I)
Menéndez Pelayo NO es un historiador de las religiones
-RENUNCIA
A LA IMPARCIALIDAD
Prólogo de la primera edición del libro, fechado en Bruselas en 1877:
La historia de la heterodoxia española puede ser escrita de tres maneras:
-APUESTA
POR LA TEOLOGÍA
Advertencias preliminares a la segunda edición del libro que firma en Santander, en julio de 1910:
Mucho
antes había desaparecido de nuestras universidades la Facultad
de Teología, que gozaba de poco prestigio en los últimos
tiempos, mirada con recelo por unos, con desdén por otros, con indiferencia
por la mayor parte. Nadie la echó muy de menos, y nadie ha intentado
seriamente su restauración, aun, que medios había para ello
dentro del régimen concordado en que legalmente vivimos. De este
modo nos hubiéramos evitado el oprobio de que España, la
patria de Suárez y Melchor Cano, sea el único pueblo de Europa
que ha expulsado la teología de sus universidades. Todos, católicos
y protestantes, la conservan sin que este acatamiento rendido a la ciencia
de las cosas divinas en centros de cultura abiertos a todo el mundo, se
considere como signo de atraso en Alemania ni en Inglaterra ni en parte
alguna. (Tomo I, 20)
-DEFINE
SU DEDICACIÓN
A
quien, como yo, escribe historia eclesiástica, no le incumbe
tratar... (Tomo VI, 42)
-PERO
USA COMO REFERENTE A MAX MÜLLER
¿Quién
concibe a Max Müller o a Momsen ajustando el modo y forma de su enseñanza
al capricho de un oficial de secretaría o de un covachuelista sin
más letras que las que se adquieren en la redacción de un
periódico o en la sala de conferencias? Nadie más amigo que
yo de la independencia orgánica de las universidades. (tomo
VI, p. 277)
II)
Argumentos de autoridad: Menéndez Pelayo en Mircea Eliade y Ángel
Álvarez de Miranda
1)
MIRCEA ELIADE
Mémoire
I (Promesses de l'equinocce), su libro de memorias dedicado a la época
de juventud, cuenta en la página 206:
"(en
Italia) Había descubierto a Menéndez y Pelayo, aunque al
principio no me entusiasmó porque caí sobre una de sus obras
primerizas, La Ciencia española. Pero un poco más tarde tuve
la ocasión de leer Ideas estéticas, Heterodoxias y Los orígenes
de la novela. Más que libros, se trataba de monumentos realmente
imponentes, obras que ocupaban cinco o seis tomos cada una y que devoré
literalmente. La erudición de Menéndez y Pelayo me pasmaba,
y otro tanto la claridad fascinante de su pensamiento y la suntuosidad
de su estilo (... compara a Iorga con Menéndez Pelayo). Hay que
reconocer que Menéndez había conseguido dominar el inmenso
material que había reunido y fue a él a quien opté
por tomar como modelo. Cuando descubría que también había
escrito un libro de poesías, mi entusiasmo llegó a su culmen.
No podía más que envidiar a este autor sobre el que escribí,
para Cuvântul, un artículo ditirámbico (M. Eliade,
"Menéndez y Pelayo" Cuvântul 25/04/1928). Me habían
atraído los grandes eruditos desde mi adolescencia. La obra de Menéndez
y Pelayo me incitaba a sumergirme en la historiografía española.
Por ese camino llegué a la revelación de los sabios trabajos
de Adolfo Bonilla y San Martín. Le dediqué igualmente una
crónica y probablemente se trate del único artículo
jamás consagrado a este enciclopedista en toda la prensa de la Europa
del Este. (M. Eliade, "De la literatura española contemporánea:
Adolfo Bonilla y San Martín” Cuvântul 2/12/1926, traducido
por J. Garrigós en Revista de Occidente 258, nov. 2002, 174-176).
Diario
Portugués en la anotación del 10 de noviembre de 1941
(DP, p. 23-24; JP, pp. 110-111) dice que en 1928, en Italia, empezó
a estudiar la lengua española justamente a la par que encaraba la
lectura de su obra:
"Un
hombre al que me parezco mucho: Menéndez Pelayo. Estoy terminando
La
historia de las ideas estéticas en España, que no conocía.
(Yo descubrí a Menéndez y Pelayo en Roma, en 1928, cuando
preparaba mi tesis de licenciatura en la Biblioteca Vittorio Emmanuele,
y leí, aprendiendo al mismo tiempo español, la
Historia
de los heterodoxos españoles y La ciencia española,
junto a dos volúmenes de estudios sobre Lope de Vega. Creo que soy
el primer rumano que ha escrito algo consistente, aunque apasionado, sobre
él: un artículo en Cuvântul lleno de erratas
de imprenta.) Al igual que Menéndez, tengo un hambre inmensa de
saber. Como él, siento pasión por trabajos de grandes proporciones,
eruditos pero con una visión amplia y filosófica. En lo negativo,
tengo toda su inmensa ciencia filológica y bibliológica.
En lo positivo, talento de escritor narrativo y originalidad filosófica.
También creo que le supero en curiosidad".
Diario
Portugués, en la anotación del 15 de noviembre de 1942
(DP, p. 58; JP, p. 152):
"He empezado a leer Orígenes de la novela, de Menéndez y Pelayo, mi viejo ídolo de juventud /Roma). A pesar de sus enormes conocimientos, Menéndez escribía de cosas que no sabía. Muchísimos libros hojeados en su vida. Abundancia de títulos copiados de notas y bibliografías.
2)
ÁNGEL
ÁLVAREZ DE MIRANDA
En
su famosa lección inaugural de la cátedra, que dictó
en octubre de 1954:
Ya Menéndez Pelayo vislumbró, en los últimos años de su vida, la importancia que podrían tener las viejas estructuras del pensar mítico precristiano en relación con el desarrollo histórico-religioso de la vida española. Y así en la reedición de los Heterodoxos, al dedicar un volumen entero a lo que en la edición primitiva había despachado en cuatro página, esto es, el cuadro de la religiosidad precristiana, dió principio a su tarea con estas palabras:
III)
EXCURSUS: el tratamiento del budismo
Las citas del budismo se pueden clasificar como de tres tipos:
-las que detectan al budismo como influencia lejana de ciertos modelos heterodoxos españoles y en particular de Miguel de Molinos.
a)
El budismo como influencia
Apartado sobre “El quietismo y la mística ortodoxa” que forma la parte final del capítulo sobre las sectas místicas.
La impiedad moderna, en su diabólico afán de confundir la luz con las tinieblas y llamar bueno a lo malo, y malo a lo bueno, ha dicho por boca de sus doctores sin luz que el quietismo y las sectas alumbradas nacieron del misticismo español y son su fruto legítimo. Mil veces he leído y oído decir que Molinos desciende de Santa Teresa, que la mística española es panteísta y otros mil absurdos de la misma laya.
Anteriormente, en este mismo capítulo y en el epígrafe dedicado específicamente a Molinos y a la exposición de la Guía espiritual:
“La
nada es el camino más breve para llegar al soberano Bien, a la pureza
del alma, a la contemplación perfecta y a la paz interior. «Abismaos
en la nada y Dios será vuestro todo». En no considerar nada,
en no desear nada, en no querer nada..., consiste la vida, el reposo y
la alegría del alma, la unión amorosa y la transformación
divina. Y con una especie de himno en loor de la nada cierra Molinos su
tratado (2009), poético en verdad, [184] aunque con cierto género
de poesía enfermiza y enervadora. Es el nirvana búdico,
la filosofía de la aniquilación y de la muerte, la condenación
de la actividad y de la ciencia; el nihilismo en suma, al cual vienen a
parar, por diferente camino, los modernos pesimistas y filósofos
de lo inconsciente. Eso es el quietismo, y hoy le volvemos a tener en moda,
arreado con los cascabeles germánicos de Schopenhauer y Hartmann.
De un modo más idealista y espiritual en Molinos, más grosero
y material en los modernos, la cesación y muerte de la conciencia
individual es el paradero de ambos sistemas: la felicidad está en
la nada.” (Tomo IV, 262)
Estereotipo: nirvana como aniquilación
Nirvana oriental: discurso preliminar de 1877:
“El
siglo XVII es en todo una secuela del anterior. Sólo hay que notar
(...) un como renacimiento de las doctrinas iluminadas reducidas a cuerpo
de sistema por Miguel de Molinos. El quietismo vino a reproducir en medio
de la Europa cristiana las desoladoras teorías de la aniquilación
y del nirvana oriental”. (Tomo I, 69)
Nirvana indostánico: el pasaje trata de la descripción de los rituales que realizaba en la Francia revolucionaria Martínez Pascual al que califica como teósofo:
“He
aquí como explica Fournie la reintegración: «Y conforme
recibamos el Espíritu de Dios, que insensiblemente se nos comunica,
y lleguemos al conocimiento perfecto de su esencia, nos haremos uno, como
Dios es uno, y seremos confundidos en la unidad eterna de Dios Padre, Hijo
y Espíritu Eterno y anegados en el piélago de las celestiales
y eternas delicias.» Pero lo curioso para nosotros en el libro del
abate Fournie no es esta especie de aniquilación o nirvana indostánico,
sino los datos que nos comunica sobre los procedimientos de iniciación
que en su logia usaba Martínez.” (Tomo V, 425)
Nirvana a secas en una crítica destructiva de Voltaire:
“No
llamemos a Voltaire pesimista, ni hagamos a Leopardi, a Schopenhauer y
a Hartmann la afrenta de compararlos con este simio de la filosofía,
incapaz de sentir tan altos dolores, ni de elevarse a las metafísicas
de la desesperación, de la muerte, del aniquilamiento o nirvana,
y de la voluntad fatal e inconsciente. No cabían tales ideas en
la cabeza de aquel epicúreo práctico, cortesano y parásito
de reyes, de ministros y de favoritas reales”. (Tomo V, 16-17)
Quietismo y budismo en Couplet:
Al
fin abrieron los ojos los celadores de la fe, y Jesuitas y Dominicos se
conjuraron contra los quietistas. El P. Couplet, en el prólogo de
su traducción de Confucio, no dudó en asimilarlos con
los budistas de la China. Y el P. Segneri, insigne entre los predicadores
y místicos italianos, sostuvo en su libro del Accordo dell'azione
e del riposo nell'orazione que tal estado no es para todos, ni puede
ser continuado por largas horas, ni menos en todo el curso de la vida;
y que para el común de las gentes vale más atenerse a la
meditación y a los usos de la Iglesia. Acusaba a Molinos de olvidar
demasiado la humanidad de Cristo y aun toda la parte dogmática de
la religión. (Tomo IV, 265)
Maniqueismo y budismo en el capítulo II del libro primero:
Ascética en grado sumo era la moral de los maniqueos, prohibiendo el matrimonio y el uso de las carnes. Constituían la jerarquía eclesiástica doce llamados apóstoles y setenta dos discípulos, que muy pronto se pusieron en discordia, como era de sospechar. Algunos confundieron a Cristo con Mithra, cuando no con Zoroastro o con Buda. En Occidente penetró no poco la doctrina maniquea, porque no era pura especulación teosófica como la gnosis, sino que llevaba un carácter muy práctico y quería resolver el eterno y temeroso problema del origen del mal. A espíritus eminentes como San Agustín sedujo la aparente ilación y claridad del sistema, libre ya de las nebulosidades en que le envolviera la imaginación persa o siria. (Tomo I, 183)
b)
El budismo y la “religión del futuro”
Discurso preliminar de presentación de la parte dedicada a la “Modernidad”:
¿No
está herida de muerte una sociedad en que puede nacer y desarrollarse,
no a modo de aberración particular o desahogo humorístico,
sino con seriedad dialéctica, la doctrina pesimista, que por boca
de Schopenhauer recomienda no sólo la aniquilación, como
los budistas, sino el suicidio individual, y aspira, con Hartmann, a cierta
especie de suicidio colectivo? ¡Cuán horrendo retroceso no
sólo respecto del cristianismo, sino respecto de la civilización
greco-latina arguyen esas tentativas de budismo y de religión
del porvenir! (Tomo V, 29-30)
Budismo como opción de buen tono entre demócratas:
Por
eso, el demócrata rompe los antiguos moldes históricos y
comulga en el universal sentimiento religioso de la humanidad, concertando
en vasta síntesis los antropomorfismos y teogonías de Oriente
y Occidente. A veces, para hacerlo más a lo vivo, suele alistarse
en algún culto positivo, buscando siempre el más remoto y
estrafalario, porque en eso consiste la gracia, y, si no, no hay conflicto
religioso, que es lo que a todo trance buscamos. El ser ateo es una brutalidad
sin chiste, propia de gente soez y de licenciados de presidio; el verdadero
demócrata es eminentemente religioso, pero no en la forma relativa
y falta de intimidad que hemos conocido en España, sino con otras
formas más íntimas y absolutas. Así, v.gr., se hace
protestante unitario, cosa que desde luego da golpe, y hace que los profanos
se devanen los sesos discurriendo qué especie de unitarismo será
éste, si el de Paulo de Samosata, o el de Servet, o el de Socino.
Y yo tuve un condiscípulo de metafísica que, animado por
los luminosos ejemplos que entonces veía en la universidad, tuvo
ya pensado hacerse budista, con lo cual, ¿qué protestante
liberal hubiera osado ponérsele delante? (Tomo VI, 280)
Fernando de Castro como bestia negra: su formación:
¡Y qué libros leyó! Es cosa de transcribir al pie de la letra la lista que él pone, porque sólo así podrá comprenderse el batiburrillo de ideas científicas y vulgares, nuevas y viejas, que inundaron de tropel aquel espíritu mediano, superficial y sin asiento: «La doctrina de Buda y de los aryas (¿qué doctrina será ésta?), la moral de los estoicos, los oficios de Cicerón, las biografías de Plutarco, el estudio de la Edad Media según las investigaciones modernas, el Abulense (¡también el Tostado metido en esta danza!), Erasmo y los reformistas españoles del siglo XVI, el concilio de Trento por Sarpi, el célebre dictamen de Melchor Cano a Carlos V (querrá decir a Felipe II) sobre las cosas de Roma, el Juicio imparcial sobre el monitorio de Parma (!!), el Febronio, las principales obras de los regalistas españoles, las de los galicanos en Francia, Fenelón, Pascal, Nicole, Tamburini, Montesquieu, Vico, Filangieri, Jovellanos y Quintana, Guizot, Laurent (!!!), Tocqueville, Petrarca (?), Renán (¡no es nada el salto!), Boutteville, Michel Nicolás y los trabajos críticos de la escuela de Tubinga sobre los orígenes del cristianismo, Macaulay, Lecky, Buckle, Hegel, Herder, Lessing y Tiberghien (¡estupendo maridaje!), Humboldt, Arago (?), Flammarión (!!), Channing, Saint-Hilalre, la Analítica y el ideal, de Sanz del Río, y el frecuente trato con este mi inolvidable compañero...»
Canalejas y la enseñanza krausista:
La
doctrina religiosa del Sr. Canalejas viene a ser un misticismo racionalista,
si no parece absurda la frase. Muchas veces usa términos cristianos,
pero siempre con sentido panteístico. Así, v. gr., cuando
habla de la revelación, ha de entenderse no de la revelación
por el Cristo, sino de «la que atenta y piadosamente goza toda alma
nacida, luciendo en ella el esplendor de lo divino». De aquí
que el Sr. Canalejas sostenga muy formalmente que todo racionalismo predica
religión y estudia dogmas y es esencialmente cristiano. De todas
las añagazas que han podido imaginarse para que los hombres llamen
bien al mal, y mal al bien, o los tengan por idénticos, no conozco
otra menos especiosa ni más absurda que ésta. Pues qué,
¿no sabemos ya lo que significa la palabra Dios en el sistema de
Krause? ¿No sabemos que la religión no es otra cosa para
el Sr. Canalejas que «lo absoluto en la intimidad de espíritus
que son y serán y en la transformación de modos y existencias
de que sean susceptibles»? ¡Y el que esto dice, propone a renglón
seguido el establecimiento de cátedras de teología libre
y laica para contrariar el monopolio del clero y educar seres religiosos
que no sean católicos, protestantes, judíos, ni budistas!
¿Qué religión les quedará a los seres educados
por tal procedimiento, o qué podrán ser sino krausistas,
es decir, ateos disfrazados? (Tomo VI, 474)
c)
El budismo como paradoja
-la religión atea
¡Con qué pocas ideas viven una secta y un siglo! Bastóles a los protestantes la doctrina de la justificación por los solos méritos de Cristo y sin la eficacia de las obras. Bastóles a los alumbrados y quietistas la idea de la contemplación pura, en que, perdiendo el alma su individualidad, abismándose en la infinita Esencia, aniquilándose por decirlo así, llega a tal estado de perfección e irresponsabilidad, que el pecado cometido entonces no es pecado.
Las contradicciones de la PEPA:
Otra concesión de mayor monta, bastante a indicar por sí sola cuán cautelosa y solapadamente procedían en aquella fecha los innovadores, fue el consignar en la constitución de 1812, democrática en su esencia, pero democrática a la francesa e inaplicable de todo punto al lugar y tiempo en que se hizo, que «la nación española profesaba la religión católica, apostólica, romana, única verdadera, con exclusión de cualquier otra». Y aun fue menester añadir, a propuesta de Inguanzo, caudillo y adalid del partido católico en aquellas Cortes y señalado entre todos por su erudición canónica, «que el catolicismo sería perpetuamente la religión de los españoles, prohibiéndose en absoluto el ejercicio de cualquier otra». A muchos descontentó tan terminante declaración de unidad religiosa, pero la votaron, aunque otra cosa tenían dentro del alma, y bien lo mostró la pegadiza cláusula que amañadamente ingirieron, y que luego les dio pretexto para abolir el Santo Oficio: «La nación protege el catolicismo por leyes sabias y justas.» Y a la verdad, ¿no era ilusorio consignar la intolerancia religiosa después de haber proclamado la libertad de imprenta y en vísperas de abatir el más formidable baluarte de la unidad del culto en España? Más lógico y más valiente había andado el luego famoso economista asturiano D. Álvaro Flórez Estrada en el proyecto de Constitución que presentó a la junta Central en Sevilla el 1º de noviembre de 1809, en uno de cuyos artículos se proponía que «ningún ciudadano fuese incomodado en su religión, sea la que quiera». Pero sus amigos comprendieron que aún no estaba el fruto maduro, y dejaron en olvido ésta y otras cosas de aquel proyecto. (Tomo VI, 46-47)