V) Los juzgables
El modelo que resultaba más común, en
el que más directa o más difusamente creían los cristianos,
los musulmanes, los mazdeistas, los judíos (por lo menos a partir
de cierto momento y entre ciertos ambientes), aunque con diversidades y
diferencias plantea la existencia de un juicio tras la muerte.
Quizá los primeros en idear este tipo de más
allá fueron los seguidores de Zarathustra y sus modelos imaginarios
han tenido una larga continuación...
Pero tantos viajeros que deambulan por el puente
indican que el juicio no se realiza caso a caso, sino que forma parte
de una narración más compleja que supera al ser humano.
Es una narración escatológica en la
que cada ser humano ha tenido su elección, servir a asha, la verdad
o a druj, la mentira, servir a Ormuz (el dios del bien) o a Ahrimán
(el Mal), en los relatos mazdeístas...
Seguir a Yahveh o a Belial, el Príncipe de
las Tinieblas, como nos cuentan los manuscritos de Qumrán...
Seguir a Alá o apartarse y dejarse tentar por
Satán....
Seguir a Cristo o pasar a engrosar las filas de las
huestes del diablo....
Y el juicio habrá de producirse tras el cumplimiento de los tiempos, cuando se revele el destino de cada ser humano. Un juicio eterno y definitivo tras una terrible convulsión apocalíptica... como la que aparece en el libro del Apocalipsis... que permite muchas lecturas visionarias...
El culto funerario a la tumba, la visita a la misma en estos relatos tiene su razón de ser, pues sería morada hasta el momento del juicio final...
Y no sólo como lugar en el que reposa un cadaver al que se debe culto para cumplir con los antepasados (como en el caso de los griegos) o en el que perdura la memoria, en algún caso el único dato que de esa persona ha podido quedar (como en el caso de los romanos y su "obsesión" por el funeral y la lápida tumbal (las asociaciones funerarias... etc...) un modelo que en parte perdura hasta hoy... la del entierro casi como principal testimonio del paso por la vida para muchos (por ejemplo los esclavos, los pobres...)
Pero la angustia de dejarlo todo al fiel de la balanza, el realismo de un vivir que no puede diseccionar fácilmente un destino de gloria frente a otro de castigo mitigó los puntos de vista... el juicio estaría precedido de un purgar las faltas, para que quedase el consuelo de redimirse aunque sea tras los castigos del alma... un lucrativo negocio porque los familiares podían ayudar a las almas en el purgatorio a alcanzar el rescate.... pagando misas.... en los modelos desde luego no bíblicos de entender este tema... pero que todavía son doctrina de catecismo aunque haya cada vez menos creyentes en ellos... el concepto medieval de juicio particular ... tras el que todos, salvo los santos o los endiabladamente malvados (quizá los infieles, los que no creen en la posibilidad del arrepentimiento y la expiación) habrán de pasar por el purgatorio...
Y la lección final: el reino de la muerte vence a toda gloria, hasta la de los que sirven a dios, en un cerrar de ojos el cadáver es la única imagen... y la vida corta para malgastarla regodeándose en la riqueza, el poder, el conocimiento o incluso la santidad como parecen mostrar las terribles dos tablas de Valdés Leal....
Aunque más allá de este terrible imaginario de ver la vida y la muerte, que caracterizó de modo claro al catolicismo hasta el Concilio Vaticano II, y como desarrollo del mismo, han surgido modelos que renuncian, no solo al purgatorio, sino también a muchas de las más angustiosas implicaciones de la escatología, estimando que dado que la divinidad es puro amor, no puede entenderse como un terrible castigador, redimensionándose así infierno, juicio, cielo y por tanto también la vida.