El mal en las religiones
copyright:Francisco Diez de Velasco. presentado en el Ateneo de La Laguna, 26 de marzo de 2003 en el ciclo "La construcción simbólica del mal".

Comenzaré con un mito, que viene bien entre tanto agobio de la realidad presente...

Un conflicto que enfrentó a terribles adversarios, puesto que eran seres sobrenaturales

Los deva y los asura.... nombres nada ajenos.... deva es la misma raíz de la palabra dios (divino). Lo narra la tradición india...

Daeva y Ahura.. en la tradición irania

Ases y vanes entre los germanos-escandinavos

El tema mítico de la guerra de los dioses, la teomaquia, muy antiguo, que unifica a muchos pueblos indoeuropeos, aunque quizá este mejor testificado en esos dos extremos culturales indoeuropeos que son el tronco indoiranio del segundo milenio antes de la era... y los relatos escandinavos de hace mil años..., aunque con otras circunstancias también encontramos entre los celtas, entre los griegos....

Y que se resuelve de modos diferentes y muy ilustrativas

En la India vencen los deva que terminarán siendo solo ellos los dioses, los asuras, que eran dioses poderosos se verán aminorados, demonizados, apocados, malevolizados, malos....

Asuras se traduce a veces como titanes, con esa manía de interpretar que caracteriza a una forma de pensamiento occidental... titanes, el nombre que llevaban los hijos de Gea y Urano, Tierra y Cielo, que se enfrentaron a Zeus y a los Olímpicos, sus sobrinos, y a punto estuvieron de alterar el orden del mundo ... y fueron vencidos y enviados al Tártaro... y para vengarlos surgieron los Gigantes, engendros de Gea y la sangre de Urano, castrado por su hijo Crono, Titán pero a su vez encarcelador de sus hermanos, sometido a su hijo Zeus... y la gigantomaquia, como la titanomaquia convertidas en el gran combate que ordena el mundo y que los griegos usaban profusamente en sus templos para ilustrar lo que Zeus había conseguido, ordenar el caos que se cernía sobre el cosmos... y como Zeus también los griegos usaban el mito y su representación para pensarse como ordenadores de bárbaras tierras sobre las que dominaban sin atisbo de inseguridad, con la certeza de quienes no dudaban de la inferioridad de la caterva de los que no hablaban su lengua ni vivían según sus reglas...

Y los asura perduran hasta hoy, por ejemplo en el imaginario budista, como pobladores de uno de los seis lugares que forman la rueda de las posibles existencias, en los que se puede producir la encarnación... asuraloka, lugar de violencia, donde estos aminorados dioses combaten entre ellos en una lucha interminable... gloria que parece eterna y efusión de sangre interminable... castigo para quienes no han sabido liberarse de las cadenas que engarzan el actuar del poderoso: violencia, fuerza y abuso que nublan a la hora de emprender una nueva vida tras la muerte y que auguran eones de sangre y heridas, al habitar una ilusoria tierra poblada de iguales en la locura.

El las culturas de la India el combate lo ganan los dioses, los devas... pero en la teología escandinava el combate tiene un desenlace distinto, nadie vence, se produce una síntesis, una alianza entre ases y vanes que se simboliza en matrimonios divinos y en un pacto de sabiduría, todos fortalecidos, las habilidades de los vanes en la magia y la producción redireccionados, sus costumbres anómicas reformadas (sus matrimonios incestuosos disueltos). La terrible teomaquia se entiende como una antigua pelea de familia en la que no hay buenos ni malos, ni vencedores, ni vencidos.

Y en el caso iranio... se produce justamente el fenómeno más interesante por sus consecuencias...

A pesar de los problemas para conocer la historia de esta religión... en cierto momento se produce una reforma, la que encabeza Zarathustra y el combate de daevas y ahuras más que una teomaquia mítica se convierte en un enfrentamiento presentizado entre bien y mal.

Y curiosamente hay una inversión en los nombres respecto de la India. Los daeva serán el mal, y Ahura, el Bien, Ahura Mazda, el Sabio Señor, único digno del nombre de Dios...

Se crea un modelo de carácter abstracto en el que el ser humano ha de escoger entre seguir la senda de asha (la verdad) y no la de druj (la mentira), de Spenta Mainyu (espíritu santo) y no Angra Mainyu (espíritu destructor), de Asha Vaishta (justicia perfecta) y no de Indra (el deseo enloquecido) de Xshathra Vairya (imperio deseado) y no Sarva (imperio opresor), de Haurvatat (prosperidad, salud) y no de Aeshma (el furor).

Mal y bien son terribles fuerzas en ese combate que todo lo toca, pero que no es eterno. Ahura Mazda creó el mundo sin mal (por tanto no es tocado por el mal del mundo en el que nada tiene que ver), y este surgió como desvarío de Angra Mainyu.... es el enemigo al que hay que vencer para reinstaurar la pureza originaria... Un mundo sin mal es posible y el papel del ser humano es servir al bien y luchar contra el mal para alcanzar ameretat, la no-muerte...

Aunque en cierto momento esta religión tomará tintes más radicalmente dualistas, y Angra Mainyu se equiparará en poder a Ahura Mazda, llamados por derivación Ahrimán (el señor del mal) y Ohrmuz (el señor del bien) y la lucha será cósmica y sin cuartel... mucho más personificada, Ahriman es el terrible enemigo cuyo poderío está angustiosamente presente en pasado y presente.

El mal no se había figurado probablemente de un modo tan personal hasta el desarrollo mazdeista, nada útil hay en él más que escapar de sus garras... la vida del hombre no tiene cuartel es pelea desde el nacer hasta el morir.

Y peor aún en los dualismos más radicales y de carácter gnóstico, como por ejemplo el maniqueísmo, que terminaba anulando las posibilidades de que hubiese salvación en el mundo .... salvo para unos pocos capaces de librarse del omnipresente mal (en una utilización de las metas de salvación que por ejemplo desarrollaron las tradiciones de renunciantes en la India, y en particular el budismo, pero en una terrible perspectiva que no hacía del mal una ilusión sino una angustiosa latencia acechante)

Pero también en Irán se creará una síntesis que intentará superar las terribles angustias de esa lucha de Ormuz y Ahriman, de bien y mal eternos, planteando que por encima de ambos se hallaba otro principio más poderoso: Zurvan, más allá de bien y mal, que es el tiempo, Aion de la especulación griega, traducido como Brahma para uso de los indios.... Dios verdaderamente eterno y gobernante sin resquicios del destino de cada cual.

Los tibetanos todavía representan a un ser terrible de aspecto, negro, coronado de cadáveres, destructor... es Mahakala, el gran tiempo, eternidad que todo lo acaba, pero que resulta un eficaz protector, por ejemplo para los Dalai lamas (y la orden kagyupa).

Asi bien y mal en este tipo de especulaciones religiosas se combinan, Kali es terrible, es destructora, pero también de los lazos de la ignorancia. Por su iconografía diríamos que es personifica el mal, con un collar de cráneo humanos, con pendientes de cadáveres, portando la cabeza que acaba de decapitar de quien le da culto. Pero para sus segudores tal aniquilación es inmersión en la senda de la liberación. Tras el supuesto mal está el supuesto bien.... en modelos que relativizan la comprensión de lo que se estima el mal y que marcan una separación bien notable entre la especulación principal desarrollada en la India y la irania.

Incluso Mara, el tentador en el budismo.... cumple una función necesaria para potenciar el esfuerzo de Buda hacia la iluminación.... Es por tanto un asunto de mirada, como la que propugna el budismo del sur, compasión (karuna) y bondad amorosa (metta) hacia todo, incluido lo que pudiera parecer malo como camino de sabiduría (prajña)...

Pero en otras formas de entender la religión el mal es más fácil de discernir, menos angustioso al no estar personificado como en el mazdeismo... sería la infracción de lo tenido por correcto, es algo bien concreto: una acción que rompe las reglas, que resulta susceptible de ser castigada por los poderes sobrenaturales, que casi configura una sustancia que se puede limpiar.

Los griegos lo denominaban míasma, polución o mancha religiosa que requería una limpieza, una purificación tras cuya anulación volvía la limpieza y el equilibrio. Aunque, precavidos, pensaban que nunca se limpiaba todo, quedaban las manchas no confesadas, no publicadas, no conocidas, pequeñas pero que acumuladas eran un gran volumen...  así cada cierto tiempo, o cuando algún presagio parecía revelar ese cúmulo de infección... se buscaba el remedio:

el ritual pharmakós, por medio del cual se hacía recaer la culpa de todos sobre uno solo, como el chivo expiatorio judío, y se le expulsaba de la comunidad, un hombre pagando por la culpa de todos, simbolizando ritualmente y simbólicamente toda la comunidad, como en un día de la expiación de los judíos, por medio de la desidentificación de uno todos los demás se salvaban.
Y en algunos casos al pharmakós se le maltrataba, se le violentaba, se le daba incluso muerte en una ceremonia de socialización de la violencia que se regodeaba en la expulsión del mal.
Purificación expiatoria que justificaba la violencia sagrada y por tanto impune.

Pero y cuando se piensa en términos dualistas, cuando el mal acecha en cada acto, cada palabra, cada pensamiento, como para los mazdeístas, es un Enemigo que aprovecha cualquier debilidad.... La angustia puede ser terrible y la necesidad de purificar compulsiva y cotidiana.

El modelo de entender el mal que surgió en Irán al retocar ese motivo mítico de la teomaquia indoeuropea sería una mera anécdota si no hubiese tenido consecuencias que nos son cercanas.

En el judaísmo postexílico comenzarán a penetrar ideas que tienen un cierto parecido con las que se desarrollaron en Irán. Dios tendrá servidores fieles y descarriados, ángeles y demonios. Combatirán por el ser humano y como nos muestran las obras de la comunidad de Qumrán, por ejemplo, el mal tendrá su terrible personificación: Belial, el Principe de las Tinieblas con sus ejércitos, una hueste a la que hay que vencer en un combate sin cuartel. Y las huestes de Belial, el señor del mal, las conocen bien los de Qumrán, son los malos judíos (los que no son tan cumplidores como ellos), los extranjeros de todas partes, los romanos....

Un combate escatológico que también encontramos como fundamento del libro que cierra la Biblia cristiana, el apocalípsis, producto de una época de desesperanza, la de los siglos en torno al cambio de era en Palestina, que todavía perdura como texto sagrado de más de mil millones de fieles cristianos, al haber sido aceptado como canónico. Pieza de ambiente, el Apocalipsis difícilmente se lee sin congoja, máxime si se hace con la mirada del literalismo bíblico tan habitual, por ejemplo en la América profunda (que llaman Bible Belt, cinturón bíblico).

Y ese combate con Satán, con el Malvado, el Demonio, también influye en la tercera religión abrahámica, el islam, y quien lo toma a la ligera puede sufrir el aciago destino de persecución de un Salman Rushdie...

Más allá de la seguridad que el cumplimiento pueda ofrecer, más allá de la euforia cómoda de la expiación, este extraño producto de la personificación del Enemigo convierte al mal en presencia siempre actual y siempre encarnable. Un pensamiento binario que atolondra y que puede encontrar servidores del mal en cualquier parte....

Hace eterno lo que no son más que constructos sociales, cambiantes con el tiempo... Las huestes de Kittim de la Regla de la Guerra de Qumrán, la Babilonia del Apocalipsis, el Anticristo singularizado en tal o cual enemigo estigmatizado como hereje aparecen como productos mezquinos de épocas y lugares específicos, que utilizan la religión para la alterización de enemigos bien físicos, aunque usando lenguajes con vocación de eternidad que convierten en esbirros de una lucha eterna los adversarios de cada momento...

La tendencia apocalíptica y milenarista que piensa cada momento como el definitivo en el que el combate último va a dirimirse, resulta terriblemente egótica, hace muy importantes a quienes piensan de ese modo, al borde de que se resuelvan todos los problemas. Florecen los paladines del combate final, que emplean el pensamiento binario, tan cómodo para aturdir, como discurso que los justifica para hacer cualquier cosa....

Satán es el diferente y su aniquilación una guerra honrosa... pero a la par, tras ese falso conflicto de civilizaciones en el que para algunos, ahora la religión parece sustentar la diferencia tras la quiebra de los comunismos hallamos que, como tendencia imperante se multiplica la multirreligiosidad en nuestro mundo globalizado. Nuestras sociedades pobladas de diferentes, creyendo en una multiplicidad de religiones, que entre conversos e inmigrantes diversifican los puntos de referencia a la hora del creer, no pueden coexistir sin conflicto con esas lecturas apocalípticas. Se trata de perspectivas irreconciliables. Pensar al otro como el mal desde argumentos de carácter religioso resulta profundamente pernicioso para una sociedad global que justamente ha de basarse, para no resultar mera imposición de unos sobre los demás en la aceptación de la diferencia.

Y justamente quizá esa apertura  a la diferencia que ha de caracterizar las sociedades multirreligiosas para que no agonicen en el conflicto tiene una notable víctima, el concepto de mal. Porque cuando se intenta determinar lo que es el mal desde la pluralidad de las religiones del mundo parece encontrarse uno abocado a no encontrarle ninguna forma, más allá del humo que las especificidades culturales puntuales construyen... O si toma forma, proviene de una mirada consensual multicultural, que solamente empezamos a atisbar, pero que sería un camino que justamente apartaría del conflicto.

No parece que sea un argumento sabio ni útil justificar los conflictos en el recurso al concepto del Mal. Si nos apartamos, por ejemplo, de las sendas que empezaron a trillar los seguidores de Zarathustra, encontraremos que bien y mal no son absolutos personificables, sino quizá aspectos de la complejidad de lo social, pero también de lo personal. Visto así se desmontaría el pensamiento binario y se requerirìa una mayor sensibilidad hacia cada contexto personal y social... un microanálisis que redimensionaría roles y relaciones y quizá desenquistase actitudes que potencian el conflicto.



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