En toda la Galia hay dos clases de hombres que cuentan y reciben honores, ya que el pueblo a penas se distingue de los esclavos, nada emprende por sí mismo y para nada es consultado. Cuando se ven cargados de deudas, apremiados por los impuestos o sometidos a la violencia de los poderosos, se ponen al servicio de nobles que tienen sobre ellos los mismos derechos que los dueños sobre sus esclavos. De estas dos clases una es la de los druidas y la otra la de los caballeros. Los primeros velan por los asuntos divinos, se ocupan de los sacrificios públicos y privados y regulan todo lo referente a la religión. Una multitud de jóvenes vienen a instruirse con ellos y gozan de un gran prestigio. Los druidas se encargan de solucionar todos los litigios, ya sean públicos o privados y si se ha cometido un crimen, ha habido un asesinato, si hay disensión en lo relativo a una herencia o a alguna linde son ellos los que deciden, determinan los daños y las penas; si un particular o un pueblo se niegan a aceptar sus decisiones, se les prohibe participar en los sacrificios, son tenidos por impíos y criminales y todo el mundo se aleja de ellos y escapa a su contacto por miedo al contagio, no se les imparte justicia y no se les otorga ningún honor. Sobre todos los druidas impera uno que ejerce la autoridad suprema. Tras su muerte si hay un candidato que supera a los demás en dignidad pasa a ser su sucesor, si hay varios en igualdad de condiciones se disputan la primacía por medio del sufragio entre el resto de los druidas o en algunos casos por las armas. En cierta época del año se reunen en un lugar sagrado del país de los Carnutos que es tenido por centro de toda la Galia. Allí acuden de todas partes a pleitear y se someten a sus consejos y juicios. Su doctrina fue elaborada en primer lugar en Britania y de ahí importada a la Galia e incluso hoy en día la mayoría de los que quieren profundizar en esa doctrina se trasladan allí para aprenderla. Los druidas acostumbran a no ir a la guerra y a no pagar impuestos a diferencia del resto de los galos. Tienen dispensa en el cumplimiento del servicio militar y están liberados de cualquier tipo de obligación. Atraídos por tan grandes ventajas muchos acuden por su propia voluntad a confiarse a sus enseñanzas y otros son enviados por padres o parientes. Se cuenta que aprenden allí, de memoria, un gran número de versos, algunos permanecen hasta veinte años estudiando. Opinan que la religión impide confiar ese saber a la escritura, mientras que para el resto de los asuntos, cuentas públicas y privadas usan el alfabeto griego. Me parece que establecieron este uso por dos razones, porque no quieren que sus doctrinas se divulguen entre el pueblo y que los que aprenden, confiándose a la escritura, descuiden la memoria. En lo que insisten especialmente es en que las almas no perecen, sino que pasan tras la muerte de un cuerpo a otro y esto les parece especialmente eficaz como medio de excitar la valentía al suprimir el miedo a la muerte. Discuten también con fruición de los astros y sus movimientos, del tamaño del universo y la tierra, de la naturaleza de las cosas y del poder y cualidad de los Dioses inmortales y transmiten estas especulaciones a la juventud (César, Guerra de las Galias 6, 13-14)
Existen entre ellos incluso poetas líricos que llaman bardos, estos poetas acompañan sus cantos, que son tanto himnos como sátiras, con instrumentos parecidos a las liras. Hay también entre ellos filósofos y teólogos a los que se rinden grandes honores y que se llaman druidas. Además se sirven de adivinos a los que otorgan una gran autoridad. Estos adivinos predicen el porvenir por la observación de las aves y por el sacrificio de víctimas. Toda la población depende de ellos. Cuando consultan los presagios para asuntos de gran interés desarrollan un rito especialmente extraño e increíble. Después de haber consagrado a un hombre, le hieren con una espada de combate en la región por debajo del diafragma y, cuando la víctima cae como consecuencia del golpe, adivinan el porvenir según el modo en que ha caído, como agita los miembros y como brota la sangre. Se trata de un tipo de observación muy antiguo, practicado desde época inmemorial y en el que tienen una gran fe. Es costumbre entre ellos que nadie realice sacrificios sin la presencia de un filósofo, creen tener que usar la intermediación de estos hombres que conocen la naturaleza de los dioses y hablan, pudiérase decir, su idioma, para ofrecer sacrificios de acción de gracias e implorar sus beneficios. No sólo en los asuntos que se producen en épocas de paz, sino sobre todo durante las guerras, se confía en estos filósofos y poetas cantores, y eso tanto amigos como enemigos. Generalmente en el campo de batalla, en el momento en que los ejércitos se aproximan, espadas desenvainadas, lanzas en ristre, estos bardos avanzan en medio de los adversarios, intentando dominarlos por medio de encantamientos, como se hace con las bestias salvajes. Así entre los bárbaros más salvajes la pasión cede ante la sabiduría y Ares respeta a las Musas (Diodoro de Sicilia, Bibloteca histórica 5,31,2-5)
Entre todos por los galos tres clases gozan de honores excepcionales: los bardos, los vates y los druidas. Los bardos son cantores sagrados y poetas, los vates se encargan de oficiar las ceremonias sagradas y practicar las ciencias de la naturaleza, se consagran a la parte moral de la filosofía. Estos últimos son considerados como los más justos de los hombres y se les confía, a tal título, el cometido de impartir justicia en los diferendos privados y públicos. Incluso tenían antiguamente que arbitrar en las guerras y podían parar a los combatientes en el momento mismo en que éstos se preparaban para formar una línea de batalla, aunque principalmente se les confiaba los juicios en asuntos relativos a asesinatos. Cuando hay abundancia de tales quiere decir, según ellos, que se promete abundancia al país. Afirman (y otros con ellos) que las almas y que el universo son indestructibles, pero que un día ocurrirá que el fuego y el agua prevalecerán sobre todo (Estrabón, Geografía IV,4)
Poseen un tipo de elocuencia propia y maestros de sabiduría a
los que denominan druidas. Pretenden conocer el tamaño de la tierra
y del mundo y los deseos de los dioses. Enseñan gran número
de conocimientos a los nobles de la Galia, a escondidas, durante veinte
años, ya en cuevas, ya en bosques recónditos. Una de sus
doctrinas ha terminado calando entre el pueblo, y plantea que las almas
son inmortales y que hay otra vida para los muertos, lo que los convierte
en gente mucho más valiente en la guerra. Esta es la razón
por la que que queman o entierran con sus muertos todo lo que puede ser
necesario en la vida, antiguamente incluso dejaban para el otro mundo la
solución de sus asuntos o el pago de sus deudas. Había incluso
algunos que se lanzaban a la pira funeraria de sus familiares como si pudiesen
vivir con ellos (Pomponio Mela, Corografía 3,2,18)