Copyright: Francisco DIEZ DE VELASCO en Imágenes de la Polis, (D. Plácido y otros, eds.), Madrid, Ediciones Clásicas (serie ARYS nº6), 1997, 407-422.
Key words: mysticism, greek religion, theory and methodology of the
study of religion, Dionysos, Dionysism, trance, altered states of consciousness
1. El problema de definir la alteridad.
Los historiadores de las religiones no han conseguido forjar una definición consensuada de los términos misticismo y mística.
Oscilan las aproximaciones entre dos grandes líneas de pensamiento que marcan los extremos; la primera plantea la radical diversidad de cada una de las experiencias místicas, que en el mejor de los casos se analizan como desarrollos específicos inseparables de las condiciones culturales en las que se manifiestan. La segunda, defendida por algunos fenomenólogos y, entre otros, por algunos neo-místicos (Huxley, Watts(1)) plantea la radical identidad de todas las manifestaciones místicas (vistas por la psicología especializada como experiencias transpersonales en las que se disuelve el yo(2)). Se trata de aproximaciones que desvirtúan el papel del instrumento principal del historiador de las religiones, que es el método comparativo, anulandolo o por defecto o por exceso y parecen ilustrar la quiebra de su aplicación a todas las manifestaciones religiosas(3).
El problema principal que plantea el estudio de la mística radica en sus fuentes, no porque sean escasas, sino porque los propios escritores místicos son conscientes de no conseguir plasmar correctamente la experiencia en el lenguaje escrito(4).
Se trata no sólo de experiencias de índole subjetiva y
por lo tanto difícilmente descifrables por el historiador, sino
de experiencias que algunos autores defienden que parecen corresponder
a un modo de funcionamiento del cerebro que resulta diferente del que preside
el razonamiento lógico. El trance místico es un estado de
conciencia alterada que se manifiesta desde el punto de vista fisiológico
(según algunos autores, aunque se trata de un tema controvertido,
puede resultar de interés repasarlo) por medio de una implicación
principal del hemisferio cerebral derecho. Éste se caracteriza en
su funcionamiento por la dificultad en la expresión en los modos
lógicos (y socializables por medio del lenguaje) del hemisferio
cerebral izquierdo(5). El estudio de experiencias
místicas en laboratorio ha permitido, cuando menos, establecer la
base de la alteridad de las manifestaciones místicas(6)
y por lo tanto justificar la dificultad de definirlo por medio de los instrumentos
de delimitación conceptual que utiliza el lenguaje científico
y específicamente la historia de las religiones.
2. Las aproximaciones religiocéntricas y etnocéntricas y la mística griega.
Pero a este problema se añaden otros que enturbian en mayor medida
los análisis.
En cualquier definición de mística pesan con fuerza las
posiciones velada o abiertamente religiocéntricas que han defendido
una disección entre experiencias místicas verdaderas y falsas(7),
superiores e inferiores, puras e impuras y que, en algunos casos, se han
querido plantear como criterios para determinar el modo legítimo
o abusivo del empleo del término místico(8).
Muchas de estas aproximaciones han partido de la hipervaloración de la experiencia mística, entendida como el más alto grado del compromiso religioso, y por lo tanto estimada accesible únicamente a una élite privilegiada compuesta de muy pocos individuos. Esta idealización ha llevado generalmente a la incapacidad por parte de los cultores de un credo específico para aceptar que en otras religiones pueda desarrollarse correctamente y de modo acabado la fase última, la unio mystica. Para este modelo de pensamiento las tradiciones religiosas ajenas pueden llegar a enjuiciarse como pasos previos o meros modos de desencadenar el proceso (como ocurre con el zen para numerosos cristianos(9)) pero no como la auténtica experiencia mística.
Como tantos otros conceptos del análisis histórico-religioso el término mística posee un campo significativo muy influido por la herencia cristiana (en la que se engloban desde el punto de vista ideológico buena parte de los investigadores del tema(10)), marcada por la primacía del individualismo de la experiencia y por el monoteismo y que por lo tanto suele aceptar como místico lo que en otras tradiciones afines puede resultar comparable (misticismo musulmán y judío) pero rechaza todo lo que no se rige por esas pautas.
Por lo tanto resultaría improcedente según esta visión una experiencia mística que superase el plano de lo meramente individual, como ocurre en los trances colectivos, que se entenderían como degeneraciones desvirtuadas de la verdadera mística (sirvan de ejemplos los casos de los cuáqueros o de los shakers(11)). Experiencias de tipo colectivo resultan fundamentales por lo menos en dos de las más importantes manifestaciones místicas griegas, el dionisismo y los misterios eleusinos. Así para esta opción de análisis solamente existiría en el mundo griego una tradición susceptible (como prefiguración) de resultar identificable como mística, la que tiene su desarrollo pleno en Plotino y su orígen en Platón.
Otra vía de desvalorización de experiencias místicas, en este caso de índole además etnocéntrica, proviene de la graduación valorativa de los medios utilizados para ponerlas en marcha. La ascética rigurosa y la elección (imaginaria) por fuerzas sobrenaturales se suelen aceptar como mecanismos correctos mientras que actividades ajenas o marginales en la tradición religiosa occidental como la ingestión de sustancias psicodélicas(12) o la inducción por la danza o la música se estiman como vías dudosas (lo que lleva a una desvalorización genérica de la extática). Pero los estudios desarrollados desde el descubrimiento de las endorfinas y las substancias psicodélicas endógenas(13) parecen alentar una modificación en las actitudes. La ingestión de sustancias exteriores al cuerpo puede tener su directa contrapartida química en la producción natural por el cerebro de modo autoinducido de sustancias que realicen funciones similares. El criterio para determinar que nos encontremos ante una experiencia de índole mística tendría por lo tanto que ver menos con el detonante cuanto con el contexto y la finalidad religiosa de la experiencia(14). De este modo el uso religioso de sustancias psicodélicas, como el que se constata en religiones tradicionales(15) o en contacto y aculturación (por ejemplo entre los navajo(16)) no desvirtuaría el carácter genuino de la experiencia mística que desencadenan. La hipotética explicación que sospechó Kerenyi y han desarrollado Ruck y Wasson para el detonante de la experiencia colectiva en los misterios de Eleusis (el uso de cereal infectado con un hongo psicodélico en la confección de la bebida ritual kyken(17)), lo mismo que la indudable ingestión alcohólica en el trance báquico no resultan hoy en día argumentos suficientes para no incluir estas dos experiencias dentro del misticismo griego.
Parece por lo tanto evidente que se requiere un marco de análisis
más generoso que permita valorar en su justa medida el componente
místico de la religión griega(18);
para ello se repasarán algunas notas comunes de la experiencia mística
que se intentarán aplicar al caso griego.
3. Características de la experiencia mística y su aplicación a la mística griega.
La experiencia mística parece presentar una serie de características comunes que aunque no permiten consolidar una definición aceptada de modo general, cuando menos sirven para acotar el tema:
1) Resulta un itinerario voluntario, marcado por fases de duración diversa en las que se realiza una preparación para la experiencia mística.
Quedan por lo tanto desechadas las experiencias involuntarias o debidas a psicopatologías (los trances femeninos histéricos o catalépticos a los, por ejemplo, que parece que dedicó una monografía Heráclides del Ponto(19)).
En la documentación antigua conocemos por lo menos tres contextos en los que se constata este itinerario voluntario. El primero es la preparación a los grandes misterios eleusinos, que constaba en sus diversas fases de ayunos, abstinencias, procesiones y purificaciones(20). Menos conocidas resultan las técnicas que empleaban ciertos hombres de sabiduría. En el caso de Pitágoras (y también probablemente Empédocles) consistían en "poner en tensión los prápides(21)", término generalmente traducido como el espíritu, pero que Gernet prefiere dejar en su acepción más antigua: diafragma, lo que testificaría una técnica de control de respiración(22), que actuaría como detonante de algunos trances místicos.
La preparación que podríamos denominar filosófica
la expone Platón y presenta una técnica algo diferente y
menos directamente somática: "una purificación ... consistente
en separar al máximo el alma del cuerpo, acostumbrándola
a condensarse, a concentrarse en sí misma partiendo de cada uno
de los puntos del cuerpo y a vivir en lo posible, en el presente y en el
futuro, sola en sí misma, liberada del cuerpo como tras romper una
atadura"(23). Estamos ante ejercicios de
una índole desconocida en los detalles pero que permiten la comparación
en algún caso con prácticas de apnea controlada como las
que forman la disciplina pryma en el yoga hindú.
2) Fases de oscuridad y sufrimiento. Otra característica de la experiencia mística es que el adepto soporta una fase de aniquilación y desidentificación para la que el ejemplo más prestigioso en la comparación ha sido la "noche oscura" de San Juan de la Cruz. Entre los griegos algo de este lenguaje de las tinieblas ha transmitido Plutarco, un iniciado en los misterios eleusinos que como un desliz frente al habitual pacto de silencio se atreve a expresarse en los términos siguientes (en un fragmento que debe corresponder a un tratado perdido "Sobre el alma"(24)):
"En este mundo no tiene conocimiento, excepto cuando está en el trance de la muerte; puesto que cuando ese momento llega, sufre una experiencia como la de las personas que estan sometiendose a la iniciación en los grandes misterios; además los verbos morir (teleutân) y ser iniciado (teleîsthai) y las acciones que significan, tienen una similitud. Al principio, sin rumbo corre de un lado para otro de un modo agotador, en la oscuridad, con la sospecha de no llegar a ninguna parte; y antes de alcanzar la meta soporta todo el terror posible, el escalofrío, el miedo, sudor y estupor".
Platón nombra "ejercicio de muerte" (melét thanátou)(25), al conocimiento del verdadero filósofo que le permite finalmente y por medio de la anámnesis(26) recordar su verdadera esencia en un juego de memoria que marca también, como se desprende de la láminas aúreas, la vía órfico-dionisiaca. El sabio ha de ejercitarse en el morir, pero no como un mero pasatiempo filosófico a guisa de ejercicio espiritual que prepare a afrontar sin demasiados terrores el momento de la muerte sino como un auténtica disciplina de la agonía consistente en sufrir en vida la experiencia radical de adentrarse en los caminos de la muerte.
Resulta característico del mensaje místico griego la promesa de un más allá mejor, la fase de oscuridad se suele entender como un preludio, que adecuadamente memorizado puede resultar la clave para una correcta consecución del proceso del morir.
3) Resulta una experiencia cumbre (peak experience), inexpresable de modo correcto en un lenguaje lógico y que modifica la personalidad del que la sufre. Tal es el caso de la experiencia eleusina, sometida a una regla de secreto cuya violación en teoría se pagaba con la vida, pero cuya represión en la práctica, y sobre todo cuando se abrieron los misterios a no griegos, resultaba poco practicable. A pesar del número enorme de iniciados que se sometieron al rito resulta un secreto incomprensiblemente bien guardado, incluso en la época final del paganismo. Una explicación del silencio y secreto(27) provendría, por comparación con otras experiencias místicas, de su radical inexpresabilidad, debida a la ruptura del discurso cerebral izquierdo durante su desarrollo que lleva a lo que Van der Leeuw denominó autismo místico. Cerrar la boca parece más una necesidad que una constricción para el iniciado, que sufre una experiencia bienaventurada desencadenada, según parece, por la visión de algo tan sencillo como una espiga de trigo.
4) La culminación mística se resume en una experiencia de unión con una alteridad de índole trascendente. Para el caso griego, en los misterios eleusinos(28), según el testimonio de Cicerón(29), por ejemplo, se llegaban a conocer los principios de la vida (principia vitae) y la esperanza de una mejor muerte. Plutarco en el pasaje antes citado(30) plantea la identidad del resultado de la iniciación con el de la muerte del iniciado:
"Pero después una luz maravillosa le alcanza y le dan la bienvenida lugares de pureza y praderas en los que le rodean sonidos y danzas y la solemnidad de músicas sagradas y visiones santas. Y despues, el que ha completado lo anterior, a partir de ese momento convertido en un ser libre y liberado, coronado de guirnaldas, celebra los misterios acompañado de los hombres puros y santos y contempla a los no iniciados, la masa impura de seres vivientes que se revuelcan en el fango y sufren aplastandose entre ellos en la oscuridad, aterrados por la muerte, incredulos ante la posibilidad de la bienaventuranza en el más allá".
De nuevo la esperanza escatológica está en el centro de los intereses de estos místicos griegos, cuyo exponente más claro lo ofrece el resultado bienaventurado del viaje de la muerte del iniciado órfico-dionisiaco tal como traslucen algunas láminas áureas. "De hombre naciste dios" se proclama(31), definiendo la metamorfosis final del iniciado que ha alcanzado la apoteosis, algo parecido a lo que promete Platón a los que en el destello de la anámnesis son capaces de acceder a comprender cuál es su verdadera esencia. La unio mystica se produce como una vuelta a los orígenes divinos del alma humana que se eleva como en un carro hacia el cielo en un trance liberador. Platón resume, sin poder detallarla su vía mística que permite "a los que, gracias a la filosofía se han purificado todo lo necesario, vivir a partir de ese momento libres de cuerpos e ir a parar a moradas aún más bellas, que no pueden describirse fácilmente..."(32).
Desde una óptica de análisis transcultural (crosscultural) y no religiocéntrica se pueden por lo tanto incluir como místicas experiencias que se testifican en tres grandes ámbitos religiosos griegos ya desde la época clásica, y que se añaden al generalmente aceptado misticismo griego de época helenística(33).
Las experiencias místicas más arcaicas rastreables (si exceptuamos la mística de la guerra y su predecesora la mística de la caza de las que poseemos entre los griegos datos muy tenues(34)) aparecen entre los incorrectamente denominados chamanes griegos. Estos hombres santos dominan unas técnicas de índole individual que los singularizan frente a sus conciudadanos y cuya alteridad llevó a numerosos estudiosos a buscarles un origen extraheleno, que parece hoy en día innecesario(35).
Una mística de tipo colectivo y que usaba, cuando menos en algún caso, como detonante la ingestión de sustancias psicodélicas, conformaba la experiencia de los misterios eleusinos y dionisiacos y probablemente también la de los órficos y de otros misterios griegos y que fué definida desde el punto de vista metodológico de modo correcto por Sabbatucci(36).
Por su parte Platón, receptáculo de las tradiciones anteriores, puso a punto un modelo de vía mística muy influyente en la posteridad (neoplatónica, cristiana y musulmana), que se basaba de nuevo en la experiencia individual.
De este modo se dibujan los límites de un capítulo importante para los estudios de mística comparada, al que solía y aún suele otorgarse un lugar muy secundario en los trabajos generales sobre el tema, muy influidos todavía por las categorías de análisis forjadas por las tradiciones de las religiones del libro(37). La modificación en la delimitación conceptual que se ha ido estableciendo con el mayor conocimiento en Europa de las facetas místicas de las religiones orientales(38) no conllevó, salvo casos particulares, una valoración suficiente de los fenómenos místicos entre los griegos (al margen de la mística helenística), a pesar de que de ellos poseemos una documentación bastante reveladora.
Como conclusión y ubicando la intervención en el tema general de la reunión parece que los místicos griegos, dada la índole de sus intereses, se caracterizan por tener en teoría una ubicación forzada en la estructura religiosa de la polis. Priman en sus prácticas unos elementos de disociación y marginalidad (alteridad) que conviven mal con los ritos de solidaridad habituales en los cultos comunitarios. A pesar de todo la religión de la polis fué capaz en algunos casos de integrar(39) las prácticas místicas que no tenían un desarrollo exclusivamente individual, lo que testifica un dinamismo que no reculó ni siquiera ante la radical alteridad del misticismo.
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1.Es la posición defendida por A. Huxley en Las puertas de la percepción; véase la recopilación de contribuciones en White 1972 (especialmente Huxley o Watts). En general sobre la psicología transpersonal véase por ejemplo Tart 1975, esp. 17 ss.; Walsh 1980 (con textos de Maslow, Grof, Tart o Wilber entre otros).También sobre el problema de la unicidad de la experiencia mística Kessler 1982.
2.Es un tema muy estudiado por la psicología transpersonal (véase nota anterior) la desidentificación del místico la repasa por ejemplo Horne 1977; la polémica sobre el perenialismo la plantea por ejemplo Bagger 1991.
3.Habría manifestaciones para cuyo estudio no servirían los métodos históricos creados ante todo para el análisis del yo consciente.
5.Hay una numerosa bibliografía especializada; retenemos por ejemplo el trabajo de Springer 1989.
6.Y el carácter no patológico de las mismas; la incomprensión hacia el fenómeno místico por parte de los psiquiatras tradicionales, que usaban como patrón de normalidad el estado de conciencia común, llevó, por ejemplo, a la exageración de estimar la mística femenina como manifestación de patologías histéricas (la infravaloración de las experiencias femeninas por parte de la ciencia se sustentaba y conformaba un sistema de valores muy determinado).
10.Valga un repaso a muchas de las contribuciones (y a las líneas editoriales) de las revistas especializadas en mística (Revue d'ascétique et de mystique, Rivista di ascetica e mistica, Rassegna di ascetica e mistica, Studia mystica).
11.Véanse, por ejemplo, para los cuáqueros Kent 1987 y para los shakers Stein 1992 entre las aportaciones recientes.
12.Era la postura, por ejemplo, de Felèce 1934. Véase una síntesis del uso de psicodélicos en la experiencia religiosa en Ropp 1987 (con referencias a obras fundamentales como las de Masters y Houston o Aaronson y Osmond y a la experiencia de A. Huxley). Para la relación mística-psicodélicos, por ejemplo Kellenberger 1978; crítica hasta la ceguera es la postura de Zaehner 1957; también Zaehner 1972.
13.Véase en castellano el reciente artículo con bibliografía en lengua inglesa en Callaway 1994, 197 ss.
14.Esta postura la expone Bergson 1933 al enjuiciar la experiencia de James 1902 (que ha sido extremadamente influyente en la investigación norteamericana sobre estados alterados de conciencia y religión).
15.Por ejemplo McKenna 1993 o los trabajos de Wasson (hay que prevenirse de la tendencia obsesiva de este autor de explicar los orígenes de la religión e incluso de la cultura en clave etnomicológica -especialmente 1986, 92 ss.).
16.Véase el estudio de Aberle 1982.
17.Wasson 1978, 1986, 189 ss.; la teoría del uso de psicotrópicos en Eleusis la planteó Kerenyi 1962, 179 ss.; 1976, 36 ss.; la cuestión la repasa breve y recientemente Burkert 1987, 98 ssg.; el estudio fundamental sobre el kyken sigue siendo el opúsculo de Delatte 1955.
18.Un planteamiento del tema muy interesante aunque se decanta por una aplicación estrecha en Sabbatucci 1980 caps. I y VII; Van der Leeuw 1956 cap. 75 también presenta unas breves páginas muy sugerentes en las que incluye el dionisismo entre los fenómenos místicos.
19.Heraclid. Pont. fr.81 Wehrli, el libro se titulaba Perì tês ápnou (La cataléptica). Vease Detienne 1958 para un análisis de la documentación sobre catalepsia en Heráclides y otros autores.
20.Véase entre otros Foucart 1914, 355 ss.
21.31 B 129 Diels/Kranz (= Porph. V.P. 30 -más completo-; D.L. 8,54): "Había entre ellos un hombre de extraordinario conocimiento, dominador, más que ninguno, de todo tipo de técnicas de sabiduría, que había adquirido un inmenso tesoro en sus prápides; porque cuando ponía en tensión toda la fuerza de sus prápides, sin esfuerzo alcanzaba a visualizar en detalle las cosas de diez o veinte generaciones de hombres". Porfirio (V.P. 31) al comentar el pasaje explica que los poderes de Pitágoras se sustentaban en ámbitos físicos (vista, oído) y no solo puramente mentales; parece por lo tanto que nos hallamos ante técnicas corporales a la par que espirituales. Los términos empleados por Clemente son muy reveladores: "Bienaventurado (ólbios) el que ha adquirido la riqueza de prápides divinos (theín prapídn)" 31 B 132 Diels/Kranz (= Clem. Strom. V, 140).
22.Como desveló Louis Gernet 1945, 252 y desarrolla Vernant 1960, 124; también Svenbro 1988, 153 (adjudica el saber a Epiménides). Detienne 1958 repasa las relaciones catalepsia-inmortalidad del alma y Francotte 1985 las técnicas extáticas (control respiratorio, trances) empleadas en la Grecia arcaica que según su hipótesis también utilizaba Parménides. Véase también Bremmer 1993.
23.Phd. 67c; menos claramente expuesto por ejemplo en Phd. 65c o 83a.
24.Plu. fr. 178 Sandbach (=Stob. IV, 52,49).
25.Es justo indicar que nuestra argumentación esta profundamente en deuda con las intuiciones de Gernet 1945 y su desarrollo por Vernant 1960, esp. 124 ss.
26.Veanse (entre una bibliografía muy nutrida) los trabajos de Lledó 1984, 199 ssgs; Lledó 1992 esp. cap. 8 o la reflexión sintética de Cornford 1952 cap.4.
27.Estudiada con detalle por Motte 1986, también Casel 1919 cap.1.
28.Burkert 1987, 81 ss. dedica la cuarta parte de su trabajo a analizar la que denomina "experiencia extraordinaria" en los misterios antiguos aunque puntualiza (p. 102) que no se trata de misticismo "en el verdadero sentido de la palabra" en el caso eleusino.
31.Es la promesa de las láminas de Turio (1 y 4, Nápoles, Museo Nacional 111623 y 111463) y de Roma (British Museum 3154), editadas en Zunz 1971 nº A1/4/5.
33.Por ejemplo Spencer 1963 cap.5; Festugière 1967, esp. 15 ss. o González Blanco 1973 entre otros. Algunos de los argumentos defendidos aquí aparecen, aunque con una óptica muy idealista y poco sistemática en Agathias 1972 o repasados como prefiguraciones en la presentación de Schlötermann 1958, 56 ss.
34.Pero que sería conveniente tener en cuenta, son experiencias místicas las que favorecen la transformación del guerrero homérico tal como lo ha avanzado Lincoln 1975 y que eran bien conocidas por numerosos pueblos indoeuropeos (en general Diez de Velasco 1994, 527 ss.), su orígen probablemente provenga de técnicas de metamorfosis para la caza (caza mística) como parecen rastrearse en ciertos mitos y especialmente en prácticas iniciáticas que conllevan la captura de un gran animal (Diez de Velasco 1992; Diez de Velasco 1995 cap.IV,1).
35.Aunque parece correcta la postura de Eliade 1972 sobre el carácter místico de ciertas prácticas chamánicas (véase recientemente el trabajo sintético y revelador de lazos conceptales entre chamanismo y filosofía en Meslin 1994), no parece sólido defender el carácter extraheleno de los conocimientos de los mal llamados "chamanes" griegos (Epiménides, Abaris, Hermótimo, etc.) tal como defendió Dodds 1951 cap.V (resumiendo a Meuli 1935) y que siguieron muchos otros y recientemente han puesto en duda Couliano 1980 o Bremmer 1983, 47 ss.; en general sobre la polémica Cusumano 1984.
S36.abbatucci 1980, 50 ss.; aunque se limita en su estudio al orfismo y los misterios (las conclusiones históricas finales resultan muy discutibles), Boyancé 1939 había planteado como místico este componente religioso griego.
37.Aunque no dejan de aparecer trabajos extremadamente religiocéntricos y eurocéntricos como la reciente síntesis de divulgación de Beaude 1990.
38.Y la asunción de la inclusión de la mística hindú desde los trabajos de Otto 1926 o Gardet (1970, 1981).
39.Algunas notas en esta línea se defienden en el trabajo de Rudhardt 1976.