Clitemnestra

 

 

 

 

Sonia González González

Sergio Oramas Royo

 

Índice de contenidos.

 

 

 

1.- Linaje.

 

2.- Muerte de Ifigenia, engaño de Agamenón a Clitemnestra para poder zarpar hacia Troya.

 

3.- El asesinato de Agamenón.

3.1.- Muerte  de Agamenón a manos de Egisto.

3.2.- Muerte de Agamenón a manos de Clitemnestra.

 

4.- Clitemnestra asesina a Casandra por celos.

 

5.- Encuentro entre Orestes y Electra planificando la venganza contra Egisto y Clitemnestra.

 

6.- Asesinato de Egisto y venganza de Orestes.

 

7.- El asesinato de Clitemnestra a manos de su hijo.

 

8.- Bibliografía.

 

 

 

 

1.- LinajeDel nacimiento y familia de Clitemnestra no se tienen representaciones iconográficas áticas, aunque sí se conservan versiones escritas. Aquí se mencionan las que consideramos más relevantes y representativas.  

 

 

Apolodoro: Biblioteca III, 10. 6 s.

 

“De Icario y de Peribea, una ninfa náyade, nacieron Toante, Damasipo, Imenusimo, Aletes y Perileo, y una hija, Penélope, a la que desposó Odisea. De Tindáreo y Leda nació Timandra, a quien desposó Equiemo, y Clitemnestra, que casó con Agamenón, y aparte de ellas Filónoe, a la que Ártemis hizo inmortal. Zeus con la apariencia de un cisne yació con Leda la misma noche que Tindáreo, y así Pólux y Helena fueron engendrados por Zeus, y Cástor y Clitemnestra por Tindáreo”.

 

 

Apolodoro: Epítome II, 15-16.

 

“Así lo hace pues, y engendra en su hija a Egisto, el que cuando se hizo hombre y se enteró de que era hijo de Tiestes, mató a Atreo y restituyó a Tiestes el reino.

 

 

A Agamenón el aya, junto con Mecenas,

Lo lleva a Polifides, el señor de Sición,

Quien los manda a su vez hasta el etolio Eneo.

Poco después Tindáreo los devuelve a su patria,

Ellos al mismo Tiestes, huido al altar de Hera,

Lo alcanzan y lo hace voto de vivir en Citeria.

De Tindáreo son yernos, desposan a sus hijas,

Agamenón se cobra en el lecho a Clitemestra,

Tras dar muerte a su cónyuge, Tántalo hijo de Tiestes,

y a su recién nacido, y Micenas a Helena.

 

 

Agamenón reina en Micenas y casa con Clitemnestra, hija de Tindáreo, tras dar muerte a su primera marido, Tántalo hijo de Tiestes, juntamente con su hijo. Le nace un varón, Orestes, y las hijas Crisótemis, Electra e Ifigenia”.

 

Iliada, 142 ss.

 

“Lo honraré igual que a Orestes, mi hijo amado con ternura, que se cría con toda opulencia. Tres hijas tengo yo en mi bien claveteado palacio: Crisótemis, Laódica e Ifianasa (Ifigenia)”.

 

 

El mito que se desarrollará sobre Clitemnestra se plantea ya a partir de su vida como esposa de Agamenón y todo el mito que se desenvuelve en torno a la muerte de esta familia. Esto sí queda especialmente representado en la iconografía, de forma que resulta abundante la existencia de muchas representaciones áticas de la muerte de Egisto sobre todo, y la caracterización en prácticamente toda las cerámicas de la protagonista con un hacha, elemento que la identifica al antimodelo de mujer griego: las amazonas.

 

 

 

 

2.- Muerte de Ifigenia, engaño de Agamenón a Clitemnestra

para poder zarpar hacia Troya.

 

 

 

Enócoe ático de figuras rojas, 31639. Kiel, Antikensammlung: B538. 450-400. a. e

 Atribuido al pintor Shuvalov.

 

 

La representación gráfica de la muerte de Ifigenia aquí contenida, nos muestra cómo dos soldados de los que se desconoce el nombre, efectúan el sacrificio a la diosa Ártemis para poder zarpar rumbo a Troya. Esto resulta cuanto menos contrario a lo que es la trama de la tragedia que plantea el asesinato de Agamenón tras éste haber engañado a su esposa y haber degollado él mismo a Ifigenia, causa última de la trama urdida por Clitemnestra para asesinarle tras la victoria en la famosa guerra

 

Apolodoro Epítome. II, 22.

 

“Habido este vaticinio, Agamenón envió ante Clitemnestra a Odisea y Taltibio con la misión de traer a Ifigenia, alegando que había prometido darla por mujer a Aquiles en pago a su participación en la campaña. Una vez que aquélla la hizo llegar, estaba Agamenón a punto de degollarla oficiando ante el altar, cuando Ártemis la secuestró y la instituyó sacerdotisa de su culto en Táuride (Áulide), no sin poner en su lugar en el altar un ciervo; y, según cuentan algunos, la hizo inmortal”.

 

 

 

3.- El asesinato de Agamenón.

 

Partiendo de las consideraciones que se veían para el caso de Ifigenia y lo que es en sí la motivación última de Clitemnestra, en cuanto a la muerte de Agamenón encontraremos dos versiones fundamentales que aquí se desgranarán. En un primer lugar, hemos situado el asesinato por las manos del propio Egisto, en las que las representaciones parecen basarse más en las fuentes antiguas, como la Odisea. Clitemnestra aparece aquí como parte del asesinato pero nunca asestando el golpe, que queda en manos de Egisto y su espada. Este motivo queda muy representado en la cerámica ática, mientras que la actuación de Clitemnestra como la que efectúa el golpe fatal con su hacha no aparece representado iconográficamente, relegándose a la tragedia de Esquilo, donde queda bien descrito cómo actúa.

 

 

 

Crátera de cáliz ática de figuras rojas, 275233. Atribuido por Beazley al pintor Dokimasia. 

Boston Fine Arts Museum, 63.1246. 470-465 a. e.

 

 

3.1.- Muerte  de Agamenón a manos de Egisto.

 

Homero, Odisea, III: 193 ss.

 

“Del Atrida aún vosotros, estando tan lejos, seguro que supisteis cuál fue su arribada y el modo en que Egisto su ruino tramó, pero lo pagó el miserable. ¡Bienhadado el varón que perece si algún hijo como aquel que el desquite tomó de la muerte paterna en Egisto, el traidor que matara a su padre glorioso!”

 

 

Ídem, 303- 308.

 

“Entretanto, en sus casas Egisto dispuso la traza maldita y al Átrida dio muerte: su pueblo quedó esclavizado. Siete años fue rey en Micenas; al octavo llegó allá por su mal desde Atenas Orestes divino, que, de nuevo en su patria, mató al matador de su padre, a aquél pérfido Egisto asesino del héroe glorioso”.

 

 

 

3.2.- Muerte de Agamenón a manos de Clitemnestra.

 

Así pues, curiosamente, no se conservan representaciones iconográficas en las que sea la propia Clitemnestra la que asesine a su esposo. Muy al contrario, todas centran su atención en Egisto como autor aunque Clitemnestra aparezca normalmente detrás con un elemento que la identificará claramente, como sea el hacha doble. Sobre cómo se lleva acabo también existen diversas versiones. En la crátera anterior puede verse cómo Agamenón está envuelto en una red en un ambiente que presumiblemente sea el baño. Otras versiones plantean el uso de Clitemnestra de una túnica sobre su esposo que ella había hecho sin orificios, lo que le permitía asestar el golpe certeramente y sin riesgos. Por otro lado, versiones más antiguas plantean incluso su asesinato en un banquete, no involucrando el entorno del baño ni la estrategia a largo plazo de Clitemnestra con la túnica. Esquilo se decanta, la igual que la iconografía por el uso de la red.

 

 

                   Homero, Odisea, IV. 525-537

 

“Marchó a noticiarlo al pastor de sus gentes y, sin más, trazó Egisto un engaño traidor: eligiendo veinte hombres, los más arriscados del pueblo, los puso en celada: mandó de otra parte adobar un banquete, invitó a Agamenón, el pastor de los soldados y fuese a encontrarlo con carro y corceles y el crimen por dentro. Ignorante de todo, llevólo con él y matóle tras sentarlo al festín, como buen buey amarrado al pesebre. De sus hombres ninguno quedó con vida, mas cayeron los de Egisto en la sala con ellos”.  

 

 

Esquilo, Agamenón. 1322-1407.

 

CASANDRA.- ¡Ay, desgraciada! ¿En verdad vas a ejecutar tus planes? En una bañera, mientras lavas el cuerpo de tu marido, de tu compañero de lecho… ¿Cómo diré el final? Al punto sucederá, pues extiende contra él, tensándola, una tras otra mano

 

AGAMENÓN.- (desde el interior de palacio) ¡Ay de mí! ¡Han herido mis entrañas con golpe certero! […] ¡Ay, ay de mí otra vez! ¡Una segunda herida he recibido!.

[…]

CLITEMNESTRA.-  [Que aparece ante la puerta con frialdad y dueña de sí misma] Su antes dije palabras que exigía este trance y ahora lo contrario proclamo, no voy a sentir rubor. Pues, ¿cómo en otro casi el que se apresta a descargar su bilis contra aquel que le odia a su vez, fingiendo ser amigo suyo podría una trampa insalvable de muerte levantar? Ha tiempo que tenía preparado este proyecto. Y ya llegó la hora del triunfo final, ¡tras tanto tiempo! Aquí me yergo, yo descargué el golpe ante mi víctima; y obré de tal manera, no os lo voy a negar, que no ha podido ni huir di defenderse. Una red sin salida, cual la trampa para peces, eché en torno a su cuerpo –la pérfida riqueza de un ropaje-. Lo golpeo dos veces, y allí mismo, ante un grito se desploma. Cuando está y a en el suelo, un tercer golpe le doy, ofrenda al Zeus de bajo tierra, protector de los muertos.  Ya caído, su espíritu vomita; exhala, entonces, un gran chorro de sangre, y me salpica con negras gotas de sangrante escarcha. Y yo me regocijo cual las mieses ante el agua de Zeus, cuando está grávida la espiga. Y eso es todo. Alegraos por ello, argivos. Si es que os causa gozo. Yo exulto, y si fuera razonable verter sobre un cadáver libaciones, ahora fuera justo y más que justo. A tal punto, la crátera, de males execrables llenó, y ahora lo paga.

CORIFEO: Tus palabras nos causan gran asombro, ¡Qué osadía en tu lengua! ¡Qué soberbia jactancia ante tu esposo!

CLITEMNESTRA: Me tentáis cual si fuera mujer irreflexiva. Y os digo, sin temor dentro del pecho, -y lo sabéis muy bien-: nada me importa el que aprobéis o condenéis mis actos. Este es Agamenón, cadáver ya, mi esposo, muerto a los golpes de mi mano, digna obra de un experto artista. He dicho.

 

 

 

 

4.- Clitemnestra asesina a Casandra por celos.

 

Tras la muerte de Agamenón, Clitemnestra elimina a Casandra, princesa troyana con la capacidad de predicción del futuro, con el arma homicida que la caracteriza. Cuando los motivos de su asesinato no quedan específicamente clarificados, parece bastante obvio que se trate de celos que ya venía acumulando ésta ante las noticias que Nauplio difundió ante las reinas griegas que se referían al adulterio que sus esposos tenían con concubinas en Troya. Este episodio queda reflejado en cerámica como en teatro.

 

 

 

Copa ática de figuras rojas, 216252. Atribuido por Beazley al pintor Marlay. 

 Colección de Ferrara, Museo Nazionale di Spina: 2482. 440 a. e.

 

 

Esquilo, Agamenón. 1060 y ss.

 

CLITEMNESTRA: -refiriéndose a Casandra- No puedo perder tiempo con la extraña. Junto al hogar, en medio del palacio está ya preparado el holocausto. [Nunca pude esperar tanta alegría]. Si al fin has de entender, no te retrases. Si no obedeces porque no me entiendes, no hables, y mueve tu extranjera mano. […] Está fuera de sí, sin duda alguna. Solo atiende a su loco desvarío; llega de una ciudad recién tomada y no resiste el freno sin echar sanguinolenta espuma por la boca. Yo no voy a gastar más mis palabras para verme afrentada de este modo.

 

CASANDRA.- ¡Ay, ay! A una casa odiad por los dioses y cómplice de un crimen fratricida de cabezas cortadas… a un matadero humano, cuyo suelo de sangre está empapado. […] ¡Ay, ay! ¡Infausto destino el de esta desventurada! Sobre su sufrimiento vierto, proclamándolo a gritos, el mío propio. ¿A qué me has conducido hasta aquí? ¿A qué, sino a compartir su muerte? ¿No es así?

 

Ídem, 1260- 1263.

 

CASANDRA.- Y mientras contra su esposo va afilando su machete, que va a hacerle pagar, promete, altiva, el haberme traído, con su muerte.

 

Odisea XI, 404- 434.

 

“En verdad no acabó Posidón  con mi vida en las naves suscitando ráfagas dieras de vientos adversos no me dio muerte en tierra tampoco ningún enemigo; que fue Egisto  el que urdió consumar  mi ruina de acuerdo con mi pérfida esposa. Invitado a su casa, en la mesa me mató como matan a un buey de cara al pesebre con la muerte más triste; y en torno también uno a uno sucumbieron mis hombres. Así colmilludos jabatos van muriendo en la casa de un noble opulento en los días de comidas a escote., de bodas, de ricos festines. Tú ya has visto, sin duda,  morir multitud de varones tanto en lid singular como en recios combates de guerra; pero nunca sentiste una tal compasión cual te hubiera embargado si  allá entre las jarras y mesas repletas nos miraras yacer en el piso humeante de sangre.

En verdad que no hay nada más miserable que mujer que tamañas acciones prepara en su pecho, como el crimen inocuo que aquélla ideó de dar muerte el esposo, señor del hogar. ¡Y yo, en tanto, pensaba, al llegar a mi casa de nuevo, gozar del cariño de mis hijos y siervos! Sin par en su mente perversa, la ignominia vertió sobre sí y, a la vez, sobre todas las mujeres, aun rectas, que vivan hoy de más en el mundo.

Oí, en esto, la voz lastimera de la hija de Príamo, de Casandra, a la cual sobre mi la falaz Clitemnestra daba muerte; expirante ya en torno al cuchillo, los brazos intenté levantar, mas en vano. Y aquella impudente apartóse y no quiso, ni vendóme ir ya para el Hades, con sus manos mis ojos cubrir ni cerrarme los labios”.

 

 

 

 

5.- Encuentro entre Orestes y Electra

planificando la venganza contra Egisto y Clitemnestra.

 

 

 

Hidria lucana de figuras rojas; pintor de las Coéforos.

Munich, 3266. 350 a. e.

 

Eurípides. Electra. 1060 ss.

 

CLITEMNESTRA: …Hablaré, aunque, cuando persigue la mala fama a una mujer, hay cierta malevolencia en sus palabras, o así se estima, creo que injuriosamente. Porque, conociendo las cosas, es justo odiar a quien merece ser odiado. Si no, ¿para qué odiar? Tindáreo me dio a tu padre, pero no para hacernos morir a mí y a los hijos que pariera yo. Sin embargo, arrastrando a mi hija en pos de la esperanza de la unión con Aquiles, Agamenón salió de su morada, y la llevó a Áulide, donde estaba la estación de las naves. ¡Y allí segó la mejilla blanca de Ifigenia, tendida en la pira! […] mató a mi hija porque Helena era impúdica […] volvió trayéndome una ménade poseída por un dios, y la acostó en su lecho, y retuvo a la vez dos esposas en las mismas moradas. […] Cuando el marido comete una falta despreciando el lecho doméstico, la mujer quiere imitar al hombre y se busca un amante. ¡Y luego recae sobre nosotras el oprobio, y no se dice nada malo de los hombres que son causa de todo! Le maté, y me volví hacia los que debían ayudarme a ello, hacia sus enemigos.

[…]

CLITEMNESTRA: En ti ¡oh hija! es natural que ames siempre a tu padre. Te perdonaré pues no estoy contenta de los actos de que he cometido.

ELECTRA: ¡Gimes tardíamente, cuando ya no tienes remedio, porque muerto está mi padre! Pero ¿por qué no llamas a tu hijo, que vagabundea fuera de este país?

CLITEMNESTRA: Lo temo. Es por interés mío, no suyo. Porque se dice que está irritado por el asesinato de su padre.

 

 

La situación de Clitemnestra ante sus hijos es bastante compleja. Por un lado, se siente una suerte de miedo o bien respeto por el hecho de ser su madre y ante el miedo de cometer una falta tan grave como es el matricidio y que, de hecho, será su purga tras este hecho la trama de la tragedia que lleva su nombre. No es de extrañar que Orestes tenga miedo de matarla, aún cuando el oráculo le ha ordenado hacerlo por ésta haber asesinado a Agamenón. En cualquier caso, Clitemnestra se muestra totalmente convencida de haber obrado bien asesinando a Agamenón.

 

 

 

 

6.- Asesinato de Egisto y venganza de Orestes.

 

El episodio de la venganza de los hijos de Clitemnestra es, con mucho, el motivo más representado en iconografía ática de la saga de esta familia. Multitud de vasos representan a Orestes, a veces acompañado incluso de Pílades sujetando a Egisto, matando a éste y Clitemnestra desesperada por detener el homicidio con su hacha.

 

 

 

Crátera de cáliz ática de figuras rojas, 275233. Atribuido por Beazley al pintor Dokimasia.

Boston, Museum of Fine Arts: 63.1246. 480–465 a. e.

                       

 

Esquilo, Las Coéforos, 572- 578.

 

ORESTES. Pues bien, si yo entonces llego a traspasar el dintel de la puerta y me lo encuentro sentado en el trono augusto de mi padre, o si más tarde llega y me habla a la cara, - que no dudo que él habrá de reclamar mi presencia- antes de decir: <<¿De dónde ha venido forastero?>>, cadáver lo dejaré después que con mi bronce su cuerpo haya traspasado.

 

Ídem. 850- 855.

 

EGISTO. Quiero verme con ese mensajero y preguntar si estaba cerca de él al morir (Orestes), o bien si sus palabras proceden de un rumor sin fundamento. A una mente que sabe discernir, no logrará engañará, ciertamente.

 

Ídem 870- 875.

 

EGISTO. (Desde dentro). ¡Ay, ay de mí!

ESCLAVO. (Sale corriendo desde palacio). ¡Ay, ay de mí! ¡Mi señor! ¡Qué ha sido apuñalado! ¡Ay por tercera vez! Egisto ya no existe.

 

 

 

 

Copa ática de figuras rojas; colección de Berlín, Antikensammlung: F2301.

Pintor Brygos. Etruria, Tarquinia: 480-470 a.e.

 

 

 

 

Crátera de columnas ática de figuras rojas, Italia, Bolognia. Pintor de Egisto. Colección Bolognia

museo cívico arqueológico, 230. 500-450 a. e.

 

 

Esta crátera concretamente muestra a Pílades sujetando a Egisto en una composición donde aparecen todos los personajes de la tragedia en la misma escena. En el centro Orestes liquidando a Egisto que es sujetado por Pílades, y detrás del primero su madre Clitemnestra a punto de blandir su hacha. Por detrás otra mujer que se cree sea Electra, personaje de especial importancia en la trama de la venganza de Orestes.

 

 

 

Estamno ático de figuras rojas. 201970; Boston Fine Arts Museum, 91.226B.

Pintor de Berlin; 500-450 a.e.

 

 

 

 

Pélice ático de figuras rojas, 201917. Atribuido por Beazley al pintor de Berlín.

Vienna, Kunsthistorisches Museum: 3725.  525-475 a.e.

 

 

En toda esta situación, cobra relevancia la figura de Taltibio, un lugarteniente de Agamenón, que obra en defensa del hijo de éste protegiéndole de Clitemnestra, dispuesta a emplear su hacha una tercera vez. Así pues, puede verse cómo los artistas decidieron colocar su figura con un rol importante en la defensa de Orestes que irremediablemente iba a sucumbir ante su madre, de no haber sido ésta sujetada.

 

 

 

Pélice ático de figuras rojas, 201917. Atribuido por Beazley al pintor de Berlín,

Vienna, Kunsthistorisches Museum: 3725. 525-475 a.e.

 

 

 

7.- El asesinato de Clitemnestra a manos de su hijo.

 

La brutalidad del mito y la negativas atribuciones a Clitemnestra acaban por significar su muerte a manos de sus hijos, a los que, no obstante, parecen tener algún resquemor ante el inminente matricidio. Esto queda claramente representado en la Oresteia de Eurípides e inclusive en el encuentro de la hija de Tindáreo tanto con Electra en un primer momento como con Orestes, como se recoge en las Coéforos de Esquilo, dónde duda y pregunta a Pílades consejo. Muchos pasajes hay al respecto de la muerte en lo que son las tragedias; no así se contemplan en la cerámica, de la que no se encuentran imágenes áticas.

 

 

 

Ánfora de cuello de la Lucania de figuras rojas.

Malibú, 310 a. e.

 

 

                                    Esquilo, Las Coéforos. 895-935.

 

               ORESTES: Es a ti a quien persigo, porque este ha recibido, al fin, su merecido.

               CLITEMNESTRA: ¡Ay, ay de mí! ¿Estás muerto, mi muy amado Egisto?

               ORESTES: ¿Le quieres? Pues muy bien; en este caso yacerás en su tumba. De este modo ni muerta  dejarás de serle fiel.

               CLITEMNESTRA: (arrodillada a los pies de Orestes)

               ¡Hijo mío detente! Ten respeto,

               Criatura, a este pecho sobre el cual tantas veces chupaste, adormecido, la leche que te daba el alimento.

               ORESTES: Oh Pílades, ¿qué hacer? ¡Ella es mi madre! ¿No me atreveré a matarla?

PÍLADES: Pero entonces, ¿qué será del oráculo de Loxias en Delfos proclamado? ¿Y qué del santo juramento? Mejor tener enfrente a todo el mundo que a los dioses, cree.

 

 

 

 

ORESTES: Venciste, lo confieso. Me aconsejas muy bien. (A su madre) Pues, ea, sígueme que quiero matarte junto a él pues lo juzgaste cuando vivo, a mi padre preferible. Muere pues, y reposa junto a él, pues tu amor entregaste a este individuo y al que habrías de amar, lo despreciaste.

CLITEMNESTRA: Yo te crié, y junto a ti envejecer quiero.

ORESTES: ¿Vivir conmigo quién mató a mi padre?

CLITEMNESTRA: El destino hijo mío es responsable.

ORESTES: Pues también es el hado quien te mata.

CLITEMNESTRA: ¿No temes tú la maldición materna?

ORESTES: No, pues me diste la existencia para arrojarme después a la desdicha.

CLITEMNESTRA: Al hogar de envié de antiguo huésped.

ORESTES: Hijo de un hombre libre fui vendido dos veces.

CLITEMNESTRA: Y, ¿dónde está, di, el premio por ello recibido?

ORESTES: No me atrevo a echártelo en la cara claramente.

CLITEMNESTRA: No, dilo ya, mas cuenta, al mismo tiempo, la conducta insensata de tu padre.

ORESTES: No reproches, en el hogar sentada, a aquel que lucha.

CLITEMNESTRA: Es muy duro, hijo mío, para una esposa estar sin el marido.

ORESTES: El Afán del esposo las mantiene en casa vagarosas.

CLITEMNESTRA: Hijo mío, pareces decidido a darme muerte.

ORESTES: El golpe decisivo tú te has dado.

CLITEMNESTRA: ¡Cuidado! Que los perros de tu madre…

ORESTES: ¿Y cómo escaparé a los de mi padre si mi deber no cumplo?

CLITEMNESTRA: ¡Todo inútil! Me veo suplicando ante una tumba.

ORESTES: La suerte de mi padre ha decretado la muerte contra ti.

CLITEMNESTRA: ¡Ay, infelice! ¡Qué víbora parí y he alimentado!

ORESTES: ¡Qué perfecto adivino ha resultado al fin tu pesadilla! Asesinaste a aquel que no debías; sufre, pues, una muerte también que no debías.

 

(La arrastra al interior del palacio para matarla)

 

CORIFEO: Por la doble desgracia de estos seres lloro yo ahora, pero una vez que a tanta sangre el infeliz Orestes puso punto final, prefiero, al menos, que al ojo de la casa no   aniquilen.

 

 

Eurípides. Electra. 1060 y ss.

 

CLITEMNESTRA: …Hablaré, aunque, cuando persigue la mala fama a una mujer, hay cierta malevolencia en sus palabras, o así se estima, creo que injuriosamente. Porque, conociendo las cosas, es justo odiar a quien merece ser odiado. Si no, ¿para qué odiar? Tindáreo me dio a tu padre, pero no para hacernos morir a mí y a los hijos que pariera yo. Sin embargo, arrastrando a mi hija en pos de la esperanza de la unión con Aquiles, Agamenón salió de su morada, y la llevó a Áulide, donde estaba la estación de las naves. ¡Y allí segó la mejilla blanca de Ifigenia, tendida en la pira!. … mató a mi hija porque Helena era impúdica… volvió trayéndome una ménade poseída por un dios, y la acostó en su lecho, y retuvo a la vez dos esposas en las mismas moradas. … Cuando el marido comete una falta despreciando el lecho doméstico, la mujer quiere imitar al hombre y se busca un amante. ¡Y luego recae sobre nosotras el oprobio, y no se dice nada malo de los hombres que son causa de todo! Le maté, y me volví hacia los que debían ayudarme a ello, hacia sus enemigos.

 

CLITEMNESTRA: En ti ¡oh hija! es natural que ames siempre a tu padre. Te perdonaré pues no estoy contenta de los actos de que he cometido.

ELECTRA: ¡Gimes tardíamente, cuando ya no tienes remedio, porque muerto está mi padre! Pero ¿por qué no llamas a tu hijo, que vagabundea fuera de este país?

CLITEMNESTRA: Lo temo. Es por interés mío, no suyo. Porque se dice que está irritado por el asesinato de su padre.

[…]

EL CORO. Estrofa. Hay reciprocidad de males. Los vientos han cambiado en la morada. En otro tiempo murió mi jefe en un baño; y resonaron el techo y las bóvedas de piedra, mientras él gritaba: Oh miserable! ¿Por qué me degüellas, ¡oh mujer!, cuando después de la décima sementera vuelvo a la querida patria?

Antistrofa: Con flujo de vuelta a esta mujer la justicia la sorprende por amoríos extraviados. A su desgraciado esposo, que tras largo tiempo regresaba a casa y a las ciclópeas murallas que al cielo alcanzan, con arma de afilada punta mató, con sus propias manos, cuando el hacha con ambas manos empuñó. ¡Oh desdichado esposo! ¿Qué mal poseía en aquel momento a esa desgraciada? Salvaje como leona que selvas de fértiles y ricas tierras habita, estos actos llevó a término.

              CLITEMNESTRA.- (desde el interior de la casa). ¡Hijos míos! ¡Por los dioses! ¿No matéis a vuestra madre!

CORIFEO.- ¿Oyes el griterío de dentro?

CLITEMNESTRA.- (desde el interior de la casa). ¡Ay, ay de mí!

 

 

    Por otro lado, Sófocles en su tragedia Electra, nos muestra cómo ésta está especialmente feliz de habar acabado con su madre, mientras que Orestes, aún cuando acaba por matar a Clitemnestra, sigue planteándose si ha obrado correctamente. Sófocles llega incluso a alterar el orden de los asesinatos, de forma que la primera en morir es Clitemnestra, siendo el punto de atención fundamental de este trágico sobre la figura de Egisto.  

 

 

                             Sófocles, Electra. 1409- 1415.

 

CLITEMNESTRA: (Desde el interior del palacio). ¡Ay, ay! ¡Ay casa carente de amigos pero llena de asesinos!

ELECTRA: Alguien grita dentro. ¿No oís, amigas?

CORO: Oí algo inaudito, ¡desgraciada de mí!, como que me entraron escalofríos.

CLITEMNESTA: ¡Ay desgraciada de mí! Egisto, ¿dónde puedes estar?

ELECTRA: Mira, alguien clama otra vez.

CLITEMNESTRA: Hijo, hijo ten compasión de la que te trajo al mundo.

ELECTRA: Sin embargo no alcanzo compasión de ti él ni el padre que lo engendró.

CORO: ¡Oh ciudad, oh sufrida estirpe! El fatal destino cotidiano que te ha afectado se está acabando, se está acabando hora.

CLITEMNESTRA: ¡Ay de mí! Soy objeto de golpes.

ELECTA: Dale si puedes doble.

CLITEMNESTA: ¡Ay de mí, otra vez más!

ELECTRA: ¡Ojalá ese ay fuera a la vez de Egisto!

 

 

Ídem, 1477-1481.

 

EGISTO: ¡Zeus! Observo un fenómeno acontecido no sin enojo divino, pero si me amenaza venganza por decirlo no lo digo. Descorred del todo el velo de su rostro, a fin de que el  allegado que es él alcance lamentaciones también de mi parte

ORESTES: Levántalo tú mismo. No es cosa mía sino tuya el comprobar y saludar esa cosa, tus amigos.

EGISTO: Sí, tu consejo es correcto y voy a hacerte caso. Y tú (a Electra), si a lo mejor está en mi casa mi Clitemnestra llámala.

ORESTES: ¡Es ésa de ahí, la que está junto a ti! ¡Ya no la busques con tu mirada en otra dirección!

EGISTO: ¡Ay de mí, qué veo ante mis ojos!

ORESTES: ¿A quién temes? ¿A quién no reconoces?

EGISTO: ¿Quiénes son los individuos entre cuyas tupidísimas redes he caído ¡desgraciado de mí!?

ORESTES: ¿Es que no te das cuenta todavía de que tú que estás vivo, estás dando órdenes a los muertos igual que a su vez estos a ti?

EGISTO: ¡Ay de mí! He comprendido por conjetura esa muy seria expresión. En efecto no hay posibilidad alguna de que éste que me habla no sea Orestes.

 

        

 

 

8.- Bibliografía.

 

CRESPO, E. (coord): Esquilo, Sófocles, Eurípides. Obras completas. Cátedra. Navarra, 2004.

Beazley Archive.

LIMC: Lexicon Iconographicum Mythologiae Classicae. Zúrich-Múnich. 1981.

GRIMAL, P: Diccionario de la mitología griega y romana. Paidós. Barcelona, 1981.

Ilíada y Odisea. Biblioteca Clásica Gredos.