Conferencia presentada en el Instituto Cervantes de Bucarest el 22 de septiembre de 2006.
por Francisco Diez de Velasco. Catedrático
de Universidad. Historia de las Religiones
Facultad de Geografía
e Historia. Universidad de La Laguna
E-38205 La Laguna
(Canarias, España)
e-mail: fradive@ull.es;
url: http://webpages.ull.es/users/fradive
Permítanme que empiece con un primer recuerdo,
unas palabras de otro rumano universal que recaló en la tierra en
la que vivo y fue profesor de mi universidad, Don Alejandro Cioranescu
(1911-1999), a quien tuve el honor de conocer y que, al hablar de su amigo
Mircea Eliade, recientemente fallecido, avanzaba una comparación
con Eugenio d’Ors en su límpida prosa en español:
“No hay que olvidar (que Eliade) fue también periodista, con un activo de más de 800 artículos de toda índole: actividad comparable, hasta cierto punto, con la de Eugenio d’Ors, y que hizo de él la brújula de la rebeldía cultural conocida en la literatura rumana con el nombre de Nueva Generación” (A. Cioranescu “Mircea Eliade. Más allá
de la historia” Syntaxis 12-13 (1986-1987), 144-149)
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Y compartamos un segundo recuerdo, el que en 1978 desencadenaba
Claude-Henri Rocquet a un Eliade septuagenario, al rememorar sus años
portugueses (1941-1945) y sus encuentros con pensadores eminentes y en
particular con Eugenio d'Ors.
Al hablar de d'Ors, en tres párrafos (recogidos en La prueba del laberinto, Madrid, Cristiandad, 1980 -ed. or. París 1979, trad. de J. Valiente Malla, pp. 82-83) queda al descubierto el recuerdo de la mutua admiración entre ambos. Se trata justamente del tema que trataremos de profundizar a continuación, teniendo en cuenta la diferencia de edad (casi una generación a favor de d'Ors), y donde, por tanto, la dirección del sentimiento será del más joven hacia el mayor (desde 1928 a 1949), hasta un momento en que ésta se invertirá (a partir de 1949). |
A) Eliade encuentra a d'Ors probablemente no en español
sino en francés (a diferencia, por ejemplo, de Marcelino Menéndez
y Pelayo -1856-1912-, del que dice en el Diario Portugués
-anotación del 10 de noviembre de 1941 (p. 23 trad. esp. J. Garrigós,
Barcelona, Kairós, 2001)- que en 1928 en Italia, empezó a
estudiar el español para poder leer su obra).
La diferencia dorsiana respecto de otros pensadores españoles
la expone Eliade en su artículo de Vremea del 28 de febrero
de 1937 titulado "Del Barroco" (trad. esp. Garrigós, Revista
de Occidente 258, nov 2002, p. 179-180): frente a sus maestros y colegas,
no dirige su pensamiento solo hacia España, sino también
hacia la cultura europea, lo que hace de él un pensador español
con un impacto internacional destacado.
B) Sus primeros artículos en francés se titulaban: "Religio est Libertas" y "Le résidu dans la mesure de la science par l'action", en Theodor Elsenhans (ed.), Bericht Über den III Internationalen Kongress für Philosophie zu Heidelberg 1 bis 5 september 1908, 1909, pp. 1125-1136 y 751-757 / italiano: "Religio est Libertas" (versión italiana de Giovanni Vidari), Rivista di Filosofía, I, 2, II, 1909, pp. 28-37
C) Su primer libro de impacto internacional (que publicó en francés antes que en español) fue Coupole et monarchie, suivi d'autres études sur la morphologie de la culture (versión francesa de Mme. Andrée de Stoutz), Les Cahiers d'Occident, 2º serie, núm. 6, Librairie de France, París, 1926, 117 pp. Es probablemente la primera obra dorsiana que Eliade, en torno a los veinte años, (antes de su aventura india que dura desde diciembre de 1928 a noviembre de 1931) leyó y que le influyó.
Más de medio siglo después, en las conversaciones antes citadas con Rocquet dice Eliade:
"En este mismo orden de ideas, escribió una especie de filosofía del estilo, "Cúpula y monarquía". Es una filosofía de las formas, una filosofía de la cultura elaborada por un tradicionalista. Hay traducción francesa de esta obra. Si encuentra este libro en una librería de viejo, no deje de leerlo. Es apasionante".
Hay que tener en cuenta que en este texto Eliade utiliza una palabra que para ambos es importante: Tradición, de la que hablaremos un poco más adelante.
D) Eliade también leyó alguna de las obras
citadas a continuación y dedicadas a la estética e historia
del arte traducidas al francés (en particular la primera y la segunda,
que destaca en su artículo de Vremea de 1937 antes citado):
-Trois Heures au Musée du Prado. Itinéraire
Esthétique (con Prefacio de Jean Sarrailh; traducción
de M. y Mme. Jean Sarrailh, con 48 reproducciones), Librairie Delagrave,
París, 1927, 159 pág.
-L'art de Goya (traducción de M. y Mme.
Jean Sarrailh, con 50 reproducciones), Librairie Delagrave, París,
1928, 144 pág.
-La vie de Goya (traducción de Marcel Carayon,
con un prefacio del autor a la presente versión francesa), Vies
des Hommes Illustres, NRF, vol. 22, Librairie Gallimard, París,
1928, 339 pág.
-Pablo Picasso (traducción de Francisco
Amunategui), Collection XXe siècle, Éditions des Chroniques
du jour, París, 1930, 62 pág + 48 láminas. (que Eliade
no conocía como sabemos por su correspondencia con Busuioceanu)
-Paul Cézanne (versión francesa
de Francisco Amunategui, con 68 ilustraciones), Editions des Chroniques
du jour, París, 1930, 126 pág.
-La peinture italienne d'aujourd'hui: Mario Tozzi
(traducción de Paul-Henri Michel), Éditions Des Chroniques
du jour, París, 1932, 45 pág. + 31 láminas.
E) Y sin duda le impactó la recopilación
titulada:
Jardín des plantes (Le songe est une vie,
Caboche ou la Prévision et la Nouvauté y l'Océanographie
de l'Ennui; traducción de Jean Cassou, Francis de Miomandre y Mercèdes
Legrand; con prólogo del autor), Editions J.O. Fourcade, París,
1930, 241 pág.
Tanto es así que a la recopilación de artículos
diversos que envía Eliade para su publicación en 1934 le
da el título de Oceanografie (recordar que el libro de d'Ors
es una traducción de la edición española de 1921:
Oceanografía del tedio, que a su vez apareció en catalán:
Oceanografia del tedi, en 1918) (sobre el análisis oceanográfico:
Turcanu 2003, 202).
Incluso se podría decir que el propio modelo de
recopilaciones eliadianas de esta época tienen un cierto aire dorsiano.
F) Y debió conocer también la biografía
que fue un éxito editorial
La vie de Ferdinand et Isabelle, Rois Catholiques
d'Espagne (versión francesa de Paul-Henri Michel, con Avisos
preliminares, Avisos y Prefacio del autor), Vies des Hommes Illustres,
vol. 72, NRF, Librairie Gallimard, París, 1932, 232 pág.
(y a la que, sin citarla expresamente, se refiere Eliade
en el Diario Portugués -anotación del 27 de septiembre
de 1941 (p. 20 trad. esp. Garrigós) cuando habla de la técnica
biográfica de d'Ors... basada en bosquejos).
G) Y la recopilación titulada en francés
Au grand Saint-Christophe (con prólogo
del autor: "Au grand Saint-Christophe"; traducción de M. y Mme.
Tissier de Mallerais; comprende además "Trois Natures Mortes", traducida
por Valery Larbaud), Corrêa, París, 1932, 269 pág.
que ilustra una admiración por d'Ors que también
tiene en cuenta las actitudes vitales. En su libro recopilatorio de 1939
titulado Fragmentarium comienza citando el sacrificio dorsiano que
realizaba la noche de año nuevo (y que denominó "la page
paienne" en la traducción francesa, la que leyó Eliade y
que corresponde a una glosa que apareció en su libro primero de
filosofía: La filosofía del hombre que trabaja y que juega
(Barcelona 1914), previamente en catalán Filosofia de I'home
que treballa i que juga (Barcelona, 1911)). A Eliade le fascinó
el simbolismo sacrificial de ofrecer al fuego una página manuscrita
bien escrita y bien pensada, caracterizaba una personalidad de contrastes
de poses, y de convicciones, en cierto modo parecida a la de Eliade, y
no debemos olvidar que d'Ors en 1911 era el jefe de la generación
de nuevos intelectuales catalanes, en cierto modo lo que Eliade era un
cuarto de siglo después en Rumanía.
Eliade recordaba este sacrificio en su Diario 1945-1969
(p. 77 trad. J. Garrigós, Barcelona, Kairós, 2001) en la
anotación del 21 de julio de 1950, reflexionando sobre la pérdida
de su Diario de Córdoba, escrito en 1944 y del que estaba
muy orgulloso, decía que lo que en d'Ors era inmolación voluntaria,
en su caso fue destrucción involuntaria (aunque parece que la obra
apareció posteriormente ya que J. Garrigós la incluyó
como anexo IV de su traducción del Diario Portugués).
H) Pero sobre todo debieron de impactarle los planteamientos
sobre las constantes históricas que esboza d'Ors en sus reflexiones
sobre lo barroco como eón y arquetipo:
-"Métahistoire. Le baroque, constante historique",
Revue des Questiones Historiques, año 62, núm. 6,
noviembre 1934, pp. 29-34
-Du baroque (traducción de Mme. Agathe
Rouart-Valéry, con prólogo del autor: "De ce livre" y 80
ilustraciones), NRF, Librairie Gallimard, París, 1ª ed., 1935,
252 pp.
Aunque en el artículo que le dedica de modo monográfico
en Vremea del 28 de febrero de 1937 titulado "Del Barroco" (trad.
esp. Garrigós, Revista de Occidente 258, nov 2002, p. 179-180)
antes citado, solo trata muy de pasada el tema del tiempo y sus constantes,
que será clave en el libro de Eliade más conocido, aparecido
en 1949 en francés con el título Le mythe de l'éternel
retour, pero que confeccionó durante su estancia portuguesa.
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I) No es fácil saber cuando Eliade comenzó a leer a d'Ors en español, pero en mi opinión es posible detectar la influencia dorsiana en el artículo "Horror a lo angélico" recopilado en Fragmentarium (p. 172 de la trad. esp. de C.I. Aresianu y F, de Carlos Otto, Madrid, Trotta, 2004), donde las referencias a lo barroco y a lo angélico quizá sean guiños hacia el trabajo de d'Ors de 1939 (y uno de los capitales en lo relativo a los temas religiosos): Introducción a la vida angélica, Buenos Aires, 1939 (que no se tradujo nunca). Los asuntos angélicos comienzan en d'Ors en 1926 (el 6 de octubre de 1926 d'Ors tiene una "experiencia angélica" que expone en sus glosas en diversas ocasiones) hasta que los sistematiza en este libro de 1939). Desde luego no hay duda de que en 1944 Eliade se dedicará a la lectura de esta obra (Diario Portugués -anotación del 29 de octubre de 1944 (p. 156-7 trad. esp. Garrigós). Lo angélico será casi una obsesión para d'Ors (lo mismo que para otro amigo de Eliade de una época posterior, Henri Corbin), aunque en contextos algo distintos a lo angélico (o arcangélico) que Eliade vivió en los "años legionarios".
J) En todo caso d'Ors, con sus ángeles, cúpulas
y arquetipos, ofrecía a Eliade un camino de enraizamiento con la
"Tradición" de carácter inequívocamente cristiano
(le salvaba de aproximaciones más esotéricas -guenonianas
o evolianas, por ejemplo- al asunto, como las que ha desentrañado
por ejemplo Natale Spineto 2001 (ARIES, p. 64) en el Eliade de épocas
anteriores; decía d'Ors -bajo pseudónimo de Octavio de Romeu:
"lo que no es tradición es plagio").
Como vemos los parecidos entre ambos pensadores crecen.
Recordemos la poligrafía y la vocación periodística
convertida en necesidad: ambos vivían o vivieron durante largas
etapas de su vida de la pluma. D'Ors desde su fracaso de 1914 en la cátedra
(probablemente por la actuación en su contra de Adolfo Bonilla -personaje
al que Eliade admiraba -trató sobre él en Cuvantul
2 dic., 1926 trad. Garrigós-) y su ruptura (traición según
otros) respecto del catalanismo en 1919-1920, hasta que es nombrado catedrático
extraordinario en la Universidad de Madrid en abril de 1953 (informaciones
de Antonio Lago Carballo). Eliade cuando no contaba con un puesto universitario
o diplomático (véase informaciones de Adalgiza Tatarescu
a Florin Turcanu 2003 p. 199 nota 159).
"Lo (a Eugenio d'Ors) conocí en mayo del año pasado cuando le hablé del mito de la reintegración (Eliade, Mitul Reintegrarii, Bucarest, 1942), y tuvo la amabilidad de decirme que "adivinaba el suficiente rumano" para leer mi opúsculo. Después volvimos a vernos en la casa de Busuioceanu (Alejandro Busuioceanu -1896-1961- pensador y escritor de fama, entonces consejero cultural rumano en Madrid, tras la guerra se exiliará en España y morirá en Madrid -Alejandro Cioranescu le dedicó un trabajo monográfico póstumo "Alejandro Busuioceanu en España" Acta Philologica 5 (1966), pp. 209-219). Entonces le recordé mi idea de hacer una traducción comentada de sus textos más importantes. Pareció sobresaltarse y me invitó a su casa para charlar con él.... Estuvimos dos horas hablando de la antología, cada uno con un cuaderno delante, anotando textos y haciendo sinopsis, índices, etc. Pocas veces he encontrado un escritor mejor gestor de sus propias obras que d'Ors. Quiere que toda su proteica obra aparezca en rumano. Incluso menudencias como la Historia del mundo en quinientas palabras (ya publicada en francés como L'Histoire du monde en cinq cents mots, traducción de René-Louis Piachaud, Kundig, Ginebra, 1938, 20 pp.). Aprecia, con buen sentido, textos menores y a veces tenidos por ridículos. Entre otras cosas, también tiene sentido del humor".
(Florin Turcanu 2003 p. 317, not. 23 cita una carta del 29 de noviembre de 1942 de Mircea Eliade a Alejandro Busuioceanu en la que aparece el projecto resumido y donde se reparten la traducción -la carta está publicada en F. Turcanu "Une correspondance inédite autour de la revue Luceafarul (1948-1949)" en L. Vlad, ed. Pouvoirs et mentalités. A la mémoire du Professeur Alexandru Dutu, Bucarest, ed. Babel, 1999, pp. 205-206-).
La visita a la casa de d'Ors a la que se refiere el texto se produjo el 3 de noviembre de 1942, y debió ser la última ocasión en que ambos pensadores se vieron en persona, (a pesar de que Eliade debió de hacer 6 viajes a España entre 1941 y 1944)... salvo que sea cierto lo que expone d'Ors en una carta de 1954 (que luego revisaremos) donde dice que conoció a Eliade en Lisboa (quizá fuese un "recurso de la memoria" para parecer más internacional o que efectivamente se vieron en Lisboa y Eliade nada dice al respecto).
Sobre estos encuentros recordaba Eliade más de 30 años después (La prueba del laberinto, Madrid, Cristiandad, 1980 -ed. or. París 1979, trad. de J. Valiente Malla, pp. 82-83) lo siguiente:
"Iba yo frecuentemente a Madrid a comprar libros y allí tuve la ocasión de entrevistarme, largamente, dos o tres veces con Eugenio d'Ors. Era hombre de trato más amable que Ortega. Siempre sonreía. Creo que su mayor ambición era ser bien conocido en Francia. Yo admiraba en él al periodista genial, al dilettante genial. Admiraba su elegancia literaria, su erudición.... Me admiraba su diario, el Nuevo Glosario, el diario de sus hallazgos intelectuales: cada día escribía una página en la que decía exactamente lo que había descubierto o pensado aquel mismo día o, digamos, la víspera, y lo iba publicando al mismo tiempo. Se había comprometido a no repetirse nunca. Yo admiraba este esfuerzo por mantenerse alerta, esta decisión de plantearse cada día nuevas preguntas y tratar de darles respuesta. Es una obra interesante, pero desconocida. Los cinco o seis volúmenes del Nuevo Glosario están agotados en España y nunca han sido traducidos. Por lo demás, tenía puntos de vista curiosos sobre el estilo manuelino; es célebre su libro sobre el barroco".
B) Eliade y d'Ors en los "años portugueses" compartieron no solo conversaciones y afinidades intelectuales (e incluso personales: la renuncia de ambos a la vía contemplativa -a pesar de los arrebatos angélicos de d'Ors-y la opción por el camino de la vida activa y de una forma particular de inteligencia, construida desde un modo particular de "ver"), sino también posiciones políticas convergentes que les llevaron a dedicar la pluma a elogiar a gobernantes de corte autoritario (o fascista) como Oliveira Salazar, al que Eliade dedicó una biografía (Salazar si revolutia în Portugalia. Bucarest, 1942, incluso se entrevistó con él) y d'Ors el prólogo de la biografía que le hizo Antonio Ferro, Oliveira Salazar. El hombre y su obra, Madrid, 1935, pp. VII-XX; Ferro, ideólogo del salazarismo, y su mujer, la escritora Fernanda de Castro fueron algunos de los mejores amigos portugueses de Eliade). Por su parte d'Ors llegó a hacer un prólogo a una antología de discursos de Mussolini (S. Spinetti, Mussolini: Espíritu de la Revolución Fascista. Antología de los "escritos y discursos", Edit. Vizcaína, Bilbao, 1941, pp. IX-XIII) y era un notorio defensor de Franco y del régimen franquista, mientras que la lectura del Diario Portugués no permite dudar de la adscripción política de Eliade (a la espera de que en 2018 se pueda acceder a su diario completo y se lean, de su propia pluma, sus puntos de vista).
C) En general el juicio admirativo de Eliade hacia d'Ors es muy entusiasta como se refleja en la anotación del 4 de noviembre de 1942 del Diario Portugués (p.52 trad. Garrigós):
"Eugenio d'Ors es uno de los hombres de la Europa moderna que me han interesado (me "ha apasionado") desde hace mucho tiempo. Lo que me gusta de él es lo universal, lo paradójico y lo desigual. Leyendo una buena parte de sus libros españoles, me percatado de su genialidad y de su formidable estilo periodístico; de lo próximo que está a un Goethe y, no obstante, qué lejos se ha quedado de él. Como Papini, Huxley, Gide y Unamuno, d'Ors me interesa especialmente por sus defectos, por lo que hay de caduco, de fragmentario e incluso de fáctico en su obra".
Admiración en la que ya se pueden entrever los claroscuros, y que pronto tendrá una doble dirección.
A) En 1949 Mircea Eliade publica en francés dos
obras que cimentarán su fama y sobre las que trabajó en su
etapa portuguesa, Le mythe de l'éternel retour (El mito
del eterno retorno, título puesto a última hora con finalidades
comerciales, libro al que se refiere en el Diario Portugués con
el nombre de Cosmos e historia, que luego llevará en algunas
de las ediciones estadounidenses) y el Traité d'histoire des
religions (Tratado de historia de las religiones su obra más
famosa entre los especialistas y que empezó a redactar en Inglaterra).
Eliade se los envió dedicados a d'Ors, en mayo
Le Mythe y en septiembre el Traité (en el caso del
Tratado, conservado en la biblioteca de Ángel d'Ors Lois
-nieto de Eugenio d'Ors, a quien agradezco muchas de las informaciones
personales sobre su abuelo que aquí aparecen- la dedicatoria
dice: "À mon Maître Eugenio d'Ors, l'hommage et la reconnaissance
de l'auteur, Mircea Eliade, Paris, septembre 1949").
Eugenio d'Ors no tardó en reseñar la primera obra, que le entusiasmó, en el diario Arriba, citaba de pasada a Eliade en la del 19 de junio de 1949 (en la glosa titulada "Primitivismo y arcaismo"), pero le dedicaba una glosa monográfica el 28 de septiembre de 1949 bajo el título bien parlante de: "Se trata de un libro muy importante". El texto es el siguiente:
"No es ésta la primera vez que llega a mención
en el Glosario un libro áureo y breve, Le mythe de éternel
retour, del profesor y diplomático rumano Mircea Eliade; con ser
aquél de aparición tan reciente, que la dedicatoria del ejemplar
recibido —y que todo me induce a considerar como uno de los primeros libertados
de prensa— trae fecha en mayo último. Pero tal es la riqueza de
ideas en la obra contenidas; tal, la novedad de su tenor; tal el interés
que nos gana su vivacidad, que, una vez el texto catado, su lectura nos
requiere a cada instante. Más, a quien, cual yo, entró
en sus cercanías teóricas hará más de un cuarto
de centuria, cuando hube de dar múltiples vigilias a La concepción
cíclica del universo, y a la aducción de las varias doctrinas
con su sello marcadas; desde el «Año perfecto» de Platón
hasta el «Ring des Ringes» nietzscheano.
Pero, lo que a Mircea Eliade parece interesar primordialmente,
no es la creencia en una repetición cósmica de los fenómenos,
sino lo que pudiéramos llamar «el vejamen de la Historia»,
abrigado en la mentalidad arcaica y que también asoma en algunas
manifestaciones de la más moderna mentalidad; entre otras, las que
me son personalmente predilectas y que pugno por hacer entrar en el andamiaje
de la «Doctrina de la inteligencia»… Y ya se da por entendido
que, con eso y con la cóngrua apología de lo filosófico,
no se trata de una contienda emulativa entre doctores, cada cual interesado
en el triunfo de la disciplina de su cultivo, como pudo estarlo Benvenuto
Cellini, al sostener la primacía de la escultura sobre la pintura,
en las honras fúnebres de Miguel Ángel. Se trata de una revisión
conceptual severa, donde el valor de la noción del tiempo anda en
litigio, decaída como ahora se ve del poder tiránico, que
le atribuyó —entonces nemine discrepante— el evolucionismo; verdadera
religión del siglo XIX, aceptada por la generalidad sin discusión.
Dice Eliade haberle llamado la atención, al
estudiar a las sociedades en que se practicó o se conserva el pensamiento
que él certeramente denomina «arcaico» —evitando así
la superstición contenida en la común adopción del
término «primitivo» y, a la vez, la rudeza, inevitable
en mi solución, que regresa al empleo del repertorio del «salvajismo»;
bien que emancipado de su versión peyorativa—, una íntima
rebelión contra el tiempo concreto, histórico; una nostalgia
del retorno periódico a un «tiempo mítico de los orígenes»,
al Gran Tiempo. Esto se traduce en la hostilidad «arcaica»
a cualquier tentativa de historia autónoma; es decir, de historia
sin regulación arquetípica. Oposición que no es
simplemente el efecto de ciertas tendencias conservadoras de las aludidas
sociedades, sino de una especial valoración metafísica de
la existencia humana; valoración, que no puede confundirse en nigún
caso con la que tratan de traer algunas corrientes filosóficas post-hegelianas,
principalmente el marxismo, el historicismo y el existencialismo, desde
el descubrimiento del «hombre histórico», del hombre
que se encuentra en la medida, en que se hace a sí mismo, en el
seno de la historia.
Mucho nos instruye, desde luego, el paralelismo entre
esta posición de la mentalidad arcaica ante la historia con la que
hace años le fue descubierta ante la razón por los Frazer
y los Levy-Brühl. Cuando la superficialidad de Spengler se escandalizó
de la falta de «sentido histórico» entre los griegos,
ya hacía tiempo que los etnógrafos habían dejado de
escandalizarse de la falta de «sentido común» entre
los zulús. Éstos tienen su lógica, que no es precisamente
la lógica donde rige el principio de identidad; también aquéllos
tienen una historia, donde no rige el principio de la irreversibilidad
del acontecimiento… Ahora lo que nos falta saber —y las reflexiones de
Mircea Eliade no han de tardar, sin duda, a llevarle a este orden de comparaciones—
es si, a la vez que la lógica del «primitivo» es, en
el fondo, la subyacente lógica eterna, la historia anti-historia
del «arcaico» es la que nos vale, pese a quien pese. Por de
pronto, de algo muy parecido al «principio de participación»
se sirve, en lo moderno, la más reciente física de los Quanta.
Y algo que puede recordar hasta cierto punto la «historia con regulación
arquetípica», se contiene en la «teoría de los
eones» y, por ahí, en toda nuestra Ciencia de la Cultura.
Dejando así doblemente encerrado en un paréntesis secular
el racionalismo y su convencional manera de entender la ciencia y la historia.
¿Y el arte?… Yo creo que, si los discutidores de la Escuela de Altamira
no desmayan de repetir, el año que viene, la excelente iniciativa
del actual, uno de los primeros invitados a la solemne segunda reunión
debe ser el profesor y diplomático Mircea Eliade".
En las ya citadas entrevistas de Claude-Henri Rocquet con Eliade que se publicaron bajo el título de La prueba del laberinto, (Madrid, Cristiandad, 1980 -ed. or. París 1979, trad. de J. Valiente Malla, pp. 82-83) se expone el recuerdo que conservaba Eliade de este momento:
Rocquet: —Lo que no me dice es que Eugenio d'Ors admiraba
a Mircea Eliade.
Eliade: —Es cierto. Conocía "Zalmoxis" y le
había gustado mucho "El mito del eterno retorno". Esta admiración
se gestó mediante un intercambio epistolar y algunas largas conversaciones.
(nada sabemos de lo primero y no ha aparecido hasta el momento
ninguna carta de Eliade entre la correspondencia de d'Ors, y la de Eliade
no ha sido, en este punto, sistematizada -falta por expurgar la caja 65
del archivo Eliade de la Biblioteca Regenstein de Chicago-)
Rocquet: —El 3 de octubre de 1949 anota en su Diario:
«Eugenio d'Ors me envía un nuevo artículo sobre "El
mito del eterno retorno", que lleva por título "Se trata de un libro
muy importante". Más que cualquier otro crítico cuyas recensiones
haya leído yo, Eugenio d'Ors se siente entusiasmado por el hecho
de que haya puesto de relieve la estructura platónica de las antologías
arcaicas y tradiciones (''populares")». Es cierto que añade:
«Espero, sin embargo, que se entienda también el otro aspecto
de mi interpretación, relativo a la abolición ritual del
tiempo y, en consecuencia, la necesidad de la "repetición". Las
conversaciones que acerca de este tema he mantenido hasta ahora han sido
decepcionantes...» Por lo demás, también le gustaría
a d'Ors el Tratado...
Eliade: —Sí, fue mi última obra que
pudo leer. Murió al año siguiente, según creo.
(d'Ors murió en 1954 cuando ambas obras no solo eran famosas sino
que incluso se habían traducido al español y había
aparecido El chamanismo e Imágenes y símbolos,
veremos más adelante que el Tratado no le había gustado
a d'Ors).
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Pero la admiración dorsiana, innegable, quizá tenía también sus claroscuros... d'Ors se siente muy cercano a Eliade... y casi se podría escuchar un reproche en sus palabras... que no aparece de modo explícito, pero que no nos resulta difícil de verbalizar. Eliade ha citado por ejemplo a Ortega en su obra, pero en ningún momento a d'Ors, a pesar de que probablemente algunas de las ideas eliadianas sobre el tiempo... provenían de las lecturas e incluso las conversaciones con el pensador español.
Algo de este asunto se puede ver reflejado en el Diario 1945-1969 de Eliade, en la anotación del 9 de junio de 1951 (p. 96 trad. Garrigós):
"Alejandro Busuioceanu me envía otro artículo de Eugenio d'Ors, "del mito" ("Arriba" 3 de junio), en el que habla entusiasmado de El mito del eterno retorno. Y parece acusarme de no haber profundizado en el sentido filosófico de mi descubrimiento, y de haber dado más importancia a la "erudición". Busuioceanu escribe: "Un matiz de impaciencia se agrega a la admiración que siente por tu pensamiento. Repito las palabras que me dijo un día: "Yo no sé si Mircea Eliade de se da cuenta de a dónde puede llevar a su descubrimiento sobre los arquetipos". Espera una continuación de tu libro... Y tengo la impresión de que, en el ocaso de su vida, experimenta una curiosa sensación de pesar por no haber escrito el libro que has escrito tú".
Hay aquí un malentendido que para desentrañarse
resulta necesario, antes de leer las palabras de d'Ors en Arriba
a las que se refería Busuioceanu, acercarse a un documento inédito
e indirecto, una carta de d'Ors a Ángel Álvarez de Miranda
(que en ese momento ya era catedrático de Historia de las Religiones
en la Universidad de Madrid y que murió en 1957) en la que el primero
le pide al segundo su opinión sobre la obra de Mircea Eliade.
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![]() Ángel Álvarez de Miranda (izquierda) Eugenio d'Ors al final de su vida (derecha) |
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La prosa algo complicada de d'Ors, gracias a la carta anterior, resulta más clara, y es más evidente que Busuioceanu no refleja que la crítica dorsiana no se dirige hacia el Mito del eterno retorno. Este es el texto dorsiano al que se refieren ("Del Mito" en Arriba: 3 de junio de 1951, final del artículo):
"Otra de las indagaciones que cabría aportar a la recta comprensión del pensamiento mítico, en función de dialéctica figurativa, es la llevada a cabo recientemente por un pensador rumano, Mircea Eliade; tan interesante para mí, que yo, la verdad, vivo temblando por su tardanza en aprovechar el magnífico descubrimiento, que parece anunciarse en su obra, y que, más de una vez, nos movería a gritar, «¡que te quemas!», impaciente. Una pingüe "summa" etnográfica, cuyo título no corresponde a su contenido y un ensayo esbelto, rotulado con excesiva modestia, integran la labor filosófica de Mircea Eliade. Por un espejismo, no raro entre autores, éste parece tener en más a su producción erudita. Nosotros nos atrevemos a pensar que la otra, puesta en comunicación coloquial con alguna contemporánea ... podía traer una decisiva conmoción a la ideología moderna. ¿Por qué, si, en cualquier sentido, nosotros, españoles,..... no podríamos traer, junto a la noción del mito, la luz de esa función arquetípica que le ha encontrado Eliade? Yo me he esforzado mucho en verter la historia a vasos de constancia. La plasma Eliade en moldes de repetición. Y nuestro realismo —realismo, en el sentido técnico, que le opone a nominalismo, a relativismo, a historicismo—, es abonado por la caducidad, que hemos traído —y, de esto, sí, que podemos alabarnos—, a la superstición kantiana de la inmanencia, superada victoriosamente por la afirmación de una trascendencia inevitable en el conocimiento, inclusive, el que los frívolos han podido tener por fabuloso. Porque ahora sabemos, que «la verdad está en las figuras». Y "quien hace la verdad, viene a la luz". Quien la hace. No, precisamente, quien la recibe hecha, repugnancia por la erudición".
"I use the term "archetype," just as Eugenio d'Ors
does, as a synonym for "exemplary model" or "paradigm," that is, in the
last analysis, in the Augustinian sense". (Eliade 1959: XV)
"Uso el término arquetipo a la manera de Eugenio
d'Ors, como sinónimo de "modelo ejemplar" o "paradigma", que resulta,
en última instancia, el sentido agustiniano"
Las razones tácticas y estratégicas que
llevaron a Eliade a saldar una "vieja" deuda casi cinco años después
de la muerte de su maestro de juventud y amigo de ocasión serían
largas de enumerar y desentrañar (requerirían mucha hermenéutica).
Pero dada la importancia que el término arquetipo tiene en el pensamiento
de Mircea Eliade (quizá el concepto clave en su modelo de análisis
histórico-religioso), podemos decir que Eliade se portó con
d'Ors como un verdadero caballero.... Quizá demasiado...
Queda la duda de si no habrá algo de imaginario
en la afirmación eliadiana de la deuda dorsiana... aunque eso probablemente
sería otro asunto, que requeriría otra conferencia....