Prof. Dr. Francisco DIEZ DE VELASCO
INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA
FACULTAD DE FILOLOGÍA. Grado en Estudios Clásicos
UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA


LA DEMOCRACIA ATENIENSE VISTA DESDE DOS ÓPTICAS

1) Un oligarca ateniense en el exilio en el entorno del comienzo de la Guerra del Peloponeso

"Sobre la república de los atenienses, no alabo el hecho de elegir ese sistema, porque, al elegirlo, eligieron el que las personas de baja condición estén en mejor situación que las personas importantes. Así, pues, no lo alabo por eso. Mas como ellos lo han decidido así, voy a mostrar lo bien que mantienen su régimen y llevan las demás cuestiones que al resto de los griegos les parecen un fracaso.
En primer lugar diré, pues, que allí constituye un derecho el que los pobres y el pueblo tengan más poder que los nobles y los ricos por lo siguiente: porque el pueblo es el hace que las naves funcionen y el que rodea de fuerza a la ciudad, y también de entre ellos salen los pilotos, y los comandantes segundos, y los timoneles y los constructores de naves. Ellos son los que rodean a la ciudad de mucha más fuerza que los hoplitas, los nobles y las personas importantes. Puesto que así es realmente, parece justo que todos participen de los cargos por sorteo y por votación a mano alzada y que cualquier ciudadano pueda hablar. Además, el pueblo no exige, en absoluto, participar de todos aquellos cargos de los que depende la seguridad o son un peligro para todos según que estén bien o mal desempeñados, no creen por tanto que deban participar en el sorteo de los cargos de estratego ni de jefe de la caballería. Efectivamente, el pueblo opina que es mucho más ventajoso para él no desempeñar esos cargos, sino dejar que los desempeñen los más poderosos. Mas el pueblo busca todos aquellos cargos que aportan un sueldo y beneficio para su casa. Asimismo, los verás manteniendo el valor de la democracia en eso que sorprende a algunos, y es que otorga, en toda ocasión, más poder a los de baja condición, a los pobres y a los partidarios pueblo que a las personas importantes. Pues, lógicamente, si se favorece a los pobres, a los partidarios del pueblo y a las personas más débiles, como son muchos los favorecidos de esa forma, engrandecen la democracia. Más si se favorece a los ricos y a las personas importantes, los partidarios fomentan una fuerte oposición contra ellos mismos. En todo el mundo la clase privilegiada es contraria a la democracia. Efectivamente, en las personas privilegiadas hay muy poca intemperancia (falta de moderación) e injusticia, pero la máxima exactitud para conocer lo importante; en el pueblo, al contrario, ignorancia, desorden, bajeza, pues la pobreza los lleva cada vez más hacia lo vulgar, y también a la incultura e ignorancia causadas por la falta de recursos de algunas personas.
Podrían decir algunos que no se les debería permitir a todos hablar en la Asamblea por turno, ni ser miembros del Consejo, sino a los más capacitados y a los hombres mejores. Pero, en este punto, toman la mejor decisión permitiendo que hablen también las personas de baja condición. Naturalmente, si las personas importantes hablaran y fueran miembros del Consejo, sería bueno para los de su misma clase, mas no lo sería para los partidarios del pueblo. Al hablar en cambio, ahora cualquiera que se levante, una persona de baja condición, procura lo bueno para sí y para los de su misma clase. Se podría argumentar: «Pero ¿qué bien puede proponer para sí o para el pueblo semejante persona?» Con todo, ellos opinan que la ignorancia, la bajeza y la buena intención de ese hombre les resultan más ventajosas que la excelencia, la sabiduría y la malevolencia del hombre importante. Realmente el país no será el mejor con semejantes instituciones, pero la democracia se mantendrá así mejor. En efecto, el pueblo no quiere ser esclavo, aunque el país sea bien gobernado, sino ser libre y mandar, y poco le importa el mal gobierno pues de aquello por lo que tú piensas que no está bien gobernado, el propio pueblo saca de ello fuerza y es libre. Mas si buscas un buen gobierno, verás, primero, a los más capacitados establecer las leyes; después a las personas importantes reprimiendo a los de baja condición, decidiendo en consejo sobre el país y no permitiendo a hombres exaltados ser miembros del Consejo ni hablar ni celebrar asambleas. Como consecuencia de estas excelentes medidas, muy pronto el pueblo se verá abocado a la esclavitud.
Por otra parte, la intemperancia de los esclavos y metecos en Atenas es muy grande, y ni allí está permitido pegarles ni el esclavo se apartará a tu paso. Yo te voy a explicar la causa de este mal endémico: si fuera legal que el esclavo o el meteco o el liberto fuese golpeado por una persona libre, muchas veces pegarías a un ateniense creyendo que era un esclavo. Efectivamente, allí el pueblo no viste nada mejor que los esclavos y metecos ni son mejores en absoluto en su aspecto exterior. Asimismo, puede uno sorprenderse también de que allí permitan a los esclavos vivir desordenadamente e, incluso, a algunos llevar una vida regalada, pero también es evidente que esto lo hacen intencionadamente; pues, donde existe una fuerza naval, se ven forzados a servirse de los esclavos a causa del dinero, para recibir las aportaciones que consiguen, y también dejarlos libres (convertirlos en libertos), pero donde hay esclavos ricos, allí ya no hay ninguna ventaja en que mi esclavo respete tu presencia. Aunque en Lacedemón mi esclavo la habría respetado. Y si tu esclavo sintiera temor ante mi presencia, sería probable que entregara sus bienes para no arriesgar su persona. En consecuencia, por eso concedemos libertad de palabra con respecto a los libres y a los metecos con respecto a los ciudadanos, porque el Estado necesita metecos, debido al número de profesiones y debido también a la flota. Por estas razones, pues, lógicamente otorgamos a los metecos libertad de palabra...
Sólo los atenienses son capaces de apoderarse de la riqueza de griegos y bárbaros, pues si un país es rico en madera adecuada para la construcción de barcos, ¿a qué otro país la podrá exportar, si no se somete al que domina el mar? ¿Qué ocurrirá si un país es rico en hierro, cobre o lino? ¿A dónde los podrá exportar, si no convence al que domina el mar? Naturalmente, de estos mismos productos se hacen mis naves: de un país procede la madera, de otro el hierro, de otro el cobre, de otro el lino y de otro la cera. Además no permitirán [mis compatriotas, los atenienses] llevar los productos a otro lugar en el que haya adversarios nuestros, o no podrán utilizar el mar. Ciertamente, yo [que soy ateniense], sin hacer nada puedo disponer de todos estos productos de la tierra gracias al mar, mientras ninguna otra ciudad tiene dos de ellos, pues una misma zona no tiene madera y lino, sino que, por el contrario, aquella en la que hay lino en abundancia es llana y carece de árboles. Igualmente, cobre y hierro no vienen de la misma ciudad, ni una sola tiene dos o tres de los demás productos, sino que una ciudad produce éste y otra aquél"
Viejo Oligarca (Pseudo-Jenofonte), República de los Atenienses I-II (trad. Orlando Guntiñas, BCG)


2) Pericles en su segundo discurso (del 431) según Tucídides

"Pues tenemos una Constitución que no envidia las leyes de los vecinos, sino que más bien es ella modelo para algunas ciudades que imitadora de los otros. Y su nombre, por atribuirse no a unos pocos, sino a los más, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en las disensiones particulares, mientras que, según la reputación que cada cual tiene en algo, no es estimado para las cosas en común más por turno que por su valía. Ni a su vez tampoco a causa de su pobreza, al menos si tiene algo bueno que hacer en beneficio de la ciudad, se ve impedido por la oscuridad de su reputación. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, no sentimos envidia del vecino si hace algo por placer... Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados...
Y  también nos hemos procurado frecuentes descansos para nuestro espíritu, sirviéndonos de certámenes y sacrificios celebrados a lo largo del año, y de decorosas casas particulares cuyo disfrute diario aleja las penas. Y a causa de su grandeza entran en nuestra ciudad toda clase de productos desde toda la tierra, y nos acontece que disfrutamos los bienes que aquí se producen para deleite propio, no menos que los bienes de los demás hombres.
Y también sobresalimos en los preparativos de las cosas de la guerra por lo siguiente: mantenemos nuestra ciudad abierta y nunca se da el que impidamos a nadie (expulsando a los extranjeros) que pregunte o contemple algo  -al menos que se trate de algo que de no estar oculto pudiera un enemigo sacar provecho al verlo-, porque confiamos no más en los preparativos y estratagemas que en nuestro propio buen ánimo a la hora de actuar. Y respecto a la educación, estos, cuando todavía son niños, practican con un esforzado entrenamiento el valor propio de adultos, mientras que nosotros vivimos plácidamente y no por ello nos enfrentamos menos a parejos peligros. Aquí está la prueba: los lacedemonios nunca vienen a nuestro territorio por si solos, sino en compañía de todos sus aliados; en cambio nosotros, cuando atacamos el territorio de los vecinos, vencemos con facilidad en tierra extranjera la mayoría de las veces, y eso que son gentes que se defienden por sus propiedades. Y contra todas nuestras fuerzas reunidas ningún enemigo se enfrentó todavía, a causa tanto de la preparación de nuestra flota como de que enviamos a algunos de nosotros mismos a puntos diversos por tierra. Y si ellos se enfrentan en algún sitio con una parte de los nuestros, si vencen se jactan de haber rechazado unos pocos a todos los nuestros, y si son vencidos, haberlo sido por la totalidad. Así pues, si con una cierta indolencia más que con el continuo entrenarse en penalidades, y no con leyes más que con costumbres de valor queremos correr los riesgos, ocurre que no sufrimos de antemano con los dolores venideros, y aparecemos llegando a lo mismo y con no menos arrojo que quienes siempre están ejercitándose. Por todo ello la ciudad es digna de admiración y aun por otros motivos.
Pues amamos la belleza con economía y amamos la sabiduría sin blandicia, y usamos la riqueza más como ocasión de obrar bien que como jactancia de palabra. Y el reconocer que se es pobre no es vergüenza para nadie... Somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas (los asuntos públicos), no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos, sin considerar las palabras un perjuicio para la acción, sino el no aprender de antemano mediante la palabra antes de pasar de hecho a ejecutar lo que es preciso.
Pues también poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; en cambio en los otros la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora. Podrían ser considerados justamente los de mejor ánimo aquellos que conocen exactamente lo agradable y lo terrible y no por ello se apartan de los peligros. Y en lo que concierne a la virtud nos distinguimos de la mayoría; pues nos procuramos a los amigos, no recibiendo favores sino haciéndolos. Y es que el que otorga el favor es un amigo más seguro para mantener la amistad que le debe aquél a quien se lo hizo, pues el que lo debe es en cambio más débil, ya que sabe que devolverá el favor no gratuitamente sino como si fuera una deuda. Y somos los únicos que sin angustiarnos procuramos a alguien beneficios no tanto por el cálculo del momento oportuno como por la confianza en nuestra libertad.
Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto. Y que estas cosas no son jactancia retórica del momento actual, sino la verdad de los hechos, lo demuestra el poderío de la ciudad, el cual hemos conseguido a partir de este carácter. Efectivamente, es la única ciudad de las actuales que acude a una prueba mayor que su fama, y la única que no provoca en el enemigo que la ataca indignación por lo que sufre, ni reproches en los súbditos, en la idea de que no son gobernados por gentes dignas. Y al habernos procurado un poderío con pruebas más que evidentes y no sin testigos, daremos ocasión de ser admirados a los hombres de ahora y a los venideros, sin necesitar para nada el elogio de Homero ni de ningún otro que nos deleitara de momento con palabras halagadoras, aunque la verdad iría a desmentir su concepción de los hechos; sino que tras haber obligado a todas las tierras y mares a ser accesibles a nuestro arrojo, por todas partes hemos contribuido a fundar recuerdos imperecederos para bien o para mal".
Tucídides II, 37-41 (trad. Antonio Guzmán, Alianza ed.)