Copyright: F. Diez de Velasco, presentado en el seminario: "Los mitos:
diversidades y semejanzas" UIMP Galicia, Pontevedra, 17 de septiembre de
2001
Se propone una reflexión sobre la diversidad posible en las interpretaciones de la religión visible (el arte y la iconografía de significado religioso), empleando dos ejemplos extremos y en cierto sentido aberrantes.
1) El primero lo ofrece la fundadora de la Sociedad Teosófica,
Madame Blavatsky, que relaciona las estatuas de Bamián con las razas
gigantes que poblaron la tierra en épocas remotas conocidas por
el esoterismo (plantea que fueron talladas por los sabios que escaparon
a la destrucción de la Atlántida: véase documento
1). Se trata de una interpretación aberrante, que hace de los mitos
realidad literal y que no sería más que anécdota si
no hubiera tenido un impacto notable en diferentes círculos esotéricos
(además de la Sociedad Teosófica, movimiento que fue muy
popular a finales del siglo XIX y comienzos del XX, véase documento
2). Todavía hay grupos que defienden, subyugados por el ambiente
platónico creado en los diálogos Timeo y
Critias,
que el mito de la Atlántida no es más que reflejo de una
realidad del remoto pasado, que Platón, estaría transmitiendo
una historia real (que conoció gracias al relato del hecho que mantenía
en el recuerdo los sacerdotes egipcios). La lectura del trabajo de Pierre
Vidal-Naquet, "Atenas y la Atlántida" publicado en la Revue des
Études Grecques, 77, 1964, 420-444, versión revisada
(y traducción al español) en Formas de pensamiento y formas
de sociedad en el mundo griego. El cazador negro, Barcelona, ed. Península,
1983 (París, 1981), 304-329, resulta muy reveladora de cómo
Platón inventa un mito para expresar su idea del rechazo a la Atenas
de su tiempo volcada en el mar, centrada en la flota y el imperialismo.
Lo mismo que el imperialismo naval de la Atlántida conllevó
la destrucción de su civilización, así, según
Platón podría terminar Atenas, de no tornar hacia los valores
tradicionales (de la tierra frente al mar).
Madame Blavatsky utiliza los relatos de Platón (y mucha otra
documentación muy diversa) como prueba de que existe una sabiduría
más antigua y correcta que la que está construyendo la ciencia
(y en particular las teorías evolucionistas). Frente a los tiempos
geológicos y al darwinismo se construye un relato de razas pobladoras
de la Tierra con muchos millones de años de antigüedad, que
anularía el valor de esas teorías científicas. Se
trata de una construcción puramente imaginaria que cumple, entre
otras muchas funciones, la de contramodelo de carácter religioso
de la ciencia con veleidades de superarla. El uso de los Budas de Bamián
se inserta en la necesidad de argumentar con pruebas (como hace la ciencia)
y el recurso empleado es el de utilizar documentación de muy variada
índole (sobre todo la que plantease algún interrogante de
carácter técnico -como, por ejemplo, las estatuas de la Isla
de Pascua-) que se analiza de modo completamente sesgado y distorsivo.
Para un estudio de la Sociedad Teosófica en clave crítica
y humorística: Peter Washington, El mandril de Madame Blavatsky,
Barcelona, 1995 (Londres, 1993).
2) El segundo lo ofrece la posición de las autoridades religioso-políticas
afganas que ha llevado en marzo de 2001 a la destrucción de las
estatuas gigantescas erigidas hace 1500 años en Bamián. Las
razones que han llevado a los talibán a dar este paso (a pesar de
las presiones internacionales, no sólo occidentales, sino también
de países musulmanes o de la India) son difíciles de sintetizar
(y por supuesto de aceptar), pero no podemos quedarnos en una mera lamentación
que resalte la estupidez humana o el fanatismo musulmán (tan al
uso de unos medios de comunicación que defienden el discurso binario
de la demonización del musulmán). Por su parte las autoridades
talibán plantean que no se trata de una acción de carácter
político sino de tipo religioso para cumplir un edicto de los ulemas
afganos relativo a la destrucción de los monumentos idólatras.
Esta destrucción, en el caso de las estatuas gigantes, se ha dilatado
en diferentes fases puesto que desde el control talibán del valle
de Bamián en otoño de 1998 se han sucedido ataques por parte
de los militares talibán destacados en la zona contra las estatuas
que estropearon la cabeza, piernas y otras partes, hasta que se produjo
la voladura general.
Tras el celo religioso, como en tantos otros casos, se esconde una
lección política e ideológica implacable, que demuestra
que las autoridades talibán no son en absoluto los fanáticos
descerebrados que se dice, sino que han construido un discurso que no carece
de lógica (aunque no pueda compartirse).
Frente a la interpretación de Occidente, que se interesa por
la religión primordialmente en cuanto tiene de patrimonio (cultural,
histórico, etc. y que se vale de la Unesco como plataforma para
propagar este modelo a escala global), los talibán hacen de la religión
clave interpretativa del mundo (y por supuesto de la política),
por tanto los objetos no son un obstáculo en el camino de la afirmación
religiosa (aunque dichos objetos hayan sido declarados Patrimonio de la
Humanidad). La primera lección talibán en este asunto sería
la negación a aceptar los criterios de interpretación modernos
y occidentales que cosifican la religión y la patrimonializan (convirtiendo
los objetos religiosos en mercancías cuya rareza las convierte en
extremadamente valiosas); al destruir los Budas parecen demostrar que,
desde el argumento teológico que esgrimen, las estatuas no poseen
el más mínimo valor (frente al valor patrimonial incalculable
que esgrime la Unesco -otra forma de negar de facto tal valor, al resultar
imposible su venta-). Frente a posiciones esencialistas (la defensa a ultranza
del patrimonio) hemos de tener en cuenta que los talibán pueden
esgrimir destrucciones de patrimonio frente a las que la reacción
internacional ha sido y sigue siendo igual de ineficaz: la revolución
cultural china acabó con numerosísimos templos, el fanatismo
fundamentalista hinduísta con la mezquita Babri de Ayodhya en fecha
tan reciente como 1992 o la especulación inmobiliaria y de otro
tipo en muy diversas zonas del mundo con monumentos religiosos de muy diversa
índole (pensemos en el patrimonio religioso de los nativos de Norteamérica
o los objetos religiosos africanos vendidos por doquier).
Pero la destrucción de los Budas es también una lección
para la población (y en particular los notables) de la zona de Bamián
(que son chiítas), que deja clara la posición de los talibán
(que son sunitas) respecto de cualquier veleidad identificadora propia
(incluso si tal veleidad es el orgullo de poseer un patrimonio cultural
extraordinario y admirado en el mundo entero). Los talibán son contrarios
a la diversidad religiosa, incluso aunque ésta date de una época
remota preislámica, los chiítas, pues, han de minimizar la
especificidad de sus enfoques y converger (en una línea de argumentos
que plantean otros movimientos integristas de zonas más centrales
del islam) en torno al lenguaje estimado común de entender la charia
del modo más fundamentalista.
Pero finalmente se puede, en síntesis, extraer otra lección,
esta vez interior (para el propio grupo) de la voladura de Bamián:
se han atrevido a llegar más allá que nadie con anterioridad
en lo que estiman defensa del islam y lucha contra la idolatría
presente y pasada: el celo talibán es ejemplar.
Se trata de lecciones que presentan la lógica de una teología
que no distingue entre religión y política, pero desde esta
misma lógica la reacción budista parece diáfana, los
Budas gigantes marcan un momento ya pasado, una época en la que
el dharma imperaba sobre esos territorios, su destrucción
es casi el mejor ejemplo de la impermanencia. Por otra parte el que la
autoridades indias hayan levantado la voz más fuerte en defensa
del patrimonio budista de Afganistán no puede responder pues a argumentos
religiosos (incompatibles con destrucciones como la de Ayodhya de 1992
o asaltos como el del Harmandir de Amritsar de 1984), sino a cuestiones
de geoestrategia (los talibán tienen el apoyo de Pakistán,
país con el que India mantiene desde la independencia un litigio
-guerra abierta en diferentes ocasiones- por la soberanía sobre
Jammu y Cachemira). Religión, política y geoestrategia se
entremezclan en este asunto en el que han terminado pagando con la destrucción
los extraordinarios Budas de Bamián.
"Pero, ¿quién talló las estatuas aún más colosales de Bamián, las más altas y gigantescas del mundo entero?... los arqueólogos que ven Buddhas en las más grandes de estas estatuas se equivocan... Los monjes buddhistas... entraron el en Asia Central en el primer siglo, o cosa así, de la Era cristiana. Por esto Hiouen Thsang (viajero chino que visitó Bamien en el siglo VII), hablando de la estatua colosal, dice que 'el brillo de los ornamentos de oro que cubrían la estatua' cuando él la vió 'deslumbraba la vista'; pero de tales adornos dorados no se ven ni vestigios en los tiempos modernos. El ropaje, en contraste con la figura misma, que está labrada en la roca, está hecho de yeso y moldeado sobre la imagen de piedra. Talbot,que hizo un examen de los más minuciosos, averiguó que este ropaje pertenecía a una época muy posterior. Por consiguiente, hay que señalar a la estatua misma un tiempo muy anterior al buddhismo. En tal caso ocurre preguntar: ¿a quién representa?. Otra tradición, que se halla corroborada por anales escritos, contesta a la pregunta y explica el misterio... Los ascetas buddhistas encontraron las cinco estatuas, y muchas más que ahora están destruidas. Tres de ellas, que estaban de pie en nichos colosales a la entrada de sus moradas futuras, fueron cubiertas con yeso y sobre las estatuas antiguas, modelaron otras nuevas que representaran al [Buddha]. Las paredes interiores de los nichos están cubiertas hasta hoy con pinturas brillantes de figuras humanas, y la imagen sagrada de Buddha está reproucida en todos los grupos. Estos frescos y ornamentos, que hacen recordar el estilo de pintura bizantino, son todos debidos a la piedad de los monjes ascetas, así como también otras figuras menores y adornos labrados en la roca. Pero las cinco estatuas son obra de los Iniciados de la Cuarta Raza [la cuarta raza fueron los Atlantes], quiénes, después de la sumersión de su continente [la Atlántida], se refugiaron en los desiertos y en las cumbres de las montañas del Asia Central. Así pues las cinco estatuas son anales imperecederos de la Enseñanza Esotérica, respecto de la evolución gradual de las razas. La más grande representa la Primera Raza de la especie humana, cuyo cuerpo etéreo está así conmemorado en la piedra dura, imperecedera, para instrucción de las generaciones futuras; pues de otro modo su recuerdo nunca hubiera sobrevivido al Diluvio Atlántico. La segunda, de 120 pies de alto, representa al nacido del sudor; y la tercera, que mide sesenta pies, inmortaliza a la Raza que cayó, inaugurando así la primera Raza física, nacida de padre y madre, cuyos últimos descendientes se hallan representados en las estatuas encontradas en la isla de Pascua. Estos descendientes sólo tenían de 20 a 25 pies de altura en la época en que la Lemuria fue sumergida, después de haber sido casi destruida por los fuegos volcánicos. La Cuarta Raza fue aún más pequeña, aunque gigantesca en comparación con nuestra Raza Quinta actual, y la serie termina finalmente en esta última. Estos son pues los 'Gigantes' de la antigüedad.... (Helena Blavatsky, La doctrina secreta, Madrid, 1978, tomo 3, p.577-581, ed. original, Londres, 1888).
Tenidos por ídolos que había que destruir según la interpretación de los taliban que controlan Afganistán, las estatuas gigantes de Bamián (la mayor de 52,5 metros, la otra de 36 metros) fueron voladas con explosivos a comienzos de marzo de 2001.
La Sociedad Teosófica, en cuya historia, en cierto modo se ejemplifican
las características de muchas de las nuevas religiones, fue creada
en 1875 en Nueva York por H.P. Blavatsky (1831-1891) y H.S. Olcott (1830-1907)
como crisol de muy diversas influencias que resume la vida de su fundadora.
Helena Petrovna Blavatsky decía haber sido iniciada desde muy jóven
en los misterios del universo, en primer lugar por miembros de la Gran
Fraternidad Blanca (sabios poseedores de conocimientos superiores que viven
en el Tíbet desde donde imperan sobre el mundo), y luego por la
egipcia Fraternidad de Luxor de índole rosacruciana. Visitó
la India y Egipto y debió de contactar en sus viajes por Europa
y América con muy diversas organizaciones esotéricas cuyas
influencias le llevaron a terminar configurando una síntesis propia
(vertida en sus monumentales Isis sin velo, y La doctrina secreta). La
sociedad teosófica en 1883 instaló su centro en Adyar (Madrás,
India) con lo que progresivamente se fueron depurando sus raíces
orientales (lo que llevó a teósofos de segunda generación,
como A. Besant -1847-1933- a enmendar algunos de los análisis de
la fundadora) y aumentando la influencia de la metafísica budista
e hinduista en sus enseñanzas. Al buscar la "verdad universal",
y plantearse como la verdadera vía de acceso a la auténtica
espiritualidad milenaria (a cuyo conocimiento accedían gracias a
contactos de carácter mediumnico con entidades sobrenaturales, los
maestros ascendidos) preludian muchos de los movimientos posteriores (y
en particular algunos aspectos de la religión "nueva era").
F. Diez de Velasco, Las
nuevas religiones, 2000, p. 41-42