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TEORÍAS Y METODOLOGÍAS DEL ESTUDIO DE
LAS RELIGIONES
Material preparado por Francisco DIEZ DE VELASCO UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA Este material electrónico tiene licencia Creative Commons Reconocimiento - NoComercial - CompartirIgual (by-nc-sa) |
Resulta necesaria la liberación de
los lastres muchas veces ocultos de enfoques confesionales o militantes,
que tomen como pretexto la disciplina para justificar una visión
religiosa particular. La neutralidad (metodológica) como horizonte, es pues una
necesidad, otra seña de identidad más frente a las aproximaciones
confesionales o teológicas, para las que la óptica neutral
es innecesaria o impensable.
Pero la neutralidad no es una opción
sencilla, ni tampoco dotada de un valor absoluto. En tanto que vástagos
de la postmodernidad, obligados a asumir sus premisas (pero también
a superarlas), no podemos olvidar que los pensamientos fuertes (como
el de la posibilidad de una ciencia incontaminada de circunstancia, de
un científico impermeable a lo que piensa y cree cuando desarrolla
su investigación) han quebrado, víctimas de las aristas
de los grandes discursos que creían (y querían) construir.
Los absolutos no son viables, la neutralidad
absoluta es un engaño, como todo pensamiento binario (el tipo
más fuerte de pensamiento, el que ordena en dos conjuntos, valorado
el propio, el que identifica y anulado el otro, el diferente). Pero comprender
lo relativo, ser conscientes de la incertidumbre, de los propios riesgos
de la certeza (o el orgullo de creer poseer un método intemporal,
definitivo, que haga de los productos que generamos obras más allá
del tiempo), no es equivalente a caer en un completo relativismo que supone
un idéntico valor a cualquier método, o incluso a la ausencia
del mismo; o mejor a la apuesta por la necesaria renuncia al mismo, en
aras de un sentir lo que se estudia (de un vivenciar en una construcción
personal y casi intransmitible, o convertida en pequeño relato literario
y autobiográfico que serviría más para explicarnos
que para explicar lo que parecería que debieramos estudiar). Pero
justamente de este modo estaríamos renunciando a cualquier neutralidad
al convertir lo personal, lo que se cree (en nuestro caso, que se centra
en el estudio de las religiones) en un factor clave en lo que se estudia
y como se estudia.
Asumir la quiebra en este punto de las
aproximaciones postmodernas es abrir la puerta a la posibilidad de que
el método sea clave y a la licitud del empeño en construir
un marco neutral de estudio de las religiones, aún asumiendo el
carácter consensual de dicho marco. Al no ser un absoluto, la
neutralidad será necesariamente una mezcla de lo que el que estudia
estima correcto y de lo que la comunidad científica en la que se
inserta estima aceptable, un producto contextual
sometido a
los estragos del tiempo y de los cambios personales y disciplinares y que
se sostiene en una serie de factores.
a) El factor lingüístico ya se ha repasado: en el análisis de la religión se utiliza un rodillo de conceptos, de palabras que no son neutras (pensemos en secta o incluso en el propio término religión). No ha habido un diseño de un lenguaje propio y resulta muy complejo construirlo, pero un primer paso en la búsqueda de la neutralidad es comprender que los términos que usamos tienen esa carga y que son susceptibles de ser cambiados si hay un suficiente consenso para hacerlo.
b) Otro factor es el biológico
y tiene varios modos de manifestarse. Se puede biologizar lo religioso
al plantear la hipótesis del homo religiosus, que
haría de la religión no un universal cultural (un rasgo cultural
que aparecería en la mayoría o en todas las sociedades humanas
-casos limítrofes: los pirahas o hiaitihi-) sino uno biológico.
El hombre (como especie) sería religioso desde el momento que se
pudiese definir como humano: a la par que se constituía la cognición
humana por medio del dominio de lo simbólico (en lo que se incluye
lo lingüístico), se establecía lo religioso. El ser
humano biológicamente religioso convertiría al ateísmo
en una especie de absceso, una anormalidad, una enfermedad del pensamiento.
Esta visión, muy difundida, aunque probablemente muchos de sus usuarios
no sean conscientes de algunas de sus implicaciones, además de discurrir
sobre lo incomprobable (el momento fundacional de la especie humana, en
una perspectiva que se aviene más a los presupuestos creacionistas),
renuncia a la posibilidad de la diversidad de lo humano. ¿Qué
sería ser humano? ¿Y religioso?... serían humanos
los neandertales... ¿y antes?... ¿serían religiosos?...
¿hablaban (para dotar de complejo significado, por ejemplo, a sus
modos de tratar al muerto o las explicaciones sobre el mundo?... ¿tenían
rituales?...
Pensar los orígenes (los de la religión)...
de todos modos es difícil con la carga de relatos imaginarios que
nos pesan... también en la hipótesis del
homo religiosus
- humano como religioso... que bucea en el gran relato del Dios creador
y del humano criatura en el Génesis (al que no se le deja alcanzar
un paso más...)
Luego dijo Dios: «El hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conocedor del bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre»... Echó, pues, fuera al hombre, y puso querubines al oriente del jardín de Edén, y una espada encendida que se revolvía por todos lados para guardar el camino del árbol de la vida. Génesis 3,22-24 |
Pero pensar los orígenes de la religión hoy es pensar con los instrumentos de la antropología, la paleontología... Pensar humanidad asociada no a la creación sino a la hominización y la sapientización...
PREGUNTA: ¿Era Moshe un homo religiosus?
Kebara (cueva en el Monte Carmelo, Israel) c. 60.000
a.e. esqueleto descabezado (hay un diente de la mandíbula superior),
llamado Moshe (varón 25-35 años, 1,70 de estatura, neanderthal,
hallado en 1983, hueso hioides ¿hablaba?) ¿Se trata de la
testificación de un ritual funerario en fases?
Y ¿lo eran los anteriores (h. -400.000) pobladores
(eran quizá de la especie homo heidelbergensis) de
la Sima de los Huesos de Atapuerca?, así lo piensan algunos de sus
excavadores (en la foto Arsuaga en la Universidad de La Laguna exponiendo
este punto) al estimar que fue un ritual el hacha de piedra (que denominaron
excalibur) sin uso previo que lanzaron a la sima junto a los cadáveres
Más información: http://fradive.webs.ull.es/OCW/3b/index.html
Otra biologización proviene de
los diferentes reduccionismos que intentan sintetizar lo religioso
en uno o unos pocos factores. Muy biológico es el reduccionismo
que quiere hacer de la religión solamente fisiología o
química en el cerebro humano: la experiencia religiosa provendría
de sustancias generadas por el cerebro o incluso radicaría en ciertos
lugares del cerebro que se podrían estimular. La ecología
de las religiones planteada desde presupuestos rígidos, podría
generar también un marco no neutral que anulase el papel del ser
humano como creador de religión frente a su papel de mero adaptador
de sus creencias a las constricciones medioambientales. Algunas teorías
enteogénicas también deambulan por estas sendas (homo
micophagus religiosus) (sin hablar de otros reduccionismos ufológicos).
En cierto modo igual de caricaturescos
(y bien poco neutrales) resultan los reduccionismos que plantean el
carácter desviado o distorsivo de la realidad del sentimiento religioso
como ocurre en algunos modelos marxistas y freudianos. Se trata de apriorismos
que nublan cualquier intento de acercarse a la diversidad de lo religioso.
Los reduccionismos en tanto que simplificaciones, son ejemplos de la renuncia
ante la dificultad de entender y enfrentar la diversidad que subyace en
el complejo mundo de las religiones, son caminos para ordenar, que en última
instancia tienen mucho que ver con las limitaciones de la cognición
humana. El pensamiento binario es quizá una de las manifestaciones
más evidentes de estas limitaciones. Resulta tan cómodo pensar
en el lenguaje del ellos frente al nosotros, que algunos (y no solo los
estructuralistas) han llegado a estimar el binarismo característica
biológica de los modos de pensamiento humanos: identidad frente
a alteridad, lo crudo frente a lo cocido, lo sagrado frente a lo profano.
Palabras cruzadas que pueden llegar a envenenar la comprensión de
lo que se quiere estudiar erigiéndose en formas apriorísticas
de análisis, en modos sutilmente no neutrales de enfrentar lo que
se estudia.
c) Otro factor destacable es el sociocéntrico que presenta muchos aspectos. Cualquier estudio es esclavo de las fuentes con las que cuenta, construidas, salvo excepciones, desde la masculinidad y la elite. A su vez nuestras explicaciones están marcadas por modelos de entender el mundo de fuerte arraigo en nuestro mundo occidental globalizado, centrados en la plutolatría, en el hedonismo, en la quiebra de las instituciones o la sospecha respecto de las mismas. Resulta por tanto difícil no fijar los ojos en interpretaciones que privilegien las claves económicas de la religión, o que malinterpreten (estimando como aberrantes) los comportamientos no hedonistas (tan comunes en muy diversas religiones) o que calibren con dificultad el papel de liderazgo de las autoridades religiosas en muy diferentes sociedades.
Tras esta reflexión, en cierto modo
deconstructiva, sobre los factores de la neutralidad, se necesita dar el
paso hacia una construcción de un modo más neutral de estudiar
las religiones, que no puede configurarse más que en grados, de
un modo dinámico y contextual, en cierta manera como una tentativa
en la que el papel de lo personal es básica.
El método resulta fundamental y
en la disciplina se sustenta sobre tres grandes pilares: la interdisciplinaridad,
el comparativismo no reduccionista y una mirada desde fuera, pero que no
renuncia a la visión general, a la perspectiva holística,
al estudio de la totalidad (aunque puede resultar y resulte una ambición
excesiva).
Pero cabe preguntarse si la posibilidad
de la neutralidad metodológica no sería otro espejismo (aunque conviene pensarla,
por ejemplo, desde la necesaria neutralidad estatal en ámbitos de
multirreligiosidad, por ejemplo a la hora de enseñar religiones en la Escuela).