TEORÍAS Y METODOLOGÍAS DEL ESTUDIO DE LAS RELIGIONES
Tutorial preparado por: Francisco Diez de Velasco. Universidad de La Laguna
copyright: Francisco Diez de Velasco (se incluyen partes publicadas en diversos soportes así como partes inéditas, para citar la totalidad o parte de este material solicite autorización a fradive@ull.es)

Máster en Ciencias de las Religiones. Universidad Complutense. Instituto de Ciencias de las Religiones



 

PARTE 1: DEFINICIONES Y PROBLEMAS DE LA DISCIPLINA

    MATERIALES DE ESTUDIO
        1) Reflexión introductoria: las necesidades del método en el estudio de las religiones
        2) ¿Una disciplina autónoma?: entre generalistas y especialistas
        3) El problema del nombre de la disciplina y la pertinencia de la denominación historia de las religiones
        4) El problema de la necesaria diferenciación frente a la teología y a las opciones confesionales
        5) El problema de la terminología: el vocabulario del análisis histórico religioso
        6) El problema de analizar ciertas experiencias religiosas: el "asalto a la razón"
        7) Los problemas de implantación de la disciplina: el ejemplo español

    ACTIVIDADES OBLIGATORIAS
        -actividad 1

    ACTIVIDADES VOLUNTARIAS
        -actividad I
        -actividad II
        -actividad III


1) Reflexión introductoria: las necesidades del método en el estudio de las religiones
 

a) Planteamientos introductorios
Historia de las religiones es una de las posibles denominaciones de una disciplina que intenta sistematizar, analizar y comprender los hechos religiosos de un modo integral, científico, neutral y no religiocéntrico (no confesional).
Las religiones, la religión, corresponden en nuestra cultura a un campo conceptual de comprensión inmediata aunque de difícil definición. La cuestión se complica cuando se intenta globalizar y aplicar estos términos a las vivencias de algunas sociedades no occidentales para las que las diferencias entre lo sagrado y lo profano, lo religioso y lo no religioso son tan tenues que no resultan perceptibles más que desde el exterior y gracias al bagaje de los instrumentos de análisis forjados por la ciencia occidental (que justamente pueden estar desvirtuando lo que se intenta estudiar).
Si resulta difícil definir religión al margen del etnocentrismo (que suele mantener larvada también la opción por algún tipo de religiocentrismo), no menos complicada está resultando la consolidación académica de la disciplina que intenta estudiarla (y un ejemplo especialmente ilustrativo lo ofrece nuestro país en el que, aunque en vías, aun no ha visto su definitivo y completo establecimiento).
Estudiar religiones es adentrarse a un tema complejo y en el que, además, se puede chocar con la incomprensión de estudiosos ubicados en diferentes campos de estudio que ponen en duda la licitud de los enfoques específicos de la disciplina. Además cualquier aproximación enfrenta la dificultad de estudiar lo que se cree (o lo que otros creen, o han creido), pero de un modo que resulte diferente de cualquier opción teológica o confesional (que se podrían caracterizar incluso como opciones pseudo-científicas), de un modo suficientemente neutral, con una óptica científica. Parece dedicarse al mismo ámbito que las diferentes teologías: la religión. Pero tras esa semejanza se esconde una diferencia fundamental, que es la que marca la óptica de la primera frente a las segundas: enseñar creencias sin enseñar a creer, estudiar la religión pero sin predicar, ni moralizar, ni endoctrinar. Una difícil tarea para la que la formación en métodos y en teoría puede ser un instrumento de gran utilidad, aunque no resulte sencillo y requiera un esfuerzo de reflexión y presente problemas y retos.

b) La necesidad de la reflexión metodológica
Estudiar e intentar calibrar y comprender la extraordinaria diversidad y riqueza de las religiones del mundo, fundamental en cualquier aproximación que busque superar las constricciones de un análisis monocultural y de índole teológica y tratar de utilizar de un modo no caricaturesco la comparación, llevó a una temprana puesta en duda de algunas certezas, que podríamos llamar hoy etnocéntricas o religiocéntricas: a la quiebra de los modelos coloniales de entender las relaciones con los objetos (-sujetos) de estudio por parte de algunos especialistas. Hay que tener en cuenta que, salvo casos excepcionales de los que el Japón es notorio, esos "diferentes" fueron víctimas de la colonización, y sus religiones sometidas al asalto del cristianismo en sus diversas iglesias y acepciones, convertida la labor de misión, además, en una forma de sustentar el privilegio y el poder por parte de los colonizadores (incluso por la violencia).
Podríamos enfocar los orígenes de esta posición de apertura hacia la diferencia en el siglo XIX cuando irrumpen en el panorama de la investigación las religiones de la India (y en general de "Oriente"), no ya como meros ámbitos del análisis anticuario (al estilo de la comparación indoeuropea, tan lingüística y erudita y que privilegiaba lo más antiguo, centrándose en lo védico frente a lo posterior conceptualizable como reciente y por ello contaminado) sino como sistemas religiosos perfectamente vitales y en plena transformación y adaptación a la modernidad, ofreciendo caminos nuevos en la experiencia religiosa. Permitían lanzar también una mirada más matizada hacia lo que podían parecer con anterioridad experiencias aberrantes en grupos entendidos como "marginales" incluso dentro del mismo cristianismo (por ejemplo algunos místicos) y en general ponían de relieve la importancia que la introspección y la meditación han tenido y tienen en diferentes tradiciones religiosas.
Esta apertura, que preludiaba un cambio en las mutuas relaciones entre religiones, por lo menos en el nivel de los discursos, se generalizará más allá de los ámbitos académicos de modo claro en la década final del siglo XIX. Resulta muy significativo que se produjese en 1893, en una de las firmes patrias de la libertad religiosa, Estados Unidos (en Chicago), la reunión del Parlamento Mundial de las Religiones (World's Parliament of Religions). Lejos tanto de las iglesias dominantes de Europa como de los territorios impermeabilizados por la duda del Viejo Continente, la reunión marcó una puesta en común desde unas bases de apertura al diferente replanteando la exclusividad de cualquiera de ellos, por medio de compartir la palabra, renunciando a los fuertes discursos de la certeza y negando el espejismo del absoluto universalismo vehiculado desde la mirada excluyente de una única opción estimada con visos de total hegemonía de futuro. También mostró algo que difícilmente se podía soslayar: la fuerza de la variedad de las religiones y la innecesaria e imposible ordenación jerarquizada de las mismas (ni siquiera a la hora de intentar estudiarlas). De hecho se atisbaba la necesidad de una nueva mirada global (una mirada-mundo) sin hegemonías de principio, que desde el territorio abigarrado de las religiones parece más fácil de entender quizá que a golpe de estadística económica: es lo que luego quedará manifiesto tras la descolonización, el proceso que quizá haya provocado la mayor crisis en los modelos de pensamiento occidentales, obligando a repensar privilegios, lo que no resulta sencillo. De hecho todavía no se ha resuelto, y ni siquiera atisbado, una vía coherente de planteamiento no hegemónico, lo que potencia la crisis de las ciencias humanas y sociales, es decir, las que tratan, justamente, a los seres humanos y sus culturas en interacción.
Esta posición de apertura a la diversidad de culturas y tradiciones, donde el individuo se singularizaba en un entorno religioso marcado por la multiplicidad, se manifestó muy pronto en reflexiones eruditas que derivaron en ambiciosos análisis sintéticos de los que resulta quizá ejemplar el libro tan actual (reimpreso de modo sistemático a pesar de ser más que centenario) de William James (1902), Las variedades de la experiencia religiosa, que marca un modelo de enfrentar el estudio de las religiones muy americano, primando particularmente los valores experienciales individuales caracterizados por la diversidad de opciones en juego.
Pero esta apertura efectiva y en pie de igualdad ante la diversidad religiosa que caracterizó el Parlamento Mundial de las Religiones no tuvo clara continuidad hasta 1993, cien años después, con la reunión, de nuevo en Chicago, del ahora denominado Parlamento de las Religiones del Mundo (Parliament of the World's Religions). En esos cien años que nos enmarcan significativamente los Parlamentos de las Religiones (casi en tanto que destellos entre "tiempos perdidos"), el brutal colonialismo y las derivas totalitarias soterraron las posibilidades de generalizar miradas plena y respetuosamente igualitarias hacia la religión (a pesar de que las bases estaban puestas desde 1893).
El paréntesis del mundo bipolar de la quiebra de las convivencias, la disolución de los "grandes" colonialismos y de una guerra fría en la que no parecía haber mejor lugar para la religión que entre los instrumentos de la geopolítica, fue seguido por una década de apertura entre la caída del muro de Berlín y el 11S, y quizá desde 2001 por un  confuso replanteamiento de las posiciones culturales, políticas y religiosas de privilegio como resultado de la preeminencia estadounidense (y la terrible violencia de algunos de sus críticos).
En cualquier caso estos problemas de geoestrategia, que tanto influyen en las reflexiones intelectuales, y en particular las que se construyen en torno al mundo de las religiones, no parecen haber desviado la mirada de apertura hacia la diversidad transformada en experiencia fundante a la hora de plantear cualquier reflexión sobre la religión que ambicione superar las vaguedades de los lugares comunes (y aquí resulta necesario citar expresamente las críticas a la caricaturesca posición de Huntington). Pero justamente el método resulta un instrumento clave para no perder el norte entre tanta diversidad, para no dejarse llevar en exceso por las constricciones del presente y los caprichos de quienes, al financiar a la academia, pueden sentirse tentados de exigirle que hable su cambiante idioma (o de los estudiosos que pueden sentirse tentados por los discursos de lo que se estima políticamente correcto por ser lo que más apoyo puede concitar).
De hecho la reflexión sobre el método es la que permite reivindicar y defender la existencia de un campo autónomo de investigación y práctica docente que no sea parcelado entre otras diferentes disciplinas más hegemónicas y prestigiosas (cuya específica disciplina de estudio opto por denominar historia de las religiones, pero sin fanatismos ni apropiaciones por parte del colectivo de historiadores, ni ningún otro). Aunque defender esta posibilidad de autonomía disciplinar no quiere en absoluto decir que la religión sea un ámbito autónomo o sui generis, que se baste en sí mismo para explicar lo humano (como podría, por ejemplo derivarse del planteamiento de algunos defensores del homo religiosus y de la fenomenología de la religión). En la sola religión no se hallaría ni siquiera la explicación exclusiva de comportamientos que parecen derivados de patrones de creencias y visiones del mundo, que en buen número de casos, resultan diáfanamente comprensibles por medio de criterios de geoestrategia, economía, política (o una combinación multifactorial en la que la religión actúa como mero pretexto o acicate).
Aunque las reflexiones sobre el método pueden parecer monólogos yuxtapuestos y algo repetitivos de generación en generación no por ello resultan menos significativos ya que suelen también configurar baluartes para prevenir que caiga en el olvido otra de las claves fundamentales de la disciplina, la exigente apuesta por satisfacer las necesidades de explicaciones generales que el estudio de la religión requiere y que no son tan fáciles de sostener en la actualidad, pues en cierto modo hacerlo es navegar contra-corriente. Requiere mantener una ambición de aproximación generalista al estudio aún cuando haya que navegar en un mundo de especialistas. Esta ambición ha podido llevar a muchos a estimar que la historia de las religiones es una disciplina caduca, démodée, producto de una rancia e inútil "erudición europea" digna de ser enterrada junto con las obras de sus últimas vacas sagradas (en la línea de las lecturas muy críticas contra Mircea Eliade que, por otra parte, fue capaz de la notable hazaña de adentrarse en los baluartes de la intelectualidad norteamericana con un programa intelectual muy ajeno).



 

2) ¿Una disciplina autónoma?: entre generalistas y especialistas
 

a) Los escollos de la autonomía
La Historia de las Religiones ha tenido y sigue teniendo una difícil implantación y consolidación y siempre se han levantado voces que han puesto en duda que configure un campo de saber autónomo; desde diferentes disciplinas (y se puede tomar el ejemplo de la antropología) se suele negar que la religión resulte un campo suficientemente acotado (diferenciable de la ideología o las construcciones simbólicas) y por tanto que quepa la posibilidad de constituir una disciplina autónoma de análisis de la religión con métodos y objetivos propios. No dejan de haber influido en esta indeterminación las muy diferentes formas de estudiar las religiones que se han propuesto y las ideologías que subyacían tras ellas. La polémica acompaña desde su mismo surgimiento a la historia de las religiones como disciplina universitaria ya que se potenció a finales del siglo XIX al convertirse en uno de los baluartes de la modernidad que cumplía la finalidad, al instituir un estudio crítico de las tradiciones religiosas (desarrollando ante todo la crítica textual) de historizar (reducir a escala humana) lo que el dogma (principalmente cristiano) planteaba como revelación. De este modo deslegitimaba, minándolos, los fundamentos del poder eclesiástico anclado en modos de pensamiento medievales y premodernos. Buscaba acabar en primer lugar con el monopolio eclesiástico del estudio de lo religioso, planteando la posibilidad de otros modos de analizar la religión; y en segundo lugar afianzar estos modos como los correctos (científicos, fiables) relegando los otros al nivel de supersticiones o entelequias. Su instrumentalización como medio de laicización de las elites tiene su mejor ejemplo en el modelo francés que influyó, por ejemplo en otros países, incluso de ámbitos extraeuropeos. Mustafá Kemal, en su intento de desislamizar las estructuras educativas de la República Turca impuso la enseñanza universitaria de historia de las religiones en la Facultad de Teología, importando incluso al profesorado (desde 1925 a 1931 Georges Dumézil, el gran especialista en religiones indoeuropeas se encargó de esta enseñanza, aunque quizá sin el empeño antirreligioso que se esperaba). El caso extremo se produjo en algunos países del Este de Europa durante la etapa comunista cuando desde el estado se potenció la historia de las religiones como ilustración de la irracionalidad ideológica humana previa a la instauración del análisis "científico" marxista que se plasmaba en el "ateísmo" ("Ateísmo Científico" era una disciplina que se enseñaba en las escuelas como en los países confesionales se enseñaba "religión"). Pero de forma casi coetánea en otros países se fue consolidando la disciplina vinculada a las facultades de teología y a ámbitos confesionales o para-confesionales y diseñada como un medio más de profundizar en el conocimiento de la propia fe. Frente a la tendencia histórica que presidía en origen la primera opción, en esta segunda se solía encarar preferentemente el estudio de los fenómenos religiosos desde una óptica atemporal e intercultural (como si el marco cronológico no fuera particularmente relevante).
Estos dos extremos han configurado las raíces enfrentadas de la disciplina cuya maduración por medio de la desvinculación de opciones ideológicas decimonónicas (laicidad frente a teología, ateísmo frente a confesionalidad) se fue produciendo paulatinamente y como consecuencia de la progresiva (aunque aún incompleta) mundialización y globalización de la disciplina, el refinamiento de los instrumentos de análisis y el abandono de posiciones fuertemente militantes (en cierto modo en consonancia con la crítica postmoderna a los pensamientos fuertes). Así se ha producido una convergencia que lleva a que resulten aceptables para la mayoría de los especialistas (al no enfrentar sus opciones ideológicas personales de un modo insultante) trabajos surgidos de escuelas o puntos de vista tan dispares como los fenomenológicos (originados principalmente en ámbitos confesionales de teólogos cristianos), los históricos, los antropológicos, los sociológicos, los ecológico-religiosos, los filosóficos o los psicológicos (entre otros). A la par que se producía esta convergencia se afirmó progresivamente el estatus de la disciplina en la mayoría de los países de nuestro entorno socio-político y se dieron los pasos para su consolidación académica plena (en Francia, Alemania, Gran Bretaña, Béligica, Holanda, Italia, países escandinavos, Estados Unidos, etc.). Pero la consecución de un consenso en los modos de trabajo a escala mundial (desde la asunción de la licitud de la multiplicidad de enfoques y la disolución de la historia de las religiones soviética, que propiciaba un modelo discordante) no ha llevado a que la disciplina se haya consolidado de modo suficiente y homogéneo y no existe ni siquiera unanimidad en la forma de nombrarla y perdura la pugna entre ópticas generalistas y especialistas.

b) Entre especialistas y generalistas
En efecto se constatan dos tendencias generales que definen modelos diversos de gestión del capital educativo (en sentido extenso) y también del papel de intelectuales, investigadores y educadores.
Por una parte estaría la especialización, que tiende a requerir una severa iniciación que conlleva la adquisición y complejización de metalenguajes; el diseño de modelos operativos opacos (especialmente frente a disciplinas afines o antes emparentadas), la búsqueda de linajes independientes (que a modo de broma actuaría como las escisiones entre grupos de descendencia). Es la tendencia muy mayoritaria y parece ser el nicho "natural" de la gran mayoría de los pobladores de los institutos de investigación y de los centros docentes a nivel global.
Pero por otra parte también, aunque minoritaria, está la opción por lo que podríamos denominar la generalización, en la que la disciplina se inserta plenamente y que busca producir explicaciones que superen las teorías de alcance corto o medio, y que tiene las ambiciones, a veces desmesuradas (como fueron las explicaciones evolucionistas de hace un siglo), de ser capaces de acceder a un nivel de comprensión multifocal y multifactorial. Desde luego esta perspectiva generalista carga con el problema de basarse en la inseguridad y complejidad en los métodos y la dificultad en el acceso a los estados de la cuestión. Así desde los últimos grandes generalizadores en ciencias sociales (de los que tanto todavía hablamos al resultar maestros del pensamiento) como Émile Durckheim o Max Weber, pese a los múltiples intentos posteriores, la generalización se suele estimar una aproximación poco fiable, poco productiva o incluso generadora de resultados irrelevantes frente a las grandes ambiciones que la caracterizan.
La especialización, por su parte, genera una dinámica de la inalcanzabilidad del conocimiento, que se ubica bien en una sociedad como la actual que produce compulsivamente nuevos bienes de consumo que multiplican la obsolescencia (real o supuesta) de los anteriores (el mejor ejemplo, el que produce más plusvalía: la informática). Así en las denominadas “ciencias duras” (las que suelen abrir caminos y mostrar las sendas por las que transitan luego los demás) no se suele computar a efectos de valorar la investigación lo que se haya producido hace más de cinco años (aunque ocasionalmente se tengan en cuenta mayores plazos), salvo que resulte de un impacto extraordinario. Este tiempo corto, si se combina con otros factores que potencian la volatilidad (como la caducidad de los puestos de docentes e investigadores), requiere que los investigadores se comporten como si fueran diseñadores de productos de consumo, siempre a la busca de novedades, que a veces solo se refieren al envoltorio (vender algo muy parecido como si fuera la radical novedad). Se produce una especie de milenarismo o apocalipticismo intelectual que lleva a pensar que el presente produce datos y teorías que invalidan de tal modo lo anterior que de hecho hasta eximen de su lectura, en especial si está escrito en alguna lengua que no se conoce o no se estima digna del legitur (lo que nos aboca a un monolingüismo galopante).
Ante este panorama de mutación de las pautas de reconocimiento de las verdaderas novedades, de camuflaje de las aportaciones, de empleo de técnicas de marketing a la hora de inducir la percepción de la obsolescencia, los generalistas nunca alcanzarán a reflejar de modo satisfactorio la última teoría a la moda, los últimos circunloquios del metalenguaje o el último dato que revoluciona de modo radical el campo. Faltos de "sensibilidad iniciática" pecarán de un cúmulo de incorrecciones: políticas, lingüísticas, académicas, etc. (por ejemplo seguir citando a la vaca sagrada jubilada y arrinconada).
Pero con este imperio de lo arcano podemos encontrarnos ante la imposibilidad de construir discursos coherentes y apreciables que intenten interconectar los puntos de vista de diferentes disciplinas ante temas que les son comunes (como es justamente la vocación de la historia de las religiones). De hecho puede ocurrir algo de más hondo calado: que se puedan llegar a perder grandes preguntas o que éstas se escamoteen en una marea de banalidades, con lo que la política de la especialización se tornaría en una perniciosa producción ideológica consistente en dividir el conocimiento con la finalidad de dividir el capital cultural en una sociedad del conocimiento en la que éste puede llegar a convertirse en el más preciado y poderoso de los productos con los que comerciar.
¿Qué ocurriría entonces con la religión en este contexto de divisiones, especializaciones y barreras disciplinares?. Quedaría repartida en jirones, reino común en el que diferentes disciplinas ofrecerían puntos de vista tan sesgados por los criterios de delimitación y bunkerización identitaria de cada una de ellas que terminaría renunciándose a estudiarla como totalidad generando discursos mutuamente inaccesibles. O mejor dicho, quedaría resaltada y aumentaría el aprecio de una aproximación que sí tendría esa ambición y que la reivindica desde hace milenios: la teología. Quedaría ésta transformada, en el mundo de especializaciones de tendencias cicateras, en un baluarte prestigioso al que se le potenciaría el estatus disciplinar. Ciencias Religiosas es la denominación que tienen los estudios de teología en las universidades católicas, adjudicando el nombre mágico de ciencia a una aproximación que necesariamente tiene que ser religiocéntrica, es decir sesgada por los esquemas de valores de la religión desde la que se construye la mirada, caracterizada por la confesionalidad, por una serie de necesarios a-prioris que conllevan la renuncia a cualquier veleidad de neutralidad ante el objeto de estudio, una de las claves de toda perspectiva que tenga, justamente, la intencionalidad de utilizar el método científico. La aproximación teológica cristiana tiene, además, el problema añadido del eurocentrismo, ya que con dificultad sirve para pensar más allá de los límites del cristianismo, o como mucho se abre en diálogo con visos de cierto igualitarismo con los modelos monoteístas, pero con dificultades insalvables intenta comprender religiones que deambulan por la multiplicidad de Dioses y experiencias cargadas de valores de lo ajeno (como, por ejemplo, la extática). Y en mucho mayor medida le resulta ajena la comprensión de un fenómeno clave a la hora de acercarse a las religiones del mundo en el presente y el pasado, que es la posibilidad de la opción por el no creer, o arraigando la mirada en los abismos de los orígenes, la posibilidad de la no testificación del creer en los albores de la especie humana, que se tendría por imposibilidad teológica: el humano sería religioso o no lo sería en una lectura que, aunque tenga la veleidad de adaptarse al marco global científico de la evolución, no se libra del relato creacionista que tan cómodamente combina el creer y el ser en el seno de lo tenido por esencialmente humano.
En este contexto confuso entre fragmentación y órdagos científico-teológicos se inserta el planteamiento programático de la disciplina que intentamos delimitar. Se trata de la reivindicación de la posibilidad (y la necesidad) de una aproximación integral y que ambicione ofrecer explicaciones generales, no religiocéntrica, no confesional, con la neutralidad como horizonte (a pesar de todos los problemas que suscitan estos fuertes conceptos en un mundo marcado por la crítica postmoderna, como se verá más adelnate en este material de estudio). Una reivindicación que no deja de resultar complicada y excesiva y lleva a la necesidad de la reflexión metodológica sobre los límites y que no puede construirse más que lanzando la mirada hacia otras disciplinas, pero vistas no como rivales (en un combate por adquirir un lugar en el pastel de la academia). Sustentar esa mirada sólo puede hacerse entendiendo de modo extenso el objeto de estudio: la religión en tanto que arena en la que se entremezclan sentimientos y comportamientos, lo individual y lo colectivo, lo transparente y lo evidente, lo imaginario y lo materializado y corporizado.
Para avanzar en estos problemas pasaremos a revisar la polémica relativa a los nombres de la disciplina.


ACTIVIDAD I (VOLUNTARIA)

Se proponen argumentos ulteriores para reflexionar sobre el contramodelo del Ateísmo Científico: Lectura sugerida: Instituto del Ateísmo Científico de la Academia de Ciencias Sociales de la U.R.S.S., El ateísmo científico, Gijón, 1983 (or. 1978) cap. I (El objeto del ateísmo científico). Se puede analizar como un "catecismo" del ateísmo, que muestra un militancia religiocéntrica (invertida) digna de los mejores evangelizadores (para acceder al texto pulse aquí).
Para profundizar: S.A. Tokarev, Historia de las Religiones, Madrid, 1979, 27ss.; A. Kryvelev, Historia atea de las Religiones, Madrid, 1984 (la edición original rusa no llevaba el calificativo atea, era solamente historia de las religiones), 7ss.



 

3) El problema del nombre de la disciplina y la pertinencia de la denominación historia de las religiones
 

a) Una multiplicidad de denominaciones
La disciplina que intenta el estudio integral del fenómeno religioso no tiene un nombre consensuado. No se trata de una discusión ociosa o de carácter secundario porque la opción por el nombre puede implicar puntos de vista muy diferentes ante el objeto a estudio. El máximo escollo radica en la indeterminación de lo que se puede entender por tal estudio, ya que existen aproximaciones religiocéntricas y no neutrales (como las teológicas) que no renuncian a la denominación, desgraciadamente ambigua de ciencias (como demuestran, en particular en los ámbitos católicos, la proliferación de los programas de estudio de ciencias religiosas, que no son otra cosa que religión y moral católicas y teología; consúltese en el buscador google (http://www.google.com) bajo el nombre "ciencias religiosas").
Repasaremos algunos de estos nombres y los problemas que plantean.


Página principal del sitio web de la IAHR: http://www.iahr.dk

-historia de las religiones es quizá la más prestigiosa y académicamente más consolidada denominación: el foro internacional de la disciplina es la IAHR (International Association of History of Religions, http://www.iahr.dk/ ) y aunque se han desarrollado en su seno intentos por cambiar este nombre no se ha llegado a un acuerdo sobre su sustituto. Los detractores del término historia de las religiones lo critican desde diferentes posturas. Colectivos de especialistas no historiadores se sienten amenazados (o malqueridos), por una parte por estimar que podría convertirse en un territorio exclusivo (o privilegiado) de los historiadores que los desplazarían, pero también como consecuencia de la decadencia de la valoración social de los estudios históricos (el prestigio social de un historiador es mucho menor que el de un sociólogo, filólogo o científico en general y buen ejemplo lo ofrece el mundo anglosajón y en particular Estados Unidos). Mucho menos mezquinas son las motivaciones de índole teórica: si se entiende historia de las religiones de un modo estricto (que estimo incorrecto), primarían los ámbitos sociales, políticos, incluso cronológicos. Los ámbitos personales, las comparaciones interculturales resultarían mucho más difíciles de desarrollar. El peso de la historia política en este modo de entender historia, aunque puede resultar caricaturesca desde una mirada a los nuevos (y no tan nuevos) métodos de hacer historia (por ejemplo la "historia total"), resulta común en ámbitos de no historiadores. Historia de las religiones no quiere decir renunciar a la comparación entre culturas diferentes en momentos diferentes, ni renunciar a lo personal (aunque a algunos les pueda parecer una "pequeña historia"), de ahí que, como veremos, pueda llegar a construirse una aproximación integral al tema de estudio. Historia de las religiones no es, como algunos afirman, una forma anticuada, pasada de moda de nombrar la disciplina, sino que como veremos por las denominaciones alternativas que se le han buscado (y que resultan poco satisfactorias), una denominación perfectamente defendible.
Usan esta denominación en las tres revistas más prestigiosas de la disciplina: Revue de l'Histoire des Religions (París, ya centenaria), History of Religions (Chicago, fundada por Eliade) y Numen (órgano de la IAHR), que porta el subtítulo International Review for the History of Religions. Es el nombre que aparece en la serie de monografías de esta revista denominada Studies in the History of Religions (con más de medio centenar de títulos publicados) y en el repertorio de bibliografía que patrocinaba la IAHR y que se denominó hasta que dejó de publicarse en los años 70 Bibliographie internationale de l'Histoire des Religions (desde 1976 se publica una continuación de este repertorio bajo la denominación Science of Religion).

-religiones comparadas (Comparative Religions) ha tenido también muchos defensores, aunque quizá ha disminuido su impacto en las dos últimas décadas, dado que los investigadores de habla inglesa (especialmente en Gran Bretaña) han optado generalmente por la denominación Religious Studies. Tiene la ventaja de postular en el propio título el carácter comparado del estudio que se quiere realizar. La dedicación investigadora a una religión no bastaría para determinar la adscripción a la disciplina, sería imprescindible la comparación con varias religiones. El mayor problema del término religiones comparadas radica justamente en desvincular del nombre a los investigadores y estudiosos que dediquen sus esfuerzos a una religión en particular (y que tendrían cumplida cabida en la denominación historia de las religiones, por ejemplo).
Usan esta denominación, por ejemplo, diferentes departamentos universitarios en Estados Unidos o Finlandia (Universidad de Turku: http://www.utu.fi/hum/uskontotiede/ ; Universidad de Abo: http://www.abo.fi/fak/hf/relvet/wel_rel_eng.htm ) en el nombre de la institución. Los ejemplos de uso del nombre en programas de docencia son mucho más numerosos (pueden hacer una búsqueda en google: http://www.google.com bajo el epígrafe "comparative religion").

-ciencia de la religión (Religionswissenschaft), es una denominación centenaria y la más aceptada en Alemania, forjada en una época en la que se dividían los campos del saber en parcelas autónomas a las que se otorgaba el rango de ciencias (en una acepción de origen filosófico que posee entre los alemanes un campo semántico algo diferente al comunmente aceptado). Presentaba un carácter globalizador en el que la comparación, la reflexión filosófica y el estudio de fenómenos religiosos específicos en muy diversas religiones eran puntos fundamentales.
Religionswissenschaft lo ha utilizado la investigación alemana de modo general, la revista más famosa (que dejó de publicarse en los años 40) se denominaba Archiv für Religionswissenschaft, y usan este nombre las más recientes obras de consulta sobre teoría e historia de la disciplina. Traducido a otros idiomas europeos, es una denominación que se utiliza en uno de los dos repertorios de bibliografía sobre la disciplina que todavía se publican en la actualidad: Science of Religion. Abstract and Index of Recent Articles que se puede consultar parcialmente en internet).
El concepto se ha empleado fuera de Alemania, pluralizando la denominación: ciencia de las religiones la incluye en su título otro de los repertorios de bibliografía sobre religiones que se publica en la actualidad: Francis, Bulletin signalétique 527: Histoire et Science des Religions y lo usa, por ejemplo, Meslin entre los investigadores franceses (aunque también emplee anthropologie religieuse) o el más extendido ciencias de las religiones.


Página principal del sitio web de la DVRW

Página principal del sitio web de la SGRW-SSSR

-ciencias de las religiones tiene la vocación de incluir la diversidad de religiones y la pluralidad de enfoques en el estudio de las mismas, las diferentes disciplinas que se dedican al tema, pero violentando la ambiciosa finalidad de la denominación original y generando una profunda ambigüedad desde el momento en que, en algunos casos, se permite a teólogos acceder al amparo académico pleno que ofrece la disciplina.Además ciencias de las religiones tiende a pensarse no como una disciplina autónoma, sino como una confluencia de distintas disciplinas en el análisis de un tema particular (el de la religión), una fragmentación que puede obviar la necesidad de una visión general por parte del estudioso (o incluso puede potenciar que ésta no surja). A pesar de todo ha tenido un cierto impacto y por ejemplo, en España, el foro de la discipina es la SECR (Sociedad Española de Ciencias de las Religiones).


Página principal del sitio web de la SECR: http://www.secr.es

-Estudios religiosos (Religious Studies) es una forma alternativa que podría parecer en principio más aséptica que muchas de las anteriores y que ha tomado carta de naturaleza en países anglosajones (aunque tiende a convertirse en común, así el foro europeo de la disciplina, de reciente consolidación, porta el nombre EASR -European Association for the Study of Religions http://www.easr.de/ ). Estudios religiosos- Estudio de las Religiones presenta el problema de no establecer la necesaria desvinculación con otras disciplinas no científicas que estudian el mismo campo (la teología se incluye sin problemas en los estudios religiosos mientras que no tiene cabida en otras denominaciones, lo que conlleva un problema de indeterminación); lo que puede llevar a que la distinción entre puntos de vista confesionales y no confesionales pueda no quedar claro. En muchas universidades de lengua inglesa (especialmente en Gran Bretaña) queda patente esta indeterminación del concepto religious studies que se combina en ocasiones con la teología como puede verse en los enlaces siguientes:

Department of Divinity and Religious Studies de la Universidad de Aberdeen: http://www.abdn.ac.uk/divinity/ (muy centrado en los estudios de teología cristiana)

Department of Theology and Religious Studies de la Universidad de Bristol: http://www.bristol.ac.uk/Depts/THRS/ (no solo centrado en teología cristiana sino abierto a los estudios sobre budismo y religión y género)


Página principal del sitio web de la EASR

Página principal del sitio web de la JARS

Página principal del sitio web de la NAASR

-antropología religiosa, tiene menos seguidores aunque posee la indudable ventaja de radicar los hechos religiosos en el ámbito de análisis de una disciplina de clara vocación holística como es la antropología (cuyo objeto de estudio, en una definición ambiciosa, es el hombre en todos los aspectos de su actuación, algo parecido a lo que busca la historia en una definición holística). El mayor problema de esta denominación radica en la ambigüedad con la que se está utilizando y que parece referirse tanto a las aproximaciones antropológicas al estudio del fenómeno religioso (la óptica, por ejemplo, de Bastide o de Cantón) como a una difusa disciplina cuya orientación para-teológica la está configurando como un renacer de la fenomenología de la religión (en este sentido la utilizan Ries o Meslin, el uso que le da Duch es mucho más sutil).

-fenomenología de la religión o fenomenología de las religiones ha perdido en los últimos treinta años el favor de que gozó en las décadas centrales del siglo pasado. Se pensó que podía resultar una aproximación definitiva a la religión que trascendiese el marco de la historia (o que dejaba este campo para la historia de las religiones, en una modalidad muy disminuida de la disciplina, en cierto modo instrumental de la fenomenología, para la que se limitaría a desarrollar estudios particulares, que luego se calibrarían en grandes síntesis fenomenológicas). Se analizaban los fenómenos religiosos, en algunos casos con una sensibilidad mínima hacia los contextos (sociales, económicos, cronológicos). Su desarrollo por pensadores insertos en modos teológicos de entender la disciplina (estudiar fenómenos religiosos era un paso para ahondar en la comprensión de sus manifestaciones en el seno de la propia religión) ha llevado a que resulte una denominación marginal hoy en día. Los clásicos de la fenomenología de la religión han sido van der Leeuw y Widengren, y entre los investigadores españoles destaca Martín Velasco.

-otras denominaciones: insatisfechos con las anteriores, a pesar de su número y diversidad de enfoques han surgido otras denominaciones de carácter más minoritario. Estudio académico de la religión busca enfatizar el enraizamiento institucional, como un modo de separar la producción de los estudiosos formados en ámbitos académicos (universitarios) de la de los surgidos de ámbitos confesionales. Pero la existencia y auge de las instituciones universitarias y académicas promovidas o gestionadas por grupos religiosos convierte la denominación en igual de ambigua que muchas de las anteriores. No serían estudiosos académicos de las religiones, por ejemplo, los miembros de una nueva religión o los predicadores independientes o los profetas de la "new age", pero resultaría muy difícil no incluir en la denominación a teólogos de cualquier universidad católica o miembros de, por ejemplo, la Universidad Soka (del grupo budista Soka Gakkai), por no ofrecer más que dos ejemplos. Por su parte ciencia integral de la religión es una denominación ingeniosa que desarrolla la centenaria ciencia de la religión pero enfatizando en la necesidad de una perspectiva multifocal; su uso no se ha generalizado (lo ha usado, por ejemplo, G. Schmidt).

En general para desarrollar la discusión sobre los nombres de la disciplina se puede plantear la lectura del siguiente material:
            -artículo de P. Antes "Las ciencias de las religiones como disciplina universitaria" Boletín de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, 3, 1995, 47-52 (para acceder al texto pulse aquí)
            - introducción muy religiocéntrica de Julien Ries al Tratado de antropología de lo sagrado, vol.I, Madrid, 1995, 13-21 (para acceder al texto pulse aquí).



ACTIVIDAD 1

1) Visite los enlaces de internet propuestos en este apartado. Parta de la página web de la EASR (www.easr.eu) y de la IAHR (www.iahr.dk) y revise los enlaces con las asociaciones nacionales, regionales y asociadas y analice sus denominaciones y características.

2) Prepare un argumentario sobre sus reflexiones respecto de los problemas de denominación de la disciplina y sus implicaciones en el que se decante (si lo estima oprtuno y con la debida justificación) por alguna de las denominaciones propuestas. Después de la clase desarrolle un ensayo por escrito sobre el mismo y hágalo llegar al profesor de la asignatura el siguiente día de clase.


b) La apuesta por la denominación "historia de las religiones"
El problema terminológico que suscita la disciplina toca de lleno otro de mayor alcance que es el del estallido del marco de las ciencias humanísticas y de análisis social, cada vez más especializadas, como ya hemos visto, y en las que un campo de estudio muy ambicioso como es el de los fenómenos religiosos, que necesita para su desarrollo una aproximación transversal (incluyendo conocimientos y técnicas de estos cada vez más estrechos y especializados campos científicos), tiene una ubicación difícil.
A la espera de llegar a una denominación de consenso amplio, para lo que será necesario un debate en el que la voz de los especialistas no occidentales haga valer en mayor medida que hasta ahora sus sensibilidades y orientaciones particulares (que llevará a que la disciplina adapte su campo de estudio más allá de las directrices eurocéntricas que todavía pesan en la delimitación conceptual), la denominación historia de las religiones parece una buena opción, entendida en un sentido extenso y sin veleidades apropiatorias por parte de los especialistas de las disciplinas históricas y enmarcada en la óptica holística que propugna la historia total.
La historia de las religiones se presenta pues y a pesar de no ser una denominación que satisfaga de modo completo (puesto que requiere repensarse, pero no desde criterios religiocéntricos o etnocéntricos occidentales sino desde una perspectiva globalizadora), como la aproximación analítica holística y no religiocéntrica al fenómeno religioso y no solamente como una disciplina en cierto modo auxiliar, cuyo exclusivo ámbito de actuación fuera el establecimiento del marco histórico en el que se reflejan los hechos religiosos. Partiendo de esta premisa la denominación "historia de las religiones" se puede leer en sus dos términos como una opción de análisis muy determinada.
"Historia" indica una premisa fundamental: las manifestaciones religiosas son hechos históricos y por tanto susceptibles de ser tratados con los instrumentos habituales del método histórico-filológico: crítica de fuentes, análisis, síntesis, etc. La finalidad de la disciplina es comprender el papel que cumplen estas manifestaciones religiosas en la estructura general de la sociedad o sociedades a estudio tanto en un momento dado (análisis sincrónico) como en sus modificaciones a lo largo del tiempo (análisis diacrónico), así como en el ámbito más extenso de la cultura humana en general (posibilitándose la reflexión sobre fenómenos religiosos en diferentes culturas y sociedades).
"De las religiones" (y no de la religión), por su parte, es una opción no esencialista y a la vez basada en el respeto hacia el objeto de estudio: la experiencia religiosa humana presenta manifestaciones infinitamente variadas (resulta imprescindible por tanto el uso del plural) sin que ninguna de ellas pueda alzarse con primacía de ningún tipo. Además se niega por principio la categoría de religión natural, verdadera o esencial; los hechos religiosos son hechos culturales, no son intemporales ni eternos sino que se inscriben en un marco histórico definido que permite en gran medida explicarlos.
Pero además, historia de las religiones resulta particularmente satisfactorio como denominación como consecuencia de la redefinición de los límites de la propia historia que se ha llevado a cabo tras la quiebra de los posicionamientos del positivismo y de las escuelas más tradicionales. Sólo gracias a la amplitud de los límites conceptuales y metodológicos actuales de la historia (y su convergencia con otras disciplinas afines como la antropología o la sociología) es posible adentrarse, sin dejar de ser historiador, por los vericuetos tan alejados de la historia política a los que puede llevar una investigación histórico-religiosa. Intentar comprender los hechos religiosos, como comprender en general el pasado, lleva a descubrir horizontes que pueden resultar muy alejados si se los contempla desde el posicionamiento metodológico de la historia tradicional, pero que no lo son tanto si la opción de análisis empleada se encuadra en la línea de una historia total, sensible a toda manifestación, ya sea en el ámbito de lo social o lo personal, que pueda ser de utilidad para entender el objeto a estudio.


c) la convergencia de los saberes
Resulta necesario consolidar una reflexión sobre lo insatisfactorias que resultan en última instancia cualquiera de las denominaciones actuales de las ciencias, que tienen el atrevimiento de querer aprehender en el corto espacio de una palabra la definición sintética de todo un campo del saber. Por medio del acto casi mágico de nombrarla puede parecer que toma mayor concreción la disciplina, aunque en realidad lo que se lleva a cabo es una "doble traición", por una parte a la complejidad de los fenómenos que se intentan acotar y por otra a la cada vez más claramente reivindicada unidad profunda de los saberes. Se aconseja la lectura, por ejemplo, de los argumentos defendidos por G. Bateson en sus diversos trabajos, pero particularmente en su Pasos hacia una ecología de la mente, Buenos Aires, 1985 (1972); Una unidad sagrada. Pasos ulteriores hacia una ecología de la mente, Barcelona, 1993 (1991, póstuma, preparada por R.E. Donaldson) o El temor de los ángeles. Epistemología de lo sagrado, Barcelona, 1989 (1987, póstuma con M. Bateson); y en particular las reflexiones generales de E.O. Wilson, Consiliencia. La unidad del conocimiento, Barcelona, 1999 (1998).


4) El problema de la necesaria diferenciación frente a la teología y a las opciones confesionales y los modelos religiocéntricos
 

Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la disciplina a nivel mundial es el de su configuración de un modo claramente diferente del de las opciones de tipo confesional. No se trata de revivir un viejo debate entre religión y teología que algunos estiman superado desde comienzos del siglo XX. Por el contrario se trata de pugnar por constituir una aproximación que sea capaz de ofrecer algo diferente de lo que, a comienzos del siglo XXI, las teologías (ya necesariamente en plural) tienen la vocación de ofrecer. Si a finales del siglo XIX el referente era la teología cristiana (o mejor dicho las diferentes teologías desarrolladas por los diversos cristianismos europeos), el marco estallado y globalizado de nuestro tiempo requiere la mirada plural. Se estudia la religión desde presupuestos confesionales en muy diferentes ámbitos, y la mirada no puede concentrase solamente en el cristianismo. Ni tampoco la indulgencia o el compromiso. Hemos de ser conscientes de que el peso de la reflexión teológica cristiana, fundamental en la construcción de lo que es el modelo universitario occidental (convertido en común en casi todo el mundo) ha minado, salvo momentos particulares, la sensibilidad de muchos investigadores de las religiones hacia los productos teológicos del cristianismo. A su vez la teología se desdotó de muchos de sus argumentos más dogmáticos a partir de la primera mitad del siglo XX, lo que ayudó a una convergencia de actitudes y la renuncia de la mutua beligerancia.
Pero el mundo actual asiste al florecimiento de universidades y centros de investigación patrocinados desde muy diferentes religiones. La Iglesia Católica cuenta con numerosísimas universidades en las que se ofrecen no ya estudios teológicos, sino la ambigua denominación de ciencias religiosas. Las universidades budistas desarrollan enseñanzas sobre budismo en las que la línea que separa el endoctrinamiento en una verdad religiosa del estudio no confesional no se plantea (o se plantearía como una falsa frontera). Parecidos problemas encontramos en universidades islámicas o en los centros y programas educativos que muchas nuevas religiones están poniendo en marcha (por ejemplo la Iglesia de la Cienciología). Cuando el famoso divulgador del yoga y el hinduismo en Occidente, Paramahansa Yogananda, hablaba del yoga como la ciencia de la religión en la segunda década del siglo XX estaba ilustrando una situación que hoy se ha multiplicado: la confusión entre el estudiar lo que se cree (y lo que los demás creen partiendo de la propia creencia) y el estudiar creencias sin enseñar a creer. No es posible que los educadores católicos llamen ciencias religiosas a lo mismo que llamaba Yogananda la ciencia de la religión; el islam quiere ser ciencia lo mismo que los estudios cienciológicos no pueden menos que, hasta en el nombre, postular ser otro tanto. Y si el nombre ciencia se resiste y no se puede estirar para convertirlo en creencia, se ofrece una definición nueva de ciencia bajo el argumento de la limitación de su uso común. Pero multiplicidad es incompatibilidad si la perspectiva es la teológica, la del que usa el estudio de las religiones y la religión como medio de apuntalar su fe y creencias frente a los demás (o contra los demás). De ahí que resulte no ya anacrónico sino de la más plena actualidad el discutir sobre la diversidad de enfoques que ha de tener una disciplina no confesional frente a las necesariamente confesionales. A pesar de la pugna centenaria que muchos teólogos (cristianos) han protagonizado para defender el carácter equiparable (antes decían que superior) de su disciplina, se trata de una falsa vía (y el debate ha sido muy enconado y ha habido muy importantes teólogos o para-teólogos liderando la investigación en historia de las religiones en muchos lugares y momentos). Pero aceptar como pares, como iguales, a teólogos cristianos (como en muchos casos se ha estado y está haciendo y se ha hecho en Europa y América, por una falta de sensibilidad eurocéntrica hacia las diferencias que, por ejemplo, no se produce respecto de pensadores provinientes del hinduísmo o del islam, donde el abismo de puntos de vista es mucho más notable) puede llevar, con la inevitable y deseable mundialización y globalización de la disciplina a encontrarnos en pie de igualdad en cualquier foro de carácter científico (supuestamente) con integrantes de grupos religiosos variados como ufólogos, hechiceros y clérigos diversos para los que un debate académico no se entiende más que como un medio de expresar sus creencias y ganar prosélitos. Aunque en historia de las religiones caben convergencias entre el objeto de estudio y el sujeto que estudia, la situación antes expuesta contribuiría a la perversión de los límites de la disciplina de un modo difícil de aceptar.
La historia de las religiones se diferencia de forma clara de la teología y aunque parecen dedicarse a un mismo campo, la óptica del estudio es científica en un caso y no científica en el otro; las características de la segunda pueden servir de contramodelo para definir la primera.

La teología tiende a ser:
a) normativa y moralista: una de sus finalidades es la determinación del bien y del mal, entendidos como adecuaciones a la "verdad" religiosa.
b) exclusiva: se basa en la revelación (o fuertes argumentos de posesión de la verdad de impacto similar); la comparación con otras religiones tiene la finalidad de determinar el grado de adecuación de las demás al mensaje de la propia que se estima como único verdadero.
c) esencialista: busca la esencia (revelada) de la religión propia, despreciando generalmente las manifestaciones históricas estimadas como imperfectas.
d) originalista: el mensaje revelado tiene visos de intemporalidad, las manifestaciones históricas  se suelen estiman como degeneraciones de un mensaje primordial y verdadero (en ocasiones equiparado a la religión natural).

Frente a esto el enfoque de la historia de las religiones (ciencia de las religiones...) tendería a ser:
a) no moralista: no busca extraer conceptos de moral práctica, ni criticar las formas religiosas de un pueblo dado por muy alejadas que resulten de la moral en la que se enculturó el investigador. La finalidad del análisis histórico-religioso es comprender la práctica religiosa en el contexto social que le dio origen y quizá gracias a ello mejorar el conocimiento de la sociedad y en última instancia del ser humano como ser histórico (por medio de la comparación, por ejemplo, de la presencia de prácticas parecidas en culturas diferentes).
b) no exclusiva: la historia de las religiones se basa en el respeto por las creencias ajenas y requiere una actitud no dogmática por parte del investigador a la par que libertad personal para enfrentar los muy diversos problemas que pueden jalonar una investigación histórico-religiosa. Ha de renunciar tanto a una actitud de fobia hacia cualquier religión (incluida la propia en la que se enculturó o por la que ha optado) como a la actitud apologética encubierta que consiste en buscar en el análisis histórico-religioso un medio de establecer "científicamente" la verdad esencial de las propias creencias. Un contraejemplo lo ofrece el padre W. Schmidt (Ursprung der Gottesidee, 12 vols., 1912-1954), que dedicó su vida a intentar demostrar que el monoteísmo era la fase religiosa más antigua de las culturas humanas (partía de la creencia que los politeísmos eran desviaciones de la religión natural, revelada en los orígenes de una humanidad. necesaria y naturalmente monoteísta) para lo cual cribó, olvidó e invalidó los casos que no se adecuaban a sus intereses.
c) diversa y no esencialista: la historia de las religiones parte de la constatación de la diversidad de las experiencias religiosas y sus manifestaciones históricas. Las experiencias religiosas se analizan como productos de la sociedad y el momento en que surgen, sin enjuiciarlas en esquemas generales de revelación o dimilares. Así, por ejemplo, las obras de San Juan de la Cruz han de estudiarse como productos de unas condiciones históricas determinadas y no como cumbres de la revelación divina (aunque sí como cumbres del pensamiento místico cristiano). El respeto hacia el objeto de estudio (las religiones) impide plantear de un modo militante la existencia de una religión verdadera donde radique la explicación última de la esencia del fenómeno religioso.
La historia de las religiones, por tanto, presenta unos caracteres bien diferenciados de la teología: las interpretaciones teológicas se convierten en aproximaciones imaginarias y religiocéntricas (surgidas en el seno de los esquemas interpretativos y las cosmovisiones de religiones específicas), susceptibles de ser analizadas como contingencias culturales, como desarrollos ideológicos de culturas determinadas; la teología pasa así de la categoría de rival a la de objeto de estudio para la disciplina.



ACTIVIDAD II (VOLUNTARIA): la moral en el ateísmo científico

Este necesario alejamiento de la historia de las religiones del endoctrinamiento moral sirve como criterio para destacar la convergencia de las visiones teológicas y las desarrolladas por el ateísmo científico y la denominada historia de las religiones soviética. Las preocupaciones morales y propagandísticas desvirtúan completamente los análisis de esta escuela claramente religiocéntrica (desde un religiocentrismo ateo que resta fuerza al argumento que distingue ópticas confesionales de no-confesionales). Como ejemplo conviene leer el capítulo XIV de: Instituto del Ateísmo Científico de la Academia de Ciencias Sociales de la U.R.S.S., El ateísmo científico, Gijón, 1983 ( or. 1978), pp. 249-267 (para acceder al texto pulse aquí).
Desarrolle (de modo voluntario) un ensayo sobre sus opiniones al respecto.



 

5) El problema de la terminología: el vocabulario del análisis histórico religioso
 

Los problemas de terminología atañen al núcleo mismo del quehacer del especialista en el estudio de las religiones: a la configuración de un vocabulario religioso consensuado.
Religión es un término que ha sido definido de modos extremadamente diversos y sobre el que no existe todavía un consenso suficiente a pesar de que, por ejemplo, se dedicó el XVI congreso de la Asociación Internacional de Historia de las Religiones (desarrollado en Roma en 1990 y que contó con casi medio millar de participantes) a debatir el tema "La noción de religión en la investigación comparada".
La definición fenomenológica según la cual la religión es un "fenómeno universal, innato y congénito al hombre que hace del ser humano un homo religiosus" y que convierte a las religiones humanas en manifestaciones de esa facultad innata del hombre presenta unos ribetes esencialistas rechazables pero que redimensionan la polémica al plantear que la religión parece existir más allá de sus manifestaciones históricas o privadas.
Otras definiciones:
. Edward Tylor (1832-1917): en su Primitive Culture (2 vols., 2º ed. 1873) cap. 11: "A minimum definition of religion, the belief in Spiritual Beings" / "Una definición mínima de religión: la creencia en seres espirituales"
. Émile Durkheim: (1858-1917) "una religión es un sistema solidario de creencias y prácticas relativas a las cosas sagradas, es decir separadas, prohibidas, creencias y practicas que unen a una misma comunidad moral llamada iglesia, a todos los que se adhieren a ella". Las formas elementales de la vida religiosa, 1912.
. Clifford Geertz (1926-2006): una religión es 1) un sistema de símbolos que obra para 2) establecer vigorosos, penetrantes y duraderos estados anímicos y motivaciones en los hombres 3) formulando concepciones de un orden general de existencia y 4) revistiendo estas concepciones con una aureola de efectividad tal que 5) los estados anímicos y motivaciones parezcan de un realismo único. "La religión como sistema cultural" 1966, retomado en La interpretación de las culturas
. Carlos Marx (1818-1883) "el hombre hace la religión; la religión no hace al hombre ... pero el hombre no es un ser abstracto que ocupa el mundo desde fuera. El hombre es su propio mundo y es también el estado y la sociedad. Este estado, esta sociedad producen la religión, una conciencia invertida del mundo ... El sufrimiento religioso es, a la vez, expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la expresión de las criaturas oprimidas, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de una situación desespiritualizada. Es el opio del pueblo. El pueblo necesita abolir la religión, su felicidad ilusoria, para recuperar su verdadera felicidad". Una crítica a la filosofía del derecho de Hegel, 1844
. Max Weber: no se atrevió a definir el término religión
. Robert Bellah (1927-) Religion in Human Evolution: From the Paleolithic to the Axial Age, Harvard University Press,2011, retoma dos de las anteriores:
    ."La religión es un sistema de creencias y prácticas relativas a lo sagrado que amalgaman a quienes adhieren a ellas en una comunidad moral" (problema ¿qué es lo sagrado?... lo no ordinario..)..
    ."Religión es un sistema de símbolos que utilizado por los seres humanos establece vigorosos, penetrantes y duraderos modos y motivaciones que otorgan sentido reativo a la idea de un orden general de existencia"
(No hay mención a seres sobrenaturales en la definición no porque estén ausentes en las religiones sino porque en algunos casos no están presentes y por ello incluirlo en la definición la limitaria)...

Multiplicidad: Frente a esta hipótesis del hombre "biológicamente" religioso se levanta el postulado del ateísmo según el cual la religión no solo no es innata sino que es una pura invención humana. Ante estas formas unilaterales (y puntualmente caricaturescas) de entenderla, la religión en su vertiente social resulta un modo de regir la convivencia por medios que no son siempre necesariamente la justificación de la desigualdad y el dominio (aunque en muchos casos sea así). La ecología de las religiones ha mostrado que la religión resulta un factor muy eficaz de consensuar la adaptación cultural al ecosistema (por medio de tabús y otros mecanismos de protección que minimizan la acción antrópica sobre ciertos recursos escasos o vitales). En sociedades en las que la desigualdad no está muy desarrollada la religión cumple el papel de consensuar decisiones y ofrecer un marco referencial de comportamientos y normas que permita minimizar los conflictos. Pero, además, la religión ofrece un marco mental de explicación del mundo, un sistema de referencias que sirve para ubicar por medio de los ritos, los mitos o la teología particulares de cada cultura al hombre en la sociedad y el entorno natural por medio de la forja de explicaciones imaginarias. Las religiones han creado modelos para comprender el papel del hombre en la tierra, el problema del mal y del bien, de la muerte, de la diversidad (de sexos, de inteligencias, de apariencias, de destinos), de la identidad grupal. Lo suelen hacer de un modo diverso tanto entre ellas como respecto a lo que la ciencia ha ido estableciendo como aceptable, aunque en algún caso explicaciones (e intuiciones) de índole religiosa que parecieron delirantes durante decenios cuando la investigación científica ha traspasado ciertos límites han cobrado un nuevo interés como demuestran, por ejemplo, los trabajos de F. Capra sobre la física de lo infinitamente pequeño.

El término religión, por último, nos introduce en otro problema de la disciplina. La cultura occidental directamente dependiente en muchos casos de la herencia greco-latina ha mantenido términos (por ejemplo religión) acuñados en una sociedad determinada complejizando el campo semántico pero sin llegar a anular algunas de sus acepciones más etnocéntricas. Se plantea por tanto un problema de muy compleja solución que es la excesiva dependencia de la historia de las religiones respecto del lenguaje religioso europeo. Los instrumentos de análisis al uso dependen en gran medida de la generalización de términos que en la religión de la que fueron tomados (generalmente provienen del lenguaje teológico cristiano, pero también del etnográfico) tenían un significado muy concreto pero que, al aplicarlos a otras religiones y otras realidades, pueden llegar a enturbiar la comprensión de las mismas.
No se ha construido un lenguaje científico propio, se depende de palabras y conceptos "insider" con una historia muy larga
ejemplos:     =Religión -- religio (religare -Lactancio/Tertuliano- / relegere -Cicerón-)
                   =Rito --ritus--rita
                   =Dios -- deus -- deva (*deiwo- luminoso-celeste) ¿es un nombre aplicable a todo ámbito o tendrímos que diferenciar contextos, por ejemplo, lingüísticos?
                   =Creer -- credo -- shraddhâ (*kred) crédito-creencia (entre dioses y humanos... luego entre humanos-prenda de confianza -Benveniste-)

Más delicado aún resulta el empleo de términos occidentales para religiones no occidentales que no parecen conocerlos (por ejemplo el propio término religión que parece que no tiene razón de ser para grupos humanos en los que lo sagrado y lo profano no están escindidos como en nuestro pensamientos dependientes de la modernidad y la separación Iglesia-Estado). Incluso se puede caer en malentendidos al intentar aplicar conceptos con un significado actual bien establecido a culturas que los poseen pero para los que no quieren decir lo mismo: rito tal y como lo entiende un especialista en el estudio de las religiones no significa lo mismo que ritus entre los romanos o rita entre los védicos.
No menos complejo resulta definir lo que es un dios, máxime cuando, como en el caso de religión que acabamos de esbozar, el vocabulario latino, teñido de la caracterización del cristianismo coloca ante nuestros ojos un filtro de interpretaciones que generan una radical incomprensión, por ejemplo del papel de la divinidad en el politeísmo o la falta de divinidad en el jainismo o en algunos budismos. La opción por la definición tanto del término dios como del de religión no puede menos que constituir una pequeña traición a un objeto de estudio que se malinterpreta por la maraña que generan las palabras, cargadas de historia, de tal modo que muchos investigadores (por ejemplo Max Weber) renunciaron a intentarlo.
El indudable problema terminológico, que han avivado los abusos en la aplicación de las comparaciones interculturales ha terminado resolviéndose de modo provisional con la consolidación de un lenguaje especializado al uso del especialista en el estudio de las religiones que posee un cierto grado de indeterminación al no haber consenso unánime ni definiciones precisas, pero al que no se puede renunciar todavía al no existir una alternativa viable. Pero no resulta útil tomarse esta dependencia conceptual como un elemento definitorio de la prescindibilidad de la disciplina, ni como un motivo de flagelo que incapacite para el análisis y la comparación.



 

6) El problema de analizar ciertas experiencias religiosas: el "asalto a la razón"
 

Pero si la aproximación científica al estudio de la religión suele discurrir por unos derroteros que minimizan, por medio de concentrar la mirada en lo social (e histórico) ciertas características de la experiencia religiosa, a nadie escapa que el mundo religioso puede presentar vertientes en que quedan superados los instrumentos de la razón.
La psicología ha desarrollado principalmente dos enfoques para intentar penetrar en la comprensión de las experiencias religiosas más complejas. La psicología profunda, que parte de los estudios de C.G. Jung intenta explicar el parecido que se constata entre prácticas religiosas (ante todo orientales) y ensoñaciones de psicóticos que jamás tuvieron conocimiento de dichas prácticas. Esta hipótesis explicativa sostiene la existencia de un nivel inconsciente profundo (denominado colectivo por ser en esencia no egótico), que funcionaría por medio de imágenes de índole simbólica (denominadas arquetipos) que serían por tanto inter-(o trans)culturales (por surgir de regiones del inconsciente situadas al margen del ego personal y no susceptibles de haber sido modificadas durante la enculturación familiar-grupal). La psicología humanista, las perspectivas desarrolladas por Abraham Maslow, la herencia junguiana, las incertidumbres sobre la mente humana generadas por los experimentos en laboratorio con sustancias psicodélicas (hasta su ilegalización) han terminado consolidando en Estados Unidos una escuela (marginal y discutida) pero activa y con gran impacto popular (entre los afines a las religiones new age) denominada psicología transpersonal. Plantea la existencia de un nivel transpersonal (más allá del ego), que se alcanza por medio de técnicas de meditación, por la ingestión de sustancias psicodélicas o por otros caminos y cuyo conocimiento forma (o formó en algún momento) parte del entrenamiento sagrado en numerosas religiones (y conformó creencias y mitos). Las detalladas gradaciones en las experiencias transpersonales estudiadas han llevado a defender a los especialistas la existencia de niveles (los más profundos y complejos) en los cuales se superan los condicionantes culturales y se accede a experiencias de índole muy semejante, lo que unificaría en cierta medida el lenguaje más profundo presente en muchas religiones. En ambos casos se trata de aproximaciones hipóteticas no exentas de problemas, aunque tienen el valor de intentar encarar los más refractarios mundos de la religión íntima (ante la que el reto de la neuroreligión y sus métodos es clave).
El mayor problema para analizar estas experiencias religiosas es que son difícilmente reductibles al lenguaje racional y científico, desvelándose así otro de los grandes retos de la disciplina que es desarrollar los instrumentos que permitan reflejar (aunque sea de modo incompleto o aproximado) estas vivencias, sin las cuales la historia de las religiones fracasará en su vocación holística (es decir que busca comprender los fenómenos religiosos en sus diversas y complejas manifestaciones). Pero para llegar a esto parece imprescindible que la disciplina se libere del fuerte prejuicio eurocéntrico y religiocéntrico consistente en el desprecio de las experiencias extraordinarias (de conciencia alterada). Resulta una premisa inexcusable para ser capaces de comprender correctamente prácticas fundamentales de las religiones orientales o de formas religiosas como el chamanismo. Si bien se resisten a ser comprendidas con los instrumentos habituales del análisis histórico-religioso (generalmente forjados para el estudio de las religiones occidentales), esta inadecuación no es razón suficiente para soslayar o negar llanamente el interés de las complejas especulaciones místicas o mitológicas presentes en la mayoría de las religiones.
El caso de la mística resulta ejemplificador puesto que incumbe a experiencias subjetivas no comprobables por el investigador que se aventura a estudiarlas; el nexo de unión entre el analista y la experiencia analizada es generalmente el lenguaje literario que además no parece estar diseñado para expresar este tipo de fenómenos de un modo correcto (hecho del que son bien conscientes los escritores místicos). Se trata de reflejos de un mundo diferente, de una alteridad que parece tener unos cauces de manifestación alternativos, ante los que se desatan prejuicios velada o abiertamente religiocéntricos y etnocéntricos que se permiten defender una disección entre experiencias místicas verdaderas y falsas, superiores e inferiores, puras e impuras y que, en algunos casos, han querido plantear criterios a la hora de determinar el modo legítimo o abusivo del empleo del término místico. En muchos casos se ha partido de la hipervaloración de la experiencia mística, entendida como el más alto grado del compromiso religioso, y por tanto estimada accesible únicamente a una elite privilegiada compuesta por muy pocos individuos. Esta idealización ha llevado generalmente a la incapacidad por parte de los analistas para aceptar que en ciertas religiones (generalmente las más ajenas) puedan desarrollarse experiencias místicas de modo masivo o incluso acabado. Como tantos otros conceptos del análisis histórico-religioso el término mística posee un campo significativo muy influido por la herencia cristiana (en la que se engloban desde el punto de vista ideológico buena parte de los investigadores del tema), marcada por la primacía del individualismo de la experiencia y por el monoteismo y que por tanto suele aceptar como místico lo que en otras tradiciones afines puede resultar comparable (misticismo musulmán y judío) pero rechaza lo que no se rige por esas pautas. Resultaría improcedente según esta visión una experiencia mística que superase el plano de lo meramente individual, como ocurre en los trances colectivos, que se entenderían como degeneraciones desvirtuadas de la verdadera mística. Otra vía de desvalorización de experiencias místicas proviene de la graduación valorativa de los medios utilizados para ponerlas en marcha: la ascética rigurosa y la elección (imaginaria) por fuerzas sobrenaturales se suelen aceptar como mecanismos correctos mientras que actividades ajenas o marginales en la tradición religiosa occidental como la ingestión de sustancias psicodélicas o la inducción por la danza o la música se estiman como vías dudosas (lo que lleva a una desvalorización genérica de la extática). Como vemos los escollos para analizar el fenómeno místico son muchos, pero tanto estas experiencias, como las especulaciones mitológicas complejas o los mundos imaginarios que se construyen en la meditación pertenecen al patrimonio religioso humano y han de ser objeto de estudio por el especialista en el estudio de las religiones aunque para ello haya de renunciar a los límites seguros de la metodología habitual.



ACTIVIDAD III (VOLUNTARIA): los límites del objeto de estudio

En general para las incertidumbres derivadas del objeto a estudio resulta muy útil leer la introducción de M. Cantón, La razón hechizada, Barcelona, Ariel, 2001, 13-35 (para acceder al texto pulse aquí).

Se puede plantear una discusión sobre los problemas que plantea el análisis de este tipo de experiencias religiosas. Habrá que expresar opiniones sobre los límites de los instrumentos de análisis y sobre la difícil posición de elegir entre estudiar desde fuera este tipo de fenómenos (perdiendo así la fuerza de la experiencia personal) o hacerlo desde dentro (con la posibilidad de caer en la aceptación de los argumentos y cosmovisiones de quienes se estudia). Se pueden revisar los casos de investigadores como Michael Harner (consultando la página web de la Foundation for Shamanic Studies http://www.shamanism.org/ donde se proponen cursos de entrenamiento para ser chamán y se venden objetos para realizar rituales chamánicos) o Fericglá (que organiza cursos de autoayuda y autosuperación para el público en general), que han pasado de estudiar el chamanismo en calidad de antropólogos a practicar las técnicas chamánicas (creyendo convertirse en una especie de chamanes "new age"). Si han leído alguna novela de Carlos Castaneda, también pueden incluir sus impresiones sobre los problemas que puede plantear para el investigador creer (transformarse en un converso) en lo que se está estudiando. Aunque cualquier investigación que intente ahondar en este tipo de temas, o en general en los relativos al análisis de experiencias religiosas, encuentran escollos a la hora de avanzar sin adentrarse, en alguna medida, en la cosmovisión de quienes se estudia.

Desarrolle de modo voluntario un argumentario con sus opiniones sobre los límites (si cree que los tiene) del estudio de las religiones en lo relativo a las experiencias místicas, extáticas, etc...



 

7) Los problemas de implantación de la disciplina: el ejemplo español
 

        a) generalidades

Un ejemplo revelador de la falta de consolidación de la Historia de las Religiones como disciplina universitaria (hasta fechas muy recientes) lo ofrece el caso español. Razones ideológicas diferentes paralizaron su desarrollo en diversos momentos. El fundamentalismo católico, consciente del ejemplo francés y temeroso de que la disciplina se convirtiese en un baluarte de librepensadores y anticlericales frente al monopolio eclesiástico de los estudios religiosos impidió su nacimiento desde finales del siglo XIX; la posición privilegiada de la Iglesia católica desde el año 1939 en la toma de decisiones culturales llevó a que la renuncia a actitudes fundamentalistas e intolerantes fuese mucho más tardía que en otros países tradicionalmente católicos y que no se haya consolidado una escuela de historiadores de las religiones a diferencia de lo que ocurrió en Italia, a pesar de que el interés personal profundo y la sensibilidad de muchos pensadores españoles respecto del tema religioso haya sido y sea muy notable.
Pero aunque básica hasta los años sesenta esta oposición eclesiástica solamente explica parcialmente que la disciplina no haya encontrado los medios adecuados de expresarse de modo científico consolidado en nuestro país en las décadas de la democracia, resultando el panorama de causas algo más complejo. El proceso de profesionalización y especialización de los historiadores llevado a cabo en los últimos cuarenta años ha privilegiado los desarrollos cronológicos frente a los temáticos, creando grupos de profesionales rígidamente enmarcados en áreas impermeables a los intereses generales y diacrónicos que definen a la historia de las religiones. A la vez, las directrices de la política educativa han privilegiado el desarrollo de disciplinas de rentabilidad económica inmediata, mermandose el papel de las humanidades y por tanto las posibilidades de dotación adecuada y de espectativas de desarrollo de la historia de las religiones. Una tercera causa, que resulta fundamental, es la falta de sensibilidad de la mayoría de los intelectuales antifranquistas e izquierdistas españoles (que nutren en parte la elite universitaria y dirigente actual) respecto del tema religioso. El cambio de mentalidades que se manifestó en Estados Unidos y luego en el resto de los países occidentales en los años sesenta y que llevó a la valoración de las experiencias para-religiosas ("de conciencia alterada") resultó básico para el replanteamiento de la actitud de los intelectuales (sobre todo norteamericanos) hacia las religiones y los movimientos espirituales y por tanto al fortalecimiento de los estudios histórico-religiosos, encargados de dar respuestas a esa necesidad social. En España este fenómeno no se produjo y se ha mantenido generalmente una actitud en la línea del materialismo vulgar consistente en despreciar o soslayar el estudio de los problemas religiosos solamente modificada en los últimos quince años en que los nuevos planes de estudios de las universidades españolas han comenzado a plasmar adecuadamente la vertiente docente de la disciplina, aunque sin una sistematicidad más que aproximada.
El caso español tiene el interés de resultar un modelo de transición entre la situación en los países más desarrollados occidentales con una larga tradición de estudios histórico-religiosos y países no occidentales en los que la disciplina aún no ha tenido los cauces apropiados de consolidación por causa de diversas trabas de índole confesional o de infraestructura académica.


b) Un  camino truncado: Ángel Álvarez de Miranda
 

 

Ángel Álvarez de Miranda (1915-1957)

LA ETAPA ITALIANA Y LA FORMACIÓN EN LA ESCUELA DE ROMA
 

Raffaele Pettazzoni (1883-1959)

Ejemplar de Raffaele Pettazzoni de la tesis 
italiana de Álvarez de Miranda

 
Invitación a Pettazzoni de Álvarez de Miranda en calidad de Director 
del Instituto Español de Lengua y Literatura de Roma (desde 1948 a 1954)
Raffaele Pettazzoni (1883-1959)

CATEDRÁTICO EN MADRID
 
Santiago Montero Díaz (1911-1985), director de la 
tesis española de Álvarez de Miranda, en sus
últimos años de vida (cuando impartía la asignatura
Historia de las Religiones)
Octubre de 1954: dicta la lección inaugural de la cátedra 
de Historia de las Religiones de la Universidad Central de Madrid


 LOS PROYECTOS
 

Carta de Álvarez de Miranda a Pettazzoni del 7 de mayo de 1955 donde explica 
sus planes (creación de una sección de Historia de las Religiones 
en el CSIC, invitación a Pettazzoni) y excusa su participación al congreso de la IAHR
 

Contestación de Pettazzoni del 18 de mayo de 
1955 con membrete del VIII Congreso de la IAHR
 
Carta de Pettazzoni del 26 de junio de 1956


LAS RELACIONES CON SUS PARES


 

Mircea Eliade en los años 30

Eliade en 1959

« Un tratado de Historia de las Religiones » 
Cuadernos Hispanoamericanos 61 (enero 1955), 37-49. 
Comenta la traducción del Tratado de Eliade al español de 1954.
Álvarez de Miranda fue el primer secretario de la revista (1948)
 

 

Carta de Eliade a Álvarez de Miranda del 10 de marzo de 1955 en la que 
explica los límites de su Tratado y sus perspectivas

Carta de Álvarez de Miranda a Eliade presentándole a Ramón Valdés del Toro

LA OBRA CIENTÍFICA (PÓSTUMA)


 
Recopilación por Consuelo de la Gándara de los trabajos publicados en diferentes revistas 
titulado Obras 2vols, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1959-
Aunque con un perfil de dedicación principal al mundo antiguo, hay trabajos que exceden ese marco
y corresponden a una óptica de religiones comparadas, a una inquietud por la metodología 
y por algunos temas extraeuropeos y modernos
 

Religiones Mistéricas de 1961
 
Ritos y Juegos del toro (basado en la tesis italiana), 
de 1962 (texto revisado por J.M. Blázquez).
Edición de 1998 (con prólogo de Pedro Álvarez de Miranda) 
y traducción francesa de 2003

LA CATEDRA DESPUÉS DE ÁLVAREZ DE MIRANDA

- La figura de Joaquín Ruiz Jiménez (1913-2009): Director del Instituto de Cultura Hispánica (1946-1948); Embajador ante la Santa Sede (1948-1951-coincide con Álvarez de Miranda en Roma). Sexenio "liberal": ministro de Educación Nacional (1951-1956): apoya la creación de la cátedra de Historia de las Religiones.
- 1956: año del cambio... destitución y opción tecnocrática.
- La cátedra tras la muerte de Álvarez de Miranda se convoca y queda desierta (cambio de contexto).
- La enseñanza de Historia de las Religiones la asume Santiago Montero Díaz (explicaba tanto a los mormones como la religión egipcia o el cristianismo). Redefinición de los perfiles hacia la especialización. Montero termina adscribiéndose a Historia Antigua con la consolidación de áreas de conocimiento. No habiendo catedrático del perfil no se crea un área de conocimiento. Queda la asignatura relegada a la especialidad de Historia Antigua. Tras la jubilación de Santiago Montero Díaz la docencia la asume José María Blázquez (no imparte más que religiones de la antigüedad). No se volverá a impartir una enseñanza de religiones general y comparada en esta universidad.
- En el caso de que Álvarez de Miranda no hubiese muerto probablemente la mayoría de los especialistas en la materia serían discípulos suyos (se hubiese jubilado en 1985)... lección de la Historia... lo frágil de los contextos (si Álvarez de Miranda no hubiese enfermado el cambio ideológico del franquismo no hubiese podido acabar con la cátedra... por mera inercia funcionarial... una coyuntura y una historia personal también ayudan a explicar la particularidad española en este ámbito).


Publicación en honor de Ángel Álvarez de Miranda con motivo de la donación de
su biblioteca  a la Universidad Complutense de Madrid en 1988 (publicado en 1996)

Para complementar esta reflexión sobre el caso español con más datos consúltese:
F. Diez de Velasco "La historia de las religiones en España. Avatares de una disciplina", 'Ilu. Revista del Instituto de Ciencias de las religiones 0, 1995, 51ss.) (pulse aquí)
.id. ."History (Study) of Religions in Spain and the SECR (Sociedad Española de Ciencias de las Religiones / Spanish Society for the Sciences of Religions)" Bandue III, 2009, 123-136 (pulse aquí)
.id ."La Storia delle Religioni in Spagna. Particolarità e prospettive" Humanitas 66,1, 2011, 91-123  (pulse aquí)
.id, Ángel Álvarez de Miranda, historiador de la religiones, Madrid, ediciones del Orto (ISBN 84-7923-393-1), 2007, 95 pp.(pulse aquí)
.id. "Ángel Álvarez de Miranda y la cátedra de Historia de las Religiones de la Universidad de Madrid: un proyecto truncado", Bandue I, 2007, 83-133 (pulse aquí)