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MIEDO, MUERTE Y VIDA EN LA ESCATOLOGÍA DE LA GUERRA SANTA
 
Copyright: María Arcas Campoy . 
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El Islam, enraizado en el concepto escatológico del Judaísmo y del Cristianismo -especialmente en el del segundo-, trasciende la vida del hombre, haciendo perdurable su limitada existencia terrenal. En el más allá, el hombre vivirá disfrutando del premio o sufriendo el castigo que sus actos hayan merecido el día del Juicio. La escatología ocupa un puesto preponderante en el Islam, y sus enseñanzas, esbozadas y afirmadas en el Corán, se vieron enormemente desarrolladas en la tradición religiosa con la introducción de elementos originales y de otras creencias transmitidos "respetuosa y fielmente bajo la autoridad de Mahoma o de sus compañeros, en cuya boca se pusieron desde un principio(1)".

En este contexto se sitúa el presente trabajo que tiene por objeto analizar la dimensión escatológica de la muerte en la guerra santa (ihd), donde la posibilidad de morir y la muerte misma hacen acto de presencia con mayor fuerza y se hallan más próximos al hombre.

Las principales fuentes documentales son el Corán(2), dos tratados de escatología musulmana: a) Kitb waf al-Firdaws, del andalusí cAbd al-Malik B. abb (m. 238/852)(3); b) Kitb šaarat al-yaqn, obra de Ab l-asan al-Ašcar (m. 600/1203)(4), y otros dos específicos sobre el ihd de sendos autores granadinos: a) Kitb qidwat al-gz de Ibn Ab Zamann (m. 399/1008)(5) y b) Tufat al-anfus de Ibn Hudayl (m. siglo XIV)(6).

1. La muerte en el Islam

La voz árabe waft(7), del verbo tawaffà, significa "muerte", entendida como el fin puesto por Dios al período predeterminado de la existencia del ser humano. De ahí el empleo de la voz pasiva (tuwuffiya), "ser muerto (por determinación divina)", para expresar el significado de morir. La muerte, así entendida, es el destino específico del mundo animado(8), el término del plazo (aal) concedido por Dios al hombre, pero no el final de la vida, sino el paso, el puente a la vida perdurable.

La muerte como punto de unión de esta vida con la del más allá es la causa misma de la existencia de la escatología. Por ella se prolonga la vida y de ahí su sentido "vivificador" para el musulmán.

El Corán alude en numerosas ocasiones a la muerte(9). Unas veces se refiere a ella como un designio de Dios, otras como el fin natural e inevitable de la existencia humana: <<cada uno gustará la muerte (3:185)>> o <<Dondequiera que os encontréis, la muerte os alcanzará, aún si estáis en torres elevadas(4:78)>>, otras muchas, como el paso a la otra vida o el regreso a Dios: <<Toda alma probará el gusto de la muerte; entonces seréis devueltos a nosotros (29:57)>> y en la mayoría de los casos, como el trance previo a la recompensa o al castigo, según hayan sido sus obras en esta vida. Incluso se menciona la existencia de dos muertes -el estado antes del nacimiento y el fin de esta vida- a las que siguen dos vidas, el nacimiento y la resurrección (Corán, 2:29; 40:12)(10).

La existencia terrenal en nada puede compararse a la vida que espera a los bienaventurados después de la muerte: <<El breve deleite de la vida de acá es mezquino. La otra vida es mejor para quien teme a Dios>> y <<La vida de acá no es más que falaz y breve deleite>>, rezan dos aleyas coránicas(11) presentadas a modo de ejemplo. Quien ha obrado con rectitud no tiene porque temer después de la muerte. Tendrá como recompensa el Paraíso(12).

En la tradición islámica la muerte aparece con frecuencia como un ente figurado creado por Dios y puesto bajo la custodia del ángel Azrael (cIzr'l)(13). Según el Kitb al-šaarat al-yaqn(14), la muerte se presenta como la separación del hombre de todo lo que le rodea en el mundo y, cuando desciende sobre alguien, se le manifiesta en su propia figura, expresándose en estos términos: "Yo soy la muerte la que te ha de sacar de este mundo. Dejarás a tus hijos huérfanos, a tu esposa viuda y tu fortuna pasará a tus herederos, a los que no amabas cuando estabas vivo. Si no presentas más que buenas acciones a tu favor, éstas serán una dicha para tí".

La creencia en la vida del más allá y el deseo de alcanzar el Paraíso prevalecen sobre el miedo y la angustia del hombre ante la muerte, sin embargo, en la soledad de la agonía sólo Dios puede ayudar a conservar la fe: Dios nos guarde a nosotros y a vosotros y nos preserve de perder la fe del corazón en el momento de la muerte, dice Ab anfa (m. 150 ó 151/767)(15).

La tradición recoge numerosas descripciones e imágenes de gran fuerza y plasticidad sobre los distintos trances por los que debe pasar el difunto, desde la llegada de la muerte hasta alcanzar su destino definifivo, pasando por la salida del alma de su cuerpo, la experiencia de la tumba, la resurrección y el Juicio Final(16). Asimismo el Paraíso (anna) y el Infierno (ahannam) son objeto de una rica y detallada descripción que sobrepasa todo lo imaginable(17).
 

2. La muerte en el ihd

Combatir en la guerra santa es una de las acciones más puras y sublimes que un musulmán puede realizar, pues se trata del "esfuerzo (esto significa ihd) en el camino de Dios (f sabl Allh)"(18) por la expansión y defensa del Islam, esfuerzo que obliga individual y colectivamente(19).

El ihd se rige por normas jurídico-religiosas que regulan su doble faceta espiritual y material, interna y externa, y que de no cumplirse, se vería anulado su auténtico sentido en el que la sinceridad de la intención (niyya) del individuo constituye la clave.

El Corán incita en numerosas ocasiones a luchar contra los enemigos de la religión, prometiendo a los combatientes el Paraíso(20). Quien combate por Dios con intención sincera, tanto si muere en la lucha como si sale vivo de ella, tiene asegurada la recompensa en la otra vida: <<¡Que quienes cambian la vida de acá por la otra combatan por Dios. A quien, combatiendo por Dios, sea muerto o salga victorioso, le daremos una magnífica recompensa! Corán, 4:74)>>. Asimismo los tratados de ihd(21), basados en el Corán y en los hadices(22), insisten en este punto.

El ihd es uno de los actos más relacionados con la escatología ya que pone al hombre en contacto directo con la muerte. El combatiente puede resultar ileso, herido o muerto, pero en los tres casos se habrá enfrentado a la muerte y, seguro de alcanzar la recompensa eterna, habrá tenido que vencer el miedo (jawf) a perder la vida (ayt). Así pues, la secuencia miedo, muerte "vivificadora" y vida del más allá, es fundamental en la escatología de la guerra santa.

a) El miedo

El combate es siempre preludio o posibilidad de muerte y, por tanto, generador de miedo, sin embargo apenas hay referencias al temor físico al dolor y a dejar de existir. El Corán sólo indica que no hay que temer al más allá. En la Tufa(23) de Ibn Hudayl se insiste en lo mismo y se pide valentía, una de las fuentes de las virtudes humanas. Y es que el miedo, inherente al ser humano, si no ocasiona la pérdida del discenimiento se transforma en valentía. Así lo entendió Hišm b. cAbd al-Malik cuando preguntó a su hermano Maslama b. cAbd al-Malik: "Ab Sacd, has sentido miedo ante un combate o un enemigo?". Le respondió: "Yo no estoy libre del temor que pone en guardia contra un ardid, pero el miedo jamás me ha afectado hasta el punto de privarme del discernimiento". Entonces dijo: "¡Tienes razón, por Dios! Eso es la valentía"(24). Sin embargo, la valentía nunca debe ser interpretada como un acto temerario ni mucho menos suicida. Por el contrario, el combatiente ha de saber administrar sus fuerzas, renunciar a su propia iniciativa y siempre obedecer a sus superiores.

En la Qudwa(25), sin embargo, hay algunas referencias sobre el miedo al sufrimiento ocasionado por la muerte. Unas aluden al temor físico -comparando el sufrimiento de la muerte con el que produce un pinchazo o asegurándo la ausencia de dolor- y, otras, al espiritual, prometiendo al combatiente que, tras una muerte "tranquila como el agua en un día de verano", no sentirá temor alguno cuando suene la trompeta del día del Juicio.

Así, con el miedo vencido, el musulmán sincero se enfrenta al combate con seguridad, decisión y valentía, repercutiendo su acción en el doble plano material y espiritual del ihd: la victoria sobre el enemigo y la consecución del Paraíso.

b) La muerte "vivificadora"

Desde este planteamiento, la posibilidad asumida de morir se transforma en la meta deseada. Quien muere en el ihd cumpliendo todos los requisitos exigidos es un mártir (šahd) del Islam y, por ello, tiene asegurada la entrada directa en el Paraíso y el más alto rango entre los bienaventurados.

El combatiente se enfrenta a una muerte "vivificadora" que le anima y estimula a luchar y a morir, a "ser matado y después resucitar, ser matado y después resucitar, ser matado...", según consta en un hadiz(26). Asimismo el deseo de morir y de cambiar "esta" vida por la "otra" aparece con frecuencia en los tratados de guerra santa con frases como: "Se acaba para vosotros el mundo (dunya) y sus penas, estareis junto al Señor, el Generoso(27)" o "Busca ardientemente la muerte, se te dará la vida(28)".

El mártir halla en la muerte la verdadera vida. <<¡No digais de quienes han caído en el camino de Dios que han muerto! No, sino que viven>> ( Corán 2:154) dice una de las muchas citas coránicas acerca de esta cuestión.

Quienes mueren en el ihd, además de recibir un trato y destino privilegiados en el más allá, siempre serán considerados "vivos" y nunca "difuntos". Según una tradición recogida por Ab l-asan al-Ašcar(29), el Profeta manifiestó que "Dios concedió a los mártires cinco prerrogativas que no otorgó a nadie ni siquiera a mí. La primera es que mientras que las almas de todos los profetas y la mía también las tomará el ángel de la muerte, las de los mártires las tomará el mismo Dios. Segunda, que todos los profetas, incluido yo, serán lavados después de su muerte, pero los mártires no lo serán. Tercera, que todos los profetas, incluido yo, serán amortajados, en tanto los mártires no lo serán. Cuarta, que a todos los profetas, incluido yo, se les llamará muertos y así se dirá que Mahoma -Dios lo bendiga y lo salve- ha muerto, mientra que a los mártires no se les llamará muertos sino vivos. Y quinta, que los profetas, incluido yo, serán intercesores el día de la Resurrección, en tanto que los mártires intercederán todos los días hasta el día de la Resurrección".

c) La vida

El mártir, al igual que todo musulmán sincero tiene asegurada la recompensa eterna en la otra vida. Su destino es el Paraíso cuya descripción, perfilada en el Corán(30), ha sido desarrollada con profusión y gran riqueza de detalles en otros textos de carácter religioso de los que el Kitb al-Firdaws y el Kitb Šaarat al-yaqn son un buen ejemplo. Sin embargo, como ha quedado expuesto anteriormente, su superior categoría lo sitúa en un destacado plano de privilegio sobre los demás tanto en el momento de la muerte y en los posteriores trances como en su propia ubicación en el Paraíso.

Tras una muerte sin miedo ni dolor, los musulmanes caídos en el combate saldrán de sus sepulcros, serán saludados por los ángeles y no experimentarán prueba alguna. Después, cada uno de ellos debajo de su propia bandera, es decir, la bandera de los mártires (liw' al-šuhad'), accederá al Paraíso por la primera de sus ocho puertas de oro con incrustaciones de perlas, pues ésta es la que está reservada a los profetas, a los enviados, a los mártires y a los santos(31).

De los deleites del Paraíso gozarán los mártires al igual que el resto de los bienaventurados. Entre sus maravillosos árboles, jardines, moradas, ríos, bebidas, alimentos, animales y habitantes vivirán y experimentarán un dicha sin fin que se verá acentuada por el privilegio de estar reservados algunos de sus placeres sólo a los de su rango. Por ejemplo, los caídos en el ihd forman parte del restringido grupo al que le está permitida la entrada en uno de los palacios: "En el Paraíso hay un castillo en el que hay setenta mil mansiones, en cada mansión setenta mil habitaciones donde no hay [nada] roto ni estropeado ni enmendado, que se alza sobre la rama del jacinto, [y sólo] entrará en él el [que haya sido] profeta, el sincero, el mártir, el imán justo y el juez de sí mismo"(32) .

Entre todos los gozos que el mártir experimentará destaca su relación con las huríes de negras pupilas (al-r al-cn)(33). Según un hadiz(34), ya desde la línea de combate estas criaturas sin par harán acto de presencia, "se engalanarán con seda verde y se ceñirán el cinturón amarillo de perlas (durr) y mostrarán sus senos y su busto y luego montarán uno de los caballos del Paraíso con las patas de jacinto y vendrán a ponerse detrás de vosotros y cuando padezcais, ellas padecerán con vosotros y cuando uno de vosotros seais derribado, ellas acudirán a enjugar la sangre y el rostro y dirán: Hoy se acaba para vosotros el mundo (dunya) y sus penas, estareis junto al Señor, el Generoso(35), y bebereis vino sellado (raq majtm) y escogereis a vuestras esposas de entre las huríes de negras pupilas".

En medio de esta vida eternamente perfecta y placentera, los mártires en el ihd ocuparán el más alto grado(36) del Paraíso, y aún allí se distinguirán tres tipos entre ellos, según la pureza de sus intenciones(37): a) el que salió a engrosar las filas del Islam sin ánimo de matar ni de ser matado; b) el que luchó con la intención de matar y de no morir; c) El que se entregó por completo con la intención de matar y de ser matado. Y el más meritorio de todos los mártires, el que "mata y es matado", deseará paradógicamente lo que ningún otro bienaventurado: volver al mundo y "ser matado diez veces a causa de los prodigios que ha visto"(38).

En el más elevado de los grados celestes los mártires experimentarán la más completa de las dichas, la visión beatífica, mencionada en el Corán 75:22-23 (<<Ese día, unos rostros brillarán, contemplando a su Señor>>) y desarrollada y enriquecida en la tradición religiosa. Sentados en los sillones asignados a los que ostentan el rango de mártires y sinceros, junto a los profetas y enviados colocados en mímbares y a los de inferior categoría acomodados en cojines, se verán trasfigurados sus rostros por la más excelsa de las teofanías. El Todopoderosos les manifestará su satisfacción y les dirá entre otras muchas cosas: "Me place que contempléis Mi faz y que visiteis Mi morada"(39), y como asegura un hadiz, "mientras contemplarán la faz de Dios, Altísimo, Generoso, Magno, Excelso y Dios contemplará sus rostros. Entonces se acercará una nube hasta cubrirlos, dejando caer sobre ellos el placer, la gracia y la delicia a los que no conoce sino Dios. Por eso les dará más luz, belleza y hermosura [estando] la gracia de Dios con ellos"(40).
 

Conclusiones

La guerra santa (ihd), para algunos el sexto pilar de Islam, está determinada por dos factores independientes y distintos entre sí que han de manteterse armoniosamente unidos. Por una parte, cuenta su faceta material encaminada a hacer lo más rentable posible la acción del combatiente en pro de la victoria sobre el enemigo, y por otra, la espiritual, la que debe regir con sinceridad los actos en el interior del combatiente. Ambas facetas, estrechamente unidas, confundidas en una sola, constituyen la base de la escatología del ihd.

Todo lo expuesto se ha centrado únicamente en la repercusión escatológica de la guerra santa, pues sus perceptibles consecuencias terrenales (incitación a la lucha, valentía, disciplina, victoria, etc.), sometida a estrictas normas legales, quedan fuera del propósito de este trabajo.

Respecto a la dimensión escatológica del ihd se desprenden las siguientes conclusiones:

- La acción de los comatientes en el ihd es la más relacionada con la escatología porque pone al hombre en contacto directo con la muerte.

- El miedo a la muerte y a la otra vida se transforma para los combatientes en una sublime y deseada secuencia: valor, muerte "vivificadora" y vida perdurable en el Paraíso.

- De entre todos los combatientes, el que muere cumpliendo todos los requisitos exigidos es un mártir (šahd) del Islam y, por eso, tiene asegurada la entrada directa en el Paraíso.

- Los mártires, con un trato y ubicación de privilegio entre los bienaventurados, experimentarán el gozo sobrenatural de la contemplación de Dios.

1. C. Castillo Castillo, autora del estudio, traducción y edición del Kitb šaarat al-yaqn. Tratado de escatología musulmana, de Ab l-asan al-Ašcar (m. 600/1203), Instituto Hispano-árabe de Cultura, Madrid 1987, p. 14, recoge esta cita de M. Asín Palacios, La escatología musulmana en la Divina Comedia. Madrid 1961, 3ª ed. p. 128; Ibn abb, Kitb waf al-Firdaws (La descripción del Paraíso). Introducción, traducción y estudio por J.P. Monferrer Sala. Granada 1997, véase también el comentario de J.P. Monferrer, p. 38.

2. Utilizo aquí: El Corán, edición preparada por J. Cortés, reimpresión de la 1ª edición, Madrid 1980; y El Sagrado Corán, con texto en árabe y traducción al español. Publicado por la comunidad Amadiyya. Islam International Publications LTD, 1988.

3. Véase nota 1.

4. Véase nota 1.

5. Conozco dos ediciones de la obra: 1) R. Wechel, Das "Quidwat al-gz". Ein beitrag zur Geschichte der gihd literatur, Bonn 1970, edición facsímil y traducción alemana; 2) Ibn Ab Zamann, Kitb Qudwat al-gz, Beirut 1989, edición anotada y estudio por cA. Sulaymn. Utizo la segunda que en adelante citaré Qudwa.

6. Tufat al-anfus wa-šicr sukkn al-Andalus. "L'Ornement des âmes et la devise des habitants d'el-Andalous", edición y traducción, Paris 1936 (texto árabe) y 1939 (traducción al francés.

7. Véase sobre la muerte en el Islam, Encyclopédie de l'Islam, Nouvelle Édition, Leyde-Paris 1960- (en curso), VI, p. 902-903 (en adelante cito E.I.2) [M. Abdesselem, Mawt].

8. E.I2, VI, p. 902: el ser humano se mueve por dos principios, uno pensante (nafs), que es el sentido del yo, consciente y permanente, y otro vital (r) insuflado por Dios. El segundo desaparece con la muerte.

9. Corán 2:132, 3:185, 21:35, 39:42, 56:83-96, entre otras citas.

10. El Sagrado Corán, publicación de la Amadiyya, pp. 25 y 1070, notas 50-53 y 2598.

11. Corán 4:77 y 3:11 respectivamente.

12. Innumerables azoras coránicas recogen esta promesa: 38:49-54, 44:54, 52:17-27, 55:46 y 78, 56:11-40, 78:33, etc.

13. Šaarat al-yaqn, pp. 14-17 texto árabe/43-44 traducción, describe al ángel de la Muerte.

14. pp. 13 texto árabe/43 traducción.

15. Šaarat al-yaqn, pp. 20 árabe/46 traducción.

16. Šaarat al-yaqn, capítulos IV al XXXVI, pp. 43-81.

17. Šayarat al-yaqn, capítulos XXXVII al L, pp. 81-96, describe el Infierno y el Paraíso. Sobre la descripción del Paraíso, véase el citado Kitb waf al-firdaws, y el artículo sobre este tratado de J.P. Monferrer, "El Kitb Waf al-firdaws

de Ibn abb: exégesis y fuentes", al-Masq, 10 (1998), pp. 83-94, así como el comentario (a la edición árabe de Beirut, 1407/1987) de Mª.I. Fierro, "La descripción del paraíso de cAbd al-Malik b. abb", Sharq al-Andalus, 7 (1990), pp. 243-244.

18. M. Arcas Campoy, "La escatología de la guerra santa", Boletín de la Asociación Española de Orientalistas, XXIX (1993), p. 168: El primer y más auténtico sentido del ihd es el esfuerzo del individuo por dominar sus pasiones, la lucha de los corazones por el bien.

19. M. Arcas Campoy, "Teoría jurídica de la guerra santa: El Kitb Qidwat al-Gz de Ibn Ab Zamann", Al-Andalus MAgREB, 1 (1993), pp. 56-58, 63-65; y "Escatología", pp. 167-168.

20. Corán, 2:190-94, 216-218, 243-252; 3:142; 4:71-80; 8:39; 9:5-16; 16:110; 40:4, entre otras citas.

21. Qudwa, dedica el capítulo 1ª, pp. 139-150; Tufa, pp. 106-8, 110-112, 114, 176.

22. Por ejemplo, An-Nawâwî, Los cuarenta hadiths, Edicomunicación S.A., Barcelona 1986, p.p. 76/77, el hadiz nº 29 coloca al ihd en la cima de la religión: "¿Quieres que te indique la parte principal de la religión, su columna y su cima última?". Sí Oh Enviado de Alá, le respondí (se trata de Mucd b. abal). Dijo: "Su parte principal es la sumisión (a la voluntad divina), su columna es la oración ritual y su cima última es la guerra santa (ihd)".

23. pp. 46 ár./222-223 tr., 52 ár./237-238 tr., 55-57 ár./244-250 tr.

24. Tufa, pp. 59 ár./252 tr. Se trata de Hišm I, el décimo califa omeya (106-125/724-743) y de su hermano Maslama.

25. pp. 235-237.

26. Qudwa, p. 148.

27. Aparece en Qudwa, pp. 238-239. Véase la traducción del hadiz completo en M. Arcas Campoy, "La escatología...", p. 174.

28. Tufa, p. 60 ár./254 tr.

29. Šaarat al-yaqn, p. 46 ár./63-64 tr.

30. Las aleyas 52:17-28, 38: 49-54, 44:54, 55:46-78, 56:1-40, 78:33, entre otras, aluden al Paraíso.

31. Šaarat al-yaqn, capítulos XXVIII y XXIX, pp. 57-60 ár./71-74 tr., sobre las puertas: capítulos XLVI y XLVII, pp. 88-91 ár./91-93 tr. Kitb al-Firdaws, p. 53, indica el nombre de las ocho puertas, pero no menciona a los mártires.

32. Kitb al-Firdaws, p. 59, y en p. 58 en términos muy parecidos.

33. Sobre las huríes, véase K. Šaarat al-Yaqn, capítulo XLIX, pp. 93-94 ár./94-95 tr.; el artículo de C. Castillo Castillo, "Las 'huríes' en la tradición musulmana", Miscelánea de Estudios Árabes e Islámicos XXXIV-XXXV (1985-1986), pp. 7-18; K. al-Firdaws, pp. 118-122.

34. Recogido en Qudwa, pp. 238-239.

35. Un fragmento de este hadiz ha sido mencionado anteriormente en relación a la preferencia de la vida del más allá sobre la terrenal; véase nota 27.

36. Firdaws, pp. 63-66, dedica un capítulo a los grados que, como indica Ibn abb (pp. 63-64), "señalan los rangos y los méritos. Los grados del paraíso indican el mérito y el rango mediante los que Dios considera superiores a unos sobre otros en la medida que hayan acatado [Sus leyes] en este mundo"

37. Qudwa, pp. 240-241.

38. Tufa, pp. 7 ár/112-113 tr.

39. Kitb waf al-Firdaws, pp. 123-129 dedica un capítulo a la contemplación de Dios. En p. 128, indica la ubicación de los mártires y recoge un hadiz al que pertenece esta frase. Corán, ed. J. Cortés, p. 710, en nota a la aleya 23 señala que la doctrina de la visión beatífica se basa en dicha aleya.

40. Firdaws, p. 129. de otro hadiz.