IX Congreso Latinoamericano sobre Religión y etnicidad. La religión en el nuevo milenio: una mirada desde los Andes http://www.pucp.edu.pe/eventos/congresos/

Simposio 17-18: El campo religioso latinoamericano. Un estado de la cuestión.
La multirreligiosidad en Iberoamérica



La multirreligiosidad: consideraciones teóricas y metodológicas

Francisco Diez de Velasco. Universidad de La Laguna. Islas Canarias. España.
fradive@ull.es
 

Resumen. Aunque la diversidad religiosa es un hecho bien definido y estudiado a lo largo de la historia, el concepto multirreligiosidad, en una de sus posibles definiciones, actuaría como un correlato en lo relativo al mundo de las religiones de lo que es multiculturalidad en el de las culturas. No trataría tanto la diversidad religiosa en general (el carácter diverso de las religiones del mundo, aunque no tengan importantes interrelaciones) sino la combinación de esa diversidad en un ámbito específico. El análisis de la multirreligiosidad requiere una reflexión sobre los datos estadísticos (y en general de socio-geografía de las religiones) en la zona que se estudie para calibrar la importancia del fenómeno y su dinámica. Las claves del enorme desarrollo de la multirreligiosidad son la inmigración, la conversión y la tradición. Se trata de un fenómeno definitorio del mundo actual que presenta notables retos y cuyo estudio plantea problemas de carácter teórico y metodológico (el impacto del religiocentrismo) de los que hay que tomar conciencia.


I) La multirreligiosidad: características generales

La modernidad construyó un marco legal que, en teoría, minimizaba (o progresivamente ha ido minimizando) la discriminación del culturalmente diferente y multiplicó las interconexiones a nivel global entre territorios muy diversos, aunque éstas fueran (y sigan siendo) desiguales. La multiculturalidad en el mundo actual, en el que se ha multiplicado desde el final de la "guerra fría" una globalización a la que no se pueden sustraer más que muy pocos territorios, es un fenómeno imparable. Hay campos en los que el mestizaje cultural resulta particularmente evidente: la literatura, la música, los medios de comunicación, el arte en general y también la religión.
La legitimidad de la diversidad de opciones personales (al relegar progresivamente la religión al campo de lo privado) y el marco general de libertad religiosa y desvinculación de los estados de opciones confesionales oficiales (instaurado desde la modernidad como modelo dominante), propician que a nivel global se esté multiplicando el fenómeno de la multirreligiosidad (correlato en lo relativo al mundo de las religiones de lo que es multiculturalidad en el de las culturas); la conformación de sociedades en las que cada vez existe una menor homogeneidad religiosa y en las que la diversidad se convierte en una característica definitoria o cuando menos en tendencia acusada.
Esta ha sido la opción que caracterizó a los Estados Unidos desde sus orígenes como nación, una libertad de creencias estimada como regla principal en el modelo de convivencia que ha llevado a que los fenómenos de discriminación religiosa se minimicen (y el rechazo social general, cuando se producen, sea muy alto) y quepa la posibilidad de que florezca una enorme diversidad de opciones tanto de carácter tradicional (las grandes religiones en todas sus posibles variantes, más religiones tribales de muy diversa índole), como de carácter nuevo. La multirreligiosidad tiene en Estados Unidos no solo un modelo imperante, sino también un defensor comprometido (como muestran los informes anuales del Departamento de Estado relativos a la libertad religiosa en el mundo); desde el final de la guerra fría y la disolución del bloque comunista, esta tendencia no tiene rival (ni siquiera en China, donde a pesar de acciones puntuales, florece la multirreligiosidad). Solamente resultan en la actualidad ámbitos relativamente impermeables a la multirreligiosidad como la estamos definiendo algunos países islámicos (en particular el Magreb; pero hemos de recordar que hasta los años finales del franquismo y en general hasta el concilio Vaticano II ese fue el caso español).
Las grandes ciudades a lo largo de todo el globo tienden progresivamente (aunque en grados diversos, Europa presentando un menor dinamismo que extensas zonas de Asia, América o África) a parecerse a las ciudades norteamericanas donde conviven Iglesias en múltiples variedades, centros de oración, meditación, sinagogas y otras muchas opciones configurando un mosaico variopinto acorde con el caracter multicultural hacia el que tienden las metrópolis mundiales.
Esta multirreligiosidad, de todos modos, para ser comprendida de forma correcta, requiere una mirada que abarque no solamente el presente, sino también el pasado. La gran mayoría de las sociedades humanas han sido multirreligiosas (en grados distintos) desde épocas inmemoriales, y el caso de la India, China o Japón son ejemplares (y contraejemplar el de España, paradigma desde 1492 hasta finales del franquismo de la opción contraria, la de la erradicación de las minorías por medio de potenciar una identidad religiosa uniforme).
Pero a partir de la modernidad, el fenómeno tiene una dimensión diferente: hay que tener en cuenta que la identidad no se construye primordialmente por medio de la adscripción religiosa, la religión tiende a desvanecerse hacia los territorios de lo personal y privado; y cuando mantiene un fuerte componente colectivo, como en los rituales multitudinarios cargados de valores espectaculares, justamente el valor de "performance", tan acorde con una sociedad de la imagen como es la actual, se potencia como resultado de la diversidad de opciones, convertidas en espectáculos rivales). Por tanto la multirreligiosidad presenta en la actualidad un valor distinto que en pasado, los componentes políticos son menos importantes (de ahí que la multirreligiosidad presente justamente trabas a su desarrollo en sociedades de religión muy homogénea y oficial). Además lo que caracteriza nuestro momento histórico encardinado en un mundo global interconectado y abierto, es que las posibilidades de elección son tan numerosas como las religiones existentes a nivel mundial o incluso más allá, desbordando hacia ese infinito universo de posibilidades formado por cualquiera de las susceptibles de ser ideadas por la imaginación del ser humano, al amparo de la seña de identidad del mundo moderno que es la libertad religiosa.
La multirreligiosidad resulta por tanto la tendencia principal en nuestro mundo global, salvo en zonas muy determinadas, como en ciertos países islámicos, en los que, por otra parte hay que tener en cuenta que lo que se impide o entorpece es la penetración de religiones nuevas, pero en ellos subsisten, desde tiempos muy remotos otras religiones, en particular las del libro.
Estudiar de modo coherente la multirreligiosidad requiere que también se tenga en cuenta (y se calibre) la posibilidad de la increencia, de la no-religiosidad de destacados grupos de la población, otra característica definitoria de las sociedades a nivel global desde la modernidad (libertad religiosa es también libertad de no creer).
 

II) Los factores de la multirreligiosidad y su dinámica

La multirreligiosidad se sustenta en tres bases de desigual impacto y dinámica y que requieren aproximaciones metodológicas diversas: la tradición, la inmigración y la conversión.

1) tradición

Respecto de la multirreligiosidad por tradición hay que partir del hecho de que la mayoría de las sociedades del pasado fueron en alguna medida multirreligiosas al alcanzar una cierta escala o un nivel de complejidad determinado; este tipo de multirreligiosidad es quizá la que presenta menor dinamismo, aunque pueda, puntualmente, implicar a un número importante de cultores: por ejemplo en África es notable el volumen de población que se mantiene fiel a las religiones precoloniales, coexistiendo en minoría entre mayorías de seguidores de religiones coloniales como pueden ser los diversos cristianismos o el islam; en el ámbito iberoamericano, este fenómeno se detectaría en una medida menor en volumen (puesto que la presión de las religiones coloniales ha sido anterior). En ambos casos resultan muy significativas las mutuas interacciones y el mestizaje religioso, llegándose en ocasiones a problemas para ubicar estadísticamente a algunos de estos cultores (que dependiendo de los criterios se incluirán entre las religiones tribales, indígenas o precoloniales o entre opciones cristianas independientes o nativas).
Este asunto nos lleva a plantear desde una perspectiva más general que los grados de compromiso en este tipo de opciones religiosas es muy variable y hay que tener en cuenta tanto la diversidad de percepción de la vinculación por parte de los cultores (por ejemplo, muchos católicos "sociológicos" se identifican con la opción religiosa a pesar de ser no cumplidores) como el factor de individualización del corpus de creencias personales (con la confección de opciones sincréticas o misceláneas al amparo de la relegación de lo religioso al ámbito de lo privado).

2) inmigración

La multirreligiosidad por inmigración es el fenómeno mayoritario y el que mayor dinamismo presenta a nivel global. Característica de nuestro mundo neomilenar es la multiplicación de los movimientos migratorios en todas las direcciones, que son un factor básico de multiculturalidad; pero además, los inmigrantes, al amparo de la libertad religiosa, si lo desean, no tienen (o no debieran tener) que renunciar a su religión de origen en sus nuevas patrias de adopción.
El extraordinario crecimiento del islam en Alemania (ronda los 2 millones, mayoritariamente turcos) o Francia (supera los 3 millones, mayoritariamente magrebíes, hay más musulmanes que ateos) es resultado de la inmigración lo mismo que el mosaico religioso del Reino Unido, donde a algo menos de un millón de musulmanes (mayoritariamente pakistaníes) se añaden casi medio millón de hinduistas y un cuarto de millón de sijs punjabíes, cumplida muestra de lo que fue su imperio en la India. En España los musulmanes rondan el medio millón, una cifra en crecimiento que tiende a aproximarse en porcentaje a lo que ocurre en el Reino Unido o Italia (donde hay 700.000 musulmanes). La inmigración explica en gran medida el crecimiento notable tanto del catolicismo en Estados Unidos (por el aporte de poblaciones centro y sudamericanas) como del islam en Europa, pero también el aumento del sincretismo chino en lugares en los que hay un flujo migratorio importante como en Singapur o Malasia o del hinduismo (con su proteica variabilidad) allí donde poblaciones de orígen indio se han instalado (por ejemplo, en el caso español, en las Islas Canarias).
Una inmigración de causas político-religiosas es la que han protagonizado los tibetanos tras la ocupación china; está determinando el restablecimiento del budismo en el norte de la India, patria originaria de esta religión y la diseminación por todo el mundo occidental de monjes tibetanos que fundan centros de meditación y monasterios (pero que se nutren principalmente de conversos).
El fenómeno migratorio y las implicaciones religiosas que conlleva es quizá uno de los fenómenos más destacados en la dinámica sociogeográfica en la Unión Europea y presenta una perspectiva de futuro de un crecimiento continuado, que requerirá de una adaptación a la multirreligiosidad por parte de las sociedades europeas que puede resultar puntualmente problemática.

3) conversión

El tercer factor que determina el crecimiento de la multirreligiosidad es la conversión. El fenómeno de conversión a nivel global quizá más notable por el volumen de población implicada se presenta como una curiosa contrapartida a la catolización de Estados Unidos: es el paso del catolicismo a diversos cristianismos evangélicos (e independientes) que se lleva produciendo en Centro y Sudamérica desde hace cuatro décadas, pero que se ha multiplicado en el último decenio. Importante también es el fenómeno de la conversión desde opciones cristianas convencionales a cristianismos independientes con unas estructuras de culto más participativas y menos jerárquicas, más adaptadas a la idiosincrasia de cada comunidad, o en general desde las opciones más arraigadas (sean cuales fueran) hacia opciones diferentes que presenten caracteres nuevos. Destaca en particular, en lo que al cristianismo africano se refiere, el auge del pentecostalismo, los grupos bautistas, carismáticos o las Iglesias nativas, así como el impacto de cristianismos independientes de proselitismo agresivo originarios de Estados Unidos como los Testigos de Jehová o la Iglesia de Cristo de los santos de los últimos días (mormones) a nivel mundial.
Aunque puedan llegar a tener un impacto mediático importante y una notoriedad destacada, por el radical cambio en las costumbres, las reglas de convivialidad o incluso en los modos de vestir que conllevan, los fenómenos de conversión a religiones orientales resultan menos importantes a nivel global. El número de budistas o hinduistas (no digamos de taoístas- sincretistas chinos) fuera de los países asiáticos y que no provengan de inmigración es muy pequeño, a pesar de la popularidad de algunos conversos. Diferente es el caso de la aceptación de técnicas de estas religiones, por ejemplo yóguicas o de meditación, que se hace mayoritariamente sin conllevar una conversión (más en la línea del diseño de una religión de caracter personal o a la cargta) o incluso con desconocimiento de las bases religiosas en las que se sustentan tales técnicas.
Puede tratarse de conversiones pasajeras, ligadas a fenómenos de moda (a una fascinación por lo exótico a la par que una búsqueda de formas de entender el mundo diferentes de las occidentales globalizadoras). Pueden basarse en un conocimiento superficial de estas religiones, que cuando comienza a ahondar en los universos simbólicos, disciplinares o éticos de éstas, tiende a configurar una opción difusa, alejada de los fuertes compromisos que en algunos casos se exigen en estas formas religiosas en sus lugares de origen y que puede quedar reducida a algunos conceptos éticos y técnicas corporales.
Las nuevas religiones y las opciones de carácter neopagano (neobrujería, neochamanismo) son otra vía de conversión que no presenta una relevancia estadística notable a pesar del tratamiento periodístico que suele dedicársele (que configura lo que podríamos denominar un imaginario mediático de la secta como alteridad, recurso recurrente cuando faltan noticias de interés o cuando se desea desviar éste de otros territorios informativos). Resulta desde el punto de vista metodológico un ejemplo de distorsión de la percepción del impacto de la multirreligiosidad que se mitiga con la formulación de criterios de análisis homogéneos (planteando una coherente sociogeografía de las religiones).
Otro fenómeno de conversión, que desde el punto de vista metodológico podría no tenerse por tal (aunque su análisis en este contexto resulta significativo) es el de la opción por el ateísmo o en general la no religiosidad. El análisis de la multirreligiosidad resultaría parcial si no se tuviera en cuenta este notable proceso que, con altibajos, configura desde el siglo XIX opciones muy significativas de entender el creer y la religión. Justamente la antigüedad en el tiempo de algunas de las posiciones ateas o no religiosas significativas desde elpunto de vista estadístico (como es el caso de Rusia y en menor medida otros países del antiguo bloque comunista), puede llevar a englobarlos dentro de una forma de multirreligiosidad por tradición. En Rusia donde la religión no se enculturó mayoritariamente durante tres generaciones, la forma de creencia por tradición es justamente la increencia y la conversión se produce justamente desde el no creer hacia el creer (aunque se trate de un fenómeno menos notable desde el punto de vista estadístico de lo que se estimaba hace un lustro).
Este proceso que ilustra Rusia y en menor medida los países que optaron por modelos comunistas tras la Segunda Guerra Mundial (y en los que la apuesta oficial por los modelos ateos ha tenido un impacto menos dilatado, manteniendo grandes grupos de población que fueron enculturados en los valores religiosos y pueden recurrir a ellos cuando las circunstancias lo propicien) ejemplifica algunos de los problemas metodológicos que se plantean a la hora de estudiar la multirreligiosidad: los problemas a analizar no son semejantes en todos los ámbitos, y se requiere un criterio general que tenga en cuenta tal variabilidad zonal y sociológica.
 

III) Consideraciones teóricas y metodológicas para el estudio de la multirreligiosidad

Quizá el mayor escollo desde el punto de vista teórico a la hora del análisis de la multirreligiosidad radique en los problemas de religiocentrismo. Los filtros que originan las propias creencias (o increencias) distorsionan la percepción de la multiplicidad religiosa, pueden llevar a otorgar importancia desigual a los datos que ofrece una estadística, o incluso a sesgar los parámetros estadísticos con la finalidad (consciente o inconsciente) de ilustrar lo que uno cree. Por ejemplo desde la homogeneidad teórica de un país como España, con menos de un cuarto de siglo de abandono legal del carácter oficial de la religión católica (a la que se dotó de unos potentes valores de construcción de la identidad que todavía mantienen en parte su fuerza), la multirreligiosidad pudiera parecer irrelevante y existen múltiples trabas para verla y reflejarla en datos concluyentes. Se produce una mirada vacía o temerosa respecto de la religión en general y su diversidad (en tanto que debate social obviado por problemático desde la opción consensual en la que se basó la Transición), por lo que se prefiere no cuantificar el número de musulmanes, por ejemplo, o en general el de no católicos. Se carece, además de instrumentos fiables para determinar el número de ateos y no religiosos que se incluyen, teniendo en cuenta el dato de bautismos realizados, entre los católicos, aunque la relación con esta religión se haya limitado justamente al mero bautismo. Hay que añadir que el artículo 16,3 de la Constitución Española ampara para no contestar preguntas sobre las creencias religiosas profesadas (una salvaguarda justificada frente a la obligatoriedad en la época franquista de expresar, por ejemplo en el DNI o ante cualquier requerimiento de la autoridad, la religión a la que se pertenecía). Estas dificultades para el análisis de la multirreligiosidad en el caso español, pueden servir para reflexionar sobre la complejidad a la hora de configurar modelos fiables de sociogeografía de las religiones basados en estadísticas. Hay que tener en cuenta que las estadísticas y los datos, supuestamente asépticos, que se suelen barajar, son herramientas de poder. La multirreligiosidad puede ser entendida desde las religiones en liza en un espacio determinado, como un escenario en el que se produce un enfrentamiento por un universo específico de cultores (entendidos incluso como potenciales clientes-consumidores de productos religiosos). Estadísticas manipuladas o sencillamente leídas según parámetros favorables a un grupo específico pueden convertirse en armas muy notables en la propaganda religiosa. Así la percepción del impacto de la penetración de modos no católicos de cristianismo en Iberoamérica puede minimizarse o maximizarse dependiendo de criterios que podríamos denominar religiocéntricos. Y frente a una Iberoamérica que hubiera debido de convertirse en ya plenamente protestante (por lo exponencial del crecimiento que se auguraba hace una década) se levanta otra en la que este tipo de conversión sería un fenómeno meramente testimonial o distorsivo; en cualquier caso opciones irreales. De hecho, tendríamos que disponer de parámetros comparables para realizar un análisis aproximadamente satisfactorio de este tema en el que la implicación de los cultores en la religión se pudiese calibrar a la par que el impacto de los fenómenos de conversión duraderos. Llegar a poder cuantificar la tibieza en el compromiso religioso es importante a la hora de determinar el peso social de una opción religiosa, la posibilidad de configurar grupos de presión y de influir en decisiones en ámbitos que podríamos denominar extra-religiosos.
En las formas religiosas establecidas tiende a configurarse un tipo de cultor que podríamos denominar como sociológico, que posee un esquema referencial forjado por la religión, pero que no la practica aunque tampoco se desvincula de modo radical de ella (la religión actúa como una seña de identidad de carácter muy difuso). Los católicos sociológicos son muy numerosos en Europa, por ejemplo, pueblan unas estadísticas que se acercan al 90% y que convierten en testimoniales los porcentajes de otras formas religiosas, pero habría que tener presente que en los grupos minoritarios, productos generalmente de la conversión, los adeptos son mucho más activos y comprometidos: los números no siempre tienen el mismo valor.
Un estudio de multirreligiosidad será pues una aproximación en la que habrá que precaverse de las múltiples formas en que la religión se manifiesta a la hora de construir una sociogeografía con el menor grado de distorsión.
Será necesario analizar la dinámica religiosa en cada territorio y para cada grupo sociológico de modo individualizado y tomando especial cuidado en discriminar lo que son ámbitos activos (como los urbanos) respecto de lo que resultan zonas marginales.
También tener presente que la multirreligiosidad, aunque tienda a converger en un territorio específico, no resulta idéntica si proviene de tradición, conversión o inmigración. Por ejemplo en lo relativo a la inmigración se produce una mutación de creencias en las sociedades anfitrionas y ya no son iguales a las de los lugares de origen. Se puede tender a hacer de la religión una seña de identidad diferencial de una minoría cultural, por lo que podría llegarse a optar por los modelos más ideales de religión e incluso por caracterizaciones fundamentalistas que pueden servir de válvula de escape frente a una situación de insatisfacción ante el papel social subordinado que se otorga al inmigrante en las sociedades de acogida.
Analizar la multirreligiosidad desde una posición que tenga en cuenta las distorsiones del religiocentrismo puede ser un instrumento de gran utilidad a la hora de avanzar en el conocimiento de cómo la sociedad del siglo en el que hemos entrado se configura.
Nuestra tendencia de modernos a no ver la religión o ubicarla en el territorio privado de lo transparente necesita que se contrarreste con una mirada aguda a las mutaciones y características de lo que se cree, quizá también para prevenir que la religión se convierta en segregación y que de ese modo puedan construirse y prosperar marcos comunes de convivencia en torno a valores compartidos, que se han de pensar teniendo justamente en cuenta la diversidad religiosa que permea a nivel global las sociedades, pero que constituye a nivel de barrio, de aldea, de ciudad, de territorio, un mosaico que hay que saber mirar y discriminar en su diversidad.