José Raúl Luis Hernández

Daniel Armas Núñez

 

LA MUERTE DE ORFEO

Introducción

La muerte de Orfeo ha dado origen a gran número de tradiciones. Según la más corriente, fue muerto por las mujeres tracias, pero los motivos que le valieron su odio varían: a veces por envidia por su fidelidad a la memoria de Eurídice, cosa que interpretaron como un insulto. También se decía que no quería saber nada de las mujeres, prefiriendo rodearse de muchachos, llegando a afirmarse que había inventado la pederastia. Otra explicación se buscaba en una maldición de Afrodita.

Una tradición completamente distinta pretendía que Orfeo había sido muerto por un rayo. Según parece, Zeus estaba irritado por las revelaciones místicas hechas por Orfeo a los iniciados en sus misterios.

      Antípatro, AP, 607:

                 Ya no irán las encinas tras ti embelesadas, Orfeo, las piedras, las silvestres manadas de fieras; ya no adormirás el rugido del viento, el granizo, las ráfagas de nieve, la mar embravecida. Has muerto y te lloran Calíope, tu madre y las otras hijas de Mnemósine. ¿Por qué gemimos todos al morir nuestros hijos, si ni aun los mismísimos dioses pueden apartar a los suyos de Hades? FERNÁNDEZ GALIANO, M. AP [Antología Palatina] Epigramas Helenísticos. Gredos, Madrid, 1978.

 

1. La muerte a manos de mujeres tracias

Los testimonios más antiguos de la muerte de Orfeo los ofrece la cerámica, que desde los años 490-480 a.C. muestra al cantor atacado por las tracias con todo tipo de armas.

 1.1 Mujeres Airadas:

(LIMC 28-63)

 

 

47 – Estamno. Ex.Coll. Braun. De Chiusi. Desaparecido- ARV2 1050, 1. 1679: gr. de Polygnotos; Add2 321. Hacia 450.

 

 

CERÁMICA ÁTICA FIGURAS ROJAS

 

28

   Hidria. Kalpis, Boston, MFA 1890. De Foiano.- ARV2 605, 62. P. de las Niobides; Caskey-Beazley II 74 nº 107 pl 47 –. Hacia 460.

.

67

Hidria. París. Cab. Med. 456. De la Cirenaica. – ARV2 588, 72. – 480-470.

 

 

66b66a

Lécito de figuras rojas sobre fondo blanco. Basilea, a la venta- ARV2 302, 19bis: Para 357: cercano al P. de Diosfos- Principios del siglo V.

 

 

64

Lécito. Estocolmo, Mus. Nat 1700. – ARV2 297, 18. 1643: P. de Troilo.

BADN  203085. – Hacia 480.

 

 

 

CERÁMICA DE APULIA DE FIGURAS ROJAS

 

63

Crátera de cáliz. Tarento, Mus. Naz. 52. 407. De Tarento. – RVAp 1 212. 150: P. de Atenas 1714; Trendall, APS 23, pl. 6 fig 27. Principios del siglo IV.

 

61

Escifo. Heidelberg, Univ. 26.90 y 26.76. De Tarento.- RVAp 1 167, 200 gr. de la Furia Negra; Trendall, APS 23 pl. 6, 28; CVA 2, pl. 74. 3-4 (1109). – Principios del siglo IV.

 

 

CERÁMICA ÁTICA DE FIGURAS ROJAS

 

60

Crátera de cáliz. Amsterdam. – RVAp I 168, 22: gr. de la Furia Negra. Principios del siglo IV.

 

59

Copa. Jena, Univ. 05 00 (813a) Caskey/Beazley II 75 nº 35. BADN 43959 – Hacia 400.

 

58

Escifo. Boston, MFA 1910. 224. Del Pireo.- ARV2 1050, 2: P. de Pantoxena; Para 444. – 450-425-.

 

57

Hidria. Princeton, Univ. Art Mus. 1986-59 a-d. – Lissarrague, nº 6 pl 11: de Polygnotos. – BADN 19146. Hacia 450-420?

 

56

Crátera de cáliz. Basilea, Coll. H. A. Cahn 742. P. de Blenheim. BADN 22904 – Hacia 460.

 

55

Copa. Adria, Mus. Naz. B 496. De Adria. – ARV2 409, 44: P. de Briseida; Add2 233; CVA 1, pl. 17, 3 (1265); BADN 13534 – Hacia 480.

 

51ª

Lécito panzudo. Basilea, a la venta- Münzen und Medaillen Sonderliste N (mayo 1971) nº 42: a la manera del P. de Marlay. BADN  12688 – Hacia 430.

 

51b

49

Enócoe. Zurich, Univ. 3637. – Lezzi-Hafter, 90-94 pl. 16: P. de Schuwalow. BADN 16089. Hacia 430.

 

48c48b48a

Ánforas de Nola, del P. de la Phiale de Boston

a)  París, Louvre, G. 436. De Nola- ARV2 1014, I; Add2 315, CVA 8, pl. 37 1-3 (517)

b)Munich, Antikenslg. A. 2330. Del sur de Italia. – ARV2 1014, 2; CVA 2, pl. 62, 2; 63, 4

 (258, 259)

c)Basilea, Antikenmus. L 56.- Para 441. – 430-440.

 

 

 

45

Hidria. Wurtzburg, Wagner-Mus. L 534. De Atenas. ARV2 1123, 7. Hacia 450.

 

44

Ánfora de Nola. Nápoles, Mus. Naz. H 3114. De Nola. – ARV2 852, 2: P. de Nápoles 3112. Hacia 450.

 

43 

Crátera de columnas. Ferrara, Mus. Naz.- 2795. De Spina. – ARV2  541, 7: P. de la Centauromaquia de Florencia; Add2 256; CVA 1, pl. 36, 1-3 (1680).

 

39

Estamno. París, Louvre G 416. De Nola. – ARV2 484, 17. 1655: Hermonax; Para 379; Add2 248; CVA 3, pl. 19 (180); CVA 4, pl. 20 (220).

 

36b36ª

Estamno, Zürich , Univ. 3477. ARV2 1652. P. de la Dokimasia; Para 373, 34bis; Add2 233. Hacia 470.

 

35

Estamno con tapa. Basilea. Antikenmus. … 1411. De Vulci. – Para 373, 34ter: P. de la Dokimasia. Add2 234; ARV 1652. Hacia 470.

 

Crátera. Cambridge (MA), Harvard Univ., Arthur M. Sackler Mus: 1960.343. De Polygnotos. BADN 213539. 475-425.

 

 

Ánfora. Londres, British Museum. P. de Oionokles. BADN 207524, ARV2 647, 12. 475-425.

 

Crátera. Cambridge (MA), Harvard Univ., Arthur M. Sackler Mus: 1960.343. Atribuido al P. de Peleo por Beazley. BADN 213539. 475-425.

 

 

Lécito. Boston (MA), Museum of Fine Arts: 13.202. P. de Aquiles. BADN 214046. 475-425.

 

 

Cómo

Philostr. Her., 26 “[Ciro] murió a manos de una mujer que gobernaba a estos bárbaros; le cortó la cabeza, como hicieron las mujeres tracias con la de Orfeo.” MESTRE, F. Heroico. Madrid: Gredos, 1996.

 

Verg. Georg., IV, 515-525

    Isoc. Busir., XI, 39 Cfr.

Damageto, AP, 560   “En las tracias laderas de Olimpo esta tumba recubre a Orfeo, que fue el hijo de las Musa Calíope, a quien no desoyó el encinar, tras el cual acudieron con las rocas sin alma los rebaños de fieras” FERNÁNDEZ GALIANO, M. AP [Antología Palatina] Epigramas Helenísticos. Gredos, Madrid, 1978.

 

Razón por la que lo matan las tracias

 

Platón. Rep., 620a “Dijo que era digno de verse el espectáculo de cómo cada una de las almas iban eligiendo las vidas. Porque verlo provocaba lástima risa y asombro, ya que la mayoría de las veces se hacía elección de acuerdo con aquello a lo que se estaba acostumbrado en la vida anterior. Dijo, en efecto, que vio  a un alma, la que había sido en otro tiempo de Orfeo, elegir vida de cisne, porque por odio al sexo femenino a causa de su muerte  a manos de mujeres, no quería nacer engendrada en una mujer”. PABÓN, J.M. Y FERNÁNDEZ GALIANO, M.  La República. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1949.

Platón, Smp., 179d     “Y de este hecho la hija de Pelias, Alcestis, proporciona un testimonio suficiente en apoyo de mi afirmación ante los griegos, ya que fue la única que estuvo dispuesta a morir por su marido, pese a que éste tenía padre y madre, a quienes sobre- pasó aquella tantísimo en afecto, debido a su amor, que demostró que eran como extraños para su hijo y parientes tan solo de nombre. Y al hacer esto, les pareció su acción tan bella, no solo a los hombres, sino también a los dioses que, a pesar de que entre los muchos que realizaron muchas y bellas hazañas son muy contados aquellos  a quienes concedieron los dioses el privilegio de dejar subir del Hades su alma  a la tierra, dejaron no obstante, subir la de aquella, movidos de admiración por su hecho. Hasta tal punto también los dioses estiman por encima de todo la abnegación y la virtud en el amor. En cambio a Orfeo, el hijo de Eagro, le despidieron del Hades sin que consiguiera su objeto, después de haberle mostrado el espectro de la mujer en busca de la cual había llegado, pero sin entregársela, porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citaredo, y no tuvo el arrojo de morir por amor como Alcestis, sino que buscose el medio de penetrar con vida en el Hades.”  GIL, L. El banquete. Fedon. Fedro. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1969.

 

Ov. Met., X, 78 “El tercer año cerrado el Titán, y Orfeo rehuido había toda Venus femínea, o porque mal hubiera para él resultado, o lo hubiera jurado; empero, el ardor a muchas tenía de unirse al vate; rechazadas doliéronse muchas.” RUÍZ DE ELVIRA, A.  Metamorfosis. Barcelona: CSIC, Colección Alma Mater 1983-1984.

 

Verg. Georg., IV, 515-525  “No hubo amor ni himeneo alguno que doblegasen el ánimo de Orfeo. Solo, recorría los hielos hiperbóreos y el nevado Tanais y los campos jamás viudos de las escarchas Rífeas, llorando la pérdida de su Eurídice y el beneficio inútil de Plutón; desdeñadas las mujeres de los cícones por este honor, en medio de los sacrificios de los dioses y de orgías nocturnas en honor a Baco, dispersaron por la llanura extensa el cuerpo despedazado del joven. Y aun entonces mismo, cuando la cabeza arrancada del alabastrino cuello daba vueltas en medio de las ondas, arrastradas por el Hebro Eagrio, “Eurídice, decía la misma voz, y la lengua fría, “¡Ah, desgraciada Eurídice!”, exclamaba al marchársele la vida, y las riberas a lo largo de todo el río, “Eurídice”, repetía.” RECIO GARCÍA, T. de la A. y SOLER RUÍZ, A. Bucólicas. Geórgicas. Gredos, Madrid, 1990.

 

Isoc. Busir., XI, 39 “Y no pagaron el justo castigo por estas cosas; pero no escaparon impunes: unos viven desterrados y quedaron privados del sustento cotidiano, otros quedaron ciegos, hubo quien pasó toda su vida huyendo de su patria y luchando con sus parientes, y Orfeo, el que más se dedicó a este tipo de poemas, acabó su vida despedazado” GUZMAN HERMIDA, J.M. “Busiris” en Discursos I (Busiris XI). Gredos, Madrid, 1979.

 

 

ORFEO COMO INTRODUCTOR DE LA PEDERASTIA

 

Ov. Met., X,  83-85 “Fue Orfeo también el que indujo a los pueblos de Tracia a trasladar a los varones tiernos el amor, y a disfrutar de la efímera primavera de la vida de éstos antes de que llegue a la juventud, cogiendo su primera floración.” RUÍZ DE ELVIRA, A.  Metamorfosis. Barcelona: CSIC, Colección Alma Mater 1983-1984.

 

ALEJAMIENTO DE LA COMPAÑÍA FEMENINA

 

       Verg. Georg., IV, 515-525  “No hubo amor ni himeneo alguno que doblegasen el ánimo de Orfeo. Solo, recorría los hielos hiperbóreos y el nevado Tanais y los campos jamás viudos de las escarchas Rífeas, llorando la pérdida de su Eurídice y el beneficio inútil de Plutón; desdeñadas las mujeres de los cícones por este honor, en medio de los sacrificios de los dioses y de orgías nocturnas en honor a Baco, dispersaron por la llanura extensa el cuerpo despedazado del joven. Y aun entonces mismo, cuando la cabeza arrancada del alabastrino cuello daba vueltas en medio de las ondas, arrastradas por el Hebro Eagrio, “Eurídice, decía la misma voz, y la lengua fría, “¡Ah, desgraciada Eurídice!”, exclamaba al marchársele la vida, y las riberas a lo largo de todo el río, “Eurídice”, repetía.” RECIO GARCÍA, T. de la A. y SOLER RUÍZ, A. Bucólicas. Geórgicas. Gredos, Madrid, 1990.

        Ov. Met., XI, 1-60 “Mientras con tal canto se lleva el vate tracio tras de sí las selvas y los animales feroces, así como las rocas que le siguen, de repente las mujeres de los cícones, con los pechos enloquecidos cubiertos de animales, ven desde la cima de una eminencia a Orfeo que acompasaba sus cantos a la vibración que daba a las cuerdas. Una de ellas, al tiempo que sacude sus cabellos que flotan en la ingrávida brisa, les dice: “¡Ahí, ahí tenéis a quien nos desprecia!”, y arrojó su vara contra la musical boca del vate de Apolo, mas la vara, envuelta por las hojas, hizo sólo una señal sin herir. Otra usa una piedra como arma, pero la piedra en mitad de su aérea trayectoria se siente doblegada por la armonía de la voz y la lira, y, como suplicando el perdón de tan criminal intento, se detiene a los pies de Orfeo. Sin embargo, la bélica osadía va creciendo y desaparece todo freno y reina la furiosa Vesania; aun así el canto hubiera ablandado todas sus armas, pero un tremendo griterío y la flauta berencitia de recurvado cuerno y los tambores y el batir de palmas y los báquicos alaridos ahogaron el sonido de la cítara, y entonces ya las piedras se enrojecieron con la sangre del vate a quien no oían ya. Y en primer lugar las Enloquecidas destrozaron, como enseña de la escena de Orfeo, a las innumerables aves, serpientes y tropel de fieras que aún permanecían hechizadas con la voz del cantor. A continuación, y con las manos ensangrentadas, se dirigen hacia Orfeo, reuniéndose como los pájaros cuando acaso vislumbran a un ave nocturna errando en medio del día, o cual, en el anfiteatro, el ciervo destinado a perecer en la arena de la mañana, es presa de los perros, y así van en busca del vate, arrojándole tirsos de verde follaje, no creado para este servicio.

Unas blanden puñados de tierra, otras ramas desgajadas de sus árboles, algunas pedruscos; y para que su insania no carezca de proyectiles, casualmente unos bueyes empujaban la tierra que oprimía la reja, y no lejos de allí, preparando su cosecha con abundante sudor, unos membrudos labradores cavaban las duras glebas. Los cuales al ver el tropel de mujeres emprenden la huida y abandonan las armas de su trabajo: yacen así esparcidos en el campo desierto los azadones y los pesados rastrillos y los largos picos. Las feroces mujeres, después de apoderarse de ellos y después de destrozar a los bueyes de amenazadora cornamenta, vuelven a la carrera para dar muerte al vate, y mientras éste tendía sus manos y, entonces por vez primera, hablaba en vano y nada conseguía con su voz, las sacrílegas le dan muerte, y por aquella boca, oh Júpiter, que las rocas habían escuchado y comprendido los sentidos de las fieras, su alma expira y se aleja hacia los aires.

A ti, Orfeo, te lloraron las aves contristadas, a ti el tropel de las fieras, a ti las duras peñas, las selvas que tantas veces habían acudido a tus cantos; despojado de su follaje el árbol te guardó el luto de su cabellera cortada; dicen que hasta los ríos aumentaron con sus propias lágrimas su caudal, y que las Náyades y Dríades cubrieron de negros sus velos y dejaron sueltos sus cabellos. Los miembros de Orfeo yacen en lugares diferentes: la cabeza, Hebro, y la lira, van a ti, y, cosa prodigiosa, al deslizarse en medio de la corriente, la lira emite no sé qué quejumbrosos lamentos, quejumbrosa murmura la lengua sin vida, quejumbrosas responden las riberas. Y una vez llegadas al mar abandonan el río nativo y alcanzan la playa de Lesbos en Metimna.

En ella una feroz serpiente se lanza hacia aquella cabeza abandonada en extranjeras arenas y hacia aquella cabeza abandonada en extranjeras arenas y hacia aquellos cabellos salpicados de goteante rocío. Finalmente se presenta Febo y, en el momento en que la serpiente se disponía a morder, la rechaza, y congela, convirtiéndolas en piedra, las abiertas fauces, y endurece, dejándolas separadas como estaban, las amenazadoras mandíbulas.” RUÍZ DE ELVIRA, A.  Metamorfosis. Barcelona: CSIC, Colección Alma Mater

 

La exclusión de las mujeres de la participación de los misterios

 

Paus. IX, 30.5 “Orfeo, en mi opinión, superó a sus predecesores en la belleza de sus versos y alcanzó gran poder, porque se creía que había descubierto misterios de dioses, purificaciones de impiedades, curaciones de enfermedades y medios de alejar la cólera divina. Pero dicen que las mujeres de los tracios tramaron contra él la muerte porque había persuadido a sus maridos a acompañarle en sus viaje, pero por miedo a sus maridos no se atrevieron. Mas cuando estaban ahítos de vino llevaron a cabo el crimen, y por esto se estableció que los hombres vayan bebidos a las batallas. Hay quienes dicen que la muerte llegó a Orfeo al ser golpeado por el rayo de dios; y fue golpeado por el rayo a causa de las historias que revelaba en los misterios a hombres que no las habían oído antes.” HERRERO INGELMO, M.C. Descripción de Grecia. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.

 

Hyg. Astr., 6.3 “Según otros, Tamiris, cegado por las Musas, está de rodillas en actitud suplicante. Según otros, es Orfeo, asesinado por las mujeres de Tracia por haber visto los misterios del venerable Liber.” LE BOCUFFLE, A. L`astronomic. Paris, Les Belles Lettres, 1983.

 

Ov. Met. XI, 89 “A éste su usual cohorte, sátiros y bacantes, frecuentan, mas Sileno está ausente; titubeante por años y vino, los rústicos frigios tomáronlo, y, con coronas atado, lo condujeron al rey Midas, a quien Orfeo el tracio trasmitiera los misterios con Eumolpo el cecropio.” RUÍZ DE ELVIRA, A.  Metamorfosis. Barcelona: CSIC, Colección Alma Mater 1983-1984.

 

Compañía exclusivamente MASCULINA

 

Paus. IX, 30.5 “Orfeo, en mi opinión, superó a sus predecesores en la belleza de sus versos y alcanzó gran poder, porque se creía que había descubierto misterios de dioses, purificaciones de impiedades, curaciones de enfermedades y medios de alejar la cólera divina. Pero dicen que las mujeres de los tracios tramaron contra él la muerte porque había persuadido a sus maridos a acompañarle en su viaje, pero por miedo a sus maridos no se atrevieron. Mas cuando estaban ahítos de vino llevaron a cabo el crimen, y por esto se estableció que los hombres vayan bebidos a las batallas. Hay quienes dicen que la muerte llegó a Orfeo al ser golpeado por el rayo de dios; y fue golpeado por el rayo a causa de las historias que revelaba en los misterios a hombres que no las habían oído antes.” HERRERO INGELMO, M.C. Descripción de Grecia. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.

 

 

2.Desmembramiento de Orfeo por las Ménades

         La primera fuente literaria, Esquilo, habla del desmembramiento por las Ménades, pero lo hace en una tragedia perdida, Las Basárides (470-460 a.C.).

      Eratosth. Cat., 24, 6-11 “Orfeo descendió en busca de su esposa al Hades; al ver lo que allí había no honró a Dioniso, por quien había sido estimado, sino que se consideró a Helio el más grande de los dioses, a quien también llamó Apolo. Una noche se despertó a la madrugada, subió al monte Pageo y se puso a aguardar el crepúsculo para, en primer lugar, contemplar el sol. Por ello, Dioniso, irritado, le envió las Basárides (así lo dice el poeta trágico), quienes lo despedazaron y tiraron sus miembros por separado a uno y otro lado. Las musas lo reunieron y les dieron sepultura en los llamados libertos.”DEL CANTO NIETO, J.R. Catasterismos. Ediciones Clásicas, Madrid,1992.

 

       Verg. Georg., IV, 515-525  “No hubo amor ni himeneo alguno que doblegasen el ánimo de Orfeo. Solo, recorría los hielos hiperbóreos y el nevado Tanais y los campos jamás viudos de las escarchas Rífeas, llorando la pérdida de su Eurídice y el beneficio inútil de Plutón; desdeñadas las mujeres de los cícones por este honor, en medio de los sacrificios de los dioses y de orgías nocturnas en honor a Baco, dispersaron por la llanura extensa el cuerpo despedazado del joven. Y aun entonces mismo, cuando la cabeza arrancada del alabastrino cuello daba vueltas en medio de las ondas, arrastradas por el Hebro Eagrio, “Eurídice, decía la misma voz, y la lengua fría, “¡Ah, desgraciada Eurídice!”, exclamaba al marchársele la vida, y las riberas a lo largo de todo el río, “Eurídice”, repetía.” RECIO GARCÍA, T. de la A. y SOLER RUÍZ, A. Bucólicas. Geórgicas. Gredos, Madrid, 1990.

        Ov. Met., XI, 1-60 “Mientras con tal canto se lleva el vate tracio tras de sí las selvas y los animales feroces, así como las rocas que le siguen, de repente las mujeres de los cícones, con los pechos enloquecidos cubiertos de animales, ven desde la cima de una eminencia a Orfeo que acompasaba sus cantos a la vibración que daba a las cuerdas. Una de ellas, al tiempo que sacude sus cabellos que flotan en la ingrávida brisa, les dice: “¡Ahí, ahí tenéis a quien nos desprecia!”, y arrojó su vara contra la musical boca del vate de Apolo, mas la vara, envuelta por las hojas, hizo sólo una señal sin herir. Otra usa una piedra como arma, pero la piedra en mitad de su aérea trayectoria se siente doblegada por la armonía de la voz y la lira, y, como suplicando el perdón de tan criminal intento, se detiene a los pies de Orfeo. Sin embargo, la bélica osadía va creciendo y desaparece todo freno y reina la furiosa Vesania; aun así el canto hubiera ablandado todas sus armas, pero un tremendo griterío y la flauta berencitia de recurvado cuerno y los tambores y el batir de palmas y los báquicos alaridos ahogaron el sonido de la cítara, y entonces ya las piedras se enrojecieron con la sangre del vate a quien no oían ya. Y en primer lugar las Enloquecidas destrozaron, como enseña de la escena de Orfeo, a las innumerables aves, serpientes y tropel de fieras que aún permanecían hechizadas con la voz del cantor. A continuación, y con las manos ensangrentadas, se dirigen hacia Orfeo, reuniéndose como los pájaros cuando acaso vislumbran a un ave nocturna errando en medio del día, o cual, en el anfiteatro, el ciervo destinado a perecer en la arena de la mañana, es presa de los perros, y así van en busca del vate, arrojándole tirsos de verde follaje, no creado para este servicio.

Unas blanden puñados de tierra, otras ramas desgajadas de sus árboles de sus árboles, algunas pedruscos; y para que su insania no carezca de proyectiles, casualmente unos bueyes empujaban la tierra que oprimía la reja, y no lejos de allí, preparando su cosecha con abundante sudor, unos membrudos labradores cavaban las duras glebas. Los cuales al ver el tropel de mujeres emprenden la huida y abandonan las armas de su trabajo: yacen así esparcidos en el campo desierto los azadones y los pesados rastrillos y los largos picos. Las feroces mujeres, después de apoderarse de ellos y después de destrozar a los bueyes de amenazadora cornamenta, vuelven a la carrera para dar muerte al vate, y mientras éste tendía sus manos y, entonces por vez primera, hablaba en vano y nada conseguía con su voz, las sacrílegas le dan muerte, y por aquella boca, oh Júpiter, que las rocas habían escuchado y comprendido los sentidos de las fieras, su alma expira y se aleja hacia los aires.

A ti, Orfeo, te lloraron las aves contristadas, a ti el tropel de las fieras, a ti las duras peñas, las selvas que tantas veces habían acudido a tus cantos; despojado de su follaje el árbol te guardó el luto de su cabellera cortada; dicen que hasta los ríos aumentaron con sus propias lágrimas su caudal, y que las Náyades y Dríades cubrieron de negros sus velos y dejaron sueltos sus cabellos. Los miembros de Orfeo yacen en lugares diferentes: la cabeza, Hebro, y la lira, van a ti, y, cosa prodigiosa, al deslizarse en medio de la corriente, la lira emite no sé qué quejumbrosos lamentos, quejumbrosa murmura la lengua sin vida, quejumbrosas responden las riberas. Y una vez llegadas al mar abandonan el río nativo y alcanzan la playa de Lesbos en Metimna.

En ella una feroz serpiente se lanza hacia aquella cabeza abandonada en extranjeras arenas y hacia aquella cabeza abandonada en extranjeras arenas y hacia aquellos cabellos salpicados de goteante rocío. Finalmente se presenta Febo y, en el momento en que la serpiente se disponía a morder, la rechaza, y congela, convirtiéndolas en piedra, las abiertas fauces, y endurece, dejándolas separadas como estaban, las amenazadoras mandíbulas.” RUÍZ DE ELVIRA, A.  Metamorfosis. Barcelona: CSIC, Colección Alma Mater 1983-1984.

            Hyg. Astr., 7.1 “La lira tomó lugar entre las constelaciones por la razón siguiente, según Eratóstenes: al principio, fue Mercurio quien la fabricó a partir de una tortuga y se la confió a Orfeo que, hijo de Calíope y de Eagro, se apasionó vivamente por este instrumento. Entonces, se cree, su arte encantaba hasta a las bestias salvajes que lo escuchaban. Lamentándose por la muerte de su esposa Eurídice, descendió a los Infiernos, según cuentan, y allí cantó las alabanzas del linaje de los dioses, a excepción del venerable Liber. Puesto que lo silenció por un defecto de la memoria, como hizo Eneo  con Diana en un sacrificio. Luego, como Orfeo se sentó, según numerosos relatos, en el monte Olimpo que separa Macedonia de Tracia, aunque, según Eratóstenes, en el Pangeo; cantando a placer, Liber lanzó, se dice, las Bacantes contra él para matarlo y despedazar su cadáver. Pero según otros relatos fue por haber espiado los misterios de Liber que sufrió este destino. Las Musas unieron sus restos para sepultarlos y, como recompensa suprema, colocaron su lira en el cielo, de las que las estrellas tomaron forma, para honrar su memoria; Apolo y Júpiter lo consintieron porque Orfeo alababa especialmente a Apolo; en cuanto a Júpiter, acordó esta recompensa a su hija.” LE BOCUFFLE, A. L`astronomic. Paris, Les Belles Lettres, 1983

 

Apollod. 1.3.2 “Orfeo descendió al Hades ansioso de rescatarla y persuadió a Plutón para que la enviara arriba. Éste accedió a condición de que Orfeo no volviera el rostro hasta llegar a su casa; pero él, desobedeciendo, se volvió y contempló a su mujer, que hubo de retornar abajo. Orfeo instauró los Misterios de Dioniso y, despedazado por las Ménades, fue enterrado cerca de Pieria.” RODRÍGUEZ DE SEPÚLVEDA, M. Biblioteca. Madrid, Gredos, 1985.

                3.5.1 “Licurgo, hijo de Driante y rey de los Edones, que habitaban a orillas del río Estrimón, fue el primero que los ultrajó y expulsó. Dioniso se refugió primero en el mar junto  a Tetis, hija de Nereo, pero las Bacantes y una multitud de Sátiros que los seguía fueron apresados. De pronto las Bacantes quedaron libres y Licurgo se volvió loco por obra de Dioniso. En su demencia, creyendo podar un sarmiento mató  a su hijo Driante golpeándole con un hacha; y después de mutilarlo recobró la razón.”

 

Avi. Arat., 623 “Y cuando por su parte el bello Apolo hubo provisto al instrumento de celestes acordes, enseñó el uso de éste a Orfeo, en una cueva del Pangeo. Entonces este último, con hábiles armonías, supo tocar las cuerdas – nueve a partir de ese momento, símbolos de las Musas preciados para el hijo de una Musa (él, el inventor, había bordado sus melodías sobre el número de las Pléyades). Pero una vez que el poeta fue despedazado por las manos impías  de las Basárides, una vez que el héroe fue sepultado devotamente el difunto por Libetra, Júpiter hizo subir al cielo el instrumento, compadecido por el talento de este joven prodigio cuya inspiración atraía bestias y flores.” SOUBIRAN, J.  Les pénoménos d´Aratos. París, Les Belles Lettres, 1981.

 

 

 

 

3.Otras versiones de la muerte de Orfeo

- Fulminación por obra de Zeus

Alcid. Ulix., 24

“Las letras fue Orfeo el primero que las dio  a conocer por aprenderlas de las musas, como muestra la inscripción que hay sobre su tumba:

 

Al siervo de las Musas, Orfeo, aquí pusieron los Tracios/ a quien mató Zeus de altas mientes con su humeante dardo,/ de Eagro al hijo amado, quien enseñó a Heracles/ y a los hombres descubrió letras y sabiduría.” LOPEZ CRUCES, J.L.; CAMPOS DAROCA, J. ; MARQUEZ GUERRERO, M.A.  “Odiseo” en Testimonios y fragmentos. Gredos, Madrid, 2005.

 

Paus. IX, 30.5 “Orfeo, en mi opinión, superó a sus predecesores en la belleza de sus versos y alcanzó gran poder, porque se creía que había descubierto misterios de dioses, purificaciones de impiedades, curaciones de enfermedades y medios de alejar la cólera divina. Pero dicen que les mujeres de los tracios tramaron contra él la muerte porque había persuadido a sus maridos a acompañarle en sus viaje, pero por miedo a sus maridos no se atrevieron. Mas cuando estaban ahítos de vino llevaron a cabo el crimen, y por esto se estableció que los hombres vayan bebidos a las batallas. Hay quienes dicen que la muerte llegó a Orfeo al ser golpeado por el rayo de dios; y fue golpeado por el rayo a causa de las historias que revelaba en los misterios a hombres que no las habían oído antes.” HERRERO INGELMO, M.C. Descripción de Grecia. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.

 

- Suicidio por el dolor de perder a Eurídice

Paus. IX, 30, 6 “Otros han dicho que habiendo muerto su mujer antes que él, por causa de ella fue al Aorno en la Tesprótide, pues había antiguamente un oráculo de los muertos. Y que, creyendo que le seguía el alma de Eurídice, y después de perderla cuando se dio la vuelta, se quitó la vida llevado por la pena.” HERRERO INGELMO, M.C. Descripción de Grecia. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.

 

-   Muerte en la Vejez

 AO, 1047

 

EL DUELO

Ov. Met. XI, 44-49.

AP, 756   “La muerte de Orfeo el de Eagro y Calíope sin cuento deploraron las rubias Bistónides; sus brazos lacerados llenaban de sangre y la negra ceniza del luto recubría sus cabelleras tracias. Y al llanto también de Liceo, el de bella forminge, seguían las lágrimas de las Musas Piérides que al poeta lloraban; e incluso gemían las piedra y encinas que él antaño con su lira hechizara” FERNÁNDEZ GALIANO, M. AP [Antología Palatina] Epigramas Helenísticos. Gredos, Madrid, 1978.

 

       

 

        BIBLIOGRAFÍA:

FUENTES CLÁSICAS

 

ALCIDAMANTE DE ELEA

LOPEZ CRUCES, J.L.; CAMPOS DAROCA, J. ; MARQUEZ GUERRERO, M.A.  “Odiseo” en Testimonios y fragmentos. Gredos, Madrid, 2005.

 

ANTOLOGÍA PALATINA

FERNÁNDEZ GALIANO, M.   AP [Antología Palatina] Epigramas Helenísticos. Gredos, Madrid, 1978.

 

APOLODORO

RODRÍGUEZ DE SEPÚLVEDA, M. Biblioteca. Madrid, Gredos, 1985.

 

ARRIANO

GUZMAN GUERRA, A. Anábasis. Madrid, Gredos, 1982.

 

ERATÓSTENES

DEL CANTO NIETO, J.R. Catasterismos. Ediciones Clásicas, Madrid,1992.

 

FILÓSTRATO

MESTRE, F. Heroico. Madrid: Gredos, 1996.

 

HIGINO

LE BOCUFFLE, A. L`astronomic. Paris, Les Belles Lettres, 1983.

 

LIBANIO

MELERO GONZÁLEZ, A. y GONZÁLEZ GÁVEZ, A. Discursos. Madrid, Gredos, 2001.

 

OVIDIO

RUÍZ DE ELVIRA, A.  Metamorfosis. Barcelona: CSIC, Colección Alma Mater 1983-1984.

 

PAUSANIAS

HERRERO INGELMO, M.C. Descripción de Grecia. Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.

 

PLATÓN

GIL, L. El banquete. Fedon. Fedro. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1969.

PABÓN, J.M. Y FERNÁNDEZ GALIANO, M.  La República. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1949.

 

VIRGILIO

RECIO GARCÍA, T. de la A. y SOLER RUÍZ, A. Bucólicas. Geórgicas. Gredos, Madrid, 1990.

 

 

AUTORES CONTEMPORÁNEOS

 

 

BERNABÉ, A. y CASADESÚS, F. Orfeo y la tradición órfica. Madrid, Akal, 2008.

CARPENTER, Th. Arte y mito en la Antigua Grecia. Barcelona, Destino, 2001.

GRIMAL, P. Diccionario de mitología griega y romana. Barcelona, Paidós, 2004.

 

 

 

 

 

 referencias

Cerámica ática de figuras rojas

Orfeo28: Hidria. Kapis, Boston, MFA 1890. De Foiano.- ARV2 605, 62. P. de las Niobides; Caskey-Beazley II 74 nº 107 pl 47 –. Hacia 460.

Orfeo35:  Estamno con tapa. Basilea. Antikenmus. … 1411. De Vulci. – Para 373, 34ter: P. de la Dokimasia. Add2 234; ARV 1652

Orfeo36: Estamno, Zürich , Univ. 3477. ARV2 1652. P. de la Dokimasia; Para 373, 34bis; Add2 233.

Orfeo39: Estamno. París, Louvre G 416. De Nola. – ARV2 484, 17. 1655: Hermonax; Para 379; Add2 248; CVA 3, pl. 19 (180); CVA 4, pl. 20 (220).

Orfeo43: Crátera de columnas. Ferrara, Mus. Naz.- 2795. De Spina. – ARV2  541, 7: P. de la Centauromaquia de Florencia; Add2 256; CVA 1, pl. 36, 1-3 (1680).

Orfeo48: Ánforas de Nola, del P. de la Phiale de Boston

a)              París, Louvre, G. 436. De Nola- ARV2 1014, I; Add2 315, CVA 8, pl. 37 1-3 (517)

b)             Munich, Antikenslg. A. 2330. Del sur de Italia. – ARV2 1014, 2; CVA 2, pl. 62, 2; 63, 4 (258, 259)

c)              Basilea, Antikenmus. L 56.- Para 441. – 430-440.

Orfeo49: Enócoe. Zurich, Univ. 3637. – Lezzi-Hafter, 90-94 pl. 16: P. de Schuwalow. BADN 16089. Hacia 430.

Orfeo50: Lécito panzudo. Basilea, a la venta– MuM Sonderliste N (mayo 1971) nº 42: manera del P. de Marlay.- Hacia 430.

Orfeo51: Lécito panzudo. Basilea, a la venta.- MuM Sonderliste N (mayo 1971) nº 42: a la manera del P. de Marlay. BADN  12688 – Hacia 430.

Orfeo55: Copa. Adria, Mus. Naz. B 496. De Adria. – ARV2 409, 44: P. de Briseis; Add2 233; CVA 1, pl. 17, 3 (1265); BADN 13534 – Hacia 480.

Orfeo56: Crátera de cáliz. Basilea, Coll. H. A. Cahn 742. P. de Blenheim. BADN 22904 – Hacia 460

Orfeo57: Hidria. Princeton, Univ. Art Mus. 1986-59 a-d. – Lissarrague, nº 6 pl 11: Polygnotos. – BADN 19146. Hacia 450-420?

Orfeo58: Escifo. Boston, MFA 1910. 224. Del Pireo.- ARV2 1050, 2: P. de Pantoxena; Para 444. – 450-425-.

Orfeo59: Copa. Jena, Univ. 05 00 (813a) Caskey/Beazley II 75 nº 35. BADN 43959 – Hacia 400.

 

Cerámica de Apulia

Orfeo61: Escifo. Heidelberg, Univ. 26.90 y 26.76. De Tarento.- RVAp 1 167, 200 gr. de la Furie Noire; Trendall, APS 23 pl. 6, 28; CVA 2, pl. 74. 3-4 (1109). – Principios del siglo IV.

Orfeo63: Crátera de cáliz. Tarento, Mus. Naz. 52. 407. De Tarento. – RVAp 1 212. 150: P. de Atenas 1714; Trendall, APS 23, pl. 6 fig 27. – Principios del siglo IV.

 

Cerámica ática

Orfeo64: Lécito. Estocolmo, Mus. Nat 1700. – ARV2 297, 18. 1643: P. de Troilos. BADN 203085. – Hacia 480.

Orfeo67: Hidria de fig. rojas. París. Cab. Med. 456. De la Cirenaica. – ARV2 588, 72. – 480-470.

Orfeo68: Hidria. Basilea, Antikenmus. BS 481, CVA 3, pl. 18 (330): gr. De Polignotos. – 440-430.

 Orfeo66: Lécito de figuras rojas sobre fondo blanco. Basilea, a la venta- ARV2 302, 19bis: Para 357: cercano al P. de Diosfos (¿?)- Principios del siglo V.