sus reflexiones religiosas, publicada un lustro antes de su muerte, cuando se encontraba en la cima de su consagración académica es Las formas elementales de la vida religiosa. Encara el problema (redundante entre los especialistas de la época) del origen de la religión y las características de sus formas primeras (en última instancia se estaba buscando, en la sociedad en progresiva laicización, un modelo de valores de fuerte raigambre más allá de los que defendía el cristianismo). Para Durkheim la religión nacería como concreción de los valores colectivos y el totemismo, la forma elemental de la vida religiosa, sería la concentración en un objeto, el totem, del símbolo de todo el grupo social. Esta insistencia en el carácter social de la religión le llevó a aventurar una famosa definición: "una religión es un sistema solidario de creencias y de prácticas relativas a las cosas sagradas (es decir separadas, interdictas) creencias y prácticas que unen a una misma comunidad moral" (Durkheim 1912, 42).
Su discípulo y sobrino Marcel Mauss (1872-1959), entroncado con una prestigiosa familia judía que contaba con varios rabinos entre sus miembros, se centró en mayor medida que Durkheim en los estudios religiosos; sancritista y especialista en la religión de los pueblos "ágrafos", sus obras, diseminadas en publicaciones periódicas y en bastantes casos realizadas en colaboración (en particular con H. Hubert) son fundamentales, todavía en la actualidad, a la hora de enfrentar estudios teóricos sobre la magia o el sacrificio (una bibliografía por Karady y Lévi-Strauss en Mauss 1968).
Otro de los pensadores influyentes y polémicos de este grupo será Lucien Lévy-Bruhl; especialista en la obra de Auguste Comte (Lévy-Bruhl 1900) y teórico de la mentalidad primitiva (sus obras de 1910, 1922, 1927, 1931, 1935, recopiladas en Mauss 1968) comenzó defendiendo la idea que no todos los hombres presentaban capacidades intelectivas semejantes. Los "primitivos" utilizaban un pensamiento prelógico que les llevaba a figurarse el mundo de un modo no regido por la razón, frente a los civilizados que utilizaban un lenguaje lógico y poseían una mentalidad racional. Si bien se han vertido críticas muy duras contra estas ideas (que presuponían la necesidad de la tutela civilizada sobre los primitivos incapaces de autoregirse, argumento de peso en la mentalidad eurocéntrica imperialista-colonialista) y contra el vocabulario empleado por el autor (utiliza con profusión el término primitivo, pero también el de sociedades inferiores) hay que tener en cuenta que su pensamiento evolucionó notablemente y terminó renegando tanto del concepto de pensamiento prelógico como de las implicaciones más etnocéntricas de sus teorías (Leenhard 1949). Tiene además el interés, no sólo de establecer las bases de los estudios de mentalidades, sino también de realizar estudios sobre simbolismo y mística (Lévy-Bruhl 1938; que desentrañaba también entre las sociedades preestatales, lo que no era común en su época, en la que la mayoría de los investigadores preferían acotar el uso del término para los monoteísmos; Diez de Velasco 1998, 131ss.) con una sensibilidad desusada en la escuela sociológica.
Muchos otros intelectuales franceses se englobaron en esta escuela o fueron influidos por ella, dedicándose a ámbitos muy diversos de la investigación como el folclorista y teórico de los ritos de paso Arnold van Gennep 1873-1957 (1909 una obra que se sigue citando y cuyos análisis tienen una cierta vigencia), el sinólogo Marcel Granet (1921; 1928; 1932) o el helenista Louis Gernet (1932; 1968), notable renovador de los modos de entender el mundo griego y pieza clave en el surgimiento de la denominada "escuela de París" (liderada por J.P. Vernant, P. Vidal-Naquet o M. Detienne). Dentro de la gran diversidad de enfoques destaca en todos ellos la importancia que otorgan a lo social y la influencia que han ejercido tanto en el desarrollo del estructuralismo como en la consolidación de la escuela de Annales, y en cierto modo preludian un pensador sobre el fenómeno social tan complejo e interesante como Bourdieu.

3.2) Max Weber y su influencia

Max Weber (1864-1920) tuvo una influencia sobre el desarrollo de la sociología (y de la sociología de la religión) comparable a la de Emile Durkheim, del que fue grosso modo coetáneo. Insiste en el papel cohesivo de la religión y en la progresiva racionalización de sus presupuestos a la par que la sociedad se hace más compleja y que los especialistas religiosos definen sus ámbitos competenciales. Sus análisis socio-religiosos resultan puntualmente muy acertados (como cuando relaciona la profecía y en particular la profecía israelita con el aumento de la presión de los aparatos estatales en consolidación) aunque alguna de sus tesis más famosas, como la que relaciona el surgimiento del capitalismo con el desarrollo de la ética protestante, hayan sido desmontadas por sus detractores (aunque sigan defendiéndola otros). En este punto quizá el interés de Weber no tenga tanto que ver con el ejemplo que presenta cuanto con las implicaciones de método que se atrevió a proponer: la ideología no iría a la rémora de la economía, sino que un cambio económico fundamental vendría precedido de un cambio ideológico que daría razón de ser al primero. Su producción científica es mucho más variada que la de Durkheim y tocó temas de religión europea como en La ética protestante y el desarrollo del capitalismo, pero también de religión judía, india, china o en general de teoría de la sociología de la religión (Weber 1922; 1922a). La mayoría de su producción quedó en estado de prepublicación a su muerte y fue entregada a la imprenta por su mujer, según una ordenación que se está revisando en la edición alemana en proceso de publicación (de la que Weber 1997 -véase el prólogo de E. Gavilán- es una primera aproximación)
Otros sociólogos alemanes presentan una mayor influencia de la teología que Weber (que también estudió teología entre otras disciplinas) como Ernst Troeltsch (1905; 1912) o Joachim Wach (1924; 1931; 1946; 1954; 1958, aunque se le suele incluir entre los fenomenólogos) y han tenido menor impacto global (aunque la influencia de Wach en los Estados Unidos -fue el predecesor de Mircea Eliade en Chicago- es destacable).
En cierto modo el método weberiano aunque dotado de unas implicaciones, a mi entender, abusivas, lo ha empleado por ejemplo Samuel Huntington (1996) al plantear que el mundo posterior a la guerra fría se basa en un enfrentamiento de civilizaciones propiciado en muchos casos por los valores identitarios que ofrece la religión.

3.3) Religión e inconsciente

Frente a lo social, la psicología intenta una explicación de la religión que parte de lo personal e incide en lo inconsciente. Se pueden detectar dos grandes corrientes de pensamiento en la consolidación de este enfoque, por una parte los que estiman que la religión es una fase superada (e incluso perniciosa) del desarrollo humano y los que o soslayan este tema o emiten la opinión contraria.
El carácter ilusorio de la religión, que ya aparecía en Marx y que desarrolló desde un anticristianismo (y también antibudismo) radical Friedrich Nietzsche (1882; 1885; 1886; 1888) se postula de modo sistemático en el padre de la psiquiatría Sigmund Freud. La ilusión en este caso no surge de la divinización de lo útil o de las artimañas de la explotación sino del remordimiento: esta es la explicación que presenta Sigmund Freud (1856-1939) en su célebre (y casi tan mitológico como los relatos de los ateos antiguos) Totem y Tabú de 1912. El asesinato del padre (pecado original) en la fase más arcaica de la historia social del hombre (la horda nucleada por un macho) y el remordimiento de los hijos tras la desaparición del genitor y la violación de las hembras (y la madre) generó el complejo de Edipo y la subsiguiente divinización del patriarca muerto convertido en un padre supramundano (con una carga de patriarcalismo de carácter judío muy característica: véase el análisis del judaísmo que hace en Freud 1939). La religión sería pues una suerte de neurosis colectiva, una actitud de infantilismo que ilustra los miedos del hombre a tomar plena consciencia de sí (Freud 1907; 1927; 1928; recopiladas y traducidas en Freud 1972ss.). La teoría freudiana de la religión, a pesar de su brillantez como gran relato y de estar avalada por uno de los sabios más influyentes de la historia humana, resulta un camino en cierto modo ciego puesto que impide tomar en serio algo que se estima patológico.
Una forma diferente de entender la psicología de la religión se establece por ejemplo con Carl Gustav Jung (1875-1961), William James, Henri Bergson, Erich Fromm, la psicología humanista y la transpersonal. Donde quizá se marcan las diferencias de modo más claro es en el análisis de las experiencias místicas, uno de los temas más complejos que se presentan al historiador de las religiones. En el primer caso (el psicoanálisis freudiano típico) la experiencia mística se entiende como una experiencia psicótica y por tanto perniciosa, los trances místicos en mujeres se estiman una suerte de histeria y en los hombres un tipo de alucinación paranoica (o de otro tipo), todos ellos sirven para ejemplificar la alteración del estado normal. En la segunda opción la experiencia mística se analiza como una inmersión en topoi recónditos del inconsciente que nada tienen que ver con la psicosis sino con una mayor complejidad de la psicología humana de lo que el psicoanálisis clásico (freudiano) estimaba. James en su famoso (y todavía reeditado) The Varieties of the Religious Experience de 1902, Bergson en su Les deux sources de la morale et de la religion de 1933 o más recientemente Fromm (1966, vid. Plaza 1993) destacan que algunas experiencias religiosas (y místicas) resultan una necesidad (y no una necedad) por parte de ciertos individuos. La sistematización y generación de un modelo explicativo que se postula como sólido se realizará desde dos grandes perspectivas (la más reciente basada en la anterior): la que trazará Jung con su hipótesis del inconsciente colectivo y la teoría de los arquetipos y la que levantará la psicología transpersonal con el análisis en laboratorio de las experiencias religiosas cumbre (las obras de Wilber, Grof, Tart; White o también y antes Maslow). En otra línea distinta, las ciencias de la mente, campo en plena expansión, intentan consolidar una ciencia cognitiva de la religión (Andresen 2001; Boyer 1993; 1994; Lawson/Mc Cauley 1990; Laughlin/d'Aquili 1990) que se basa también en el análisis de experiencias religiosas en laboratorio, pero materializando en el cerebro (y en sus modos de funcionamiento de carácter físico) el origen de la religión.


4) Evolución, función, estructura

4.1) Comparación y evolución

El surgimiento de la disciplina de estudio de las religiones como disciplina científica se engarza en una serie de cambios en las mentalidades europeas (dentro de las transformaciones que propicia la modernidad) que se desatan con la aceptación entre la elite intelectual del evolucionismo que conllevó el progresivo deterioro de los modos explicativos teológicos de la historia del mundo y del hombre. La religión se piensa en el seno de un continuum de mutaciones en las culturas humanas que ahora es lícito (desde el punto de vista científico) comparar y estratificar. La comparación, además, se basa, tras la asunción del cientifismo de la metodología de la crítica filológica, en nuevas técnicas, cada vez más depuradas e incontestables (con los cada vez más débiles argumentos de la teología y la fe). Surge en este contexto intelectual la figura de Friedrich Max Müller (1823-1900), que aunque cristiano y defensor (por lo menos en el campo de las convicciones personales) de la superioridad de este mensaje religioso se pliega al cinto metodológico de no minusvalorar ninguna tradición religiosa y estudiarlas en igualdad de condiciones. Al amparo de la filología comparada encontró un campo de trabajo en el que las opiniones no resultaban en gran medida comprometedoras para el resultado de sus investigaciones. Müller centró sus desvelos en la comparación religiosa usando como base los textos religiosos (que se encargó, además de ofrecer en traducciones: Müller 1879), buscó una evolución en el material que estudiaba, principalmente los mitos y ritos de los pueblos indoeuropeos, planteando que los textos védicos eran los más antiguos y por tanto punto de partida de la comparación (con un método que los filólogos empleaban, por ejemplo, para ordenar la transmisión manuscrita de las obras antiguas). Para Müller el pensamiento religioso estaba conectado con lenguaje religioso y creyó poder determinar gracias a la investigación filológica el origen de un mito, un rito o un teónimo remontando a su plasmación literaria más antigua. El método de Müller (1856; 1873) resulta teóricamente impecable para un conjunto de religiones (y lenguas) emparentadas como son las indoeuropeas, pero es mucho más difícil de emplear en otros casos. Llevó a excesos en el comparativismo puesto que potenciaba las aproximaciones entre mitos o ritos parecidos (entre pueblos diversos) por medio de la investigación de raíces comunes (muchas veces inexistentes, no se tenía en cuenta que ante situaciones parecidas la mente humana puede reaccionar de modos semejantes aunque no haya contacto ni parentesco cultural). De todos modos la disciplina de estudio de las religiones debe a Max Müller la sistematización de una de sus herramientas de análisis más potentes: el método comparativo.
El evolucionismo tuvo en Inglaterra un desarrollo particular con los estudios de Herbert Spencer, Edward Tylor y James Frazer. Spencer (1873) defendió que las sociedades "inferiores", como los organismos biológicos más simples, tenían un funcionamiento más sencillo, es decir, ideas religiosas simples. Optó por plantear que las formas de culto primeras se dedicaron a los ancestros divinizados, espíritus en los que se basaba el fetichismo pero también el totemismo (ya vimos que a este respecto las ideas que expresará Durkheim con posterioridad serán bien diversas). Por su parte a Tylor (1871) se debe el concepto de animismo (creencia en los espíritus y en las almas de los muertos) como fase primera en todas las religiones humanas. Defendió que las culturas "primitivas" que comenzaban a conocerse de modo más profundo gracias a los relatos de misioneros y autoridades coloniales, correspondían a una fase de desarrollo semejante a la de los pueblos de la prehistoria y determinó tres etapas en la evolución social de la humanidad: salvajismo, barbarie y civilización. Este evolucionismo unilineal, que obligaba a deambular a todas las sociedades por los mismos hitos (y convertía al animismo en una fase obligada) ha sido muy criticado por la carga de determinismo que implicaba. Tras decenios de abandono y rechazo, a mediados de los años cincuenta se comenzaron de nuevo a utilizar, con aceptación, explicaciones evolucionistas, aunque mucho más elaboradas que las decimonónicas (y que tienen en cuenta las variantes ecológicas de un modo muy competente), como las de Leslie White (1959) y en especial de Julian Steward (1955; 1982), cuyo evolucionismo multilineal dió origen al enfoque ecológico-religioso y cuyos fundamentos teóricos para el tema religioso ha desarrollado Robert Bellah (1964) en un artículo muy influyente.
Entre los miembros más preeminentes de la escuela evolucionista destaca James George Frazer (1854-1941), cuyos trabajos han sido muy populares y siguen reeditandose incluso en la actualidad. Sus investigaciones son ejemplares del uso (y a veces abuso) del método comparativo, empleando para desentrañar un problema religioso determinado todas las posibilidades del material acumulado por la etnografía y la historia. Resultó ejemplar su laberíntico (desde el punto de vista del esquema) pero muy famoso The Golden Bough en doce volúmenes (comenzó la edición en 1890, la tercera edición completa es de 1911-1915; hizo un resumen en un solo volumen que se tradujo al español) en el que, para explicar el sacrificio ritual del sacerdote-rey itálico del bosque de Nemi, se emplean paralelos interculturales de todo tipo, criticándosele que en algunos casos cayese en la sobreinterpretación. Se trató de un investigador de salón, que no desarrolló trabajos de campo y fundamentaba sus trabajos en las publicaciones de otros.

4.2) Función y religión

Frente a los desvaríos del comparativismo y del evolucionismo surgieron escuelas y pensadores que enfocaban el estudio de una sociedad o un grupo determinado centrando la mirada en sus particularidades, renunciando generalmente a explicaciones globales interculturales arriesgadas y tendiendo a alcanzar explicaciones intraculturales coherentes analizando cada grupo a estudio en todos sus aspectos. Junto al particularismo histórico de Franz Boas (1911), el funcionalismo es la escuela más influyente que desarrolla presupuestos de este tipo. Si bien influyó en ella el impacto de los análisis de Durkheim (que los sociólogos suelen englobar entre los funcionalistas aunque los antropólogos suelen limitar la adscripción -y será el criterio que sigamos- vid. Robertson 1987 frente a Rossi/Higgins 1980, 104ss.) se consolidó con un cambio que se produce en los modos de trabajo de algunos especialistas. Para alcanzar una explicación global, contestando a preguntas de índole muy diversa, era necesario dar un paso adelante en la recogida de información etnográfica y no fiar los estudios en el trabajo de campo realizado por muy variopintos investigadores que en muchos casos carecían de la sistemática requerida para alcanzar ese cambio cualitativo en el procesamiento de información. Bronislaw Malinowski (1884-1942), tras largas estancias en Melanesia en las que llegó a un conocimiento muy profundo de sus habitantes (en especial de los trobriandeses) y su cultura (y desarrolló enormemente las técnicas antropológicas de recogida de información), llegó a la conclusión de que las funciones de la religión eran la explicación del mundo (que procura el consuelo psicológico de la seguridad) y la validación (por medio de lo sobrenatural) de las instituciones determinando así el aumento de la cohesión del grupo y de su eficacia (por ejemplo a la hora de desarrollar ciertas actividades arriesgadas por medio de la protección mágica: Malinowski 1925).
Alfred.R. Radcliffe-Brown (1881-1955) (1952, especialmente) es el otro pilar del funcionalismo británico aunque la sutileza de sus métodos de análisis preludian el estructuralismo o la interpretación simbólica. Estaba menos interesado en desentrañar orígenes que en explicar funciones y significados, en mostrar cómo la religión es un mecanismo de mantenimiento de la cohesión social. La variabilidad de las sociedades conlleva variabilidad de adaptación de la religión a las necesidades sociales (y de ahí lo inútil del intento de determinar el origen de una creencia religiosa frente a lo fructífero de analizar la función que desempeña en el universo de explicaciones de un grupo social dado). Los grupos sociales, además, no realizan de modo arbitrario la elección de sus formas religiosas sino que las establecen según un código (un idioma ritual o simbólico) determinado (que se explica en conexión con el cuerpo de valores de esa sociedad).

4.3) Más allá de la función: religión, rito, símbolo

Como acabamos de ver ya Radcliffe-Brown se adentró en sus análisis más allá de la función para intentar alcanzar explicaciones más comprehensivas. Esta orientación queda potenciada en la obra de Edward.E. Evans-Pritchard (1902-1973) (1937; 1956; 1965), que intenta una aproximación en la que se tenga en cuenta tanto el desarrollo histórico como los contactos (estudia principalmente pueblos africanos en contacto entre los que ha habido variabilidad cultural como resultado de éste), tanto lo social como lo psicológico. Publicó influyentes monografías sobre temas religiosos, tanto de tipo teórico como exponiendo resultados de trabajos de campo. El proceso que llevó a su conversión a los cuarenta y dos años al catolicismo quizá permita comprender uno de sus postulados más sorprendentes (en pluma de un antropólogo): que los no creyentes presentan un handicap frente a los creyentes a la hora de comprender la religión, y que por tanto éstos tratarán los temas religiosos de un modo más profundo y adecuado que los primeros. Para apuntalar su teoría emplea una cita de Wilhelm Schmidt en la que éste, para criticar a Ernest Renan, usaba el siguiente símil: "existe demasiado peligro de que el no creyente hable de la religión como lo haría un ciego de los colores o un sordo completo de una bella composición musical"; desgraciadamente al apoyar este ataque desde unos "supuestos" presupuestos científicos (acceder a una mejor comprensión del fenómeno a estudio) al "impío Renan", Evans-Pritchard se desliza hacia un sutil campo de descalificación que, sustentado en argumentos teológicos, desembocaría en la condena al silencio (o a la mera labor ancilar de la elaboración de informes luego sintetizados por mentes "más abiertas" a lo religioso) de buena parte de los especialistas en disciplina de estudio de las religiones: sería quizá el paraíso de las escuelas teológicas pero la agonía de la disciplina. Algo parecido ocurre con los que postulan que "ninguna afirmación acerca de una religión es válida, a menos que sea reconocida por los propios creyentes" como defiende Smith (1965, 66); resultaría imposible con ese cinto metodológico generar, por ejemplo, una síntesis sobre cristianismo, islam o nuevas religiones (porque todos fieles nunca se reconocerían). Se trata de intentos de delimitar las competencias de los investigadores tras los que se esconde una opción oscurantista (parecida a la que defendían los historiadores soviéticos del ateísmo científico pero a la inversa).
La antropología anglosajona ha generado, a la par que se consolidaba en Francia el estructuralismo (como veremos en el apartado siguiente) una serie de pensadores que han centrado sus desvelos en ahondar en la comprensión del universo simbólico. A Mary Douglas (1921-2007) se deben dos estudios muy influyentes, uno dedicado a desentrañar los códigos de pureza e impureza (1966) y otro a la teoría de los símbolos (1970). Douglas incide en la variabilidad de las culturas humanas y de sus diversos lenguajes simbólicos pero estima que existe una comunidad en la generación simbólica que proviene de la referencia al modelo somático (tomado como modelo del cuerpo social).
Por su parte Victor Turner (1920-1983) (1967; 1969), partiendo de su conocimiento sobre el terreno de la religión y los rituales de los agricultores ndembu del noroeste de Zambia avanza modelos explicativos en los que los ritos surgen como manifestaciones del conflicto y de la superación del mismo generando así un reequilibrio social. Pero también le interesan los valores simbólicos múltiples que se manifiestan, por ejemplo en el ritual, entendido como una compleja teatralización que determina la necesidad de avanzar en una antropología de la performance.
La reflexión sobre los valores de lo simbólico ha sido apuntalada por Clifford Geertz (1926-2006) para quien los símbolos forman sistemas congruentes que actúan como modelos para comprender la realidad a la par que toman la realidad como modelo. Si bien la religión es un modo de explicación (del cosmos social), frente a las perspectivas estáticas y atemporales este autor opta por incidir en sus características dinámicas, integradoras pero también desintegradoras puesto que la religión abre también los cauces para expresar los descontentos y las disputas. Influido por las reflexiones weberianas, debemos a Geertz (1968) un estudio revelador de la diversidad que existe dentro de la teórica unidad religiosa que ofrece el marco del islam entre países situados en sus dos extremos (Indonesia y Marruecos), además de una muy citada, criticada y característica definición de religión como sistema cultural (es decir sistema simbólico: Geertz 1966). De Geertz partirá, aunque haya terminado por aborrecerlo, la postmodernidad antropológica (vid. Gellner 1992; Berry/Wernick 1992), que quizá, en lo relativo a la religión, en antropología ha ofrecido menos frutos, que en filosofía (Vattimo 1996; Derrida/Vattimo 1996; Trías 1995; 1997; 1999; 2000).

4.4) Estructuras y significados

Claude Lévi-Strauss (1908-2009), ha marcado un cambio profundo en la metodología de las ciencias sociales y en particular en la antropología. Nieto del rabino de Versalles, se interesó por los temas religiosos y en particular la mitología donde ha intentado instaurar una nueva estrategia de investigación, el estructuralismo que (como había ocurrido en los orígenes de la disciplina con Max Müller) extrajo de la lingüística sus líneas maestras de desarrollo. La religión aparece en el pensamiento de Lévi-Strauss (1962; 1964ss.; 1978) como un sistema autónomo de signos, independiente de sus usuarios y del entorno y que se explica a sí mismo (como la lengua). La labor del investigador es descubrir el código de su estructura profunda, que es común a toda la humanidad ya que el inconsciente es semejante en la especie humana y elabora estructuras lógicas semejantes. Así los mitos, a los que dedicó el autor buena parte de sus desvelos, sino de modo idéntico a primera vista, sí tras una decodificación, se convierten en comparables entre las culturas más diversas y es factible, como en las ciencias nomotéticas, extraer leyes generales. Pero para que este postulado se mantenga resulta necesario renegar en gran medida de la variabilidad, de la historia, de todo funcionalismo, de la influencia de las constricciones sociales o económicas en la forja del mito y la religión. El estructuralismo, con todo su atractivo de aproximación profundamente comprehensiva ha sido criticado desde muchos ámbitos. Se le ha reprochado el ser ahistórico y sincrónico, el no generar mecanismos de explicación del contacto y del cambio cultural, el tener ámbitos de análisis selectivos (funciona bien con el parentesco o el mito pero muy mal en otros casos) y el no explicar adecuadamente los sistemas de creencias de las sociedades estatales; pero ha abierto la vía de una comprensión de las complejidades de la mitología y el pensamiento de los "primitivos" de un modo que requiere que modifiquemos incluso la forma de nombrarlos (ya que muchos de estos pueblos poseen modos de pensamiento extremadamente complejos aunque la cultura material y las condiciones de vida puedan parecer muy simples).
También pertenece a la antropología francesa y presenta una visión parecida en la importancia que se otorga a lo mental a la de Lévi-Strauss el difícilmente clasificable Marcel Griaule (1898-1956). Intenta desentrañar significados (incluso en el lenguaje de la máscara: Griaule 1938) en una época en la que el método estructuralista aún no ha visto la luz y expone el cosmos conceptual de sus informantes (su Dios de agua de 1966, desentraña el universo esotérico de los dogon) como si se tratara de la propia realidad en una óptica emic. Muy interesante resulta también el modo en que Gregory Bateson (1904-1980) (1936) interpreta el material ritual etnográfico que preludia sus notables trabajos sobre teoría general de la ciencia en los que la reflexión de lo religioso está muy presente a pesar de la profesión de "fe" atea del autor.
Un caso particular y difícilmente encasillable en el quehacer de una escuela determinada (a pesar de entroncar con la tradición sociológica francesa) lo ofrece la obra de Geoges Dumézil (1898-1986). Se empeñó, siguiendo los pasos de Max Müller, en desentrañar las estructuras comunes de las sociedades indoeuropeas empleando para ello todos los recursos del método comparativo (que redefinió). Terminó determinando la existencia entre los pueblos indoeuropeos de un esquema mental que explicaba la sociedad (y su reflejo en la teología) como una estructura en tres funciones (función soberana, guerrera y de producción; en general sobre el autor: García Quintela 1999; 2001, con completa bibliografía).


5) Hermenéutica o historia: intentando explicar la religión

5.1) Una díficil clasificación: el círculo "Eranos" o la religión como "búsqueda"

A partir de 1933 comenzó la publicación de la serie Eranos-Jahrbücher, que contenía las conferencias pronunciadas en los encuentros del círculo Eranos en Zurich. Un grupo de científicos y especialistas en el estudio de las religiones y disciplinas afines se reunían (en los últimos años con intermitencias) anualmente para expresar opiniones y discutirlas. Han participado investigadores cuyo punto en común es la defensa de una visión característica del tema de estudio, entre mística y científica, para los que la religión era una búsqueda íntima a la par que una práctica académica. Quizá los años más significativos de este movimiento vayan desde 1933 (en plena efervescencia de ideas que se manifiestan tras la gran crisis del modelo capitalista) hasta la quiebra ideológica que supone 1968. Aunque ni presentan una cohesión ideológica sin fisuras, ni han generado una metodología y unas prácticas de escuela, forman un grupo en cierto modo compacto (sobre todo los muy reincidentes) por la visión particular con la que se enfrentan a los hechos religiosos que aúna la intuición y los métodos científicos, la disección minuciosa del objeto de estudio y la sensibilidad hacia el misterio de lo religioso. En los últimos años se ha convertido en un grupo al que se han dedicado numerosos estudios por estar "de moda" en círculos intelectuales característicos (por ejemplo la revista española Anthropos en 1994 incluyó un monográfico, el 42, y un número ordinario, el 153, así como una monografía: Ortiz-Osés 1994).
 

Dos páginas: Eranos Conference Group: http://www.eranos.org
Eranos Foundation: http://www.eranosfoundation.org
Para una revisión actual de las fases de Eranos: en la web de la Eranos Foundation: http://www.eranosfoundation.org/history.htm
Para una revisión de participantes: http://www.eranos.org/content/html/start_english.html
Para una revisión de temas: http://www.eranos.org/content/html/start_english.html

En el periodo más significativo del grupo (1933-1968) destacan dos grandes etapas, la primera marcada por las figuras de Carl Gustav Jung, Karl Kerenyi y Louis Massignon, la segunda, que se inicia entre 1949 y 1951 con la incorporación de Mircea Eliade, Gershom Scholem y Henri Corbin; son ellos los que de modo más fiel siguieron los encuentros e imprimieron su carácter a los mismos, a la par que marcaron el desarrollo de la disciplina (en particular Jung y Eliade). Jung participó con publicación en todos los encuentros desde 1933 a 1948 (con excepción de los de 1944 y 1947, se le dedicó el de 1945); Massignon en once casos (desde 1937 a 1955); Kerenyi en doce casos (entre 1940-41 y 1955); Corbin en una veintena de ocasiones (a partir de 1949), Scholem en una quincena (a partir de 1949) y Eliade en otras tantas (a partir de 1951). Muchos otros participaron con diverso grado de asiduidad entre los que destacan H. Zimmer, H.C. Puech, F. Heiler, G. van der Leeuw, P. Radin, J. Daniélou, D.T. Suzuki, J. Campbell o G. Durand (vid. M. Kerenyi 1961-1962).
A C.G. Jung (1999ss. para la nueva traducción de sus obras al español) deben la disciplina de estudio de las religiones y la psicología varios instrumentos de análisis de gran peso: la sistematización de la teoría del inconsciente colectivo y del término arquetipo o la definición del concepto de sincronicidad. Frente al psicoanálisis freudiano Jung defiende la existencia de un nivel muy profundo en el inconsciente que es común a todos los seres humanos y que se materializa en figuras denominadas arquetipos. El inconsciente colectivo aflora en ciertos momentos específicos como por ejemplo en la meditación religiosa, en ciertas ceremonias rituales, en la creación artística de índole sagrada o en ciertas crisis neuróticas. Jung determinó cómo algunas figuras usadas en la meditación oriental (los mandala) presentaban notables parecidos con los dibujos que realizaban algunos de sus pacientes defendiendo la hipótesis que se trataba de figuras que afloraban del inconsciente colectivo y que por eso eran comunes entre personas de diversas culturas. Se interesó por el lenguaje simbólico de la alquimia en el que estimaba que se habían mantenido y perfeccionado estos motivos del inconsciente colectivo que denomina arquetipos, también analizó símbolos del cristianismo, usó las colaboraciones para adentrarse en ámbitos específicos; con Karl Kerenyi se aplicó a desentrañar arquetipos en el lenguaje del mito antiguo y con Richard Wilhelm a profundizar en algunos textos chinos (le interesaba en particular el lenguaje del I Ching como otras técnicas adivinatorias como el tarot: véase edición de Ritsema). Los arquetipos y el inconsciente colectivo tienen según Jung un camino de materialización privilegiado en muchas tradiciones religiosas por las características particulares de las experiencias que desencadenan y las figuras simbólicas que utilizan.
Frente a la amplitud del horizonte filosófico de la especulación junguiana los tres "eranistas" principales que se citan a continuación tienen un campo de investigación mucho más restringido, Massignon y Corbin eran islamistas y Scholem especialista en judaísmo y en particular en cábala. Massignon que dedicó a la mística del islam sus obras maestras (sobre al Hallaj de 1922 como tesis y sobre los orígenes del sufismo) tuvo una vida azarosa dedicada al diálogo interreligioso desde su posición de católico muy comprometido. Por su parte Henri Corbin especialista en el islam iraní realizó complejas investigaciones sobre lo que denominó "lo imaginal", fórmula que, por ejemplo en la gnosis irania, abre el acceso a la experiencia visionaria de la divinidad. En ambos casos, como también ocurría con Jung y en cierto modo con Eliade se trata de científicos pero, a la par, de hombres insertos en una vía mística o de vocación religiosa que por no manifestarse en una ubicación teológica determinada (o a caballo entre varias) posee una riqueza que sorprende (y en realidad los convierte en objetos de estudio para el historiador de las religiones, como promotores de una de las raíces del movimiento neomístico actual). Scholem por su parte dedicó su vida a la investigación de la mística judía a la que prestigió y convirtió incluso en un tema popular.
 
 

5.2) Más allá de Eranos: la hermenéutica total de Mircea Eliade

La figura de Mircea Eliade presenta características muy particulares tanto por lo extenso de su investigación como por la erudición enciclopédica que desarrolló y resulta muy difícil de clasificar. Se ha empleado el término de hermenéutica total para su aproximación al fenómeno religioso puesto que tuvo en cuenta métodos muy diversos a la hora de llegar a una comprensión más profunda del fenómeno religioso. Su trayectoria investigadora es muy variada, desde su obra de consagración, el Tratado de historia de las religiones donde repasa grandes fenómenos religiosos hasta estudios eruditos y puntuales sobre el yoga, las religiones australianas, la religión babilonia, el ocultismo o el chamanismo. Es muy destacable su labor de generalista y divulgador tocando en monografías temas de síntesis como la iniciación, el símbolo, lo sagrado o los mitos desde una óptica de análisis intercultural pero también sistematizó su visión de la disciplina ciñéndose a un estricto marco histórico (que generalmente aborrecía) como hace en su inconcluso tratado o en obras de teoría y metodología. Aunque privilegió en algunos casos (y en última instancia) una opción esencialista y casi teológica que lo entronca con los fenomenólogos o incluso los trabajos enciclopédicos del padre Schmidt, su amplitud de miras le llevó a no desdeñar campos de estudio y si bien minimiza (de modo discutible) la importancia de lo social y soslaya los caracteres más represivos y de explotación que presenta la religión (no hay que olvidar que era anticomunista y que vivió la mayor parte de su vida productiva -en lo que a la disciplina se refiere- en el exilio) el criterio abierto con el que actuó, por ejemplo, como director en jefe de la Encyclopedia of Religion, utilizando para elaborar artículos a especialistas de prestigio indiscutido (de todas las facetas de la disciplina -sociológicas, antropológicas, filosóficas, etc.-) sin tener en cuenta adscripciones de escuela o criterios ideológicos, demuestra su valía y buen juicio. Se han vertido muchas críticas puntuales a las síntesis de Eliade por parte de especialistas (incluso lo hacen sanscritistas, la especialidad que Eliade había cursado con mayor ahínco), lo que demuestra que el intento en el que se embarcó (alcanzar un conocimiento global de las religiones del mundo y pensar los grandes problemas de la religión) supera la capacidad de un solo hombre. Intentó llegar a un nivel de pericia de especialista en un número de campos de estudio muy notable, lo que chocaba con la práctica habitual en la disciplina (los generalistas solían en origen ser especialistas en un campo particularizado), pero en realidad no son sus obras puntuales las que más influencia han ejercido (por ejemplo su trabajo sobre religiones australianas o traco-dacias) sino sus trabajos de divulgación y sus investigaciones de síntesis.
Su interés principal por la interpretación desde todos los puntos de vista y su apertura a la reflexión filosófica de carácter fenomenológico y hermenéutico (la influencia -o quizá confluencia- de -y con- Husserl, Heidegger o Ricoeur, ha de reseñarse), convierten a Eliade en un referente muy notable entre los historiadores de la religiones por su versatilidad. Eliade, muy individualista, no ha creado una verdadera escuela (aunque gran parte de los especialistas universitarios norteamericanos en Estudios Religiosos o Religiones Comparadas han tenido relación con él durante su estancia en Chicago). La prematura muerte de Ian Petru Culiano, truncó la carrera de este investigador, muy afín a Eliade. De hecho, y casi como paradoja (de la volatilidad del prestigio de un investigador), a Eliade empieza a apreciársele en mayor medida por su faceta de literato que de historiador de las religiones.

5.3) Religión e historia: la "escuela de Roma"

A pesar de la quiebra de la historia como saber prestigioso a partir de los años 60 (de modo particular en Estados Unidos), que ha llevado a que las aproximaciones históricas al estudio de la religión sean menospreciadas frente a, por ejemplo, las antropológicas, destaca una escuela, la de Roma, por su vocación claramente histórica (Segarra 1998). Rara vez aparece incluida como uno de los enfoques principales en el estudio de la religión y quizá muestre menos una cohesión de metodología que de ubicación (ha tenido la revista Studi e materiali di storia delle religioni como baluarte, que está teniendo una revigorización tras años de letargo gracias en particular al trabajo de A. Saggioro). Frente a teólogos, antropólogos, sociólogos o psicólogos que presentan estrategias de investigación de los fenómenos religiosos afines a sus disciplinas de origen, los miembros de la escuela de Roma, todos ellos historiadores de base con una profunda formación en los métodos de análisis documental, realizan un trabajo particularizado. Incluso cuando tratan temas que generalmente suelen incumbir a antropólogos, como por ejemplo los ritos de paso (por ejemplo Brelich 1969; Bianchi 1986), lo hacen desde una perspectiva en la que el esquema histórico (con sus exigencias de ajuste de diacronía y sincronía) está muy presente. Allí donde Mircea Eliade (1958) deriva hacia comparaciones interculturales atemporales, o los antropólogos y sociólogos incluyen con dificultad la variable de la dinámica (van Gennep 1909; Bernardi 1985; La Fontaine 1985; Bloch 1992, cap.2), A. Brelich no olvida que las sociedades mutan y con ellas sus instituciones, que la historia es cambio y que el historiador ha de saber reflejarlo.
La escuela de Roma se consolida gracias a la figura de Raffaele Pettazzoni (1883-1959), el más universal de sus miembros, que dedicó investigaciones a temas muy dispares lo que le llevó a formar parte del exiguo conjunto de investigadores capaces de superar los estrechos márgenes de una disciplina concreta. Investigó tanto problemas de Urmonotheismus (1922; 1957; 1958; 1965) como religiones locales (sus primeras monografías de 1909 y 1914 versaron sobre Cerdeña y los Cabiros en Tracia), zoroastrismo (1920), religiones mistéricas (1924), religión griega (1953), mitología (incluso del Japón: 1929; 1946; 1948-1959), teoría de la disciplina (1954; 1954a; 1959) y temas generales (como el pecado: 1929-1936); su bibliografía es extensísima (Giardini 1961) y su método muy rigurosamente diferenciado del de teólogos y fenomenólogos (Gasbarro 1990; A.A.V.V. 1969; Bianchi 1987; Eliade 1961). Solamente Angelo Brelich (1913-1977) o Ugo Bianchi (1922-1995) en la generación posterior se han aproximado a un elenco tal de intereses de investigación. La religión para Pettazzoni es un fenómeno que se comprende de modo adecuado (en el seno de una disciplina no teológica) solamente en su faceta histórica, rehuyó de esencialismos e intemporalidades (del género el "espíritu" del cristianismo o de la religión griega, tan empleados en su época) para defender la variabilidad y riqueza de cada religión específica que le era dada gracias a no minimizar el marco histórico (para lo que era necesario entender la historia no como una mera disciplina ancilar, como en su época defendían los fenomenólogos de la religión, sino como la matriz del análisis). Resulta muy interesante su correspondencia con Mircea Eliade (Pettazzoni/Eliade 1994).
Pettazzoni encabeza una numerosa escuela, que partió de sus discípulos más directos (Angelo Brelich, que terminó sucediéndole en la cátedra de la Universidad de Roma; Ernesto de Martino, prematuramente desaparecido y Ugo Bianchi, que accederá a la cátedra romana tras la también prematura muerte de Brelich) e influyó en muchos otros, la mayoría se especializaron en religiones del mundo antiguo (E. de Martino, A. Brelich,  U. Bianchi, D. Sabbatucci, G. Piccaluga, M. Massenzio, P. Xella, G. Gasparro, G. Casadio, I. Chirassi, S. Ribichini, etc.) aunque también en otros campos como Vittorio Lanternari (1951; 1960) en antropología. Destaca en particular Angelo Brelich al que se deben estudios particulares muy admirados (sobre la iniciación, la guerra o los héroes: 1958; 1961; 1969) pero también una introducción general sintética a la historia de las religiones (1966), que a pesar de tener forma de apuntes docentes resulta muy citada así como algunos trabajos teóricos (1955; 1960; 1970; 1979 -póstumo-); su muerte prematura truncó la trayectoria del más capaz de los maestros de la escuela de Roma (véase el reciente congreso, organizado para estudiar su obra, dirigido por P. Xella). Destaca también entre los historiadores de las religiones italianos Ugo Bianchi, que supo aunar la faceta de especialista en el mundo clásico (1953; 1975; 1976) con la de teórico de la disciplina (1972; 1975; 1979), gran organizador y aglutinador (en su labor a la cabeza de la IAHR y en la organización del congreso de Roma de 1990), tras su muerte (véase el homenaje recientemente editado por G. Casadio 2001, la escuela de Roma ya no cuenta quizá con un referente de primer orden entre los especialistas a nivel mundial en el estudio de las religiones, puesto que la mayoría de los investigadores de este grupo han anclado sus intereses muy estrictamente en el mundo antiguo apartándose de la reflexión de carácter general que dió razón de ser y prestigio a la escuela. Su discípulo Giovanni Casadio se puede decir que ha heredado las ambiciones intelectuales de Bianchi y la influencia internacional que tuvo  en el seno de la IAHR y en el asesoramiento de proyectos internacionales. En la generación más joven destaca Natale Spineto por sus trabajos dedicados a teoría y metodología.

Este apartado será desarrollado de modo monográfico y detallado por la doctora Diana Segarra Crespo. Planteará una contextualización histórica e historiográfica de la escuela romana de Historia de las Religiones. Consistirá en la exposición del método histórico-comparado elaborado por sus dos exponentes históricos, el fundador de la escuela, R. Pettazzoni y su sucesor en la cátedra de "La Sapienza", A. Brelich. También se  epondrá el método de análisis de una figura divina, elaborado por A. Brelich.y un análisis colectivo de una figura divina del politeísmo romano, utilizando la documentación relativa a la figura divina seleccionada y aplicando la metodología de la escuela romana.


6) Apuntes sobre cómo estudiar religiones, hoy

6.1) Generalidades

La enorme diversidad de modos de emprender el estudio de las religiones que hemos repasado, junto con el ejemplo muy destacado de un intento de interpretación completa de la disciplina que emprendió Mircea Eliade, ilustran por una parte el dinamismo de la misma pero también su cierta quiebra metodológica y su carácter inacabado. La variabilidad de las culturas humanas, la mutación constante que ejemplifica el tiempo histórico, la necesidad de tener en cuenta tanto lo social como lo inconsciente, lo personal y lo colectivo, la complejidad de los modelos imaginarios generados por las diversas culturas, parecen demostrar la imposibilidad de llegar a aprehender lo religioso por una única vía y un único enfoque.
En la actualidad se mantienen en vigencia muchas de las escuelas, perspectivas y líneas de pensamiento que hemos revisado anteriormente aunque parece tenderse a la búsqueda de una síntesis que, para llegar a consolidarse, habrá sin duda de tener más en cuenta sensibilidades extra-occidentales que han tenido un reflejo desigual hasta el momento en el establecimiento de la disciplina.

6.2) Ejemplos

De todos modos ciertas aproximaciones presentan un mayor dinamismo, una consolidación más notable o unas mayores posibilidades de futuro y quizá convenga enumerar algunos caminos de modo sintético (más datos en: Michael Stausberg, Contemporary Theories of Religion, Routledge, 2009 o Michael Stausberg y Steven Engler, eds., The Routledge Handbook of Research Methods in the Study of Religion, Routledge, 2011).

1) La escuela sociológica francesa, bajo el influjo de los avances conceptuales del estructuralismo y del marxismo confeccionó un producto, la escuela de Annales, que en sus últimas generaciones, y gracias al concepto de historia total, definió un marco muy conveniente para el quehacer de un historiador de las religiones, necesariamente deudo de los avances que en la comprensión de los fenómenos religiosos han consolidado la psicología, la sociología o la antropología. Esa nueva forma de encarar el estudio de las religiones parece poseer los instrumentos teóricos para generar una comprensión a la par de lo social y lo mental que existe en la religión, aunque son mayores las expectativas y posibilidades que desde el punto de vista teórico parece presentar esta escuela que las investigaciones ejemplares que efectivamente está generando. Resulta en cierto modo mucho más significativo de los avances de la sociología francesa actual (postestructuralista, postmarxista y en cierto modo post-postmoderna) el trabajo de Pierre Bourdieu (1930-2002), que aunque no ha tenido a la religión como dedicación específica, ha generado instrumentos para el análisis religioso muy interesantes, como la teoría de la acción, el desarrollo del concepto de capital simbólico y el concepto de campo religioso (que puede estudiarse por medio de una cartografía).

2) El materialismo, en particular el marxista, depurado de sus caracteres más militantes y en cierto modo domesticado (convertido en estrategia de investigación y no ya en método de lucha política), al abrirse a las corrientes que convulsionaron las ciencias humanas en los años setenta (en particular el estructuralismo) ha generado intelectuales como Maurice Godelier (1934-) que lejos de caer en análisis simplistas o reduccionistas ofrece explicaciones muy eficaces sobre el papel de la religión tanto en sociedades preestatales como antiguas. Los puntos de vista materialistas, si consiguen mitigar la tendencia religiocéntrica (al revés) pueden resultar muy útiles para abrir los ojos ante ciertas manifestaciones de la religión que suelen ser soslayadas por puntos de vista de carácter idealista.(obras de Godelier de interés: Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas. México: Siglo XXI, 1974: / La producción de Grandes hombres : poder y dominación masculina entre los Baruya de Nueva Guinea Madrid: Akal 1986 (1982) /  Lo ideal y lo material: pensamiento, economías, sociedades Madrid: Taurus.1989 / El enigma del don. Dinero, Regalos, objetos santos, Barcelona: Paidós Ibérica, 1998).

3) Los modos críticos respecto de la religión y las religiones, surgidos desde perspectivas evolucionistas y darwinistas generan un reto, con un lenguaje muy depurado, respecto de las bases teóricas del tema de estudio; por ejemplo D. C. Denett, Romper el hechizo. La religión como fenómeno natural, Madrid, Katz, 2007 (Nueva York 2006) o R. Dawkins, El espejismo de dios, Madrid, Espasa, 2009 (título original The God Delusion, Londres, 2006).

4) El conocimiento de la religión de las sociedades no estatales se ha multiplicado con el desarrollo de los métodos de análisis postcoloniales (que buscan superar el etnocentrismo occidental, por ejemplo Tomoko Masuzawa,  The Invention of World Religions: Or, How European Universalism Was Preserved in the Language of Pluralism, University of Chicago Press, 2005). Una perspectiva muy interesante la ofrece la ecología de las religiones. El conocimiento de las constricciones medioambientales al desarrollo antrópico y los medios rituales puestos en práctica por muchas sociedades para minimizar el impacto humano permiten analizar las religiones no sólo como mecanismos de explotación sino también de preservación de las sociedades humanas.

5) La psicología ha depurado sus instrumentos de comprensión conceptual de las experiencias religiosas. Los estudios en laboratorio de estados extáticos y experiencias místicas han permitido avanzar en la comprensión del inconsciente como lugar nuclear en la forja de un lenguaje que se expresa en lo religioso de modo privilegiado. La psicología transpersonal ahondando en los conceptos junguianos ha defendido la necesidad de la autorrealización que no se cumple plenamente sin el acceso a las experiencias transpersonales, uno de cuyos cauces tradicionales lo ofrecen las religiones que potencian la meditación y la introspección. La necesidad de comprender y de dotar a la ciencia de instrumentos para analizar este tipo de prácticas milenarias, no resulta únicamente una necesidad en una época en la que los prejuicios religiocéntricos se están superando (y se potencia una apertura a los modos de expresión religiosos no occidentales), sino una condición clave para acceder a una mejor comprensión de las infinitas variedades de las experiencias religiosas. Se ha postulado que este tipo de trabajos conforman un nuevo paradigma de acercamiento al campo bajo el nombre de giro participativo (Jorge N. Ferrer y otros, El giro participativo. Espiritualidad, misticismo y estudio de las religiones, Barcelona, Kairós, 2011 (or. SUNY 2008)).

6) Como consecuencia de esta necesidad de análisis de las experiencias religiosas y en consonancia con el desarrollo que están teniendo las ciencias del cerebro, se está apuntalando una ciencia cognitiva de la religión (otros la denominan neuroteología, neurofilosofía o neuroreligión). La neurobiología y en general las ciencias de la mente plantean el complejo tema de enfrentar la religión (o las experiencias místicas: Newberg (2001; 2010) o Eugene d'Aquili (1940-1998) proponen miradas desde una perspectiva empírica (y no metafísica). Buscar a Dios (o su ausencia) en el cerebro resulta un reto que trasciende los límites hasta ahora impuestos a la investigación en este tema. Religión no sería por tanto sólo ideología, sino que podría pasar a convertirse en biología, su estudio entraría de lleno en las competencias de las ciencias de la vida. Una perspectiva que redimensiona en gran medida las expectativas y compartimentos estancos en los que se aparca y encasilla el estudio de la religión (una aproximación integral de este tipo al estudio de la religión dejaría de pertenecer exclusivamente al denostado territorio de las humanidades).

7) Una línea de estudio que se está potenciando en la última década, y que coincide con una vieja obsesión de los estudios decimonónicos sobre religión, es la reflexión sobre los orígenes. Se plantea desde múltiples perspectivas. Lo hace, por ejemplo, desde los análisis de cognición y hominización para desentrañar el momento en el que el desarrollo cerebral puede permitir el surgimiento de modos de expresión simbólicos como son el lenguaje o la religión. Otro camino muy interesante plantea la combinación de etología y religión, intentando desentrañar entre los primates comportamientos de carácter ritual (o religioso) y entre ciertas prácticas rituales (o religiosas) los restos de comportamientos que se testifican entre diferentes animales.Destacan las obras de Walter Burkert, La creación de lo sagrado. La huella de la biología en las religiones antiguas, Barcelona,  El Acantilado, 2009 (or. 1996);  Roy Rappaport, Ritual y religión en la formación de la humanidad, Madrid, Cambridge University Press, 2001 (ed. or. Cambridge, 1999); Robert Bellah, Religion in Human Evolution: From the Paleolithic to the Axial Age, Harvard University Press,2011 o David Lewis-Williams, Conceiving God: The Cognitive Origin and Evolution of Religion, Londres, 2010 (con un renacer de los modelos de tono evolucionista), o Armin Geertz (ed.), Origins of Religion, cognition and cultura, Equinox, 2013 (http://www.equinoxpub.com/equinox/books/showbook.asp?bkid=358&keyword=) pero Tomoko Masuzawa, In Search of Dreamtime: The Quest for the Origin of Religion, University of Chicago Press, 1993.

8) La reflexión filosófica sobre la religión ha seguido diferentes caminos, de los que parecen tener un especial impacto los intentos de generar una hermenéutica depurada y de desmontar los presupuestos modernos que podían resultar muy poco respetuosos, por ejemplo, con los pensamientos no occidentales. Niklas Luhmann (1927-1998) resulta clave. La crítica postmoderna, de todos modos, salvo en el caso de H.G. Gadamer (1900-2002), se ha mantenido anclada en unos modos de reflexión, paradójicamente, muy religiocéntricos. A pesar de postular la caída de los grandes relatos (y es difícil encontrar mayores relatos que los que ofrecen muchas de las religiones), Gianni Vattimo  sigue en una línea de creyente (aunque lo haga intentado hacer débil al fuerte pensamiento del catolicismo). Tampoco la mirada de Jacques Derrida (1930-2004) o de Eugenio Trías se posan más allá de la herencia cultural y religiosa occidental y haya que buscar en especialistas en religiones no judeocristianas ejemplos de empleo de los presupuestos de análisis puestos en práctica por la postmodernidad . Desde otro orden de cosas el pensamiento de Ricoeur su búsqueda de una hermenéutica que tenga en cuenta también las complejidades de las narraciones religiosas, resulta muy fructífero como apuesta de futuro.

Como conclusión parece primar la necesidad de la búsqueda de una perspectiva holística (a pesar de las críticas antes planteadas), que intente superar posiciones reduccionistas, entendiendo el estudio de la religión como una aproximación con múltiples facetas y muchos métodos, que justamente extraiga su fuerza de la apertura hacia lo diferente e incluso lo inusual, caracterizada por tratarse de un enfoque personal y por construirse desde la convergencia disciplinar.
 

6.3) La convergencia disciplinar desde el conocimiento personal
Todo lo anteriormente revisado en las sesiones anteriores nos desvela de modo claro la necesidad de integrar una notable cantidad de estrategias de análisis que han desarrollado un buen número de disciplinas bien asentadas en el mundo académico. Pero la ambición antes expuesta de defender una mirada general por parte de quienes se dedican a la disciplina de estudio de las religiones impide que tal integración consista en una mera parcelación del estudio de la religión entre diversas disciplinas.
La disciplina de estudio de las religiones necesita que esa integración se realice desde la ambición de una mirada unificadora y coherente. El problema de método que se plantea en este punto resulta un reto complicado: el procedimiento habitual a la hora de enfrentar problemas estimados fronterizos, que encabalgan contenidos y modos de trabajo de diferentes disciplinas suele pasar por la puesta en marcha de estrategias de colaboración de carácter multidisciplinar (cuando se trata de superponer las aportaciones de cada grupo particularizado de especialistas), interdisciplinar (cuando se intenta dar un paso más e interrelacionar los trabajos de unos y otros) o transdisciplinar (cuando la relación de trabajo es lo suficientemente estrecha como para que permeen los modos de unos en los otros, construyendo un asomo de lenguaje común). Pero estas estrategias de coordinar diferentes especialistas, que pueden resultar puntualmente muy eficaces (si se intentan superar los pruritos puristas y los metalenguajes iniciáticos de cada disciplina) probablemente quiebren a la hora de alcanzar explicaciones globales (que intenten construir una historia general y comparada de las religiones). Éstas terminan exigiendo una toma de posición de carácter tan personal que no puede ser compartida ni en la más empática de las sesiones de transdisciplinaridad.
Estudiar la religión y las religiones exige quizá en mayor medida que en otros campos un ejercicio de conocimiento de tipo personal (Polanyi Personal Knowledge), una síntesis en la que los parámetros del universo individual del investigador y el estudioso otorguen un sentido a su quehacer más allá de la parcialización e incluso de la cooperación entre diversas disciplinas. La diferencia entre el historiador de las religiones que ambiciona esta mirada que combina pasado y presente resulta entonces suficientemente clara respecto de la de cualquier especialista de una disciplina, una etapa histórica, una cultura o una zona geográfica determinada que enfrenten estudiar la religión de su campo acotado. El foco no lo ofrece por tanto el tema y su mayor o menor interés por parte de una disciplina determinada, sino el individuo que busca por medio de concentrar los esfuerzos en el estudio de la religión, desde el mayor número posible de perspectivas, alcanzar una comprensión global y personal de las culturas humanas (o cuando menos un atisbo de ella).
Cada tema particular se convierte desde este punto de vista en un paso adelante en este empeño global, aunque enfrente necesariamente el escollo de las capacidades individuales acotadas: así un conocimiento personal es necesariamente un conocimiento limitado, pero, a la par, es un proyecto coherente, que en ese locus puede no tener que plegarse a glebas disciplinares que puedan poner en entredicho el resultado final. Un proyecto como el de Max Weber, de intentar explicar las claves religiosas de la modernidad, por medio del análisis tanto de las religiones europeas (generadoras de lo moderno) como del mundo que no derivó más que vicariamente (por el impacto colonial) en la modernidad (como las religiones de la India o China) resulta ejemplar de esta ambición global que solo puede ser entendida como obra personal. Pero si intentamos determinar la ubicación disciplinar de Weber nos hallaremos ante un fuerte escollo: sociólogo, antropólogo, filósofo, historiador... es reivindicado por multitud de colectivos disciplinares e intentar definirlo es enjaular un proyecto personal cuya ambición solo puede reivindicarse.
La ambición aquí expuesta y ejemplificada en Weber queda plenamente inserta en los modelos generalistas y de hecho pone en entredicho las construcciones disciplinares acotadas, muestra la quiebra del modelo de especialización y parcialización de los saberes y se inserta en la identificación de un malestar, una insatisfacción metodológica resentida también desde otros enfoques, puntos de vista y campos del saber bien alejados de los que centran su reflexión en la religión.
Estudiar la religión se convierte en una aventura que, desde esta mirada general, y estos enfoques sintéticos centrados en la fuerza de la reflexión personal, necesita de la convergencia disciplinar para satisfacer una ambición holística, totalizadora, que sea capaz de reflejar tanto lo social como lo individual, la cognición y el comportamiento, lo pequeño y lo grande, lo que requiere el microanálisis y lo que exige el macroanálisis construido desde el recurso a los métodos cuantitativos, lo astronómico y lo microscópico, para reflejar tanto las ambiciones universales de un Claude Lévi-Strauss como las prevenciones y sensibilidades particularizadas de un Clifford Geertz, por ejemplo. Requiere abrirse a lo que importa a muchos y también a lo que interesa a muy pocos o incluso a uno solo (que obliga a calibrar los mecanismos de la escucha, invertir en el uso de técnicas cualitativas que pueden obligar a la biografía, a la minucia de la historia de vida, o incluso al psicoanálisis), que exige reflejar el sentimiento y lo espectacular, el mundo del hoy y los remotos territorios de la hipótesis sobre los primeros humanos.
Tal ambición resulta quizá el reto metodológico más difícil para la disciplina de estudio de las religiones, que la aproxima a las intenciones holísticas y comparativas de una antropología que se atreva a saltar más allá del mero análisis de la cultura y que ambicione también procesar tanto la dinámica social, como los intrincados mundos pasados y presentes de las sociedades complejas (y en particular de las religiones universalistas) lo que la emparentaría, o incluso haría indiscernibles sus fronteras, de una historia o una sociología con ambiciones de generar análisis holísticos. Podríamos seguir enumerando ámbitos y disciplinas, ahondando quizá en la insatisfacción que tanta frontera y tanta denominación enfrentada produce a la hora de pensar al ser humano y el abigarrado mundo de lo que cree (y también de la increencia). Tantas fuentes de información y tantas disciplinas, en resumen, se comprenden de modo coherente por medio de una convergencia disciplinar que se centra en las síntesis personales, un terreno complicado y al que se llega solo por medio de aproximaciones y tentativas necesariamente parciales.
Tras esta ambición hay por tanto una apuesta metodológica sistemática.

Se trata de una necesidad inexcusable, ya que olvidar los requerimientos del método sería renunciar a la posibilidad de la existencia de la propia disciplina de estudio de las religiones. Olvidar la necesaria renuncia al religiocentrismo y la búsqueda de una perspectiva neutral diluiría los límites con la teología, olvidar la perspectiva generalista y holística obviaría la diferencia que hay entre la mirada sociológica, antropológica, filosófica, etc. que reflexionase sobre temas religiosos y la que ofrece la disciplina de estudio de las religiones entendida al modo que hemos intentado esbozar aquí.


¿Dónde ver cómo se estudian religiones hoy?

1) Congresos de la SECR (http://www.secr.es)
Se hacen cada dos años, el último: IX Congreso de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones: Religiones en sociedades complejas, encuentros y desencuentros. Universidad Complutense de Madrid, 13-15 de octubre de 2011
2013: Santander

2) Congresos de la EASR (http://easr.org)
Se hacen cada año:
-2004 (el 4) en Santander: Religious Tolerance and Intolerance
-2010 (el 9) en Toronto (IAHR XX)
-2011 (el 10) en Budapest: New Movements in Religion. Theories and Trends
-2012 (el 11) en Estocolmo: Ends and Beginnings
-2013 (el 12) en Liverpool: Religion, Migration, Mutation
-2014 (el 13) en Groningen: Religion and Pluralities of Knowledge
-2015 (el 14): en Erfurt = IAHRXXI 2015

3) Congresos de la IAHR (http://www.iahr.dk)
-2010 (XX) en Toronto: Religion a Human Phenomenon
-2015 (XXI) en Erfurt: Dynamics of Religions: Past and Present (http://www.uni-erfurt.de/iahr)


¿Dónde enviar un trabajo sobre religiones para su publicación?

En España (artículos en español): 2 del ámbito específico de ciencias de las religiones
(hay muchas otras revistas en países hispanófonos o que aceptan el español -por ejemplo en Brasil-)

Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones (del ICCRR de la UCM): http://revistas.ucm.es/index.php/ILUR

Bandue. Revista de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones: http://www.secr.es/Bandue/ (normas de publicación: http://www.secr.es/Bandue/instruc.html)
 
 


Bases de datos y CRITERIOS DE CALIDAD

-FRANCIS (http://www.inist.fr/spip.php?article23) (acceso a la lista de revistas)

-SCOPUS (http://www.info.sciverse.com/scopus)

-RESH: http://epuc.cchs.csic.es/resh/ (equivale a INRECS para humanidades pero no está puesto al día)
 
 


 
 

DICE-CINDOC (http://dice.cindoc.csic.es/index.php)... motor de búsqueda: http://dice.cindoc.csic.es/busqueda.php incluye índices de impacto

SJR: http://www.scimagojr.com/journalrank.php (problemas: revistas que aparecen en extraños lugares: ej. RELIGION: http://www.elsevier.com/journals/religion/0048-721X)
 

ERIH: http://www.esf.org/research-areas/humanities/erih-european-reference-index-for-the-humanities.html (problemas: no está puesto al día)
 
 



JOURNAL CITATION REPORTS: la más prestigiosa y utilizada (en ciancias) con problemas para las humanidades...

-JCR: ARTS & HUMANITIES CITATION INDEX - RELIGION - (http://ip-science.thomsonreuters.com/cgi-bin/jrnlst/jlresults.cgi?PC=H&SC=YI); (acceso al listado)

-JCR: http://thomsonreuters.com/products_services/science/science_products/a-z/journal_citation_reports/ (es de pago y tiene muy poco de religiones y con una selección discutible)
 
 







 


ACTIVIDAD VIII (VOLUNTARIA)

Resulta muy recomendable que complete la lectura del libro de Manuela Cantón Delgado, La razón hechizada. Teorías antropológicas de la religión, Barcelona, Ariel, 2001 / 2ª 2008.
Muy especialmente quienes desarrollen de modo online la asignatura (o hayan faltado a muchas de las clases presenciales) tendrán que realizar sobre este libro un ensayo crítico de 10 páginas (de 2500 caracteres con espacios por página).