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TEORÍAS Y METODOLOGÍAS DEL ESTUDIO DE
LAS RELIGIONES
Material preparado por Francisco DIEZ DE VELASCO UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA |
Lo que se presenta a continuación es un recorrido personal, provisional y en construcción por los modos y modelos de encarar el estudio de las religiones. Se trata de una síntesis que incluye numerosas referencias bibliográficas. Resulta muy recomendable profundizar en algunas de las lecturas que se citan, muchas de ellas imprescindibles en la formación en la investigación en el ámbito disciplinar. Se puede acceder a una bibliografía general que incluye también la citada (y otros trabajos) en la dirección http://fradive.webs.ull.es/bibliohr.pdf. La bibliografía citada se puede revisar en el siguiente enlace (pulse aquí).
Como consecuencia de que la disciplina de
estudio de las religiones presenta una clara vocación holística
caben en ella análisis que confluyen desde muy diversos campos del
saber y resulta complejo definir los criterios permitan ordenar escuelas,
enfoques y modos de trabajo.
Sin duda la aproximación a los hechos
religiosos sería necesariamente diferente si la realiza un antropólogo,
un sociólogo, un historiador o un psicólogo, las perspectivas
de partida son diversas y el bagaje metodológico inclina la balanza
hacia los intereses particulares de la ciencia "madre" de cada investigador.
Pero tan importante como este criterio resulta la óptica ideológica
en la que se inscribe el especialista. La religión para el historiador
de las religiones no es solamente un objeto de estudio sino que incide
directamente en el conjunto de las creencias personales, que en última
instancia resultan imposibles de soslayar, aunque existen diferentes grados
en su influencia.
No se enfrenta al análisis religioso
con los mismos ojos un teólogo (como el padre Wilhelm Schmidt) y
un ateo (como Gregory Bateson), un político, librepensador y masón
(como Eugène Goblet d'Alviella 1846-1925 que fue profesor de historia
de la religiones en la ULB, plantea los tres niveles del estudio
hierografía/hierología/hierosofía),
un místico (como lo son en cierto modo Carl Gustav Jung) un buscador
(como quizá era Mircea Eliade) o un político revolucionario
antirreligioso (como Karl Marx).
A esto hay que añadir las modas de cada época y país,
que llevan a un intelectual francés a desligarse con dificultad
del cinto ideológico construido con las aportaciones de Durkheim
(como le ocurre a Bourdieu o Godelier) o que hizo que en los momentos de
mayor influencia de estas perspectivas resultase muy difícil para
un estudioso dejar de lado
la moda y las aportaciones del evolucionismo,
del funcionalismo o del estructuralismo.
Resulta por tanto muy complejo avanzar
un criterio taxonómico que vaya más allá de una mera
recopilación
de biografías (como hacen Waardenburg 1973-74 o Cancik 1988,
272ss., por ejemplo), que por otra parte es un cómodo recurso que,
desde luego, refleja bien tanto la variabilidad del pensamiento de un autor
a lo largo de su vida como la identidad de sus modos de trabajo al margen
de la escuela (real o supuesta) a la que pertenezca o en la que se le encasille.
La disciplina de estudio de las religiones
además, y quizá en mayor medida que otras disciplinas más
consolidadas académicamente, ha tendido a generar individualidades
difícilmente reductibles, pensadores que más que transmitir
los modos de hacer de una colectivo (o una escuela) avanzaban por caminos
personales intentando profundizar, sobre todo cuando habían superado
los límites de una subespecialización particular, en la globalidad
de una reflexión cuyos márgenes poco establecidos terminaban
solamente pudiendo abarcarse desde la soledad epistemológica (un
buen ejemplo lo ofrece Angelo Brelich y su introducción a los modos
de hacer historia de las religiones).
Aún consciente de que cualquier
taxonomía es un atentado reduccionista contra la variabilidad y
riqueza del pensamiento se intentará optar por una clasificación
de tipo ecléctico que aunando criterios de diferente índole
(ideológicos, de escuela, de metodología) intenta establecer
una ordenación (siempre necesariamente arbitraria y discutible)
de los modos de estudiar las religiones del pasado y de algunos que se
siguen en la actualidad y sus raíces.
1) Modelos teológicos y para-teológicos: el problema de estudiar lo que se cree
Los dos primeros grupos que se repasarán
constituyen vías de explicación y estudio de la religión
que se sostienen en apriorismos enfrentados (llevados en las líneas siguientes a un extremo quizá caricaturesco); son el modelo teológico
(que se basa en el supuesto de que la religión sólo se explica
como algo exterior al hombre, originada en una entidad o entidades sobrenaturales
y superiores a él, que constituyen la última realidad de
la misma) y el materialista (que postula que la religión es un producto
ideológico, superestructural, que sirve ante todo como un eficaz medio de dominio y
alienación). En el primer caso se estima que Dios, los Dioses, lo
sagrado son realidades que pueden desvelar al hombre sus secretos, en el
segundo que son ilusiones forjadas que no sirven más que para ilustrar
las miserias de la dominación de unos humanos (los poderosos) respecto de otros (los subalternizados). Ambas aproximaciones
utilizan los medios puestos a punto por la disciplina de estudio de las
religiones en cada época para consolidar sus posiciones y a pesar
de que se basan en posturas que defienden una opción religiosa determinada
o un ateísmo militante, siguen poseyendo en la actualidad cultivadores
más o menos confesos.
Los modelos teológicos y para-teológicos,
de un modo abierto y explícito en algunos casos o de un modo más
sutil o implícito en otros (en especial en los trabajos más
recientes) utilizan la historia de las religiones como cantera para consolidar
el estatus "científico" de las creencias y dogmas que instituye
la teología, en una labor ancilar en la que la "Maestra" sigue
siendo la "Gran Ciencia" (como ocurría en la más pura escolástica).
Suelen ser aproximaciones religiocéntricas en cuanto otorgan un
estatus específico a una religión determinada (la del estudioso)
estimándola como la verdadera (o la más verdadera) y realizando
una gradación entre unas y otras dependiendo de la mayor o menor
adecuación al modelo. La "verdad" o "falsedad" de un mensaje religioso
resulta en algunos autores, por tanto, un criterio básico a la hora
de optar por un análisis o decantarse por una metodología
determinada (ocurre lo mismo en algunos modelos materialistas para los
que todas las religiones se estiman engaños como en el
ateísmo
científico). La actitud frente al objeto de estudio no es,
evidentemente, la neutralidad (ni siquiera meramente invocada), sino una toma de posición más
o menos velada, más o menos consecuente, dependiendo de cada investigador.
Nos hallamos en cualquier caso ante la priorización de un falso
problema (hacer del creer ciencia) que termina desembocando en una vía
muerta metodológica (como ocurre, por ejemplo, con el ambicioso
Tratado
de antropología de lo sagrado que coordina Julien Ries
-el cardenal Ries -1920-2013- citado más abajo). Lo anterior no quiere decir que optemos
por una descalificación de toda teología sino justamente
de la que intenta ser ciencia, es decir, apropiarse de un lenguaje que
justamente se construyó como vía de escape frente a los aprioris
de la teología. Cuando la teología opta por hacer comparación,
hacer religión comparada, es cuando la crítica resulta evidente,
puesto que el religiocentrismo inherente a toda teología necesariamente
desvirtúa tanto la comparación como cualquier veleidad científica.
1.1) Un (contra)ejemplo de aproximación no occidental: La ciencia de la religión según Yogananda
Los historiadores de las religiones estan
acostumbrados a enfrentarse a aproximaciones teológicas que surgen
del cristianismo (no se puede soslayar
que una de las líneas en la consolidación disciplinar tiene
sus raíces en las facultades de teología, en particular en
los países del centro y norte de Europa). Resulta interesante el
contraste que ofrece la pequeña monografía de Paramahamsa
Yogananda (1893-1952) que porta un título que es una declaración
de intenciones:
La ciencia de la religión, de 1927. En realidad
se trata de una aproximación a la definición de la religión
desde el punto de vista de un maestro espiritual y teólogo hinduista
(de gran impacto, el primer divulgador con éxito del yoga en Occidente)
que dice desvelar la vía hacia la verdad y la divinidad a cualquier
lector que desee emprenderla. No se trata por tanto, como el título
podía llevar a pensar, de un tratado sucinto de Religionswissenschaft,
sino de un breviario de teología en el que se exponen los métodos
clásicos para alcanzar la unión con Dios según los
predica el tipo de hinduismo que defiende el autor y que se aderezan
con
algunas citas bíblicas a modo de comparación. La verdadera
aproximación científica a la religión no sería
otra que el yoga. Lo interesante es que se haya optado por un título
que parece postular para la teología la plena denominación
de ciencia y para la vía teológica el carácter de
científica. Esta manera de entender la cuestión, aunque nunca
expresada de un modo tan abiertamente teológico, aparece también
en obras de "historiadores de las religiones" de óptica confesional
que aunque escudados en un sistema de argumentaciones acorde con los
modos
"científicos" al uso, siguen manteniendo premisas ideológicas
de índole teológica siendo uno de los medios más empleados
la deshistorización de la disciplina (lo importante es llegar al
argumento explicativo que alcanza lo que está más allá
de lo contingente -las manifestaciones históricas, las religiones-
y que escudriña en lo inmanente -la "esencia de la religión"-) y que
intentan compaginar, por ejemplo en lo relativo a las cronologías, lo
que se plantea desde su corpus de creencias (la antigüedad de las
especulaciones hinduistas al pleno paleolítico que algunos defienden)
con las fechas aceptables desde los marcos establecidos por las
ciencias históricas (la finalidad sería evidenciar que el que nombran
"sanatana dharma" sería anterior -y más perfecto- que cualquier
religión posterior).
Repasaremos a continuación algunas de estas aproximaciones, destacando
las que desarrollaron el padre Wilhelm Schmidt y su escuela, Rudolf Otto,
algunos fenomenólogos de la religión y en los últimos
tiempos los autodenominados antropólogos de lo sagrado.
1.2) Wilhelm Schmidt y la escuela de Viena
Wilhelm Schmidt (1868-1954), que
cursó estudios de teología católica y fue ordenado
sacerdote en 1892, desarrolló una larga y muy fecunda labor
como investigador y profesor de etnología (fundó la revista
Anthropos)
y dedicó sus principales esfuerzos a apuntalar la hipótesis
del Urmonotheismus (una biografía en Henninger 1956). En
su trabajo enciclopédico
Der Ursprung der Gottesidee en
doce volúmenes (1912-1955), repasa con gran exhaustividad las
creencias religiosas de los pueblos más "primitivos", fiado en el
argumento "lógico" de que se hallarían más cerca de
la forma religiosa más antigua (prístina) de la humanidad.
Frente a lo que los informes de misioneros de los siglos precedentes planteaban
(y que concordaba con el argumento teológico principal de la época,
que la mayoría de estos pueblos no tenían Dios ni religión,
sin duda porque sus formas religiosas no eran evidentes desde la opción
religiocéntrica de un predicador), W. Schmidt arguye, desde un esquema
evolucionista-teológico, que la fase más antigua de la religión
hubo de ser el monoteísmo. La creencia en un único Dios para
un teólogo católico pertenece no sólo a los dogmas
del cristianismo, sino que se estima premisa de la religión natural
(la religión revelada y no ya mediatizada por lo histórico,
lo cultural, lo humano). La fase monoteísta, más cercana
al mensaje verdadero se vió enturbiada posteriormente por un politeísmo
estimado degeneración del mensaje primigenio. La recuperación
del monoteísmo es una gesta ulterior de las religiones del libro.
Una crítica temprana de esta visión
evolucionista, que se sustentaba, de todos modos, en notables
predecesores
(por ejemplo A. Lang que defendió la hipótesis de la creencia
general en un ser supremo en los pueblos más "primitivos") la realizó
Raffaele Pettazzoni, el consolidador de la escuela histórico-religiosa
romana, (en 1922, también 1957 y 1958). Schmidt partía de
un postulado no evolucionista, el uranismo, que planteaba que la
existencia
de un ser supremo en los pueblos "primitivos" se debía a la experiencia
religiosa unitaria que desencadenaba la contemplación de la bóveda
celeste, ofreciendo con ello una explicación alternativa a la teológica
clásica de la revelación divina directa. Se vertieron muy
severas críticas no sólo a las premisas sino también
a los modos de investigación de Schmidt y su escuela, aunque en
ella se encuentran etnólogos respetados a pesar de su postura
confesional
como P. Schebesta o M. Gusinde y admirados por muchos otros (por
ejemplo Eliade, 1969, 42ss. muestra
sus simpatías por Schmidt y su escuela), aunque hacia otros se expongan
críticas (puede verse una refolexión por parte de Ramón Valdés del Toro
en https://doi.org/10.5281/zenodo.3760663). Se les acusó de
cercenar o retocar ejemplos que no convenían a su hipótesis
general (al amparo, por ejemplo, del fácil argumento de la degeneración
del rito o la creencia primigenia). La enorme variabilidad de las religiones que impide desarrollar
teorías que las expliquen desde argumentos simples, y el abandono
de los presupuestos analíticos unilineales, hacen que los trabajos
del padre Schmidt hayan perdido su impacto y que los defensores de la opción
teológica hayan rehuido generalmente, a partir de ese momento, el
camino resbaladizo de la investigación de tipo histórico
para optar por la relativa seguridad de aproximaciones intemporales (que
resultan mucho más difíciles de contestar desde los presupuestos
habituales de la crítica académica).
1.3) Lo santo y el impacto de una visión plenamente teológica
En 1917 se publicó un ensayo que ha tenido una gran influencia tanto entre los historiadores de las religiones (y en particular entre los fenomenólogos) como entre los no especialistas: Das Heilige de Rudolf Otto. Este investigador alemán, fundador de la escuela de Marburgo (véase sobre este colectivo Ugo Bianchi, 1975, 169ss. o Michael Pye 1989) tuvo una formación de teólogo y desde 1904 fue profesor de teología sistemática. En un lenguaje poético del que no estaba ausente la experiencia personal (en la que fue, parece ser decisivo, el contacto con las religiones orientales durante un viaje a la India) plantea el concepto de lo sagrado como mysterium tremendum al que acceden algunos hombres especiales y que resulta ser la esencia de la religión. Lo "santo" es una experiencia además de un motivo de estudio, que se inserta en la historia y se explica solamente dentro de la historia (renegando Otto del concepto de religión natural), que así se configura como el marco para "la predisposición natural para el conocimiento de lo santo" (Otto, 1917, 227). Resultan ejemplares del sólido anclaje teológico en el que el autor se mueve las últimas frases de su obra en las que defiende los grados de acceso a lo "santo". En potencia late en la "masa", aumenta en el escalón superior que forma la figura del profeta y por último es patrimonio en el grado supremo y en palabras textuales: "de quien, por una parte posee el espíritu en toda su plenitud y, por otra parte, él mismo, su persona y su obra, se convierten en objeto de la intuición divinatoria, en apariencia y manifestación de lo santo. Este es más que un profeta. Es el "hijo"". Como en el caso de su contemporáneo Nathan Söderblom (por ejemplo 1913; 1942), sacerdote, teólogo y responsable de la enseñanza de historia de las religiones en Uppsala durante decenios (y cuyas reflexiones sobre lo sagrado precedieron y fueron importantes en la obra de Otto), el marco conceptual de la teología cristiana impregna profundamente la investigación (la culminación de esta revelación de lo sagrado que se investiga se produce según estos autores solamente en el cristianismo), pero, y lo que es un dato muy relevante, frente a la mayoría de los teólogos de su época, Otto manifiesta un interés por un comparativismo que permite superar la visión exclusivamente cristiana y así acceder a un modelo más global. Quizá el mejor ejemplo de esta aproximación lo tengamos en el libro que dedicó a la mística comparada (Otto 1926) y que resulta quizá de mayor interés que su famoso Lo santo (cuyo título español no deja de criticar, por ejemplo Álvarez de Miranda):
… la mala fortuna del título español del libro de Otto: Das Heilige, que fue vertido al español por Lo Santo... la versión española no debió nunca intitularse Lo Santo, sino Lo Sagrado. No es igual. Y ya ese quid pro quo revela que, en los oídos españoles, esto del vocabulario religioso ha solido sonar siempre a música celestial. No se trata de un error lingüístico, sino de algo más intrincado, resumible como una falta de sensibilidad intelectual (más bien ambiental que individual) por los fenómenos religiosos... la cuestión que aquí se apunta... puede resumirse como la grave dificultad que implica siempre la tarea de traducir un libro renovador -el de Otto lo era- en un país sin la tradición intelectual específica, y, por tanto, verbalmente desprovisto de la herramienta técnica que el caso concreto requiere. (Ángel Álvarez de Miranda, "Un tratado de Historia de las Religiones", Cuadernos Hispanoamericanos 61, 1955: 111-112 |
1.4) Ejemplos y abismos de visiones unitaristas y esencialistas
Este modo de estudio propugnado por Otto,
que a la vez es búsqueda personal interior de lo "santo"-sagrado,
ejemplifica una aproximación intuitiva e incluso mística
que han seguido con mayor o menor entusiasmo otros muchos investigadores.
Desatacan, por ejemplo, Friedrich Heiler (1961; 1965) o el notable traductor
mallorquín Juan Mascaró (cuya recopilación titulada
Lamps
of Fire, de 1966, presenta las diversas tradiciones religiosas como
ilustraciones de la vía de desarrollo espiritual a seguir).
A pesar de la complejidad y diversidad
de su producción, que resulta muy difícil de encasillar,
quizá en este apartado convendría situar a un pensador del
fenómeno religioso tan creativo y polifacético como Raimundo/Raimon
Pannikkar. Ha ahondado en los valores de la interculturalidad y en
la caracterización de lo que es religión, divinidad, etc.
desde una óptica superadora de los marcos del pensamiento occidental,
aunque sin apartarse de una orientación que difícilmente
se puede definir al margen de los intereses primordiales de la teología
(de hecho defiende que tal diferenciación resulta un falso problema,
un error epistemológico de raigambre eurocéntrica). Profesor
de religiones comparadas en la Universidad de California en Santa Bárbara,
su perfil de creyente multirreligioso ofrecía un interés
para un modo de entender la disciplina muy "a la californiana", que planteaba
que no se puede conocer bien las religiones desde fuera, de ahí
que la múltiple adscripción religiosa era un aliciente indudable,
aunque se trate de una vía que no deja de plantear serios interrogantes
desde el punto de vista metodológico y teórico (convertir
la disciplina en una especie de parlamento de las religiones o de foro
permanente de diálogo interreligioso en el que las voces que se
buscan son las de los creyentes).
Podría también, en cierto
modo, incluirse en este apartado incluso a un estudioso de la complejidad
y habilidad de Mircea Eliade; en alguna de sus
múltiples facetas de investigador ha tocado temas y ha desengranado
enfoques (por ejemplo su hermenéutica total que no renuncia a los
caminos más difíciles de transitar) que son habituales en
estas vías en las que la teología se diferencia mal del enfoque
científico. También el círculo Eranos tiende a algunas
coincidencias con este camino (aunque se tratará en un apartado
específico) e incluso algunos pensadores de la "New Age"
como Rupert Sheldrake o incluso el prolífico Ken Wilber,
con sus síntesis muy ambiciosas que intentan aunar ciencia y tradiciones
milenarias, recuerdan la ambición de Rudolph Otto de explicar la
religión desde dentro.
Pero hay un momento en que este tipo de
aproximaciones se diferencian con dificultad de otras ya completamente
no-académicas o cuando menos para-académicas como la del
"teólogo marginal" y esotérico René Guénon
(1886-1951), que postulaba la existencia de una tradición primordial
traicionada en el desarrollo histórico de las religiones y en particular
por el cristianismo. Esta tendencia unitarista
(que lee lo sagrado como un unicum
con modos de manifestación
muy diversos -en cierto modo basándose en pre-conceptos parecidos
a los de Wilhelm Schmidt-) tiene notables defensores, destaca quizá
por el impacto editorial de sus trabajos y por la ambición de sus
síntesis Frithjof Schuon, que se esfuerza por apuntalar el postulado de
la existencia de
una tradición perenne que espera ser desvelada (que entronca en
ocasiones con el esoterismo y el ocultismo tan estudiado en lo relativo
al mundo occidental por los muy activos implicados en la línea
académica de investigación sobre Western Esotericism como Antoine Faivre, Wouter Hanegraaf o Kocku von Stuckrad, la revista Aries y la ESSWE). Esta posición no parece
más que una elaboración adaptada a un mundo de diversidades
religiosas y culturales de la idea de la existencia de una "religio
perennis" o "theologia perennis"
(o incluso
"philosophia perennis")
tan afín al pensamiento teológico cristiano. En esta línea
se podría clasificar a Titus Burckhardt, como ejemplo de
lo que algunos denominan pensamiento tradicional y que se manifiesta en
diversas revistas y boletines de grupos de adeptos (en España mantuvieron
esta tendencia hasta su desaparición las revistas Cielo y Tierra
y Axis Mundi). Plantean que existe un nivel de sabiduría
intemporal, que se mantiene en grados diversos de pureza en toda una serie
de
culturas del mundo (entre ciertas sociedades de carácter tribal
como los nativos norteamericanos, en muchas líneas esotéricas
del islam, el budismo, el hinduísmo, y por supuesto de modo quintaesencial
en el ocultismo cristiano). Incluso Aldous Huxley cabría entenderse como seguidor (por
lo menos en cierto momento de su voluble biografía) de este modelo
de entender el mundo. Afín a este tipo de postulados resulta la
posición metodológica del pensador marginal (y en cierto
modo maldito) Julius Evola (1898-1974) o incluso
de Ellémire Zolla (1926-2002).
Esta concepción del mundo puede
terminar adentrándose plenamente en territorios abismales como los
que ejemplifica la producción de los esoterismos diversos
(rosacruces, etc.) o las elucubraciones de los miembros de la Sociedad
Teosófica, y en particular de Helena Blavatsky (Washington 1993
les dedica un demoledor trabajo) que tantas derivaciones han producido
(por ejemplo en la consolidación del ideario de ciertos grupos "new
age").
1.5) Aproximaciones fenomenológicas
Una presentación más extensa redactada en 2006 puede verse en https://doi.org/10.5281/zenodo.10700709.
La deshistorización que propugnan
Nathan Söderblom o Rudolf Otto y en la que ahondaron los fundadores de la escuela
holandesa (Cornelis Petrus Tiele (1897-1899) y Pierre Daniel Chantepie
de la Saussaye (1887-1889), ambos teólogos) maduró, como
una aproximación metodológica de primer orden, con la consolidación
de la fenomenología de la religión. Este modo de aproximación
a los hechos religiosos ha sido entendido de dos maneras. La extensa, que
no tiene particularmente en cuenta las raíces filosóficas
del término fenomenología, terminó intentando generar
una ciencia específica cuya finalidad fuese el estudio de la religión
siguiendo un esquema diverso del histórico o incluso una macrodisciplina
en la que el análisis histórico fuese únicamente una
de las posibles vertientes. La estricta, por su parte, enraíza directamente
con la escuela de Husserl y la fenomenología filosófica e
intenta acceder a un análisis religioso en el que la intuición
se configura como el camino para profundizar en la "realidad" que trasciende
lo particular. En el primer caso ha terminado convirtiéndose en
un mero sistema clasificatorio o tipológico (Honko 1979, 141ss.)
que, además desde los años 1980 ha perdido a gran parte
de sus defensores y caído en una cierta desgracia (en la recopilación
de Cancik 1988, I, 306ss. aparece como un método filosófico
y no ya como el macrosistema de análisis que, por ejemplo, se postulaba
hasta los años setenta, por ejemplo Sharma, 1975), en el segundo
caso resulta una aproximación que entronca de modo evidente, por
ejemplo, con los modos de investigación de Rudolf Otto y que ha
empleado en algunos de sus trabajos Mircea Eliade. El impacto que ha ejercido
la aproximación fenomenológica se debe en gran medida a la
profundidad y calidad de uno de sus representantes, Gerardus van der
Leeuw. En 1933 publicó Phänomenologie der Religion
y marcó las pautas de una aproximación no histórica
pero a pesar de todo muy fructífera para el desarrollo de la disciplina.
Los fenómenos religiosos se estudian desde una óptica intercultural,
sintetizadora y comprehensiva que, aunque en última instancia, y
como corresponde a la aproximación de un teólogo y sacerdote,
termine buscando una esencia que a muchos investigadores ha parecido una
mera entelequia, pero que gracias a la finura de los análisis de
van der Leeuw, resulta particularmente explicativa. Los estudios de fenomenología
de la religión han sido numerosos (Rodríguez Panizo 1994)
y en España han tenido un notable éxito (como la traducción
de la monografía de Geo Widengren) y se cuenta con diferentes especialistas
en fenomenología de la religión entre los que destacaron de
modo claro Juan Martín Velasco (que, además de manuales generales, ha aplicado de modo muy interesante la fenomenología al tema de la mística:
Martín Velasco, 1999) o
Lluis Duch, ambos teólogos. El primero clasificó como fenomenólogos a
muchos autores que quizá se podrían ubicar en otros espacios
(incluyendo
por ejemplo a Mircea Eliade entre los fenomenólogos lo que resulta
poco evidente -aunque uno de los grandes especialistas en Eliade, D.
Allen
en la Encyclopedia of Religion tanto en la edición de 1987
como en la de 2005, siga manteniéndolo). El carácter retardatario
de la disciplina en nuestro país y la tardía implantación
en los niveles universitarios en centros no confesionales quizá
permita explicar la anomalía del fuerte y duradero impacto (y
prestigio)
de la aproximación fenomenológica en España (entre
estudiosos con formación teológica católica) decenios después de que no
fuese la opción reivindicada en los ámbitos más septentrionales.
1.6) La antropología de lo sagrado: una denominación ambigua
A la par que la fenomenología de
la religión desde comienzos de los años ochenta ha ido perdiendo
adeptos al constatarse el fracaso de su configuración como ciencia
independiente y alternativa a la historia de las religiones (quizá
en parte por lo profundo de su vinculación con la teología
y su carácter ancilar frente a ésta) se intentó conformar
una sucesora, bautizada con el ambiguo nombre de antropología religiosa
o antropología de lo sagrado. No hemos de confundirla con la
antropología de la religión
(subespecialización
de la antropología dedicada al estudio de la religión para la que en
español contamos con la excelente síntesis de Manuela Cantón)
ni con la más extensa antropología simbólica.
Buscó en la homonimia plantear el reto
de una redefinición de antropología (inviable dado el desarrollo
disciplinar actual de esta ciencia) al modo teológico católico.
Fue surgiendo en ámbitos intelectuales con una orientación
teológica o para-teológica católica muy clara desde
uno de sus primeros sistematizadores, Michel Meslin (1926-2010), que en ese primer momento esbozó sus características
y ha concretado el concepto en sus puntualizaciones desde mediados de los
ochenta (por ejemplo en la revista que dirigió Cahiers d'anthropologie
religieuse). Su divulgador principal ha sido el teólogo y sacerdote
(cardenal católico desde febrero de 2012) Julien Ries (1920-2013)
que ha convertido a la antropología de lo sagrado en la línea
de cohesión de su ambicioso tratado.
La antropología religiosa debe distinguirse de
la etnología, la historia y la sociología de las religiones.
Su objeto de estudio es el homo religiosus en tanto que creador y utilizador
del conjunto simbólico de lo sagrado y como portador de unas creencias
religiosas que rigen su vida y su conducta. No está lejos de la
etnología o ciencia del comportamiento que dio sus primeros pasos
hace algunas décadas.
Cada religión tiene una posición específica en relación al hombre, a la condición humana, a la inserción del individuo en el mundo y en la sociedad. Basta considerar los Vedas, las Upanishad, los textos budistas, los textos sumerio-babilonios, los documentos egipcios de la época de los faraones o el pensamiento religioso greco-romano, para percibir las muy diversas facetas de la antropología religiosa. Existe una antropología cristiana que encuentra su fundamento en las tradiciones bíblicas, pero que está profundamente marcada por la impronta de Jesucristo, el Hombre-Dios que arroja una luz nueva sobre el ser humano, sobre el misterio del hombre y la condición humana. Esquematizada en sus líneas generales por los textos del Nuevo Testamento, y de manera particular por san Pablo, esta antropología cristiana fue elaborada por los Padres de la Iglesia, llevados por el entusiasmo que en ellos suscitaba el hombre nuevo, el hombre cristiano. Esta antropología conoció recientemente una adaptación a la cultura ya las ciencias actuales por la promulgación de la constitución Gaudium et Spes del Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965. Dice este documento: "Es, por consiguiente, el hombre; pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, quien será el objeto central de esta exposición" (Gaudium et Spes, 3, 1). Introducción de J. Ries al volumen I de J. Ries (ed.), Tratado de Antropología de lo sagrado, Madrid, ed. Trotta, 1995 (Milán, 1989) (más citas) |
Utilizando como punto de partida (precursores
deseados) a Söderblom, Otto, Eliade, Dumézil, Corbin o Jung
(es decir los miembros del círculo Eranos y los teólogos
de "lo santo"), Ries intenta generar una nueva aproximación a la
experimentación de lo sagrado por parte del ser humano al que estima
homo
religiosus, es decir original y (casi) genéticamente religioso,
y creador de un lenguaje religioso intercultural convergente. Lo mismo
que Rudolf Otto situaba en el vértice de la pirámide de la
experimentación de "lo santo" al "hijo" (con minúsculas),
en el enigma que cierra su Lo santo, Julien Ries expone lo que estima
el cúlmen de la experiencia de lo sagrado: primero la revolución
de la elección por el "dios trascendente" del pueblo de la alianza
y de la asunción del monoteísmo, pero sobre todo en unas
palabras textuales cargadas de un evolucionismo teológico cuyas
raíces últimas parecen adentrarse en las premisas del Urmonotheismus
de Wilhelm Schmidt: "a esta revolución sucede la Encarnación
de Dios en Jesucristo, hierofanía suprema y teofanía única,
pues la historia misma se transforma en teofanía. El homo religiosus
arcaico había reconocido lo sagrado en sus manifestaciones cósmicas.
Ahora en Jesucristo, Dios se manifiesta encarnándose en él.
Es el fin del tiempo mítico y del eterno retorno. A través
de la Iglesia, Cristo continúa presente: es la nueva alianza que
implica una valoración del hombre y de la historia" (Ries 1989,
37). Ries defiende un modelo que estima nuevo (el nuevo espíritu
antropológico) pero que baraja conceptos bien conocidos, los de
la teología (en este caso católica) aunque arropados gracias
al método comparativo. La experiencia religiosa no cristiana no
sirve ya como modelo de errores y desvaríos sino como listón
de una comparación en el que en la escala suprema se sitúa
la revelación cristiana: "En la historia de la humanidad, en la
cima de la jerarquía hierofánica, se sitúa la encarnación
de Dios en Jesucristo: la mayor revolución religiosa de todos los
tiempos y, para el cristiano, una experiencia única" (Ries 1989,
32). Se trata de un religiocentrismo militante que hace de un dogma
teológico particular (el valor sotérico de la encarnación
para un cristiano) una categoría universal. La postura de Ries,
de modo explícito o indirecto queda avalada por muchos investigadores
que colaboran en este trabajo (L.V. Thomas, G. Durand, G. Gnoli, por ejemplo),
lo que no deja de sorprender y que llevó al coordinador a matizar
su entusiasmo en volúmenes posteriores.
Estas formas de entender el estudio de
lo sagrado que hemos repasado, y que suelen tener su cantera entre sacerdotes
y teólogos, presentan un problema crucial de base: si no se liman
sus connotaciones más religiocéntricas (connaturales por
otra parte a la teología) se impide la forja de un lenguaje común
de consenso. En el mundo global actual hemos de cotejar las aportaciones
de especialistas de muy diversas culturas, si éstos actúan
en última instancia como teólogos e intentan establecer como
verdades científicas las certezas o dogmas de cada teología
particular (como ocurre con Ries o con Yogananda con el que comenzábamos
este apartado) no habrá camino para una disciplina que comenzó
a delimitar sus competencias justamente cuando empezó a construir
modos de trabajo diferentes de los teológicos. La teología
y la historia de las religiones (o como se la quiera denominar) son aproximaciones
necesariamente diversas, pero como un fénix la primera parece intentar,
con métodos y presentaciones diversas, apuntalar su presencia en
la segunda, probablemente porque muchos teólogos son conscientes
del estrecho marco de cada teología particular y desearían
poder construir una teología de las religiones, ideal que en cierto
modo equivaldría a "desvelar" la religión natural (pero que
necesariamente debería coincir con la religión propia o la
perspectiva teológica derivaría hacia derroteros diferentes).
Sirvan como contrapunto a estas especulaciones teológicas y para-teológicas
las aproximaciones materialistas a la religión. Levantan un edificio
conceptual radicalmente diferente puesto que se basa en la premisa de la
no existencia de cualquier entidad que se revele, de cualquier sacralidad
que tenga su origen en horizontes diferentes de los que construye el ser
humano para fines de alienación, dominio y explotación.
2) La religión como invención: las sospechas materialistas
Las interpretaciones materialistas, si bien
tienen numerosos predecesores, se concretan a partir de mediados del siglo
XIX con las reflexiones de Feuerbach y de Marx; toman forma de escuela
académica en la Unión Soviética con la instauración
de la disciplina denominada
ateísmo científico y presentan
muy diversas materializaciones y ramificaciones en modos no marxistas de
pensamiento. Las siguen investigadores
ateos (o cuando menos no religiosos), que como premisa apriorística
niegan la existencia de cualquier realidad suprahumana, pero que incluso
pueden llegar a defender una postura antirreligiosa (desde luego en las
antípodas de la neutralidad metodológica y muy enraizadas en opciones de hostilidad metodológica). El principal interés
de estas aproximaciones es que enfocan la investigación hacia la
determinación del papel de la religión como mecanismo de
explotación y alienación.
Escuelas de pensamiento ateas (Gonzalo Puente Ojea es clave en la caracterización del fenómeno) han existido,
por lo menos, en tres grandes culturas de la antigüedad: en la India,
en China y en la Grecia clásica. El ejemplo de la progresiva construcción
de la opción atea entre los griegos antiguos resulta interesante,
por una parte por la antigüedad de la misma y por otra porque permite
mostrar, en forma de contraste, la carga de opinión propia (de creencia
personal, algo parecido a lo que ocurría con la opción teológica)
que poseen, a pesar de su deseado cientifismo, algunas de las opciones
materialistas modernas. El primer paso en la negación de los Dioses
se plantea entre una serie de pensadores que, en el afán de generar
una teología depurada, optan por dudar de la tradición; avanzando
un paso más surge una corriente de pensamiento para la que la religión
popular es superstición y en consecuencia se puede hacer mofa de
ella, lo mismo que de la religión oficial. Pero el paso más
radical lo plantearon otros pensadores (como Critias o Pródico)
optando por una línea que lleva a sus consecuencias últimas
la crítica filosófica a esos Dioses ideados a la medida del
ser humano de la religión tradicional de los helenos. Los humanos
no antropomorfizan a los Dioses sino que los han inventado: los Dioses
por tanto no existen en la argumentación de estos griegos ya plenamente
ateos (de los que se conoce una lista cercana al medio centenar de nombres:
Winiarckzyk 1984; 1989; 1990). Evémero de Mesene (filósofo
del siglo IV a.e.) ofreció una nueva hipótesis según
la cual los Dioses del presente fueron antiguos grandes soberanos benefactores
de la humanidad, que en agradecimiento a sus bondades fueron elevados a
la dignidad sobrenatural (lo que se denomina interpretación evemerista,
un tipo de racionalización del mito y la religión que también
desarrollaron otras culturas y en particular la china). En resumen los
ateos griegos determinaron, en el terreno de la narración fabulosa,
la construcción de la hipótesis de la creación humana
de los Dioses como medio de control social y de agradecimiento por sus
beneficios a la naturaleza o incluso a antiguos líderes poderosos.
(habla Sísifo) "Entonces, como las leyes impedían que los hombres cometiesen acciones violentas en público, pero continuaban cometiéndolas en secreto, creo que un hombre de sagaz y sutil mente introdujo en los hombres el miedo a los dioses, para que pudiera haber algo que asustara a los malvados aún cuando a escondidas actuasen, hablasen o pensasen alguna cosa. Por este motivo inventó la concepción de la divinidad. Existe, dijo, un espíritu que disfruta de una vida eterna, que oye y que ve con su mente, que lo sabe todo y todo lo domina, poseedor de una naturaleza divina. El oirá todo lo que se hable entre los hombres y podrá ver todo lo que se haga. Aunque se trame algo malo en silencio, no pasará desapercibido a los dioses, dada su inteligencia ... Con tales temores engañó a los hombres, y de esta forma, con su bello relato, inventó la divinidad y la situó en un lugar adecuado, y acabó con la anarquía mediante sus leyes ... creo que fue de esta manera como al principio alguien persuadió a los hombres para que creyesen en el linaje de los dioses" (Critias, Sísifo, 43 F 19 Snell TGF I, otros lo hacen obra de Eurípides), Critias (460-403). |
"Respecto de los dioses, los antiguos transmitieron dos concepciones. Ciertos dioses son eternos e inmortales, como el sol, la luna, las estrellas, el cielo, los vientos y todo lo que posee una naturaleza semejante a éstos ... Pero los otros dioses son seres nacidos en la tierra que alcanzaron los honores immortales gracias a sus beneficios (euergesías) hacia los demás hombres, como Heracles, Dioniso, Aristeo y otros parecidos ... Evemero escribió un tratado especial sobre estos últimos. Evemero que era amigo del rey Casandro (rey de Macedonia del 301 al 297) y que fué encargado por él de llevar a cabo ciertos asuntos del reino y hacer largos viajes cuenta que se dirigió desde Arabia hacia el sur ... y llegó a Panquea ... y vió a los Panqueos, sus habitantes, hombres que destacan por su piedad y honores para los dioses ... En la isla y situado al pie de una montaña imponente se hallaba el santuario de Zeus Trifilio, que fué fundado por Zeus en la época en la que era rey de la tierra habitada y vivía aún entre los hombres. En el interior del templo había una estela de oro en la cual hizo grabar, en la escritura empleada por los Panqueos, la narración de las hazañas de Urano, Crono y Zeus. Evemero dice que Urano fue el primero en ser rey, era un hombre benéfico y amable, versado en el movimiento de los astros y el primero en honrar a los dioses de los cielos con sacrificios, por lo que se le denominó Urano (cielo). Le nacieron de su esposa Hestia dos hijos, Titán y Crono, y dos hijas, Rea y Demeter. Crono fue rey tras Urano, se casó con Rea y tuvo a Zeus, Hera y Poseidón. Y Zeus, tras convertirse en rey a su vez, se casó con Hera, Demeter y Temis y tuvo hijos de todas ellas; los curetes de la primera, Perséfone de la segunda y Atenea de la tercera ... luego fue a la isla Panquea ... y allí levantó un altar a Urano, el fundador de su familia ... visitó a muchos otros pueblos y todos ellos le honraron y le proclamaron públicamente dios" (Diodoro VI, 1 y ssgs. trad. basada en la ed. Vogel (T 1890) fr. recogidos por temas en M. Winiarczyk Evhemeri Messenii Reliquiae (T 1991); de Eusebio Praeparatio evangelica 2.2. 59b-61a). |
2.1) Marxismo y estudio del fenómeno religioso
En 1841 apareció la primera edición
de la polémica obra de Ludwig Feuerbach La esencia del cristianismo,
en la que se defendía una crítica radical tanto del cristianismo
como de la religión desde una postura militante materialista atea.
La religión para este autor es falsedad, irracionalidad, "condición
infantil de la humanidad". La influencia de Feuerbach en Marx, tanto como sistematizador
de la crítica a la religión como contramodelo (en Engels) es destacada. Tres años después de la publicación
de La esencia del cristianismo, Marx escribió la Crítica
de la filosofía del derecho de Hegel en la que expone, sin afán
sistemático, su reflexión sobre el papel de la religión,
en la que destacan las frases (algunas muy célebres) siguientes:
"El hombre hace la religión; la religión no hace al hombre ... pero el hombre no es un ser abstracto que ocupa el mundo desde fuera. El hombre es su propio mundo y es también el estado y la sociedad. Este estado, esta sociedad producen la religión, una conciencia invertida del mundo ... El sufrimiento religioso es, a la vez, expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la expresión de las criaturas oprimidas, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de una situación desespiritualizada. Es el opio del pueblo. El pueblo necesita abolir la religión, su felicidad ilusoria, para recuperar su verdadera felicidad". |
La reflexión que desarrolla Marx
de un modo mucho más profundo que otros pensadores ateos anteriores
es que la religión es no sólo obra de hombres, sino instrumento
de la explotación de unos hombres sobre otros, tanto porque adormece
las ansias revolucionarias con la promesa de la felicidad (opiácea
y artificial) del paraíso en el más allá como porque
genera unos medios potentísimos de control ideológico en
manos de los poderosos. La religión en resumen es (y siempre será,
en contra de Feuerbach) profundamente negativa y perniciosa según
el pensamiento marxiano.
El impacto de esta línea de pensamiento,
muy condicionada por las premisas de la lucha política y de la forja
del contramodelo (con claros ribetes religiosos por otra parte, no hay
que olvidar que Marx era nieto del rabino de Tréveris) del paraíso
comunista no ha sido, en realidad, muy destacable entre los historiadores
de las religiones (en el sentido amplio del término). Tanto porque
se trata de un reduccionismo excesivo, como porque resulta muy poco respetuoso
con el objeto de estudio (que de igual modo se comprende mal si se piensa
que se trata de un cúmulo de falsedades desde una opción
atea que teológica) o incluso porque la casi totalidad de los especialistas
en la disciplina han sido por su extracción sociológica profundamente
hostiles al mensaje marxista (situación que se ha mitigado en los
últimos decenios, en los que se han abierto los caminos académicos
a pensadores marxistas entre los que destaca, por la variedades de sus
intereses investigadores, por ejemplo, la figura de Maurice Godelier).
El marxismo ha influido tan poco que resulta inhabitual encontrar estudios
profundos y monográficos sobre la religión como estrategia
de explotación (si excluimos por ejemplo temas puntuales como el
milenarismo o las revueltas religiosas medievales o modernas). Faltan,
desde luego, análisis comprensivos de las religiones mundiales confeccionados
desde esta óptica, quizá porque no resulta nada fácil
tener en cuenta toda la riqueza de facetas de una religión determinada
si se la mira desde un esquema apriorístico excesivamente estricto.
Estas puntualizaciones, de todos modos,
si bien resultan pertinentes en lo que se refiere al desarrollo de la disciplina
en los países occidentales no reflejan toda otra realidad, la de
la historia de las religiones soviética (extinguida desde hace más
de dos décadas, incluso en Cuba, quizá por eso empieza a
interesar puesto que ya no representa el peligro del contramodelo).
2.2) Historia de las religiones y ateísmo científico en la Unión Soviética
La Unión Soviética produjo durante más de medio siglo un modelo de investigación y docencia en historia de las religiones que ha sido marginado por los especialistas occidentales que ni siquiera suelen tenerlo en cuenta a la hora de plantear la historia de la disciplina. Férreamente marxista y atea, para la que los retazos de reflexión sobre pensamiento religioso expuestos por Marx, Engels o Lenin se tenían por bálsamo de sabiduría que encabezaba cualquier prólogo de intenciones o incluso muy puntuales investigaciones (la cita era el signo de la vinculación con una ortodoxia), esta escuela resulta desconocida también porque muchos de sus miembros, escudados en una práctica glotocéntrica rusa (no publicar más que en ruso, vehículo lingüístico impuesto a los países de su entorno que les estaban sometidos), no sintieron la necesidad de hacerse escuchar por una comunidad científica que, además, no aceptaba las premisas (de índole casi teológica) en las que se basaban sus trabajos. De todos modos, gracias a los circuitos propagandísticos (a los que no eran ajenos los intentos de fortalecimiento de esta línea ideológica en Cuba) contamos en español con algunas publicaciones que permiten calibrar las orientaciones generales de la escuela. S.A. Tokarev expone en el prólogo a su manual de historia de las religiones el interés de la disciplina:
"Educar al hombre sobre la base de las concepciones materialistas científicas es una de las más importantes tareas ideológicas que debemos realizar durante el periodo de edificación del comunismo. El programa del partido comunista de la Unión Soviética señala la necesidad de realizar sistemáticamente una amplia propaganda científica ateísta, explicar pacientemente la endeblez de las creencias religiosas. Resulta imposible llevar a cabo la propaganda ateísta científica si no se conocen a fondo y seriamente las religiones pasadas y actuales de los diferentes pueblos. Es necesario saber con exactitud cómo y cuando nacieron las fantasías religiosas ..." Tokarev 1964, 15 |
El cinto metodológico de esta escuela
lo marca el apriori ideológico de la defensa de los argumentos del
ateísmo científico una de cuyas "biblias" tenemos también
traducida al español y vió la luz, sin autor específico,
sino encabezado como trabajo colectivo del Instituto del ateísmo
científico de la Academia de las Ciencias Sociales de la URSS.
Instituto del Ateísmo Científico de la Academia de Ciencias Sociales de la U.R.S.S., El ateísmo científico, Gijón, 1983 (or. 1978). 1) El capítulo I (El objeto del ateísmo científico) se puede analizar como un "catecismo" del ateísmo, que muestra un militancia religiocéntrica (invertida) digna de los mejores evangelizadores y misionólogos. 2) El capítulo XIV (El contenido moral del ateísmo científico). El necesario alejamiento de la historia de las religiones / estudio de las religiones del endoctrinamiento moral sirve como criterio para destacar la convergencia de las visiones teológicas y las desarrolladas por el ateísmo científico y la denominada historia de las religiones soviética. Las preocupaciones morales y propagandísticas desvirtúan completamente los análisis de esta escuela claramente religiocéntrica (desde un religiocentrismo ateo que ¿resta fuerza al argumento que distingue ópticas confesionales de no-confesionales?). Para profundizar: S.A. Tokarev, Historia de las Religiones, Madrid, 1979, 27ss.; A. Kryvelev, Historia atea de las Religiones, Madrid, 1984 (la edición original rusa no llevaba el calificativo atea, era solamente "historia de las religiones"), 7ss. |
El estudio de la religión se limita por tanto a las manifestaciones sociales de la misma y no existe más medio de analizar la religión personal que como ilusión y desvarío (se trata de un reduccionismo que desde luego impide avanzar en la comprensión de fenómenos religiosos de gran interés como la mística o los cultos extáticos).
2.3) Otras aproximaciones materialistas
Existen otras aproximaciones al estudio
de la religión que si bien se han confeccionado desde la óptica
general del materialismo no presentan los aprioris tanto del pensamiento
marxiano como del enfoque soviético y que, por tanto, están
abiertos a modos diversos (como el estructuralismo, por ejemplo) que atemperan
el religiocentrismo (al revés) de la opción antes repasada.
Así el materialismo, en particular el marxista, depurado
de sus caracteres más militantes y en cierto modo domesticado (convertido
en estrategia de investigación y no ya en método de lucha
política), al abrirse a las corrientes que convulsionaron las ciencias
humanas en los años setenta (en particular el estructuralismo) ha
generado intelectuales como Maurice Godelier (1934-) que lejos de
caer en análisis simplistas o reduccionistas ofrece explicaciones
muy eficaces sobre el papel de la religión tanto en sociedades preestatales
como antiguas. Este autor (en especial Godelier1974; 1984), que
ha intentado determinar los valores de la religión en las sociedades
precapitalistas (para las que el análisis marxiano estaba menos
que meramente esbozado); más que únicamente ideológicos,
éstos terminan permeando a la propia estructura social, determinando
los modos en que la sociedad produce, se reproduce, regula las relaciones
entre sus miembros (en particular entre varones y mujeres, en el antagonismo
más intenso en esas sociedades como muestra el ejemplo de los baruya:
Godelier 1982) (obras
de Godelier de interés: Economía, fetichismo y religión
en las sociedades primitivas. México: Siglo XXI, 1974: / La
producción de Grandes hombres : poder y dominación masculina
entre los Baruya de Nueva Guinea Madrid: Akal 1986 (1982) / Lo
ideal y lo material: pensamiento, economías, sociedades Madrid:
Taurus.1989 / El enigma del don. Dinero, Regalos, objetos santos,
Barcelona: Paidós Ibérica, 1998).
Los puntos de vista materialistas, si consiguen mitigar
la tendencia religiocéntrica (al revés) pueden resultar muy
útiles para abrir los ojos ante ciertas manifestaciones de la religión
que suelen ser soslayadas por puntos de vista de carácter idealista.
Para terminar con este rápido repaso
a las aproximaciones materialistas y ateas, que de todos modos han afinado
los análisis como consecuencia de los avances de la disciplina durante
todo el siglo XX (algo que los investigadores soviéticos no tuvieron
en cuenta como principio ya que minusvaloraban la historiografía
burguesa), conviene referirse al materialismo cultural y a Marvin Harris
(1927-2001). Parte del presupuesto de que la religión es un
mecanismo superestructural que tiene su origen en las condiciones infraestructurales
y estructurales y no al revés (Harris 1971 caps. 21-22; de ahí
que sea una opción materialista) y emplea el análisis ecológico-religioso
de un modo muy eficaz (esta aproximación, que presenta características
propias no siempre necesariamente ateas y radicalmente materialistas y
hasta ha producido sus conversos, como el ya repasado Michael Harner/Chamán
Blanco). Las explicaciones que genera este método son muy interesantes
y fructíferas en lo que se refiere a sociedades a pequeña
escala pero cuando se trata de análisis religiosos de sociedades
de gran complejidad (en las que la variante ecológica no es tan
directamente determinante en la consolidación del sistema social)
resultan muy discutidas (como por ejemplo el estudio del mesianismo judío
en Harris 1974, 139ss.; más interesante es el análisis de
la divinización de la vaca en la India en Harris 1974, cap. 1 o
1977, cap.12).
Muchos investigadores, englobados en muy
diversas opciones de análisis y puntos de vista a la hora de enfrentar
el estudio de la religión han mantenido posiciones ateas o no religiosas,
pero no necesariamente se deben englobar entre las opciones materialistas,
puesto que pueden primar en sus análisis otros criterios que los
que hemos visto que resultan fundamentales en el materialismo. Quizá el mayor
escollo, para la capacidad explicativa del materialismo la encontramos
en los análisis de religión personal, mística o extática
(fundamentales, por otra parte, para entender de modo profundo formas religiosas
como el chamanismo -que quizá explique el radical cambio de orientación
de Harner-). Los modos de pensamiento que no se plasman de forma directa
en conductas cuya explicación resulte fácilmente desentrañable
al margen de explicaciones puramente imaginarias (porque reflejen una adaptación
ecológica o un sistema de explotación) tienen difícil
cabida en este tipo de análisis.
Entre los modos críticos respecto de la religión y las religiones,
hay que tener en cuenta una serie de trabajos, surgidos desde perspectivas evolucionistas y darwinistas que generan un reto, con
un lenguaje muy depurado, respecto de las bases teóricas del tema de estudio;
por ejemplo D. C. Denett, Romper el hechizo. La religión como fenómeno natural,
Madrid, Katz, 2007 (Nueva York 2006) o R. Dawkins, El espejismo de dios,
Madrid, Espasa, 2009 (título original The God Delusion, Londres, 2006). La
inclusión de los primates redefine las perspectivas: Frans de Waal, El bonobo y
los diez mandamientos. En busca de la ética entre los primates, Barcelona, 2014
(The Bonobo and the Atheist: In Search of Humanism among the Primates, Nueva
York, 2014). Las perspectivas de Yuval Noah Harari, Homo Deus, Debate, 2016
(Penguin, 2015) revisita los planteamientos del transhumanismo y redefine el
marco de un nuevo ateísmo en el que los humanos serían como dioses.
3) Lo social, lo inconsciente y la religión
Lo social y lo inconsciente son dos ámbitos en los que se han centrado los análisis en la disciplina, desembocando en perspectivas de investigación que en muchos casos resultan casi irreconciliables. Corresponden a los campos de desarrollo de dos ciencias particularizadas, la sociología y la psicología y si bien sus conclusiones pueden parecer divergentes, el historiador de las religiones (o como quiera llamársele), en su búsqueda de explicaciones globalizadoras, está abocado a intentar conjugarlas.
3.1) La herencia de Durkheim
El impacto de la escuela sociológica
francesa es muy notable en el desarrollo de la disciplina de estudio de
las religiones. Nos centraremos en las líneas que siguen, menos
en las características generales de la escuela, cuanto en la especulación
sobre el fenómeno religioso que realizan los estudiosos que pueden
inscribirse a ella y en especial su fundador, Émile Durkheim
(1858-1917).
Dejando a un lado las elucubraciones del
que podemos definir como precursor de la escuela, Auguste Comte, convencido
de que podía crear una religión positiva, adaptada a los
presupuestos de la razón (una curiosa teodicea que casi hubiera
podido permitir incluirlo entre los defensores de enfoques teológicos
o para-teológicos: Diez de Velasco 2000, 23ss.) el verdadero consolidador
de este punto de vista, en su tiempo completamente renovador, fue Durkheim.
De familia rabínica, siguió en su infancia una profunda educación
religiosa que quizá permita explicar su interés por los temas
de moral y religión. La obra en la que expone de modo sistemático
sus reflexiones religiosas, publicada un lustro antes de su muerte, cuando
se encontraba en la cima de su consagración académica es
Las
formas elementales de la vida religiosa. Encara el problema (redundante
entre los especialistas de la época) del origen de la religión
y las características de sus formas primeras (en última instancia
se estaba buscando, en la sociedad en progresiva laicización, un
modelo de valores de fuerte raigambre más allá de los que
defendía el cristianismo). Para Durkheim la religión nacería
como concreción de los valores colectivos y el totemismo, la forma
elemental de la vida religiosa, sería la concentración en
un objeto, el totem, del símbolo de todo el grupo social. Esta insistencia
en el carácter social de la religión le llevó a aventurar
una famosa definición: "una religión es un sistema solidario
de creencias y de prácticas relativas a las cosas sagradas (es decir
separadas, interdictas) creencias y prácticas que unen a una misma
comunidad moral" (Durkheim 1912, 42).
Su discípulo y sobrino Marcel
Mauss (1872-1959), entroncado con una prestigiosa familia judía
que contaba con varios rabinos entre sus miembros, se centró en
mayor medida que Durkheim en los estudios religiosos; sancritista y especialista
en la religión de los pueblos "ágrafos", sus obras, diseminadas
en publicaciones periódicas y en bastantes casos realizadas en colaboración
(en particular con H. Hubert) son fundamentales, todavía en la actualidad,
a la hora de enfrentar estudios teóricos sobre la magia o el sacrificio
(una bibliografía por Karady y Lévi-Strauss en Mauss 1968).
Otro de los pensadores influyentes y polémicos
de este grupo será Lucien Lévy-Bruhl; especialista en la
obra de Auguste Comte (Lévy-Bruhl 1900) y teórico de la mentalidad
primitiva (sus obras de 1910, 1922, 1927, 1931, 1935) comenzó defendiendo la idea que no todos los hombres presentaban
capacidades intelectivas semejantes. Los "primitivos" utilizaban un pensamiento
prelógico que les llevaba a figurarse el mundo de un modo no regido
por la razón, frente a los civilizados que utilizaban un lenguaje
lógico y poseían una mentalidad racional. Si bien se han
vertido críticas muy duras contra estas ideas (que presuponían
la necesidad de la tutela civilizada sobre los primitivos incapaces de
autoregirse, argumento de peso en la mentalidad eurocéntrica imperialista-colonialista)
y contra el vocabulario empleado por el autor (utiliza con profusión
el término primitivo, pero también el de sociedades inferiores)
hay que tener en cuenta que su pensamiento evolucionó notablemente
y terminó renegando tanto del concepto de pensamiento prelógico
como de las implicaciones más etnocéntricas de sus teorías. Tiene además el interés, no sólo
de establecer las bases de los estudios de mentalidades, sino también
de realizar estudios sobre simbolismo y mística (Lévy-Bruhl
1938; que desentrañaba también entre las sociedades preestatales,
lo que no era común en su época, en la que la mayoría
de los investigadores preferían acotar el uso del término
para los monoteísmos; Diez de Velasco 1998, 131ss.) con una sensibilidad
desusada en la escuela sociológica.
Muchos otros intelectuales franceses se
englobaron en esta escuela o fueron influidos por ella, dedicándose
a ámbitos muy diversos de la investigación como el folclorista
y teórico de los ritos de paso Arnold van Gennep 1873-1957
(1909 una obra que se sigue citando y cuyos análisis tienen una
cierta vigencia), el sinólogo Marcel Granet (1921; 1928; 1932) o
el helenista Louis Gernet (1932; 1968), notable renovador de los modos
de entender el mundo griego y pieza clave en el surgimiento de la denominada
"escuela de París" (liderada por J.P. Vernant, P. Vidal-Naquet o
M. Detienne). Dentro de la gran diversidad de enfoques destaca en todos
ellos la importancia que otorgan a lo social y la influencia que han ejercido
tanto en el desarrollo del estructuralismo como en la consolidación
de la escuela de Annales y su producto más acabado que es la "historia
total", y en cierto modo preludian un pensador sobre el fenómeno
social tan complejo como Pierre Bourdieu.
3.2) Max Weber y su influencia
Max Weber (1864-1920) tuvo una influencia
sobre el desarrollo de la sociología (y de la sociología
de la religión) comparable a la de Emile Durkheim, del que fue grosso
modo
coetáneo. Insiste en el papel cohesivo de la religión
y en la progresiva racionalización de sus presupuestos a la par
que la sociedad se hace más compleja y que los especialistas religiosos
definen sus ámbitos competenciales. Sus análisis socio-religiosos
resultan puntualmente muy acertados (como cuando relaciona la profecía
y en particular la profecía israelita con el aumento de la presión
de los aparatos estatales en consolidación) aunque alguna de sus
tesis más famosas, como la que relaciona el surgimiento del capitalismo
con el desarrollo de la ética protestante, hayan sido desmontadas
por sus detractores (aunque sigan defendiéndola otros). En este
punto quizá el interés de Weber no tenga tanto que ver con
el ejemplo que presenta cuanto con las implicaciones del método
que se atrevió a proponer: la ideología no iría a
la rémora de la economía, sino que un cambio económico
fundamental vendría precedido de un cambio ideológico que
daría razón de ser al primero. Además la clave para estudiar las
religiones sería intentar comprender y no solo analizar (como proponía
la escuela que parte de Durckheim). Su producción científica
es mucho más variada que la de Durkheim y tocó temas de religión
europea como en La ética protestante y el desarrollo del capitalismo,
pero también de religión judía, india, china o en
general de teoría de la sociología de la religión
(Weber 1922; 1922a). La mayoría de su producción quedó
en estado de prepublicación a su muerte y fue entregada a la imprenta
por su mujer, según una ordenación que se está revisando
en la edición alemana en proceso de publicación (de la que
Weber 1997 -véase el prólogo de E. Gavilán- es una
primera aproximación).
Otros sociólogos alemanes presentan
una mayor influencia de la teología que Weber (que también
estudió teología entre otras disciplinas, al modo germano
de aquel entonces en que un especialista en religiones solía tener
un segundo doctorado en teología) como Ernst Troeltsch (1905; 1912)
o Joachim Wach (1924; 1931; 1946; 1954; 1958, aunque se le suele incluir
entre los fenomenólogos) y han tenido menor impacto global (aunque
la influencia de Wach en los Estados Unidos -fue el predecesor de Mircea
Eliade en Chicago- es destacable).
En cierto modo el método weberiano
aunque dotado de unas implicaciones, a mi entender, abusivas, lo ha empleado
por ejemplo Samuel Huntington (1996) al plantear que el mundo posterior
a la guerra fría se basa en un enfrentamiento de civilizaciones
propiciado en muchos casos por los valores identitarios que ofrece la religión.
3.3) Religión e inconsciente
Frente a lo social, la psicología
intenta una explicación de la religión que parte de lo personal
e incide en lo inconsciente. Se pueden detectar dos grandes corrientes
de pensamiento en la consolidación de este enfoque, por una parte
los que estiman que la religión es una fase superada (e incluso
perniciosa) del desarrollo humano y los que o soslayan este tema o emiten
la opinión contraria.
El carácter ilusorio de la religión,
que ya aparecía en Marx y que desarrolló desde un anticristianismo
(y también antibudismo) radical Friedrich Nietzsche (1882; 1885;
1886; 1888) se postula de modo sistemático en el padre de la psiquiatría
Sigmund Freud. La ilusión en este caso no surge de la divinización
de lo útil o de las artimañas de la explotación sino
del remordimiento: esta es la explicación que presenta Sigmund
Freud (1856-1939) en su célebre (y casi tan mitológico
como los relatos de los ateos antiguos) Totem y Tabú de 1912.
El asesinato del padre (pecado original) en la fase más arcaica
de la historia social del hombre (la horda nucleada por un macho) y el
remordimiento de los hijos tras la desaparición del genitor y la
violación de las hembras (y la madre) generó el complejo
de Edipo y la subsiguiente divinización del patriarca muerto convertido
en un padre supramundano (con una carga de patriarcalismo de carácter
judío muy característica: véase el análisis
del judaísmo que hace en Freud 1939). La religión sería
pues una suerte de neurosis colectiva, una actitud de infantilismo que
ilustra los miedos del hombre a tomar plena consciencia de sí (Freud
1907; 1927; 1928; recopiladas y traducidas en Freud 1972ss.). La teoría
freudiana de la religión, a pesar de su brillantez como gran relato
y de estar avalada por uno de los sabios más influyentes de la historia
humana, resulta un camino en cierto modo ciego puesto que impide tomar
en serio (como objeto de estudio de interés) algo que se estima
patológico.
Una forma diferente de entender la psicología
de la religión se establece por ejemplo con Carl Gustav Jung
(1875-1961), William James, Henri Bergson, Erich Fromm, la psicología
humanista y la transpersonal. Donde quizá se marcan las diferencias
de modo más claro es en el análisis de las experiencias místicas,
uno de los temas más complejos que se presentan al historiador de
las religiones. En el primer caso (el psicoanálisis freudiano típico)
la experiencia mística se entiende como una experiencia psicótica
y por tanto perniciosa, los trances místicos en mujeres se estiman
una suerte de histeria y en los hombres un tipo de alucinación paranoica
(o de otro tipo), todos ellos sirven para ejemplificar la alteración
del estado normal (aunque hay que tener en cuenta el análisis freudiano
de lo que denominaba sentimiento oceánico). En la segunda opción
la experiencia mística se analiza como una inmersión en topoi
recónditos del inconsciente que nada tienen que ver con la psicosis
sino con una mayor complejidad de la psicología humana de lo que
el psicoanálisis clásico (freudiano) estimaba. William
James (1842-1910) en su famoso (y todavía reeditado) The Varieties
of the Religious Experience de 1902, Bergson en su Les deux
sources de la morale et de la religion de 1933 o más recientemente
Fromm (1966, vid. Plaza 1993) destacan que algunas experiencias
religiosas (y místicas) resultan una necesidad (y no una necedad)
por parte de ciertos individuos. La sistematización y generación
de un modelo explicativo que se postula como sólido se realizará
desde dos grandes perspectivas (la más reciente basada en la anterior):
la que trazará Jung con su hipótesis del inconsciente colectivo
y la teoría de los arquetipos y la que levantará la psicología
transpersonal con el análisis en laboratorio de las experiencias
religiosas cumbre (las obras de Wilber, Grof, Tart; White o también
y antes Maslow).
En otra línea distinta, las ciencias de la mente,
campo en plena expansión, intentan consolidar una ciencia cognitiva
de la religión (la neuroreligión, de la que se volverá
a hablar) que se basa también en el análisis de experiencias
religiosas en laboratorio, pero materializando en el cerebro (y en sus
modos de funcionamiento de carácter físico) el origen de
la religión.
4) Evolución, función, estructura
4.1) Comparación y evolución
El surgimiento de la disciplina de estudio
de las religiones como disciplina científica se engarza en una serie
de cambios en las mentalidades europeas (dentro de las transformaciones
que propicia la modernidad) que se desatan con la aceptación entre
la elite intelectual del evolucionismo que conllevó el progresivo
deterioro de los modos explicativos teológicos de la historia del
mundo y del hombre. La religión se piensa en el seno de un continuum
de mutaciones en las culturas humanas que ahora es lícito (desde
el punto de vista científico) comparar y estratificar. La comparación,
además, se basa, tras la asunción del cientifismo de la metodología
de la crítica filológica, en nuevas técnicas, cada
vez más depuradas e incontestables (frente a los cada vez más
débiles argumentos de la teología y la fe). Surge en este
contexto intelectual la figura de Friedrich Max Müller (1823-1900),
que aunque cristiano y defensor (por lo menos en el campo de las convicciones
personales) de la superioridad de este mensaje religioso se pliega al cinto
metodológico de no minusvalorar ninguna tradición religiosa
y estudiarlas en igualdad de condiciones. Al amparo de la filología
comparada encontró un campo de trabajo en el que las opiniones no
resultaban en gran medida comprometedoras para el resultado de sus investigaciones.
Müller centró sus desvelos en la comparación religiosa
usando como base los textos religiosos (que se encargó, además
de ofrecer en traducciones: Müller 1879), buscó una evolución
en el material que estudiaba, principalmente los mitos y ritos de los pueblos
indoeuropeos, planteando que los textos védicos eran los más
antiguos y por tanto punto de partida de la comparación (con un
método que los filólogos empleaban, por ejemplo, para ordenar
la transmisión manuscrita de las obras antiguas). Para Müller
el pensamiento religioso estaba conectado con lenguaje religioso y creyó
poder determinar gracias a la investigación filológica el
origen de un mito, un rito o un teónimo remontando a su plasmación
literaria más antigua. El método de Müller (1856; 1873)
resulta teóricamente impecable para un conjunto de religiones (y
lenguas) emparentadas como son las indoeuropeas, pero es mucho más
difícil de emplear en otros casos. Llevó a excesos en el
comparativismo puesto que potenciaba las aproximaciones entre leyendas
o ritos parecidos (entre pueblos diversos) por medio de la investigación
de raíces comunes (muchas veces inexistentes, no se tenía
en cuenta que ante situaciones parecidas la mente humana y la sociedad
pueden reaccionar de modos semejantes aunque no haya contacto ni parentesco
cultural). De todos modos la disciplina de estudio de las religiones debe
a Max Müller la sistematización de una de sus herramientas
de análisis más potentes: el método comparativo.
El evolucionismo tuvo en Inglaterra un
desarrollo particular con los estudios de Herbert Spencer, Edward Tylor
y James Frazer. Spencer (1873) defendió que las sociedades "inferiores",
como los organismos biológicos más simples, tenían
un funcionamiento más sencillo, es decir, ideas religiosas simples.
Optó por plantear que las formas de culto primeras se dedicaron
a los ancestros divinizados, espíritus en los que se basaba el fetichismo
pero también el totemismo (ya vimos que a este respecto las ideas
que expresará Durkheim con posterioridad serán bien diversas).
Por su parte a
Tylor
(1871) se debe el concepto de animismo (creencia
en los espíritus y en las almas de los muertos) como fase primera
en todas las religiones humanas (un modelo que todavía tiene defensores,
y en particular su definición sucinta de religión antes citada).
Defendió que las culturas "primitivas" que comenzaban a conocerse
de modo más profundo gracias a los relatos de misioneros y autoridades
coloniales, correspondían a una fase de desarrollo semejante a la
de los pueblos de la prehistoria y determinó tres etapas en la evolución
social de la humanidad: salvajismo, barbarie y civilización. Este
evolucionismo
unilineal, que obligaba a deambular a todas las sociedades por los
mismos hitos (y convertía al animismo en una fase obligada) ha sido
muy criticado por la carga de determinismo que implicaba. Tras decenios
de abandono y rechazo, a mediados de los años cincuenta se comenzaron
de nuevo a utilizar, con aceptación, explicaciones evolucionistas,
aunque mucho más elaboradas que las decimonónicas (y que
tienen en cuenta las variantes ecológicas de un modo muy competente),
como las de Leslie White (1959) y en especial de Julian Steward (1955;
1982), cuyo evolucionismo multilineal dió origen al enfoque ecológico-religioso
y cuyos fundamentos teóricos para el tema religioso ha desarrollado
Robert Bellah (1964) en un artículo muy influyente y permean su
última obra (Religion in Human Evolution: From the Paleolithic
to the Axial Age, Harvard University Press,2011).
Entre los miembros más preeminentes
de la escuela evolucionista destaca James George Frazer (1854-1941),
cuyos trabajos han sido muy populares y siguen reeditandose incluso en
la actualidad. Sus investigaciones son ejemplares del uso (y a veces abuso)
del método comparativo, empleando para desentrañar un problema
religioso determinado todas las posibilidades del material acumulado por
la etnografía y la historia. Resultó ejemplar su laberíntico
(desde el punto de vista del esquema) pero muy famoso The Golden Bough
en doce volúmenes (comenzó la edición en 1890, la
tercera edición completa es de 1911-1915; hizo un resumen en un
solo volumen que se tradujo al español) en el que, para explicar
el sacrificio ritual del sacerdote-rey itálico del bosque de Nemi,
se emplean paralelos interculturales de todo tipo, criticándosele
que en algunos casos cayese en la sobreinterpretación. Se trató
de un investigador de salón, que no desarrolló trabajos de
campo y fundamentaba sus trabajos en las publicaciones de otros, pero cuya
erudición y capacidad de análisis intercultural se reivindican
todavía.
4.2) Función y religión
Frente a los desvaríos del comparativismo
y del evolucionismo surgieron escuelas y pensadores que enfocaban el estudio
de una sociedad o un grupo determinado centrando la mirada en sus particularidades,
renunciando generalmente a explicaciones globales interculturales arriesgadas
y tendiendo a alcanzar explicaciones intraculturales coherentes analizando
cada grupo a estudio en todos sus aspectos. Junto al particularismo histórico
de Franz Boas (1911), el funcionalismo es la escuela más
influyente que desarrolla presupuestos de este tipo. Si bien influyó
en ella el impacto de los análisis de Durkheim (que los sociólogos
suelen englobar entre los funcionalistas aunque los antropólogos
suelen limitar la adscripción -y será el criterio que sigamos-
vid.
Robertson 1987 frente a Rossi/Higgins 1980, 104ss.) se consolidó
con un cambio que se produce en los modos de trabajo de algunos especialistas.
Para alcanzar una explicación global, contestando a preguntas de
índole muy diversa, era necesario dar un paso adelante en la recogida
de información etnográfica y no fiar los estudios en el trabajo
de campo realizado por muy variopintos investigadores que en muchos casos
carecían de la sistemática requerida para alcanzar ese cambio
cualitativo en el procesamiento de información (la información
de índole religiosa muchas veces provenía de misioneros).
Bronislaw
Malinowski (1884-1942), tras largas estancias en Melanesia en las que
llegó a un conocimiento muy profundo de sus habitantes (en especial
de los trobriandeses) y su cultura (y desarrolló enormemente las
técnicas antropológicas de recogida de información),
llegó a la conclusión de que las funciones de la religión
eran la explicación del mundo (que procura el consuelo psicológico
de la seguridad) y la validación (por medio de lo sobrenatural)
de las instituciones determinando así el aumento de la cohesión
del grupo y de su eficacia (por ejemplo a la hora de desarrollar ciertas
actividades arriesgadas por medio de la protección mágica:
Malinowski 1925).
Alfred.R. Radcliffe-Brown (1881-1955)
(1952, especialmente) es el otro pilar del funcionalismo británico
aunque la sutileza de sus métodos de análisis preludian el
estructuralismo o la interpretación simbólica. Estaba menos
interesado en desentrañar orígenes que en explicar funciones
y significados, en mostrar cómo la religión es un mecanismo
de mantenimiento de la cohesión social. La variabilidad de las sociedades
conlleva variabilidad de adaptación de la religión a las
necesidades sociales (y de ahí lo inútil del intento de determinar
el origen de una creencia religiosa frente a lo fructífero de analizar
la función que desempeña en el universo de explicaciones
de un grupo social dado). Los grupos sociales, además, no realizan
de modo arbitrario la elección de sus formas religiosas sino que
las establecen según un código (un lenguaje ritual o simbólico)
determinado (que se explica en conexión con el cuerpo de valores
de esa sociedad).
4.3) Más allá de la función: religión, rito, símbolo
Como acabamos de ver ya Radcliffe-Brown
se adentró en sus análisis más allá de la función
para intentar alcanzar explicaciones más comprehensivas. Esta orientación
queda potenciada en la obra de Edward.E. Evans-Pritchard (1902-1973)
(1937; 1956; 1965), que intenta una aproximación en la que se tenga
en cuenta tanto el desarrollo histórico como los contactos (estudia
principalmente pueblos africanos en contacto entre los que ha habido variabilidad
cultural como resultado de éste), tanto lo social como lo psicológico.
Publicó influyentes monografías sobre temas religiosos, tanto
de tipo teórico como exponiendo resultados de trabajos de campo.
El proceso que llevó a su conversión a los cuarenta y dos
años al catolicismo quizá permita comprender uno de sus postulados
más sorprendentes (en pluma de un antropólogo): que los
no creyentes presentan un handicap frente a los creyentes a la hora de
comprender la religión, y que por tanto éstos tratarán
los temas religiosos de un modo más profundo y adecuado que los
primeros. Para apuntalar su teoría emplea una cita de Wilhelm
Schmidt en la que éste, para criticar a Ernest Renan, usaba el siguiente
símil: "existe demasiado peligro de que el no creyente hable de
la religión como lo haría un ciego de los colores o un sordo
completo de una bella composición musical"; desgraciadamente
al apoyar este ataque desde unos "supuestos" presupuestos científicos
(acceder a una mejor comprensión del fenómeno a estudio)
al "impío Renan", Evans-Pritchard se desliza hacia un sutil campo
de descalificación que, sustentado en argumentos teológicos,
desembocaría en la condena al silencio (o a la mera labor ancilar
de la elaboración de informes luego sintetizados por mentes "más
abiertas" a lo religioso) de buena parte de los especialistas en la disciplina
de estudio de las religiones: sería quizá el paraíso
de las escuelas teológicas pero la agonía de la disciplina.
Algo parecido ocurre con los que postulan que "ninguna afirmación
acerca de una religión es válida, a menos que sea reconocida
por los propios creyentes" como defiende Smith (1965, 66); resultaría
imposible con ese cinto metodológico generar, por ejemplo, una síntesis
sobre cristianismo, islam o nuevas religiones (porque todos fieles nunca
se reconocerían en todos los aspectos expuestos en ellas). Se trata
de intentos de delimitar las competencias de los investigadores tras los
que se esconde una opción oscurantista (parecida a la que defendían
los historiadores soviéticos del ateísmo científico
pero a la inversa).
La antropología anglosajona ha generado,
a la par que se consolidaba en Francia el estructuralismo (como veremos
en el apartado siguiente) una serie de pensadores que han centrado sus
desvelos en ahondar en la comprensión del universo simbólico.
A Mary Douglas (1921-2007) se deben dos estudios muy influyentes,
uno dedicado a desentrañar los códigos de pureza e impureza
(1966) y otro a la teoría de los símbolos (1970). Douglas
incide en la variabilidad de las culturas humanas y de sus diversos lenguajes
simbólicos pero estima que existe una comunidad en la generación
simbólica que proviene de la referencia al modelo somático
(tomado como modelo del cuerpo social).
Por su parte Victor Turner (1920-1983)
(1967; 1969), partiendo de su conocimiento sobre el terreno de la religión
y los rituales de los agricultores ndembu del noroeste de Zambia avanza
modelos explicativos en los que los ritos surgen como manifestaciones del
conflicto y de la superación del mismo generando así un reequilibrio
social. Pero también le interesan los valores simbólicos
múltiples que se manifiestan, por ejemplo en el ritual, entendido
como una compleja teatralización que determina la necesidad de avanzar
en una antropología de la performance.
La reflexión sobre los valores de
lo simbólico ha sido apuntalada por Clifford Geertz (1926-2006)
para quien los símbolos forman sistemas congruentes que actúan
como modelos para comprender la realidad a la par que toman la realidad
como modelo. Si bien la religión es un modo de explicación
(del cosmos social), frente a las perspectivas estáticas y atemporales
este autor opta por incidir en sus características dinámicas,
integradoras pero también desintegradoras puesto que la religión
abre también los cauces para expresar los descontentos y las disputas.
Influido por las reflexiones weberianas, debemos a Geertz (1968) un estudio
revelador de la diversidad que existe dentro de la teórica unidad
religiosa que ofrece el marco del islam entre países situados en
sus dos extremos (Indonesia y Marruecos), además de una muy citada,
criticada y característica definición de religión
como sistema cultural (es decir sistema simbólico: Geertz 1966). De Geertz partirá, aunque haya terminado por aborrecerlo,
la postmodernidad antropológica, que quizá, en lo relativo a la religión, en antropología
ha ofrecido menos frutos, que en filosofía (Vattimo 1996; Derrida/Vattimo
1996).
4.4) Estructuras y significados
Claude Lévi-Strauss (1908-2009),
ha marcado un cambio profundo en la metodología de las ciencias
sociales y en particular en la antropología. Nieto del rabino de
Versalles, se interesó por los temas religiosos y en particular
por la mitología donde ha intentado instaurar una nueva estrategia
de investigación, el estructuralismo que (como había ocurrido
en los orígenes de la disciplina con Max Müller) extrajo de
la lingüística sus líneas maestras de desarrollo. La
religión aparece en el pensamiento de Lévi-Strauss (1962;
1964ss.; 1978) como un sistema autónomo de signos, independiente
de sus usuarios y del entorno y que se explica a sí mismo (como
la lengua). La labor del investigador es descubrir el código de
su estructura profunda, que es común a toda la humanidad ya que
el inconsciente es semejante en la especie humana y elabora estructuras
lógicas semejantes. Así los mitos, a los que dedicó
el autor buena parte de sus desvelos, sino de modo idéntico a primera
vista, sí tras una decodificación, se convierten en comparables
entre las culturas más diversas y es factible, como en las ciencias
nomotéticas, extraer leyes generales. Pero para que este postulado
se mantenga resulta necesario renegar en gran medida de la variabilidad,
de la historia, de todo funcionalismo, de la influencia de las constricciones
sociales o económicas en la forja del mito y la religión.
El estructuralismo, con todo su atractivo de aproximación profundamente
comprehensiva ha sido criticado desde muchos ámbitos. Se le ha reprochado
el ser ahistórico y sincrónico, el no generar mecanismos
de explicación del contacto y del cambio cultural, el tener ámbitos
de análisis selectivos (funciona bien con el parentesco o el mito
pero muy mal en otros casos) y el no explicar adecuadamente los sistemas
de creencias de las sociedades estatales; pero ha abierto la vía
de una comprensión de las complejidades de la mitología y
el pensamiento de los "primitivos" de un modo que requiere que modifiquemos
incluso la forma de nombrarlos (ya que muchos de estos pueblos poseen modos
de pensamiento extremadamente complejos aunque la cultura material y las
condiciones de vida puedan parecer muy simples).
También pertenece a la antropología
francesa y presenta una visión parecida en la importancia que se
otorga a lo mental a la de Lévi-Strauss el difícilmente clasificable
Marcel
Griaule (1898-1956). Intenta desentrañar significados (incluso
en el lenguaje de la máscara: Griaule 1938) en una época
en la que el método estructuralista aún no ha visto la luz
y expone el cosmos conceptual de sus informantes (su Dios de agua
de 1948, desentraña el universo
esotérico de los dogon de Mali) como si se tratara de la propia
realidad en una óptica
emic. Muy interesante resulta también
el modo en que Gregory Bateson (1904-1980) (1936) interpreta el
material ritual etnográfico que preludia sus notables trabajos sobre
teoría general de la ciencia en los que la reflexión de lo
religioso está muy presente a pesar de la profesión de "fe"
atea del autor.
Un caso particular y difícilmente
encasillable en el quehacer de una escuela determinada (a pesar de entroncar
con la tradición sociológica francesa) lo ofrece la obra
de Geoges Dumézil (1898-1986). Se empeñó, siguiendo
los pasos de Max Müller, en desentrañar las estructuras comunes
de las sociedades indoeuropeas empleando para ello todos los recursos del
método comparativo (que redefinió). Terminó determinando
la
existencia entre los pueblos indoeuropeos de un esquema mental que explicaba
la sociedad (y su reflejo en la teología) como una estructura en
tres funciones (función soberana, guerrera y de producción;
en general sobre el autor: García Quintela 1999; 2001, con completa
bibliografía).
5) Hermenéutica, historia, descolonización o biología (neuroreligión): intentando comprender (si fuese posible) la religión
5.1) Una díficil clasificación: el círculo "Eranos" o la religión como "búsqueda"
A partir de 1933 comenzó la publicación de la serie Eranos-Jahrbücher, que contenía las conferencias pronunciadas en los encuentros del círculo Eranos en Zurich. Un grupo de científicos y especialistas en el estudio de las religiones y disciplinas afines se reunían (en los últimos años con intermitencias) anualmente para expresar opiniones y discutirlas. Han participado investigadores cuyo punto en común es la defensa de una visión característica del tema de estudio, entre mística y científica, para los que la religión era una búsqueda íntima a la par que una práctica académica. Quizá los años más significativos de este movimiento vayan desde 1933 (en plena efervescencia de ideas que se manifiestan tras la gran crisis del modelo capitalista) hasta la quiebra ideológica que supone 1968. Aunque ni presentan una cohesión ideológica sin fisuras, ni han generado una metodología y unas prácticas de escuela, forman un grupo en cierto modo compacto (sobre todo los muy reincidentes) por la visión particular con la que se enfrentan a los hechos religiosos que aúna la intuición y los métodos científicos, la disección minuciosa del objeto de estudio y la sensibilidad hacia el "misterio" de lo religioso. En los últimos años se ha convertido en un grupo al que se han dedicado numerosos estudios por estar "de moda" en círculos intelectuales característicos (por ejemplo la revista española Anthropos en 1994 incluyó un monográfico, el 42, y un número ordinario, el 153, así como una monografía: Ortiz-Osés 1994).
Dos páginas: 1) Eranos Conference
Group:
http://www.eranos.org
2) Eranos Foundation: http://www.eranosfoundation.org Para una revisión actual de las fases de Eranos: en la web de la Eranos Foundation: http://www.eranosfoundation.org/history.htm Para una revisión de participantes: http://www.eranos.org/content/html/start_english.html Para una revisión de temas: http://www.eranos.org/content/html/start_english.html |
En el periodo más significativo del
grupo (1933-1968) destacan dos grandes etapas, la primera marcada por las
figuras de Carl Gustav Jung, Karl Kerenyi y Louis Massignon,
la segunda, que se inicia entre 1949 y 1951 con la incorporación
de Mircea Eliade, Gershom Scholem y Henri Corbin;
son ellos los que de modo más fiel siguieron los encuentros e imprimieron
su carácter a los mismos, a la par que marcaron el desarrollo de
la disciplina (en particular Jung y Eliade). Jung participó con
publicación en todos los encuentros desde 1933 a 1948 (con excepción
de los de 1944 y 1947, se le dedicó el de 1945); Massignon en once
casos (desde 1937 a 1955); Kerenyi en doce casos (entre 1940-41 y 1955);
Corbin en una veintena de ocasiones (a partir de 1949), Scholem en una
quincena (a partir de 1949) y Eliade en otras tantas (a partir de 1951).
Muchos otros participaron con diverso grado de asiduidad entre los que
destacan H. Zimmer, H.C. Puech, F. Heiler, G. van der Leeuw, P. Radin,
J. Daniélou, D.T. Suzuki, J. Campbell o G. Durand (vid.
M. Kerenyi 1961-1962).
A C.G. Jung (1999ss. para la nueva traducción
de sus obras al español) deben la disciplina de estudio de las religiones
y la psicología varios instrumentos de análisis de gran peso
(aunque resulten también controvertidos): la sistematización
de la teoría del inconsciente colectivo y del término arquetipo
o la definición del concepto de sincronicidad. Frente al psicoanálisis
freudiano Jung defiende la existencia de un nivel muy profundo en el inconsciente
que es común a todos los seres humanos y que se materializa en figuras
denominadas arquetipos. El inconsciente colectivo aflora en ciertos momentos
específicos como por ejemplo en la meditación religiosa,
en ciertas ceremonias rituales, en la creación artística
de índole sagrada o en ciertas crisis neuróticas. Jung determinó
cómo algunas figuras usadas en la meditación oriental (los
mandala)
presentaban notables parecidos con los dibujos que realizaban algunos de
sus pacientes defendiendo la hipótesis que se trataba de figuras
que afloraban del inconsciente colectivo y que por eso eran comunes entre
personas de diversas culturas. Se interesó por el lenguaje simbólico
de la alquimia en el que estimaba que se habían mantenido y perfeccionado
estos motivos arquetípicos del inconsciente colectivo, también
analizó símbolos del cristianismo, usó las colaboraciones
para adentrarse en ámbitos específicos; con Karl Kerenyi
se aplicó a desentrañar arquetipos en el lenguaje del mito
antiguo y con Richard Wilhelm a profundizar en algunos textos chinos (le
interesaba en particular el lenguaje del I Ching como otras técnicas
adivinatorias como el tarot: véase edición de Ritsema). Los
arquetipos y el inconsciente colectivo tienen según Jung un camino
de materialización privilegiado en muchas tradiciones religiosas
por las características particulares de las experiencias que desencadenan
y las figuras simbólicas que utilizan.
Sincronicidad en Jung
"Este supuesto implica cierto curioso principio al que he denominado sincronicidad, un concepto que configura un punto de vista opuesto al de causalidad. Dado que ésta última es una verdad meramente estadística y no absoluta, constituye una suerte de hipótesis de trabajo acerca de la forma en que los hechos se desarrollan uno a partir del otro, en tanto que la sincronicidad considera que la coincidencia de los hechos en el espacio y en el tiempo significa algo más que un mero azar, vale decir, una peculiar interdependencia de hechos objetivos, tanto entre sí, como entre ellos y los estados subjetivos (psíquicos) del observador o los observadores... En el Yi Ching, el único criterio de validez de la sincronicidad es la opinión del observador según la cual el texto del hexagrama equivale a una versión fiel de su estado psíquico... Por supuesto la argumentación que acabo de exponer jamás halló cabida en una mente china. Por el contrario, conforme a la antigua tradición, se trata de "agentes espitrituales" (shen) que actuando de modo misterioso hacen que los tallos de milenrama den una respuesta significativa" (prólogo de C. G. Jung a la edición del I Ching de Richard Wilhelm p. 25-26) |
Frente a la amplitud del horizonte filosófico de la especulación junguiana los tres "eranistas" principales que se citan a continuación tienen un campo de investigación mucho más restringido, Massignon y Corbin eran especialistas en el islam y Scholem especialista en judaísmo y en particular en cábala. Massignon que dedicó a la mística del islam sus obras maestras (sobre al Hallaj de 1922 como tesis y sobre los orígenes del sufismo) tuvo una vida azarosa dedicada al diálogo interreligioso desde su posición de católico muy comprometido. Por su parte Henri Corbin especialista en el islam iraní realizó complejas investigaciones sobre lo que denominó "lo imaginal", fórmula que, por ejemplo en la gnosis irania, abre el acceso a la experiencia visionaria de la divinidad (con un particular interés por lo angélico). En ambos casos, como también ocurría con Jung y en cierto modo con Eliade se trata de científicos pero, a la par, de hombres insertos en una vía mística o de vocación religiosa que por no manifestarse en una ubicación teológica determinada (o a caballo entre varias) posee una riqueza que sorprende (y en realidad los convierte en objetos de estudio para el historiador de las religiones, como promotores de una de las raíces del movimiento neomístico actual). Scholem por su parte dedicó su vida a la investigación de la mística judía a la que prestigió y convirtió incluso en un tema popular.
5.2) Más allá de Eranos: la hermenéutica total de Mircea Eliade
La figura de Mircea Eliade presenta características
muy particulares tanto por lo extenso de su investigación como por
la erudición enciclopédica que desarrolló y resulta
muy difícil de clasificar. Se ha empleado el término de hermenéutica
total para su aproximación al fenómeno religioso puesto que
tuvo en cuenta métodos muy diversos a la hora de llegar a una comprensión
más profunda del fenómeno religioso. Su trayectoria investigadora
es muy variada, desde su obra de consagración, el Tratado de
historia de las religiones donde repasa grandes fenómenos religiosos
hasta estudios eruditos y puntuales sobre el yoga, las religiones australianas,
la religión babilonia, el ocultismo o el chamanismo. Es muy destacable
su labor de generalista y divulgador tocando en monografías de síntesis
como la iniciación, el símbolo, lo sagrado o los mitos desde
una óptica de análisis intercultural. También sistematizó
su visión de la disciplina ciñéndose a un estricto
marco histórico (que generalmente aborrecía) como hace en
su inconcluso tratado o en obras de teoría y metodología
(sin nunca sistematizar sus aproximaciones). Aunque privilegió en
algunos casos (y en última instancia) una opción esencialista
y casi teológica que lo entronca con los fenomenólogos o
incluso los trabajos enciclopédicos del padre Schmidt, su amplitud
de miras le llevó a no desdeñar campos de estudio y si bien
minimiza (de modo discutible) la importancia de lo social y soslaya los
caracteres más represivos y de explotación que presenta la
religión (no hay que olvidar que era anticomunista y que vivió
la mayor parte de su vida productiva -en lo que a la disciplina se refiere-
en el exilio) el criterio abierto con el que actuó, por ejemplo,
como director en jefe de la Encyclopedia of Religion, utilizando
para elaborar artículos a especialistas de prestigio indiscutido
(de todas las facetas de la disciplina -sociológicas, antropológicas,
filosóficas, etc.-) sin tener en cuenta adscripciones de escuela
o criterios ideológicos, demuestra su valía y buen juicio.
Se han vertido muchas críticas puntuales a las síntesis de
Eliade por parte de especialistas (incluso lo hacen sanscritistas, la especialidad
que Eliade había cursado con mayor ahínco), lo que demuestra
que el intento en el que se embarcó (alcanzar un conocimiento global
de las religiones del mundo y pensar los grandes problemas de la religión)
supera la capacidad de un solo autor. Intentó llegar a un nivel
de pericia de especialista en un número de campos de estudio muy
notable, lo que chocaba con la práctica habitual en la disciplina
(los generalistas solían en origen ser especialistas en un campo
particularizado), pero en realidad no son sus obras puntuales las que más
influencia han ejercido (por ejemplo su trabajo sobre religiones australianas
o traco-dacias) sino sus trabajos de divulgación y sus investigaciones
de síntesis.
Su interés principal por la interpretación
desde todos los puntos de vista y su apertura a la reflexión filosófica
de carácter fenomenológico y hermenéutico (la influencia
-o quizá confluencia- de -y con- Husserl, Heidegger o Ricoeur, ha
de reseñarse), convierten a Eliade en un referente muy notable entre
los historiadores de la religiones por su versatilidad. Eliade, muy individualista,
no ha creado una verdadera escuela (a pesar de que gran parte de los especialistas
universitarios norteamericanos en Estudios Religiosos o Religiones Comparadas
han tenido relación con él durante su estancia en Chicago,
aunque intenten ocultarlo tras su damnatio memoriae -por sus implicaciones
políticas en la época del auge de los fascismos y la gestión
selectiva de su participación en aquella época-). La prematura
muerte de Ian Petru Culiano, truncó la carrera de este investigador,
muy afín a Eliade. De hecho, y casi como paradoja (de la volatilidad
del prestigio de un investigador), a Eliade empieza a apreciársele
en mayor medida por su faceta de literato que de historiador de las religiones.
5.3) Religión e historia: la "escuela de Roma" y más allá, historia total y búsqueda de Sentido
A pesar de la quiebra de la historia como
saber prestigioso a partir de los años 60 (de modo particular en
Estados Unidos), que ha llevado a que las aproximaciones históricas
al estudio de la religión sean menospreciadas frente a, por ejemplo,
las antropológicas, destaca una escuela, la de Roma, por su vocación
claramente histórica (Segarra 1998). Rara vez aparece incluida como
uno de los enfoques principales en el estudio de la religión y quizá
muestre menos una cohesión de metodología que de ubicación
(ha tenido la revista Studi e materiali di storia delle religioni como
baluarte, que está teniendo una revigorización tras años
de letargo gracias en particular al trabajo de A. Saggioro). Frente a teólogos,
antropólogos, sociólogos o psicólogos que presentan
estrategias de investigación de los fenómenos religiosos
afines a sus disciplinas de origen, los miembros de la escuela de Roma,
todos ellos historiadores de base con una profunda formación en
los métodos de análisis documental, realizan un trabajo particularizado.
Incluso cuando tratan temas que generalmente suelen incumbir a antropólogos,
como por ejemplo los ritos de paso (por ejemplo Brelich 1969; Bianchi 1986),
lo hacen desde una perspectiva en la que el esquema histórico (con
sus exigencias de ajuste de diacronía y sincronía) está
muy presente. Allí donde Mircea Eliade (1958) deriva hacia comparaciones
interculturales atemporales, o los antropólogos y sociólogos
incluyen con dificultad la variable de la dinámica (van Gennep 1909;
Bernardi 1985; La Fontaine 1985; Bloch 1992, cap.2), Angelo Brelich no
olvida que las sociedades mutan y con ellas sus instituciones, que la historia
es cambio y que el historiador ha de saber reflejarlo.
La escuela de Roma se consolida gracias
a la figura de
Raffaele Pettazzoni (1883-1959), el más universal
de sus miembros, que dedicó investigaciones a temas muy dispares
lo que le llevó a formar parte del exiguo conjunto de investigadores
capaces de superar los estrechos márgenes de una disciplina concreta.
Investigó tanto problemas de Urmonotheismus (1922; 1957;
1958; 1965) como religiones locales (sus primeras monografías de
1909 y 1914 versaron sobre Cerdeña y los Cabiros en Tracia), zoroastrismo
(1920), religiones mistéricas (1924), religión griega (1953),
mitología (incluso del Japón: 1929; 1946; 1948-1959), teoría
de la disciplina (1954; 1954a; 1959) y temas generales (como el pecado:
1929-1936); su bibliografía es extensísima (Giardini 1961;
Gandini 2009:
http://www.raffaelepettazzoni.it/ARTICOLI/Strada%20Maestra%2066.pdf)
y su método muy rigurosamente diferenciado del de teólogos
y fenomenólogos (Gasbarro 1990; A.A.V.V. 1969; Bianchi 1987; Eliade
1961). Solamente Angelo Brelich (1913-1977) o Ugo Bianchi (1922-1995)
en la generación posterior se han aproximado a un elenco tal de
intereses de investigación. La religión para Pettazzoni es
un fenómeno que se comprende de modo adecuado (en el seno de una
disciplina no teológica) solamente en su faceta histórica,
rehuyó de esencialismos e intemporalidades (del género del
"espíritu" del cristianismo o de la religión griega, tan
empleados en su época) para defender la variabilidad y riqueza de
cada religión específica que le era dada gracias a no minimizar
el marco histórico (para lo que era necesario entender la historia
no como una mera disciplina ancilar, como en su época defendían
los fenomenólogos de la religión, sino como la matriz del
análisis). Resulta muy interesante su correspondencia con Mircea
Eliade (Pettazzoni/Eliade 1994).
Pettazzoni encabeza una numerosa escuela,
que partió de sus discípulos más directos (Angelo
Brelich, que terminó sucediéndole en la cátedra de
la Universidad de Roma y Ugo Bianchi, que accederá a la cátedra
romana tras la también prematura muerte de Brelich) o alguien cercano
a él como Ernesto de Martino, prematuramente desaparecido,
e influyó en muchos otros, la mayoría se especializaron en
religiones del mundo antiguo (E. de Martino, A. Brelich, U. Bianchi,
D. Sabbatucci, G. Piccaluga, M. Massenzio, P. Xella, G. Gasparro, G. Casadio,
I. Chirassi, S. Ribichini, etc.) aunque también en otros campos
como Vittorio Lanternari (1951; 1960) en antropología. Destaca en
particular Angelo Brelich al que se deben estudios particulares muy admirados
(sobre la iniciación, la guerra o los héroes: 1958; 1961;
1969) pero también una introducción general sintética
a la historia de las religiones (1966), que a pesar de tener forma de apuntes
docentes resulta muy citada así como algunos trabajos teóricos
(1955; 1960; 1970; 1979 -póstumo-); su muerte prematura truncó
la trayectoria del más capaz de los maestros de la escuela de Roma
(véase el reciente congreso, organizado para estudiar su obra, dirigido
por P. Xella). Destaca también entre los historiadores de las religiones
italianos Ugo Bianchi, que supo aunar la faceta de especialista en el mundo
clásico (1953; 1975; 1976) con la de teórico de la disciplina
(1972; 1975; 1979), gran organizador y aglutinador (en su labor a la cabeza
de la IAHR y en la organización del congreso de Roma de 1990), tras
su muerte (véase el homenaje recientemente editado por G. Casadio
2001), la escuela de Roma ya no cuenta quizá con un referente de
primer orden entre los especialistas a nivel mundial en el estudio de las
religiones, puesto que la mayoría de los investigadores de este
grupo han anclado sus intereses muy estrictamente en el mundo antiguo apartándose
de la reflexión de carácter general que dió razón
de ser y prestigio a la escuela. Su discípulo Giovanni Casadio
se puede decir que ha heredado las ambiciones intelectuales de Bianchi
y la influencia internacional que tuvo en el seno de la IAHR y en el asesoramiento
de proyectos internacionales. En la generación más reciente
destaca Natale Spineto por sus trabajos dedicados a teoría
y metodología.
Más allá de la escuela de Roma hay que plantear en síntesis otros
caminos teóricos que serían aplicables con gran provecho el estudio de
las religiones. La escuela sociológica francesa, bajo el influjo
de los avances conceptuales del estructuralismo confeccionó un producto,
la escuela de Annales, que en sus últimas generaciones, y gracias
al concepto de historia total, definió un marco muy conveniente
para el quehacer de un historiador de las religiones, necesariamente deudo
de los avances que en la comprensión de los fenómenos religiosos
han consolidado la psicología, la sociología o la antropología.
Esa nueva forma de encarar el estudio de las religiones parece poseer los
instrumentos teóricos para generar una comprensión a la par
de lo social y lo mental que existe en la religión, aunque
son mayores las expectativas y posibilidades que desde el punto de vista
teórico parece presentar esta escuela que las investigaciones ejemplares
que efectivamente está generando. Resulta en cierto modo mucho más
significativo de los avances de la sociología francesa actual (postestructuralista,
postmarxista y en cierto modo post-postmoderna) el trabajo de Pierre
Bourdieu (1930-2002), que aunque no ha tenido a la religión
como dedicación específica, ha generado instrumentos para
el análisis religioso muy interesantes, como la teoría de
la acción, el desarrollo del concepto de capital simbólico
y el concepto de campo
religioso (que puede estudiarse por medio de una cartografía).
La apertura a los diversos lenguajes de la religión es destacada
en los temas transversales que trata, por ejemplo la más que centenaria
Revue de l’histoire des religions (https://rhr.revues.org).
En lo relativo a la búsqueda de Sentido, la reflexión filosófica sobre
la religión ha seguido diferentes caminos, de los que parecen tener
un especial impacto los intentos de generar una hermenéutica depurada
y de desmontar los presupuestos modernos que podían resultar muy
poco respetuosos, por ejemplo, con los pensamientos no occidentales. Niklas
Luhmann (1927-1998) resulta clave. La crítica postmoderna, de todos
modos, salvo en el caso de H.G. Gadamer (1900-2002), se ha mantenido anclada
en unos modos de reflexión, paradójicamente, bastante religiocéntricos.
A pesar de postular la caída de los grandes relatos (y es difícil
encontrar mayores relatos que los que ofrecen muchas de las religiones),
Gianni Vattimo sigue en una línea de creyente (aunque lo haga
intentado hacer débil al fuerte pensamiento del catolicismo). Tampoco
la mirada de Jacques Derrida (1930-2004) se suele posar
más allá de la herencia cultural y religiosa occidental y
haya que buscar en especialistas en religiones no judeocristianas ejemplos
de empleo de los presupuestos de análisis puestos en práctica
por la postmodernidad . Desde otro orden de cosas el pensamiento de Ricoeur
su búsqueda de una hermenéutica que tenga en cuenta también
las complejidades de las narraciones religiosas, resulta muy fructífero
como apuesta de futuro.
5.4) El reto de la neuroreligión
Como consecuencia
de esta necesidad de análisis de las experiencias religiosas y en
consonancia con el desarrollo que están teniendo las ciencias del
cerebro, se está apuntalando una ciencia cognitiva de la religión (otros la denominan neuroteología, neurofilosofía, neurofenomenología o mejor neuroreligión).
La neurobiología y en general las ciencias de la mente plantean el
complejo tema de enfrentar la religión (o las experiencias místicas:
Newberg (2001; 2010) o Eugene d'Aquili (1940-1998) proponen miradas
desde una perspectiva empírica (y no metafísica). Las técnicas
activación transcraneal o la aplicación de la neuroimagen han abierto
un nuevo territorio de exploración tan reciente que no ha generado
posiciones consensuales a pesar de las muchas investigaciones que se le
han dedicado y se le dedican. Buscar a Dios (o su ausencia) en el
cerebro resulta un reto que trasciende los límites hasta ahora
impuestos a la investigación en este tema. Religión no sería por tanto
sólo ideología, sino que podría pasar a convertirse en biología, su
estudio entraría de lleno en las competencias de las ciencias de la
vida. Una perspectiva que redimensiona en gran medida
las expectativas y compartimentos estancos en los que se aparca y
encasilla el estudio de la religión (una aproximación integral de este
tipo al estudio de la religión dejaría de pertenecer exclusivamente al
denostado territorio de las humanidades o de las más aceptadas ciencias
sociales). En español, por ejemplo: J. Rubia, «Religión y cerebro», en
F. Díez de Velasco y F. García Bazán (eds.), El estudio de la religión, Madrid, Trotta, 2002 (Enciclopedia Iberoamericana de Religiones, vol. 1), pp. 173-194 o La conexión divina. La experiencia mística y la neurobiología, Barcelona, Crítica, 2009 o R. M. Nogués, Dioses, creencias y neuronas. Una aproximación científica a la religión, Barcelona, Fragmenta Editorial, 2011 o Cerebro y trascendencia, Barcelona, Fragmenta Editorial, 2013. La asociación internacional del ramo, que organiza congresos es The International Association for the Cognitive and Evolutionary Sciences of Religion (IACESR: https://iacesr.com/) y publica la revista Journal for the Cognitive Science of Religion (https://journal.equinoxpub.com/JCSR).
5.5) Desmontar, descolonizar, participar: incertidumbres de base de la disciplina
Resulta metodológicamente interesante tener en cuenta las posiciones muy críticas respecto de lo que hacemos y que plantean que el propio objeto de estudio resulte una entelequia. Son interesantes las radicales posiciones metodológicas de Jonathan Z. Smith (1938-2017):
"If
we have understood the archaeological and textual record correctly, man
has had his entire history in which to imagine deities and modes of
interaction with them. But man, more precisely western man, has had
only the last few centuries in which to imagine religion. It is this
act of second order, reflective imagination which must be the central
preoccupation of any student of religion. That is to say, while there
is a staggering amount of data, of phenomena, of human experiences and
expressions that might be characterized in one culture or another as
religious - there is no data for religion. Religion
is solely the creation of the scholar's study. It is created for the
scholar's analytic purposes by his imaginative acts of comparison and
generalization. Religion has no existence apart from the academy.
For this reason, the student of religion, and most particularly the
historian of religion, must be relentlessly self-conscious. Indeed,
This self-consciousness constitutes his primary expertise, his foremost object of study". (tomado de la introducción, p.IX de Imagining Religion. From Babylon to Jonestown, University of Chicago Press, 1982). ("Si
hemos entendido correctamente el registro arqueológico y textual, el
hombre durante toda su historia ha imaginado deidades y modos de
interactuar con ellas. Pero el hombre, más precisamente el hombre
occidental, sólo ha sido en los últimos siglos cuando ha imaginado la
religión. Es este acto de segundo orden, la imaginación reflexiva, lo
que debe cosntituir la preocupación central de cualquier estudiante de
religión. Es decir, aunque hay una cantidad asombrosa de datos, de
fenómenos, de experiencias y expresiones humanas que podrían
calificarse en una u otra cultura como religiosas, no hay datos para la
religión. La
religión es una creación exclusiva del estudio de los académicos. Se ha
creado para los propósitos analíticos de los académicos mediante sus
actos imaginativos de comparación y generalización. La religión no
tiene existencia independiente más allá de la academia. Por esta
razón, el estudiante de religión, y en particular el historiador de las
religiones, debe ser implacablemente auto- consciente (auto-reflexivo).
De hecho, esta autoconciencia (auto-reflexividad) constituye su principal experiencia, su principal objeto de estudio").
Por otra parte el conocimiento de la religión de las sociedades no estatales se ha multiplicado con el desarrollo de los métodos de análisis postcoloniales y de(s)coloniales (que buscan superar el etnocentrismo occidental, por ejemplo Tomoko Masuzawa, The Invention of World Religions: Or, How European Universalism Was Preserved in the Language of Pluralism, University of Chicago Press, 2005). Propuestas como las de Eduardo Viveiros de Castro, The Relative Native: Essays on Indigenous Conceptual Worlds, Chicago, 2015, por ejemplo...) replantean el tablero desde una perspectiva que podría denominarse como giro ontológico.
Se plantean también instrumentos de comprensión conceptual de las experiencias religiosas. Los estudios en laboratorio de estados extáticos y experiencias místicas han permitido avanzar en la búsqueda de instrumentos para analizar este tipo de prácticas milenarias y es una condición para acercarse al la experimentación de las infinitas variedades de las experiencias religiosas. Se ha postulado que este tipo de trabajos conforman un nuevo paradigma de acercamiento al campo bajo el nombre de giro participativo (Jorge N. Ferrer y otros, El giro participativo. Espiritualidad, misticismo y estudio de las religiones, Barcelona, Kairós, 2011 (or. SUNY 2008) -otro más de los giros a los que tan acostumbrados nos tiene el milenarismo académicos, siempre buscando la última aproximación de moda). Entender la experiencia en primera/segunda persona permitiría el acceso a información subjetiva (Francisco Varela / Claire Petitmengin- Michel Bitbol), que muchas veces es la que se genera al trabajar sobre grupos religiosos y experimentar las transformaciones (en quienes lo llevan a cabo enfrentados a experiencias de intensificación y ruptura del discurso habitual) que produce el trabajo de campo.
Como conclusión parece primar la necesidad de la búsqueda de una perspectiva holística (a pesar de las críticas planteadas), que intente superar posiciones reduccionistas, entendiendo el estudio de la religión como una aproximación con múltiples facetas y muchos métodos y múltiples abordajes (siendo contextuales), que justamente extraiga su fuerza de la apertura hacia lo diferente e incluso lo inusual, caracterizada por tratarse de un enfoque personal y por construirse desde la convergencia disciplinar.