HÉCATE
Gara Casanova Fariña
Ainhoa Díaz Borges
ÍNDICE.
1. INTRODUCCIÓN.
2. FUENTES LITERARIAS.
3. FUENTES ICONOGRÁFICAS.
4.
HÉCATE MÁS ALLÁ DEL MUNDO ANTIGUO: REPRESENTACIONES POSTERIORES Y
REINTERPRETACIONES DE LA FIGURA.
5.
CONCLUSIONES.
6. BIBLIOGRAFÍA
FUENTES LITERARIAS ANTIGUAS Y PÁGINAS WEB.
1. INTRODUCCIÓN.
Hécate es una
divinidad misteriosa de origen minorasiático que
desde un principio ha estado caracterizada más por sus atributos y por los
diversos dones que concede a quien le invoca que por los mitos donde aparece.
Precisamente por ello, los especialistas no suelen dedicarle especial atención
y esto provoca que sea una figura muy poco conocida por el público en general;
a pesar de ser muy cercana al panteón olímpico. Así, esta página web ha sido
creada con la finalidad de acercar al lector un poco más a una diosa tan
desconocida, pero tan importante para poder entender algunos valores de la
tradición griega que en ella se encarnan. De esta forma, realizaremos un breve
análisis de las fuentes literarias e iconográficas de la Antigüedad, para luego
hablar sobre las representaciones de Hécate y las reinterpretaciones de su
figura más allá del mundo antiguo.
2. FUENTES LITERARIAS.
Inicialmente, este
tipo de fuentes escritas nos revelan algo clave para entender la figura de
Hécate: es una diosa que posee múltiples facetas, pero no mitos propios. Así, a
lo largo del tiempo se le van añadiendo funciones, aunque en muchos casos se la
suele asimilar con Ártemis. Muchos son los autores
del mundo grecolatino que la han mencionado desde el siglo VIII a.C. hasta el
II d.C. y, de manera general, podemos decir que casi todos ellos se han ocupado
de reflexionar acerca de sus orígenes y campos de acción; más que hablar de las
leyendas en las que interviene.
La primera vez que
tenemos constancia de Hécate en las fuentes literarias es en la Teogonía de Hesíodo,
(siglos VIII-VII a.C.), donde el autor nos habla de ella como hija de Asteria y
Perses, por lo que descendería directamente de la
generación de los Titanes. Sin embargo, en el transcurso de la encarnizada
Gigantomaquia que enfrentó a dioses contra gigantes, Hécate estuvo del lado de
Zeus, por lo que el soberano del Cielo y la Tierra la recompensó aumentando sus
poderes (a pesar de ser independiente respecto a los dioses olímpicos).
De esta manera, en
un principio la diosa se caracterizaba por conceder las peticiones que los
humanos le hacían; especialmente en el ámbito material, la victoria (en juegos y
batallas) y a la hora de brindar elocuencia en algún debate. Asimismo, hace que
la pesca sea más abundante para la gente de mar y tiene la capacidad de hacer
aumentar o disminuir el ganado a su voluntad. En resumen, y como podemos ver en
el fragmento situado a continuación, Hécate tiene la capacidad de conceder la
felicidad y su campo de acción es bastante amplio, a diferencia del de cada uno
de los dioses olímpicos:
“[...] Ella [Asteria], quedando
embarazada, trajo al mundo a Hécate, a la que el Crónida
Zeus estimó por encima de todas y le dio como brillantes regalos participar de
la tierra y del estéril mar, pero también obtuvo parte de la honra del
estrellado cielo y es especialmente respetada por los inmortales dioses. En
efecto, ahora, cada vez que alguno de los hombres sobre la tierra quiere
atraerse el favor de los dioses, realizando hermosos sacrificios según
costumbre, suele invocar a Hécate. Mucha honra acompaña con facilidad a aquel
cuyas súplicas acepta benévola la diosa y le otorga, además, felicidad, puesto
que tiene capacidad para ello. Tiene una parte, en efecto, de todo lo que
poseen cuantos nacieron de Gea y Urano y consiguieron una esfera de influencia.
No ejerció con ella violencia el Crónida, ni le quitó
nada de cuanto alcanzó entre los primeros dioses, los Titanes, sino que
conserva lo que desde el primer momento obtuvo, y no por ser hija única la
diosa participó menos de la esfera de influencia (y gloria en la tierra, en el
cielo y en el mar), sino incluso mucho más, puesto que Zeus la honra [...] A
quien ella desea, en gran manera lo asiste y ayuda; en el juicio se sienta
junto a los venerables reyes, y en el ágora hace sobresalir al que quiere;
cuando para la destructora guerra se preparan los hombres, entonces la diosa
asiste a los que desea otorgar victoria y concederles la gloria. Asimismo es
útil cuando los hombres compiten en un certamen, pues también entonces la diosa
les asiste y ayuda y, al vencer en fuerza y capacidad, un hermoso premio con
facilidad y alegría se lleva y a sus padres da gloria. Es capaz de asistir a
los jinetes que quiere, y a los que trabajan en el tempestuoso mar y suplican a
Hécate y al retumbante Enosigeo, fácilmente abundante
botín les concede la ilustre diosa y con facilidad se lo quita, cuando parece
seguro, si así lo desea en su ánimo. Con la ayuda de Hermes tiene la
posibilidad de aumentar los rebaños en los establos y por lo que se refiere a
las manadas de bueyes, grandes rebaños de cabras y majadas de ovejas de espeso
vellón, si así lo quiere en su ánimo, a partir de pocos los hace prosperar y de
muchos disminuir. [...]”. [Hes., Teog., 404-452].
Después de Hesíodo se generalizó un perfil mejor definido de Hécate y
ya cuando Apolodoro (siglo II a.C.) escribe su obra Biblioteca tiene en cuenta la tradición
literaria anterior al hablar de los orígenes de la diosa:
“[...] De Crono y Fílira nació el
centauro Quirón, de doble forma; de Eos y Astreo, los vientos y las estrellas; de Perses
y Asteria, Hécate; de Palante y Éstige,
Nice, Cratos, Zelo y Bía [...]”. [Apd., Bibl., I,
2, 4].
De igual manera, en
la Biblioteca histórica de Diodoro de Sicilia (siglo I a.C.) se menciona a Hécate como
hija de titanes; aunque este autor habla de ella de la misma manera que los
anteriores, ya que si bien antes Hécate era invocada principalmente como
divinidad de la elocuencia o como “diosa nutricia” de las jóvenes (al igual que
Ártemis y Apolo), poco a poco se irá especializando
en aspectos de la magia y los hechizos, siendo asociada al mundo de las
sombras, así como madre de Circe y Medea. Así, Diodoro
Sículo dice de ella:
“[...] Dado que la historia investiga las razones de este
asesinato de extranjeros, se hace necesario que nos refiramos a ellos
brevemente, sobre todo porque esta digresión estarás relacionada con las hazañas
de los Argonautas. Helio, se dice, tuvo dos hijos: Eetes
y Perses. Eetes fue rey de
la Cólquide, mientras que el otro reinó en la Táurica, y los dos se distinguieron por su crueldad. Perses engendró una hija, Hécate, que superaba a su padre
en osadía y su desprecio por las leyes. Era amante de la caza y, cuando no
tenía éxito, aseteaba a los hombres en vez de
disparar a las fieras. Al tener una gran pericia en la composición de venenos
mortales, descubrió el llamado acónito, y experimentó la potencia de cada
veneno mezclándolos en la comida dada a los extranjeros. Y puesto que había
adquirido una gran experiencia en esta materia, primero mató a su padre con una
pócima y le sucedió en el trono; luego construyó un templo a Ártemis y, al ordenar que los extranjeros que desembarcasen
allí fueran sacrificados a la diosa, se hizo famosa por su crueldad. A
continuación se casó con Eetes y parió a dos hijas,
Circe y Medea, y también un hijo, Egialeo. [...]
Circe también se dedicó a la creación de toda clase de drogas y descubrió en
las raíces todo tipo de propiedades y poderes increíbles; respecto a un gran
número de drogas fue instruida por su madre Hécate, pero descubrió mucho más
gracias a su propia investigación, y no dejó que ninguna otra mujer la superara
en el diseño de las mismas.”. [Diod.
Sic., IV, 45, 2, 3].
Este mismo autor
también habla sobre Medea, que aprendió cosas relacionadas con las artes
oscuras a través de su madre y su hermana, en unos fragmentos en los que queda
de manifiesto una nueva visión de Hécate como hechicera:
“[...] Respecto a Medea la historia cuenta que aprendió de su
madre y de su hermana todos los poderes de la droga, pero que las utilizó con
la intención opuesta. Se dedicaba, en efecto, a sacar de peligros a los
extranjeros que desembarcaban en su país, unas veces pidiendo a su padre con
súplicas y halagos la salvación de los que iban a morir, otras veces sacándoles
ella misma de la prisión y velando por la seguridad de aquellos desgraciados,
dado que Eetes, en parte por su propia crueldad, en
parte porque obedecía a su mujer, Hécate, había dado su aprobación a la
costumbre de matar a los extranjeros. Puesto que Medea actuaba cada vez más en
contra de los designios de sus padres, dicen que Eetes
empezó a sospechar que su hija conspiraba contra él y la puso en libertad
vigilada. Pero Medea consiguió escapar y encontró refugio en un santuario de
Helio situado junto al mar. [...]”. [Diod. Sic., IV, 46, 1].
“[...] Mientras se encontraban en esta incertidumbre, se cuenta
que Medea prometió que ella misma mataría a Pelias
mediante una astucia y que entregaría el reino a los héroes sin correr ningún
peligro. Entonces, mientras todos estaban asombrados ante aquella propuesta y
trataban de saber qué tipo de plan tenía en su mente, ella les dijo que se
había traído consigo muchos venenos de extraordinarios poderes descubiertos por
su madre Hécate y su hermana Circe; que ella nunca se había servido de ellos
para destruir seres humanos, pero que en aquella ocasión, por medio de ellos,
se vengaría fácilmente de aquellos que merecían castigo. [...]”. [Diod. Sic., IV, 50, 6].
También en el siglo
I a.C., pero ya dentro del ámbito romano, Cicerón reflexiona en su obra De Natura Deorum
sobre el rechazo de las deificaciones estoicas y de concepciones populares;
haciendo alusión a Hécate y su categoría de diosa:
“[…] Y bien, ¿dirás que son dioses Apolo, Vulcano, Mercurio y
los demás, mientras que lo pondrás en duda acerca de Hércules, Esculapio, Líber, Cástor y Pólux? Mas, desde luego, a estos
se les rinde culto igual que a aquéllos, y en algunas partes incluso mucho más.
Luego estos han de ser tenidos por dioses, aunque hayan nacido de una madre
mortal. Y bien, a Aristeo, el hijo de Apolo que se dice fue descubridor del
olivo, a Teseo, que se dice que es el hijo de Neptuno, a los restantes, cuyos
padres son dioses, ¿acaso no se les contará entre los dioses? ¿Y qué hay de
aquellos cuyas madres son diosas? Creo que más aún, porque, así como según el
derecho civil, quien procede de una madre de condición libre es libre,
igualmente, según el derecho de la naturaleza, quien procede de una madre diosa
es necesariamente un dios. Así, los isleños de Astipalea
rinden un devotísimo culto a Aquiles; si éste es un dios, también son dioses
Orfeo y Reso, nacidos de una madre que era Musa… ¡a
no ser que las nupcias marítimas se pongan por delante de las terrenas! Si
estos no son dioses, por el hecho de que en ninguna parte se les rinde culto,
¿cómo pueden serlo aquéllos?
Por tanto, mira no se estén rindiendo tales honores a la virtud
propia de unas personas, como también tú, Balbo (Lucilio
Balbo Quinto), pareciste decir, y no a su condición de inmortales. Por otra
parte, si piensas que Latona es una diosa, ¿cómo puedes no pensarlo de Hécate,
cuya madre es Asteria, la hermana de Latona? ¿Acaso es también ella una diosa?
Y es que hemos visto sus altares y sus santuarios de Grecia…Pero si Hécate es
una diosa, ¿por qué no las Euménides? Si éstas son diosas – las cuales tienen
un templete en Atenas, y entre nosotros, según mi interpretación, el claro de Furina –, son diosas las Furias, como observadoras y
vengadoras que son, según creo, de los delitos y de los crímenes. [...]”. [Cic., De Nat. Deor., III, 18, 46].
Por otro lado, si
bien hemos dicho al inicio de este epígrafe que casi todas las fuentes
literarias hablan sobre la genealogía y atributos de Hécate, también podemos
encontrar algunos autores que mencionan brevemente a la diosa dentro de mitos
ajenos a ella. Tal es el caso del rapto de Perséfone, leyenda que separa a la
joven de su madre Deméter, la cual recorrió cielo, mar y tierra buscándola y
que en su camino se encuentra con Hécate (que previamente pudo haber escuchado
los gritos de Coré), según nos cuentan los Himnos homéricos (poemas cortos del
siglo VII a.C. atribuidos a Homero):
“[...] Mas ninguno de los inmortales ni de los hombres mortales
oyó su voz, ni siquiera los olivos de hermosos frutos. Sólo la hija de Perses, la de ingenuos sentimientos, la oyó desde su antro:
Hécate, la de brillante tocado (y asimismo el soberano Sol, el ilustre hijo de Hiperión), cuando la muchacha invocaba a su padre, el Crónida. [...]”. [Himn. hom., II,
25].
“[...] Desde entonces, durante nueve días la venerable Deó anduvo errante por la tierra, llevando en sus manos
antorchas encendidas. Y ya no se nutría con la ambrosía ni el néctar dulce de
beber, presa de la aflicción. Y tampoco sumergía su cuerpo en el baño. Pero
cuando se le presentó por décima vez la radiante Aurora, le salió al encuentro
Hécate, llevando en sus manos una antorcha. Dispuesta a darle la nueva, le
dirigió la palabra y le dijo:
- Soberana Deméter, dispensadora de las estaciones, la de
espléndidos dones, ¿quién de los dioses
celestes o de los hombres mortales raptó a Perséfone y afligió tu ánimo? Oí su
voz, en efecto, pero no vi con mis ojos quién era. En breve te lo he dicho todo
sin engaño.
Así habló Hécate, y no respondió a sus palabras la hija de Rea
de hermosa cabellera, sino que raudamente partió con ella, llevando en sus
manos antorchas encendidas. Y se allegaron al Sol, atalaya de dioses y hombres.
Se detuvieron antes sus corceles y preguntó la divina entre las diosas:
- Sol, respétame tú al menos, como diosa que soy, si alguna vez
de palabra o de obra alegré tu corazón o tu ánimo. La hija a la que parí, dulce
retoño, encantadora por su figura… oí su vibrante voz a través del límpido
éter, como la de quien se ve violentada, mas no la vi
con mis ojos. Pero tú que sobre toda la tierra
y por el mar diriges desde el éter divino la mirada de tus rayos, dime
sin engaños si has visto a mi hija querida por alguna parte; quién de los
dioses o de los hombres mortales huyó tras haberla capturado lejos de mí, mal
de su grado, por la fuerza.” [Himn. hom., II, 52-59].
“[...] Así entonces, el día entero, con unánime anhelo,
confortaban de múltiples formas su corazón y su ánimo, demostrándose mutuo
cariño. Su ánimo se liberaba de dolores, y recibían una de otras alegrías y a
la vez se las daba. Cerca de ellas llegó Hécate de brillante diadema y dio
muchas pruebas de cariño a la hija de la sacra Deméter. Desde entonces la
soberana la precede y la sigue. [...]”. [Himn. hom., II,
438].
Asimismo, Apolodoro sitúa a Hécate en otro de los mitos en los que
participa, la Gigantomaquia, aunque no va más allá de la simple mención:
“[...] En cuanto a Porfirio, se enfrentó en la batalla a
Heracles y Hera. Pero Zeus le hizo concebir deseo por Hera, y ella al
desgarrarle Porfirio el peplo con la intención de violentarla, gritó en demanda
de ayuda y, al tiempo que Zeus lo
fulminaba con el rayo, Heracles le dio muerte con sus flechas. De los
restantes, a Efialtes, Apolo le atravesó
con una flecha el ojo izquierdo y Heracles el derecho; a Éurito,
Dioniso lo exterminó con el tirso, a Clitio, Hécate con antorchas y Hefesto
a Mimante arrojando contra él hierros al rojo.”. [Apd., Bibl., I,
6, 2].
Finalmente, hemos
creído oportuno hablar de una fuente literaria controvertida que Pierre Grimal [1]
ha relacionado con Hécate: La
Metamorfosis o El asno de oro,
del autor latino Lucio Apuleyo en el siglo II d.C.
(adaptación del original griego probablemente escrito por Lucio de Pratae). Así, en un momento de esta obra, el joven
protagonista Lucio, obsesionado con la magia, decide invocar a una diosa de la
noche cuyas características nos pueden llevar a pensar que se trate de Hécate,
aunque no sea nombrada explícitamente:
“[...] Muy cerca ya de la primera vigilia de la noche,
despertado por un repentino sobresalto, veo la esfera completa de la Luna, que
en aquel momento surgía de las olas del mar, brillando con intenso resplandor.
Al captar los silenciosos arcanos de la oscura noche, convencido también de que
aquella poderosa deidad ejerce una decisiva influencia por su soberana majestad
y de que su providencia rige por completo las cosas humanas y que no sólo los
ganados y las fieras, sino que también los seres inanimados alientan gracias al
divino poder de su luz y de su voluntad y de que incluso los mismos organismos,
en la tierra, cielo y mar, crecen cuando ella está creciente y disminuyen,
obedientes, cuando está en menguante, saciada ya, sin duda, la Fortuna con mis
calamidades, tantas y tan grandes, y al ofrecerme, aunque tardía, una esperanza
de salvación, decidí invocar a la augusta imagen de la diosa que se hallaba
ante mí [...]”. [Apuleyo, Met., XI, 1].
Sin embargo, si
bien el fragmento anterior puede llevarnos a pensar en varias diosas,
seguidamente Lucio menciona a Ceres, Venus, Diana e incluso Proserpina en su
ritual; aunque después de hacerlo, hay algunas líneas que son clave para
decidirnos finalmente por Hécate:
“[...] la de triple rostro, la que sofocas los espectrales
ataques y mantienes cerrados los accesos a la tierra, que, deambulando errante
por diversos bosques, eres honrada con diferentes ritos; tú, que alumbras con
esa femenina luz todos los recintos, que alimentas con tus húmedos rayos las
fértiles simientes y que repartes inciertos resplandores en tu solitario
caminar; cualquiera que sea la advocación, cualquiera que sea el ritual,
cualquiera que sea la faz bajo la que es lícito invocarte, ayúdame ya desde
ahora en mis extremas desdichas, endereza mi esquiva Fortuna, concédeme una
tregua y la paz en mis crueles calamidades, apuradas hasta las heces. [...]”. [Apuleyo, Met., XI, 2].
En definitiva,
creemos que está bastante claro que la diosa a la que Lucio invoca es Hécate y
hemos decidido analizar esta fuente en último lugar porque es la única que bebe
de las distintas tradiciones de la diosa que se han ido conformando a lo largo
del tiempo: una que concede los favores que se le piden y da la felicidad, y
otra asociada al mundo de las sombras que se aparece a los magos y a las brujas
con antorchas en sus manos.
3. FUENTES ICONOGRÁFICAS.
Afín de sus
orígenes a la figura de Ártemis, esta diosa es vista
como descendiente de titanes, razón por la que es capaz de apartarse de la
religión del Olimpo. Carente de leyendas propias, empezó siendo una diosa con
funciones funerarias a la que se dedicaban estatuas en los cruces de caminos y
se le pedían todo tipo de favores, pero en el siglo V a. C., esas peticiones
comenzaron a relacionarse cada vez más con el mundo nocturno, razón por la que
su figura adquiere un carácter misterioso e incluso temible. Así, si bien en un
principio se la invoca como diosa nutricia de los jóvenes, se va a ir
especializando en aspectos de la magia y los hechizos, asociada al mundo
nocturno de las sombras.
Precisamente, por
esta fuerte asociación con el culto, la
gran mayoría de representaciones suyas son antiguas, habiendo varios tipos de
Hécate, según Elvira Barba (2008): “Propylaia” (la que guarda las puertas); “Propolos”
(relacionada con la suerte, teniendo un importante papel en la figura de Hermes
en la recuperación de Perséfone del Hades); “Chtonía” (relacionada con la tierra, faceta muy
relacionada con Deméter); “Phosphoros” (relacionada con las antorchas y su papel
de guía en la oscuridad); “Kourotrophos” (cuidadora de niños); y “Kleidouchos”
(la que guarda las llaves).
Suele aparecer con
una o dos antorchas en las manos, en forma animal, en lugares mágicos como las
encrucijadas o los bosques, en los que se deja ver bajo la forma de una mujer
tricéfala a veces tocada con el “Kádathos” (una corona en forma de media luna) y con varios
brazos. A nivel general, sus representaciones antiguas no varían demasiado:
suelen ser hieráticas, estáticas y frontales; como la típica diosa de culto
(excepto la “Propolos”).
Hécate aparece al final del Arcaísmo como una diosa vestida, portadora de
antorchas, en contextos relacionados con el más allá: la vemos, por ejemplo,
como mera acompañante en diversos pasajes del mito protagonizado por Deméter y
Perséfone. Esta iconografía puede evolucionar; En ciertas visiones de los
infiernos fechables en el siglo IV a.C., ha pasado a ocupar un puesto en el
palacio de Hades y a ataviarse como las Erinias, con falda corta, botas y
antorchas; Sólo revela su identidad que aparezca, normalmente, carente de
correas cruzadas sobre el pecho y de serpientes en la cabellera.
En el siglo V a.
C., surgió la que será la imagen más peculiar y conocida de la diosa: la
"triple Hécate", que mira a los distintos puntos de la encrucijada en
la que se encuentra, y que por ello se compone de tres cuerpos pegados por la
espalda. Así aparece ya desde que Alcámenes la
imagina para la Acrópolis de Atenas (
Hemos seguido el
esquema de trabajo de Haiganuch Sarian,
autora que cooperó en el LIMC[3]
con su artículo sobre Hécate, que clasifica la evolución iconográfica de la
diosa según su tipología, y no según las leyendas o fuentes literarias que la
imagen represente. Que sigamos este esquema se debe a que, a pesar del número
de autores que hacen referencia de Hécate en las fuentes literarias, sólo dos
de ellas son representadas en las imágenes de los vasos.
3.1. Hécate de
cuerpo único.
A) Hécate dadófora.
En
los diversos tipos en los que se representa a Hécate, la Hécate dadófora es la que porta dos
antorchas, la “Phosphoros”,
como anteriormente describimos. Debido a su característica dadófora, tiene la capacidad de
descender al Inframundo e iluminar con sus antorchas.
a)
En escenas del ciclo eleusiano.
Se conoce como los
Misterios de Eleusis a una serie de rito iniciáticos
que se llevaban a cabo en el antiguo Ática. Eran de regularidad anual, en los
que se rendía culto a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone. Estos ritos
estaban relacionados con una serie de mitos encadenados, empezando por el
“Rapto de Perséfone”, hija de Deméter y Zeus, a manos de Hades. Éste se enamora
de Perséfone, raptándola y llevándosela a los infiernos. Su madre vaga por la
Tierra buscándola durante nueve días, al décimo encuentra a Hécate, que ha
presenciado el rapto [Imágenes 1; 2]. La diosa, enfadada, se niega a realizar
sus funciones y parte a Eleusis, donde el hijo del
rey le será confiado, Triptolemo, para que recorra el mundo enseñando el
cultivo de trigo a los hombres [Imágenes 6; 7; 8; 9]. Al no ejercer sus funciones como diosa, la
tierra se volvió estéril y el clima inhóspito. Así, Zeus se ve obligado a
convencer a Hades para que le devuelva a su hija, pero ésta ya había roto el
ayuno (comiendo algo del infierno se pasaba a pertenecer a éste) con unas
semillas de granadas. Se estableció un acuerdo, por cual Perséfone pasaría la
mitad del año en el Olimpo y la otra mitad con Hades en los Infiernos. Volvía,
así, cada año al lado de su madre [Imágenes 3; 4; 5], quien de la alegría que
recibía hacía que los cultivos florecieran y el clima fuera óptimo para
cultivar (la primavera).
Imag.1: Ánfora de figuras rojas, atribuida
al pintor de Darius, 340 –
Imag.2: Lécito apulense de figuras rojas, atribuido al pintor de la “Tumba
del más allá”, 330-
Imag.3: Crátera en campana de figuras rojas,
atribuida al pintor de Perséfone,
Imag.4: Crátera de figuras rojas, atribuida
al pintor de Alkimachos, sobre el
Imag.5: Peliké
ático de figuras rojas, atribuido al pintor Eleusino, 400-
Imag.6: Crátera de cáliz de figuras rojas,
atribuida al pintor de las Nióbides, 2º cuarto del
siglo V a.C. Museo Nacional de Spina, Colección
Ferrara. 2891 (T 313). (ARV 602, 24)
Imag.7: Crátera ática de figuras rojas con
volutas, atribuida al pintor de los Niobides, segundo
cuarto del siglo V a.C. Museo del Louvre G 343, Paris (ARV
600, 17)
Imag.8: Hidria ática de figuras rojas,
atribuida al pintor de Londres, tercer cuarto del siglo V a.C. Museo Británico,
Colección De Nola, Londres (BADN
215772)
Imag.9: Crátera ática de figuras rojas con
pequeñas columnas, atribuida al pintor del Dome,
b) Hécate en el
reino de Hades y Perséfone.
Perséfone
se convierte en la esposa de Hades, el rey de los Infiernos, retenida por éste
la mitad del año en su reino subterráneo. Hécate, como hemos dicho en el
análisis de las fuentes literarias, era la única que podía oír los lamentos de
Perséfone en el Inframundo y debido al aumento de poder que le concedió Zeus tiene
la capacidad de descender a los Infiernos y poder volver a la Tierra. De esta
forma, vigila a Coré mientras no puede estar con su
madre, Deméter en la Tierra [Imágenes 10; 11; 12].
Imág.10: Lebeta
siciliana de figuras rojas, atribuida al pintor de Hécate, último cuarto del
siglo IV a.C. Museo Regional de Siracusa, Italia (CVA
1, pl. 12, 3)
Imag.11: Crátera apulia
de figuras rojas con volutas, atribuido al pintor de Licurgo, sobre el
Imag.12: Lutróforo apulio de figuras rojas, atribuido al pintor de Baltimore,
c) Hécate en otras
escenas de carácter religioso.
Hécate,
con su función de proporcionar felicidad, aparece en contextos matrimoniales,
como en la “Boda de Tetis y Peleo”. A Tetis, hija de Nereo, se le predice que
su descendiente será más poderoso que su marido, por lo que Nereo decide
casarla con un mortal (Peleo) ya que ningún dios acepta la mano de Tetis
[Imagen 13]. Su aparición en los ritos matrimoniales se extiende más allá de
las leyendas, representándola en bodas auténticas [Imágenes 14; 15]. También la
representan en otro tipo de escenas religiosas [Imágenes 16; 17].
Imag.13: Crátera de Cáliz ática de figuras
rojas, atribuida al pintor de Peleo, 475 –
Imag.14: Copa ática de figuras rojas,
atribuida al pintor de Anfitrite, 460 –
Imag.15: Cálpide
ática de figuras rojas, atribuida al pintor de Tarquinia,
Imag.16: Enócoe
ático policromado con relieve, sin atribución, último cuarto del siglo IV a.C.
Museo Británico, Londres (71.7-22.1)
Imag.17: Escifo ático de figuras rojas, sin atribución, 370-
d) Hécate en la
Gigantomaquia.
Como
ya hemos explicado en el análisis de las fuentes literarias, fue la batalla
entre los dioses y los gigantes [Imágenes 18; 19;20];
donde Hécate participó a pesar de no ser una diosa olímpica, estando al lado de
Zeus, siendo recompensada por ello con el aumento de sus poderes. En este episodio,
según la “Biblioteca” de Apolodoro, Hécate dio muerte
al gigante Clitio, aunque en los vasos so aparece una
alusión explícita a esta matanza.
Imag.18: Ánfora ática de figuras rojas,
atribuida al pintor de Suessula, 425 –
Imag.19: Crátera ática de figuras rojas en
caliza, atribuida posiblemente al pintor de los Niobides,
450-
Imag.20: Crátera ática de figuras rojas en
caliza, sin atribución, segundo cuarto del siglo V a.C. Museo Nacional De Spina, Colección Ferrara 2891 (T 313)
e) Probables
representaciones de Hécate dadófora.
Escenas donde se representa a una mujer con antorchas, aunque no es seguro que sea Hécate y la mayoría de autores se preguntan si puede ser Ártemis o Nike [Imagen 20; 23]. En otras, la duda es si porta antorchas o no [Imagen 22].
.
Imag.21: Lécito
ático de figuras rojas, sin atribuir, hacia el
Imag.22: Escifo
ático de figuras rojas, atribuido al pintor de Splanchnopt,
a principios del siglo V a.C. Basilea, colección H. A. Cahn
HC 18.
Imag.23: Crátera con volutas apulia de figuras rojas, atribuido al pintor de Capodimonte, 320-
B) Hécate en los infiernos con las Erinias y un ídolo.
Las
Erinias viven en el Inframundo, donde coinciden con Hécate mientras Perséfone
está en los Infiernos con su marido, Hades. Se la puede invocar a través de las
Erinias.
Imag.24: Lécito
ático de figuras negras, atribuido al pintor de Beldam,
500-
C) Hécate alada.
Éste
es el único vaso de Hécate alada; aunque H. Sarian no
explica por qué un pintor la representó de esta forma ni qué función cumple en
esta cerámica (aunque su nombre aparezca en ella). Así, en la Imagen 25 la
vemos dentro del mito de Acteón, que fue castigado
por ver desnuda a Ártemis, consagrada a la castidad,
convirtiéndolo en ciervo y siendo devorado por sus propios perros.
Imag.25: Crátera ática en Cáliz de figuras
rojas, atribuido al pintor del Dinos o al pintor de Kléophon.
Toronto, colección privada.
3.2 La triple
Hécate.
Como
explicamos en la introducción iconográfica, la Triple Hécate surge en el siglo
V a.C. Se erigían estas estatuas en las encrucijadas de los caminos, con cada
cuerpo mirando a un camino. No se conservan representaciones de la Triple
Hécate en cerámicas, por ello ponemos de ejemplo estas estatuas.
Imag.26: Estatuilla de mármol romana
fragmentaria, segunda mitad del s.I a.C. Leiden, Rijksmus P. B. 136.
Imag.27: estatuilla
de bronce romana, siglo I. Museo Cívico de Treviso.
3.3 Sincretismos,
asociaciones y asimilaciones.
A) Ártemis, Hécate y Selene:
Haiganuch Sarian aclara que la confusión es por el atuendo de las tres, muy
parecido, y porque a veces Hécate aparece con una diadema de media luna, más
típica de Selene.
Imag.28: Denario de plata romana,
3.4
Representaciones de Hécate sobre los instrumentos adivinatorios.
En
el Imperio Romano tardío, las funciones de Hécate fueron derivando a las artes
adivinatorias y a las mágicas.
Imag.29: Amonedación de bronce, Estratonicea en Caria, comienzos del siglo III.
3.5 Asociaciones
controvertidas:
En
algunas representaciones no queda claro a qué diosa representa, no siendo
capaces los especialistas de asignarle una identidad definida. Perséfone,
Deméter, Nike o Hécate son diosas que tienen a
confundirse cuando no se representan sus atributos claramente. Por esa razón la
Imagen 30 ya no está relacionada directamente con Hécate en el Beazley Archive, sino con Ártemis.
Imag.30: Plato ático de figuras rojas,
atribuido al pintor Kiebolos. Tubingen, Eberhard-Karls-Univ., Arch.
Inst. (BADN 6050)
4.
HÉCATE MÁS ALLÁ DEL MUNDO ANTIGUO: REPRESENTACIONES POSTERIORES Y
REINTERPRETACIONES DE LA FIGURA.
La imagen negativa y oscura de Hécate, que ya hemos explicado en
el apartado de las fuentes literarias, va a difundirse por todo el mundo
romano, llegando posteriormente hasta el Mediterráneo y ya en el medievo va a tener una representación prácticamente nula.
Así, una vez desaparecido el paganismo, Hécate apenas volvió a
recuperarse en su forma antigua: raras veces se la toma como figura
independiente, sea por parte de mitógrafos (como V. Cartari),
sea por la iniciativa de algún artista (W. Blake,
1795; C. Klein, 1933). Lo más normal es que aparezca tangencialmente, a veces
con formas extrañas, en los cuadros que representan a Medea practicando la
brujería (Girolamo Macchietti,
1570-72).
Imag.31: Medea
e Giasone (Girolamo Macchietti, 1570-1573)
Imag.32: The Night of Enitharmon's
Joy or Hekate (William Blake, 1795)
Imag.33: Hécate como diosa de los caminos
(dibujo de Stephane Mallarmé,
en Los dioses antiguos, 1880)
Ya en la época contemporánea, las representaciones de Hécate son
absolutamente caprichosas, incluso se traslada la triplicidad de la propia
diosa a un perro que le acompaña (una especie de Cerbero), como en el caso de Hrana Janto[4]
[Imagen 34].
Imag.34: Hecate (Hrana Janto,
1997)
No obstante, si
bien hemos podido ver cómo el arte posterior ha explotado la vía de Hécate como
hechicera, algunos como William Blake han ido más
allá; siguiendo la reinterpretación que William Shakespeare hizo de la diosa en
su obra The Tragedy of
Macbeth. Así, Blake reunió las alusiones de la
mitología griega, varios de los dramas de Shakespeare y la poesía de sí mismo
para crear su compleja obra en 1795. De esta forma, las tres figuras que
aparecen en la Imagen 32 representan
la naturaleza tripartita de la diosa que en la mitología griega combinaba en su
figura aspectos de la luna, la tierra y el inframundo, con poder sobre el
cielo, la tierra y el mar; aunque también relacionada con la brujería, la magia
y lo sobrenatural.
Hécate aparece como
un personaje en Macbeth en el momento
en que ella y tres hermanas muy extrañas preparan un brebaje compuesto, entre
otras cosas, por carne de serpiente, pelo de murciélago, ojo de tritón, ala de
lechuza o pierna de lagarto. Así, Blake plasma en su
cuadro los ingredientes mencionados en la obra de Shakespeare, de manera que la
naturaleza oscura y siniestra de la Hécate del dramaturgo es destilada por Blake en su única representación de la diosa, algo que este
artista suele hacer a menudo a lo largo de su obra: coger una frase, un momento,
una escena y asimilarlo a su propia mitología.
En este caso
concreto, el cuadro de Hecate es rico en simbología y según David Bindman, dentro de la terminología propia de William Blake cada elemento tendría su significado: la
predisposición de la mujer representada implica algo oscuro, negativo (esa
misma mujer es la personificación de Hécate); el misterio está encarnado en el
desdibujado y confuso paisaje del libro que aparece abierto; la existencia
vegetativa sería el burro que aparece a la izquierda y los deseos de una
humanidad dividida estarían representados por el resto de criaturas siniestras
que aparecen en el lienzo.[5]
5. CONCLUSIONES.
Como se ha podido observar a lo largo
de este análisis, Hécate es un personaje mitológico mucho más complejo de lo
que pudiera parecer a priori; con un ámbito de acción tan amplio que abarca
desde el Inframundo hasta el Olimpo, razón por la que aparece en vasos de
diversas leyendas.
Sin embargo,
aunque ha sido partícipe de numerosos mitos, las fuentes literarias apenas
mencionan dos de ellos de manera tangencial (el ciclo mitológico de Perséfone y
la Gigantomaquia) y esa es la principal razón que nos ha llevado a estructurar
esta página web de esta forma, separando el análisis de las fuentes literarias
del de las iconográficas, al no poder relacionar de manera directa fragmentos
literarios con las imágenes de las cerámicas.
No obstante, el que
no haya una relación directa entre ambos tipos de fuentes no es sinónimo de
problemas, ya que este hecho nos lleva a preguntarnos por las causas: como ya
hemos dicho, Hécate es una divinidad más caracterizada por sus atributos que
por sus leyendas, razón por la que los autores antiguos han continuado con la
tradición oral; aunque plasmar esto en las artes plásticas es inviable y por
ello la diosa aparece en las imágenes de mitos ajenos.
Asimismo, de manera
separada, tanto los testimonios escritos como los iconográficos nos han
aportado datos muy importantes. Por un lado, las fuentes literarias a las que
hemos podido acceder (a excepción de los escolios a los Argonautas de Apolonio de Rodas) reúnen las distintas tradiciones
que había de Hécate en la Antigüedad; siendo La Metamorfosis de Apuleyo una de las más
valiosas, ya que de manera indirecta trata la confusión y asociación de Hécate
con otras diosas, cosa que ningún otro autor planteó en su obra. Por otro lado,
el LIMC nos ha sido de gran ayuda a la hora de
acercarnos a las fuentes iconográficas, ya que el Beazley Archive sólo nos mostraba veinte entradas para Hécate en la zona
del Ática, muchas de ellas con grandes dudas. De esta forma, hemos organizado
este tipo de fuentes siguiendo el artículo de la brasileña Haiganuch
Sarian (profesora en la Universidad de São Paulo) y
gracias a esta lectura también podemos afirmar que la gran mayoría de los vasos
en los que aparece Hécate (cerca de 20) son del Ática; aunque el resto proceden
de territorios dispersos por Grecia e Italia, gran parte de ellos de Apulia.
Por último,
siguiendo con las fuentes iconográficas, es necesario aclarar que la figura de
Hécate evoluciona desde el punto de vista artístico en el corto período de
tiempo en que es representada (la mayoría de las fuentes son de la época
comprendida entre los siglos VI – IV a. C.). Así, a grandes rasgos y teniendo
en cuenta las particularidades de los distintos pintores, se pueden distinguir
tres tipos de representaciones de Hécate: una se ve en los vasos procedentes de
la zona apulense y está caracterizada por rasgos
orientales, con muchos adornos y
detalles brillantes que llaman la atención [Imagen 10]. En otra, se la
representa de forma simple: de escaso tamaño y prestando poca atención al
detalle de sus ropas y atributos [Imagen 22]. Por último, nos encontramos a una
Hécate estilizada y bien definida, de perfil regio a la manera de otras diosas
como Deméter o Hera [Imagen 21]. Este fenómeno puede deberse a una
regionalización de las representaciones o al estilo artístico de una escuela
concreta. Así, el mejor ejemplo de los distintos tipos iconográficos de Hécate
es el de las representaciones de “La misión de Triptolemo”, de la que tenemos
tres vasos en los que se plasma la misma leyenda, con tres representaciones de
Hécate distintas. Sin embargo, en la Imagen 7, aunque es alta, tiene unos
rasgos masculinizados. En la Imagen 8, por el contrario, es una figura alta y
esbelta, muy hermosa. Finalmente, en la Imagen 9 aparece poco trabajada,
pequeña y poco agraciada. No obstante, los tres vasos pertenecen al mismo
origen, Ática, y datan del mismo siglo, s. V a.C., por lo que resulta curiosa
la variedad.
En definitiva,
la figura de Hécate abre diversos interrogantes una vez que hemos analizado las
fuentes; no es un tema cuyo estudio esté cerrado, pues aún hoy en día genera
debate, como hemos podido ver en las Imágenes 25 y 30 o en los apartados sobre
posibles representaciones.
6. BIBLIOGRAFÍA FUENTES LITERARIAS ANTIGUAS
Y PÁGINAS WEB.
a)
Bibliografía.
- Elvira Barba, M. A. 2008. Arte y mito: manual de iconografía
clásica, Sílex, Madrid.
- Grimal, P., 1998. Diccionario de mitología griega y romana,
Paidós, Barcelona.
- Harrauer, Ch.;
Hunger, H.; 2008. Diccionario
de mitología griega y romana, Editorial Herder.
Barcelona.
- Sarian, H. “Hekate”.
En VV.AA., 1981-1999, Lexicon iconographicum mythologiae
classicae, Fundation pour le Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae, Zürich und München, Vol
VI., Addenda, pp. 985-1019.
b)
Fuentes literarias antiguas.
- Apolodoro (introducción, traducción
y notas de García Moreno, J.), 1999. Biblioteca
mitológica, Alianza, Madrid.
- Apuleyo (edición y traducción de Cuatrecasas, A.), 1996. El
asno de oro, Austral Narrativa, Madrid.
- Diodoro de Sicilia (traducción y
notas de Torres Esbarranch, J. J.), 2004. Biblioteca histórica, Biblioteca Clásica
Gredos, Madrid.
- Hesíodo (introducción, traducción y
notas de Martín Sánchez, A.; Martín Sánchez, M. Á.), 2000. Trabajos y días. Escudo. Certamen, Alianza, Madrid.
- Himnos homéricos (introducción, traducción y notas Bernabé
Pajares, A.), 1988. La Batracomiomaquia, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid.
- Cicerón (introducción, traducción, apéndice y notas de
Escobar, Á.), 1999. Sobre la naturaleza
de los dioses, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid.
c)
Páginas web.
- http://www.artcyclopedia.com/
- http://almacattleya.blogspot.com/2011/04/chi-ha-paura-delle-streghe.html
- http://www.beazley.ox.ac.uk/index.htm
-
http://english.emory.edu/classes/Shakespeare_Illustrated/Blake.Hecate.html
- http://www.hranajanto.com/goddessgallery/GGF-home.html
- http://www.theoi.com
[1] Grimal, P., 1998. Diccionario
de mitología griega y romana, Barcelona: Paidós,
p. 225.
[2]
Elvira Barba, M. A. 2008. Arte y mito:
manual de iconografía clásica, Madrid: Sílex, pp. 196-198.
[3] Lexicon Iconographicum
Mythologiae Classicae.
[4] Elvira Barba, M. A. 2008. Arte y mito: manual
de iconografía clásica, Madrid: Sílex, pp. 197, 198.