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TEORÍAS Y METODOLOGÍAS DEL ESTUDIO DE
LAS RELIGIONES
Material preparado por Francisco DIEZ DE VELASCO UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA Este material electrónico tiene licencia Creative Commons Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual (by-nc-sa) |
La religión visible es uno de los campos en los
que la investigación en disciplina de estudio de las religiones
tiene un desarrollo más notable. El mundo de la imagen emplea un
lenguaje para transmitir conceptos que puede resultar puntualmente más
eficaz que las palabras dichas o escritas a la hora de reflejar las experiencias
(esencialmente no verbales) que surgen en el rito, la meditación
o el éxtasis religioso. Además resulta en algunos casos el
único vehículo de relación con épocas para
las que no existe otro tipo de fuentes.
Particularmente ejemplar de un mundo religioso solamente
accesible por la vía de la religión visible lo ofrece la
prehistoria,
que además, ejemplifica la quiebra de las explicaciones de cualquier religión
para la que solamente poseamos testimonios mudos transmitidos por vía
iconográfica: la falta de palabras que lleven a su transformación
en material verdaderamente comprensible permite múltiples interpretaciones,
que varían según la moda, los paralelos etnográficos
esgrimidos o la sensibilidad particular del investigador. Pero aunque en
algún caso puedan resultar arriesgadas o fantasiosas, son un paso
en el intento de ir más allá de la frustrante perspectiva
de un cúmulo de preguntas sin contestar o de la aridez sin riesgo
de una escueta descripción; son la confirmación de que no
se ha renunciado al método comparativo y por tanto a la aproximación
histórico-religiosa.
La religión visible tiene entre los pueblos no
literarios uno de sus bastiones fundamentales de estudio y en las experiencias
extáticas un campo especialmente privilegiado: en éstas se recrea un
mundo imaginal que resulta profundamente refractario a su plasmación
en palabras pero fácilmente reconocible (e incluso comprensible
desde nuestra óptica) por medio de la imagen. Así la experiencia
de los chamanes inuit que en trance imaginan volar ayudados por sus espíritus
guardianes resulta bastante increíble si se explica con palabras
(creadas como productos de los modos lógicos de expresión
para los que este tipo de vuelos mágicos no resultan aceptables)
pero parece alcanzar mejor otro tipo de comprensión (más
libre de la incredulidad que se sostiene en la experiencia de lo razonable)
gracias a su plasmación iconográfica. Otro tanto ocurre con
el arte extático
desarrollado entre los huicholes, que intenta representar los colores
y los mundos imaginarios surgidos del trance por la ingestión del
híkuli. La imagen alcanza lugares del intelecto (y partes del cerebro) en que la palabra escrita
no suele introducirse bien (salvo cuando emplea el poético lenguaje imaginal
y simbólico), de ahí el interés que ofrece al especialista
en el estudio de las religiones que tiene que encarar un trabajo que desentrañe
los caminos abigarrados y dispares de la creación religiosa.
La religión visible permite ahondar también
en mundos de profundo simbolismo como son los del gesto de significado
religioso; en el hinduismo o el budismo se representa ese lenguaje gestual
(que existe también en muchos otros artes sagrados) pautado del
mudra,
sirviendo de guía para explicar el valor de lo que se figura. Otro
tanto ocurre con los complejos programas iconográficos
que
se desarrollan en templos (e iglesias) y que ilustran modos de entender
la religión que pueden contrastar con los que conocemos por la vía
literaria o escrita. La iconografía es una fuente elástica
puesto que desvela tanto los deseos de monarcas o elites religiosas
como
la religión popular, en muchos casos en zonas sin textos, o en las
que los textos se han perdido. Por ejemplo en la India o en Indonesia
la iconografía
budista permite calibrar el impacto que a nivel local tuvo una religión
desaparecida o arrinconada posteriormente (el ejemplo de Borobudur es excepcional). Si bien no posee el poder explicativo de la literatura,
la religión visible ilustra, en muchos casos de modo insospechado,
la
riqueza de religiones que encontraron en la imagen un modo de expresión
particularizado: además ámbitos como el de la religión
popular encuentran más allá de lo escrito (lo culto, lo de
la elite) su vehículo de sobrevivir y manifestar sus particularidades.
De todos modos hay también que tener en cuenta que la iconografía
puede resultar una fuente limitada a pesar de sus múltiples valores
y que en tanto que documento para la disciplina de estudio de las religiones
requiere ser estudiada con las mismas prevenciones críticas y el
método contextualizador que hemos visto que cumple para la religión
legible.
A la reflexión sobre el valor de la iconografía
se están dedicando esfuerzos en publicaciones especializadas. La
serie Iconography of Religions, que se publica en Leiden desde hace
más de un cuarto de siglo, tiene el interés de ofrecer ejemplos
de todo el mundo (con una vocación, además, netamente no
eurocéntrica). Otro tanto ocurre con la revista Visible Religion:
Annual for Religious Iconography, publicada en Leiden a partir de 1982.
Más allá del enfoque sobre los aspectos
visibles de lo religioso se puede apostar también por la acción
de visibilización de las religiones (de lo religioso en general
frente a una cierta invisibilización "moderna" o de la minoría
respecto de lo mayoritario...), estos enfoques se desarrollan, por ejemplo
en:
."The visibilization of Religious Minorities in Spain",
Social
Compass 57,2, 2010, 253-267
."Minorías religiosas en España: apuntes
de visibilización patrimonial" en E. Suárez de la Torre (ed.),
Lex
Sacra. Religión y derecho a lo largo de la Historia, Bandue.Revista
de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones IV, 2010,
111-163 (pulse
aquí)
."La visibilización de las religiones en España:
apuntes para una revisión bibliográfica", Ilu 18 (2013),
pp. 249-289 (pulse
aquí)
. más puntuales: hay aproximaciones dedicadas al budismo en España que tienen muy en cuenta el factor de la visibilización (http://fradive.webs.ull.es/publica.htm)
Cabe preguntarse sobre los límites (sensoriales) de la religión visible, pues apuntala el oculocentrismo.