Copyright: Francisco García Bazán (Univ. Argentina J.F.
Kennedy-CONICET)
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Si la religión, como actividad humana, no sólo ha obstaculizado
el
desarrollo científico, sino que lo impide en su misma tendencia
hacia el
progreso y la perfectibilidad; si la religión poniéndole
límites a la razón,
ha perjudicado e incluso anulado su libre y pleno desempeño;
si la religión
ha impuesto una ética de carácter heterónomo que
ocultamente traiciona la
autonomía de la voluntad. Si, por otra parte, la religión
ha fijado al
hombre en una etapa infantil de su evolución tanto en sentido
colectivo como
individual; si la religión engendra sectarismos, segregación
y violencia
entre los pueblos y los grupos sociales; y, finalmente, si la religión
tiene
esclavizado al hombre como una víctima de aprensiones y terrores
infundados,
la religión no es sólo un producto humano inútil,
sino al mismo tiempo el
factor principal de la parálisis del ser humano en su progreso
hacia la
plenitud y debe ser denunciada, enjuiciada y sentenciada a desaparecer,
mediante la ejecución de cualesquieras de los instrumentos que
son los
mejores aliados del hombre maduro: la razón y su empleo por
la tecnociencia,
particularmente por las ciencias que avanzan con éxito gracias
a los métodos
que permiten el descubrimiento de la actividad de los entes fácticos.
Pero a las críticas de las incapacidades y excesos de la razón
para
resolver los problemas del hombre contemporáneo, se han agregado
los
enjuiciamientos de las vanguardias de la posición postmodernista,
que,
paradójicamente, han puesto asimismo de relieve el fenómeno
del "retorno de
la religión", o sea, la reanimación de que dan muestras
ciertos fenómenos
religiosos en este agitado fin de siglo, civilizadamente globalizador
y
culturalmente atomizante. Y las reflexiones que hacen la tentativa
de
reflotar lo religioso como un acontecimiento finisecular digno de salvataje
mental, "pensar la religión", lo llevan adelante bajo las condiciones
de
desacralización que imponen los tiempos. Es decir, como una
de las tantas
expresiones culturales del pasado perteneciente al espacio de los grandes
relatos que mantiene vigencia por excepción en el marco de una
cultura
desencantada. En este sentido, se debe señalar, sin embargo,
que al examen
de las deficiencias de las interpretaciones teológicas y metafísicas
del
hecho religioso, no seguirá una enmienda desde adentro que se
considera
impracticable, sino la puesta al día de los indicios con una
nueva
caracterización del fenómeno, lo que es operado mediante
la desacralización
del hecho y el subrayado de su carga antropológica. Desde este
enfoque, sin
embargo, opinamos que la nueva crítica se desliza hacia el exterminio
de lo
sagrado, núcleo perenne de lo que hay de irreductible en el
hecho religioso.
Sin embargo, prestando atención a las reflexiones anteriores
herederas a
la postre de la noción de horizonte de "época postrreligiosa"
concebida por
la mentalidad iluminista, si lo religioso para poder ser restaurado
debe
sincerarse con sus raíces humanas y de este modo ser desacralizado
de raíz,
esto quiere decir que la religión en tanto que potencia tradicional
autoexistente es interpretada como poder opositor al decurso normal
del
desplazamiento de la cultura humana, de la humanidad y del mundo, y
que si
al que se considera opositor se lo quiere reducir, es porque se le
teme en
su esencial capacidad de subsistencia y reacción.
Trataremos de este modo el "miedo a la religión" teniendo en
cuenta el
posible temor que el creyente puede sentir ante las estructuras religiosas,
pero ante todo interpretándolo como una derivación contemporánea
del
individualismo racionalista, que los autores postmodernistas han asumido
de
forma particular.
El planteo, por lo tanto, obliga a reflexionar sobre la "religión"
y
sobre el "miedo" con la mayor sinceridad posible y a este deseo de
autenticidad nos impulsa la comparación posible de establecer
entre algunas
figuras semejantes de pensamiento que se encuentran en las reflexiones
de
escritores postmodernos y las que se registran en testimonios y escritos
directos de los gnósticos.
Tres cuestiones, por lo tanto, se contienen en nuestro planteo. Dos
preguntas y una afirmación: 1? ?Qué es la religión?,
2? ?Qué es el miedo?,
3? El miedo y la religión.
II.RELIGION
?Qué es la religión? El uso lingüístico, un
empleo doble del lenguaje que
no ha cumplido todavía los dos milenios en Occidente, nos atestigua
que
"religión" es "religación". Fuerte atadura de quien cree
en Dios. Lazo
irrompible entre la persona divina y humana. Y que lo que da sustancia
a la
religión no es cómo se adore, sino a quien se venere,
y el culto, la
doctrina y la ética comunitaria serán la confirmación
de la validez y
sostenimiento de esta ligadura religiosa.
El éxito de Lactancio (s.III) al haber dado firmeza etimológica
a esta
actitud hebreocristiana de apertura de la conciencia personal a lo
sagrado
ha sido excluyente para la cultura occidental, aunque él no
fue más que el
término clauso de una disposición que le llegaba a través
de la
interpretación expresa de Ignacio de Antioquía, la Epístola
a Diogneto y su
maestro Arnobio de Sicca, y que Agustín de Hipona confirmará.
Este dictamen
ha seguido marcando por siglos a un importante sector del cristianismo,
sin
capacidad de reacción frente a su definición nominal:
"El término 'religión'
ha sido derivado de religare, porque Dios se liga al hombre y lo ata
por la
piedad" (Instituciones divinas III,9). Con esta decisión los
teólogos
cristianos no sólo han quedado inhabilitados para abrirse con
amplitud a la
alteridad de las otras religiones de la tierra, sino asimismo incapacitados
para entender en su complejidad los primeros siglos de su misma historia
formativa, excluyendo con mentalidad heresiológica a gnósticos
y
judeocristianos del desarrollo de la propia religión.
No obstante, la misma etimología de religio observada desde otra
perspectiva, puede orientar hacia horizontes de mayor extensión.
Dice al
efecto Cicerón: "los que retomaban cuidadosamente y de algún
modo 'reunían
escrupulosamente (relegerent)' todas las cosas que se refieren al culto
de
los dioses, estas personas han sido llamadas 'religiosas' del verbo
relegere" (Sobre la naturaleza de los dioses II,28,72).
De acuerdo con este sentido, que tampoco expulsa restrictivamente al
de
la religión referida con la frase "nudos de paja" en los testimonios
de los
antropólogos, hemos podido sostener inclusivamente que: "El
mito y la
historia, humanamente hablando, no se oponen, sino que son los dos
modos
irreductibles entre sí, pero complementarios, como los seres
humanos han
sido capaces de vivir finita y temporalmente la realidad de lo sagrado,
habiendo producido a partir de sus concepciones culturas y civilizaciones
que han querido conservar estas vivencias" (Aspectos inusuales de lo
sagrado, Presentación).
III. MIEDO
?Qué es el miedo? Se suele hacer una distinción de naturaleza
psicológica
entre el miedo, el temor, la ansiedad y la angustia. Los cuatro fenómenos
participarían de un mismo género emotivo y de un tono
afectivo de desagrado
y diferirían entre sí por las modificaciones de la actitud
frente al
correlato: el miedo específicamente respondería a un
objeto de estímulo con
reacciones motoras; el temor se distinguiría por la expectativa
del mal a
ocurrir; la ansiedad por la expectativa ante la combinación
del miedo y la
esperanza; la angustia por una expectativa más indefinida que
mezcla miedo,
temor e incertidumbre. Lo descrito es un punto de partida. Aunque se
sabe
asimismo que los análisis contemporáneos sobre la existencia
humana han
insistido sobre la especifidad y calidad ontológica de la angustia
como un
signo de la perfección del ente humano en cuanto tal. S. Kierkegaard,
M.
Heidegger, O. Bollnow, y en otro orden, J.P. Sartre, han realizado
exámenes
significativos al respecto. Sin embargo, esta corriente filosófica
y sus
prolongaciones en los modos de la ontología hermenéutica,
nos parece que han
desequilibrado la relación hombre-mundo y su hincapié
sobre la existencia y
su sentido ha descosmificado al hombre reduciéndolo a una entidad
abstracta.
III.A. EL MIEDO COMO PASION DEL HOMBRE
Consideramos, en consecuencia, que es de urgente utilidad para el
desarrollo de nuestro tema sobre el miedo humano a la religión,
recurrir a
planteos más abarcativos. En este punto el Timeo de Platón,
diálogo
cosmológico por excelencia cuadra bien en nuestra época
de teorías
cosmológicas como las del big-bang sumándole elementos
antropológicos y
psicológicos, y precisamente aquel pasaje que dice:
"[El demiurgo] una vez que hubo constituido la mezcla total, la dividió
en almas en un número igual al de los astros, distribuyó
a cada una en cada
uno y habiéndolas puesto como sobre un vehículo les mostró
la naturaleza del
universo y les notificó las leyes del destino: que la primera
generación
sería establecida única para todas, para que ninguna
recibiera menos de lo
debido de él, que las almas sembradas en los instrumentos del
tiempo, cada
una en el que le convenía, deberían dar nacimiento al
viviente que de todos
los vivientes es el más capaz de honrar a Dios, que la naturaleza
humana
sería doble, y que de tal género el más vigoroso
sería el que posteriormente
recibiría el nombre de varón; que cuando las almas hubieran
sido plantadas
en los cuerpos a partir de la necesidad, también el cuerpo se
acercaría, y
se alejaría del cuerpo de ellas, y que sería necesario
que en todas esas
almas naciera primero una sensación connatural (aísthesis
symphyton) a
partir de las afecciones violentas (biáion pathématon),
en segundo lugar, el
amor (éros) mezclado con placer (hedoné) y aflicción
(lype) y, además, el
temor (phóbos) y la ira (tymon) y los sentimientos (hepómena)
que resultan
de éstos y los que son naturalmente contrarios. Si los hombres
los
dominaran, vivirían en la justicia (díke), si fueran
dominados, en la
injusticia. Y el que hubiera vivido bien en el tiempo asignado vuelto
de
nuevo a la residencia del astro coasignado tendría una vida
feliz y acorde
con su naturaleza, pero el que fallare en estas cosas en la segunda
generación cambiaría en naturaleza de mujer". (41D 8-42C
1).
Es decir, el temor y la cólera, la deficiencia y el exceso en
relación
con la disposición de la psique humana a conservar su identidad
y junto con
ella como entidad intermediaria entre el intelecto y el cuerpo, la
unión de
los tres, es una actividad que se cumple o pone en acto completo, cuando
se
da el término justo o equilibrio entre ambos extremos. Se ejercita,
entonces, la humana virtud, o ejercicio apropiado, de la fortaleza.
De no
ser así surge la injusticia o falta de igualdad y equilibrio
entre los
mencionados opuestos en la facultad irascible.
Así está constituido este hombre generado que somos y
el cosmos a través
de la naturaleza, la psique con sus facultades racionales (intelecto
y
razón) y no racionales, apetito e irascibilidad, potencia a
la que nos
estamos refiriendo, y el organismo somático, por el que se manifiestan,
son
inseparables de su humana composición.
Plotino ha analizado a fondo esta complejidad propia de la psique y
ha
demostrado que el sentimiento del temor no sólo es deficiente
y opuesto al
de la cólera, sino que asimismo al ser peculiar de la irascibilidad
o
facultad anímica apta para reaccionar ante la amenaza de la
pérdida de la
identidad individual o asociación psicosomática, actúa
doblemente. Bien
agrede o bien huye. Bien ataca desmedidamente con ausencia de conciencia
juiciosa buscando destruir la fuente de la amenaza, o, a la inversa,
huye
despavoridamente. O bien dueña de sí, o sea, de su decisión
de aceptación o
rechazo acompañada de juicio descriminativo, supera con valentía
tanto el
exceso de la temeridad, como la deficiencia de la cobardía.
Es propio del
ser humano esforzado tanto dominar el temor ante la muerte como haber
estado
en algún momento fascinado por ella, puesto que la ley (nómos)
o asignación
propia que nos une al todo, es reflejo tanto total como parcial y en
tal
sentido religante o religiosa, exige respeto, y por eso mismo es unitiva
en
la totalidad. Por esa razón, entre otros motivos, rendimos homenaje
a las
almas de los difuntos.
Llevados en la ocasión a una cumbre de exquisita reflexión
filosófica, el
"miedo a la religión" no es más que una forma de las
patologías connaturales
del hombre en el mundo, la que surgida de la demencia (ánoia)
de nacimiento,
de la comunión íntima, aunque no inseparable, del alma
y del cuerpo, produce
las otras enfermedades mayores del alma: la insania y la ignorancia.
Es la descrita la enseñanza digna hoy de tener en cuenta que
nos ha
transmitido el platonismo pitagorizante y que remata en las diversas
formas
de la mal llamada tradición neoplatónica.
III.B. EL MIEDO COMO PASION MUNDANAL
Si prestamos, sin embargo, atención a unos pasajes del Adversus
Haereses
de Ireneo de Lión que se refieren a la cosmogonía y a
su ilustración
antecedente pleromática, el traspié de Sabiduría,
sostenida por los
gnósticos valentinianos, aquellos gnósticos con los que
llegados a su
escuela de Roma, Plotino polemizó, leemos lo siguiente:
1? "Algunos de ellos fabulan de esta suerte la pasión de Sabiduría
y su
conversión. Ella entregada a la empresa imposible e incomprensible,
dio a
luz una sustancia amorfa, una naturaleza tal como le era posible engendrar
a
una mujer. Y al conocerla, primero sintió aflicción,
a causa de la
imperfección de lo nacido, después tuvo miedo de que
también esto mismo se
extinguiera; más tarde fue tomada de estupor e incertidumbre,
indagando la
causa de lo generado y cómo podría ocultarlo. Caída
presa de las pasiones se
arrepintió y ha probado de subir hacia el Padre y habiéndose
arriesgado
hasta aquél ha quedado sin fuerzas y ha suplicado al Padre y
a ella se han
unido los restantes Eones, principalmente el Intelecto. Dicen que de
allí ha
sacado su origen primero la sustancia de la materia: de la ignorancia
(ágnoia), de la aflicción (lypes), del temor (phóbos)
y del estupor
(ekpléxis)" (I,2,3).
2? "No siéndole (a Sabiduría) posible superar el Límite
a causa de estar
mezclada con la pasión y quedando sola separada afuera, ha caído
bajo la
acción total de la pasión, que es multiforme y variada,
y padece aflicción,
puesto que no ha comprendido; miedo, porque teme perder la vida al
igual que
la luz; estupor sobre estas cosas, y todo en la ignorancia...Dicen
que así
surge la estructura y sustancia de la materia, desde la que se establece
este mundo. Efectivamente de la conversión el alma total del
cosmos y el
demiurgo han tomado el origen, y del temor y de la aflicción
toma el
principio lo demás, ya que de sus lágrimas ha nacido
la sustancia húmeda; de
su risa, la luminosa; de la aflicción y del estupor, los elementos
corporales del cosmos. Pues, como dicen, en ocasiones lloraba y sentía
aflicción, porque se encontraba sola abandonada en la tiniebla
y el vacío,
pero otras viniéndole el pensamiento de la luz que la había
abandonado se
reanimaba y reía. Pero luego de nuevo temía. Y nuevamente
sentía aflicción y
estupor" (I, 4,1-2).
3? "Por consiguiente ahora existían según ellos estos
tres sustratos: uno a
partir de las pasiones, que era la materia; otro a partir de la conversión,
que era lo psíquico, y el que ha sido dado a luz, es decir,
lo espiritual...
Pues bien, después dicen que la sustancia material se ha constituido
de tres
pasiones, miedo, aflicción y estupor. A partir del temor y de
la conversión
se han constituido los psíquicos. De la conversión pretenden
que ha tomado
nacimiento el Demiurgo, pero del temor toda la restante realidad psíquica,
como las almas de los animales sin razón, de las fieras y de
los
hombres...Enseñan que de la aflicción proceden los 'espíritus
de la maldad'
(Ef 6,12), de donde también ha tenido lugar el nacimiento del
Diablo
(diábolos) al que también llaman "Dominador del mundo"
(kosmokrátor), los
demonios y toda la realidad espiritual de la maldad. Dicen, sin embargo,
que
el Demiurgo es el hijo psíquico de la Madre de ellos, pero el
Dominador del
mundo, una criatura del Demiurgo. Además, que el Dominador del
mundo conoce
lo que está sobre él, ya que es un espíritu de
la maldad, mientras que el
Demiurgo lo ignora, precisamente porque es psíquico. Su Madre
habita en el
lugar supraceleste, es decir, en el Intermedio, pero el Demiurgo en
el
celeste, es decir, en la Hebdómada, y el Dominador del mundo
en nuestro
mundo. Y del impacto y el estupor, como se ha dicho surgen los elementos
corpóreos del cosmos, como desde lo más denso: la tierra
de acuerdo con el
impacto es la fijeza, el agua, según el temor, el movimiento,
y el aire,
según la aflicción, el ajustamiento; pero enseñan
que para todos éstos el
fuego engendra muerte y corrupción y que la ignorancia se oculta
en las tres
pasiones". (I,5,1-4).
Resumido brevemente, este mundo, en el que el pneumático, criatura
divina
caída, está sumergido y oculto, es una entidad en movimiento
y viva, a
partir de una materia que es mezcla de las pasiones de Sabiduría.
Si el pensamiento iranio tras la visión onírica reveladora
de
Zarathustra (Yasna 30,3), conoció el origen potente del Mal
como al
Adversario en el comienzo mismo de la constitución del Espíritu
como
integrado por los gemelos Spenta y Angra Mainyu, los gnósticos
dentro de la
tradición hebreocristiana, lo han atisbado en la periferia de
la Plenitud
distinta del Padre, de modo que esta Plenitud, una vez recuperada,
no vuelva
a ocultarse.
En este caso el temor es una forma de pasión, proveniente de
la torcedura
de Sabiduría, pero de naturaleza cósmica y universal,
antes que
antropológica. El temor no cuenta para el espiritual; pero sí
invade en
diversos grados al psíquico y al material. Ante el mundo, por
sustancia
tentador (Lc 4,1-12), sentirá el creyente religioso común
(judío y católico)
"temor de Dios", será por esencia timorato. La fe lo llevará
a temer la
justicia vengadora de Dios y ésta será su vía
de compensación. Al confundir
la justicia de este mundo implantada por el Creador, con la bondad
paterna
que ignora, verá el cumplimiento externo de la ley divina, como
el camino de
acceso salvador y cultivará el miedo reverente hacia el que
está
personalmente religado y sus preceptos. Para el gnóstico el
"miedo a la
religión" es uno de los condicionantes del creyente religioso
que confunde
fe con conocimiento y religación con sustancialidad.
Y hasta tal punto el análisis de la conducta intencional del
psíquico es
correcta, que el "Dominador del mundo" conociéndola, ha tentado
a su
paradigma, al Demiurgo, que ignorante, celoso e irascible, ha arrojado
del
Paraíso a la pareja primordial desobediente a sus preceptos,
pero que
encierran al Espíritu. De este modo agregando a las cuatro pasiones
mundanales, la específicamente humana, el amor de los sexos
acompañado del
placer sensual (hedoné) por su resultado, la potencia procreativa
innumerable, aspira a conservar indefinidamente su dominio inferior,
pues
mientras haya un espiritual en el mundo éste no podrá
concluir. Ignora, sin
embargo, el "Dominador del mundo" que con semejante estratagema ha
sellado
el límite de su futuro.
Pero lo que la intención y la conducta del Diablo como gobernante
del
género material diferente del psíquico, ponen de relieve
precisamente es el
"miedo raigal" a la religión tanto sea entendida como "relectura"
cuanto
como "religación", que es propio de quien se simula omnipotente.
Por ese
motivo, litiga el hílico contra el psíquico, ya que no
quiere compartir el
poder de este mundo con aquél que lo pretende salvar, y persigue
hasta el
exterminio carnal al pneumático, porque se nutre del plan de
reducir al
máximo de impotencia al poder espiritual, inextinguible e inagotable,
o sea,
que lo intuye como lo que no puede no ser. Una expresión mayor
del miedo
racionalmente administrado hacia el bien o la luz que espontáneamente
dimana, es difícil de pensar.
La trampa bien urdida, entonces, deliberan los gnósticos (frente
a la
desnaturalización del platonismo pitagorizante del neoplatonismo
de
Plotino), para que este mundo se mantenga en su deficiencia refleja,
no es
recurrir a las hipóstasis trascendentes y sus imágenes
permanentes, sino que
el mismo mundo sea capaz de autogenerar los recursos propios para su
conservación, como lo ha pergeñado la astucia del Diablo.
Pero, se puede
agregar, semejante maquinación es la delación inconfesa
del miedo íntimo a
cualquier forma de una experiencia de dependencia incondicionada, a
una
experiencia que permita que la vida absoluta tome posesión del
hombre y que
lo libere como ente religioso.
IV. EL MIEDO Y LA RELIGION
Lo curioso es advertir de acuerdo con este designio condicionante cómo
nuestra cultura contemporánea descosmificada e intelectualista,
habiendo
cortado artificialmente al final de una carrera más que milenaria,
las
pasiones humanas de la realidad sustancial del mal y del residuo de
maldad
que alberga la finitud del mundo, trate de justificar esta peculiar
autonomía que pretende ser terminal, con los mismos artificios
conceptuales
con los que según los gnósticos fue posible analizar
los planes tejidos por
el "Dominador del mundo" para el sostenimiento de su soberanía.
Para el "Dominador del mundo" del Tratado tripartito del Códice
I de Nag
Hammadi, por ejemplo, igual que para el "dios perverso" e "invertido"
del
postmodernismo, la conservación del mundo no obedece a plan
ejemplar ni
sustrato impasible sobre el que operar de algún modo, sino al
deseo
inagotable, que siempre da más de sí, como una Penía
o Menesterosa
insobornable que genera indefinidamente lo que apetece. Es justamente
el
ardid de que se vale el Diablo para que gracias al manipuleo al que
sometió
al Demiurgo por la desobediencia de Eva y Adán y su expulsión
paradisíaca,
poder mantener su dominio cósmico mediante el deseo sin fin
de procreación
infiltrado entre las pasiones y elementos cósmicos preexistentes.
Lo que se genera, entonces, no es ya el mundo falso y de ilusión
originado por las pasiones de Sabiduría y creado ignorantemente
por el
Demiurgo, en el que se oculta el espíritu que espera su redención;
sino un
mundo entregado a sí mismo por su producción de simulaciones
que siempre dan
algo nuevo de sí, un mundo ilimitado por sus contenidos fugitivos
en el que
cualquier atisbo de sustancialidad permanecerá irredento.
Similar universo de ideas alimentan la concepción de la
"irrepresentatividad" inasible del simulacro y la figura de Norea del
Pensamiento de Norea (NHC IX,2), seductora esencial, que jamás
se entregará
ni será asida por aquellos que enamora, pues caería en
contradicción con la
esencia que la tipifica, la "seducción".
La "diferencia" que burlonamente se muestra en la fugacidad de los bordes
de lo distinto atando las referencias incansables que suscita por medio
de
la evocación, asociación, atracción y oposición,
dispersa y disemina
significados, con paralela lógica contradictoria a la del cosmocrátor,
que
por el deseo procreativo multiplica a los existentes, igual que lo
lleva a
cabo el deseo de aparición de las enfermedades que en la medida
en que
obedeciéndole son más y es mayor su difusión,
antes también llegará la
conlusión final.
V. CONCLUSION
Si bien las polémicas y los paralelos entre ideas antiguas y
actuales en
relación con el "miedo a la religión" en sus dos niveles
de miedo a lo que
se cree y miedo a lo que no se cree, son llamativos, los ejemplos de
creencias elegidos en torno al tema también nos advierten que
en el fondo
late una cuestión mayor, la de que "religión" y "misterio
del cosmos" son
inseparables y que las dos posturas extremas acerca del mundo son también
capaces de tipificar su oposición complementaria.
Los griegos respetuosos de la herencia mítico-cosmológica
indoeuropea han
venerado al universo como residencia sempiterna de los mortales.
Los gnósticos, por su parte, convencidos de la realidad firme
y pasajera
de lo histórico, han sacrificado el mundo a la eternidad.
La "dialéctica de lo sagrado" que conjuga en el tiempo la unidad
de ambas
concepciones, el mito y la historia, como dijimos al comienzo, aparece
por
contradistinción con el "miedo a la religión" entendida
como epifenómeno
humano, rasgo característico de los tiempos de indigencia, como
el refugio y
fortaleza capaz de cultivar con cuidado (epiméleia) el hecho
religioso en
sus diversas e inagotables manifestaciones.
Bibliografía
Nos hemos apoyado en algunas obras publicadas o por publicar:
- F. García Bazán, Plotino y la Gnosis, Buenos Aires,
FECYC, 1981.
- F. García Bazán, "Tratado tripartito" (NHC I,5) y "Pensamiento
de Norea"
(NHC IX,2), en A. Piñero, J. Montserrat, F. García Bazán,
Textos
gnósticos.Biblioteca de Nag Hammadi I: tratados filosóficos
y cosmológicos,
Madrid, Trotta, 1997, pgs. 122-195 y 389-396.
- F. García Bazán, Aspectos inusuales de lo sagrado,
Madrid, Trotta, 1999.
- F. García Bazán, Presencia y ausencia de lo sagrado
en Oriente y
Occidente, Biblioteca Nueva, Madrid (en prensa).