La Historia de los Heterodoxos, Menéndez Pelayo y la Historia de las Religiones (con un excursus sobre el budismo)
Francisco Díez de Velasco


 

I) Menéndez Pelayo NO es un historiador de las religiones
 

-RENUNCIA A LA IMPARCIALIDAD
 

Prólogo de la primera edición del libro, fechado en Bruselas en 1877:

La historia de la heterodoxia española puede ser escrita de tres maneras:

1.ª En sentido de indiferencia absoluta, sin apreciar el valor de las doctrinas o aplicándoles la regla de un juicio vacilante con visos de imparcial y despreocupado.
2.ª Con criterio heterodoxo, protestante o racionalista.
3.ª Con el criterio de la ortodoxia católica.
No debe ser escrita con esa indiferencia que presume de imparcialidad, porque este criterio sólo puede aplicarse (y con hartas dificultades) a una narración de hechos externos, de batallas, de negociaciones diplomáticas o de conquistas (y aun éstas, en sus efectos, no en sus causas): nunca a una historia de doctrinas y de libros, en que la crítica ha de decidirse necesariamente por el bien o por el mal, por la luz o por las tinieblas, por la verdad o por el error, someterse a un principio y juzgar con arreglo a él cada uno de los casos particulares. Y desde el momento en que esto hace, pierde el escritor aquella imparcialidad estricta de que blasonan muchos y que muy pocos cumplen, y entra forzosamente en uno de los términos del dilema: o juzga con el criterio que llamo heterodoxo, y que puede ser protestante o racionalista según que acepte o no la Revelación, o humilla (¡bendita humillación!) su cabeza al yugo de la verdad católica, y de ella recibe luz y guía en sus investigaciones y en sus juicios. Y si el historiador se propone únicamente referir hechos y recopilar noticias, valiéndose sólo de la crítica externa, pierde la calidad de tal; hará una excelente bibliografía (...) pero no una historia.
Gracias a Dios, no soy fatalista, ni he llegado ni llegaré nunca a dudar de la libertad humana, ni creo, como los hegelianos, en la identidad de las proposiciones contrarias, verdaderas las dos como manifestaciones de la idea o evoluciones diversas de lo Absoluto, ni juzgo la historia como simple materia observable y experimentable al modo de los positivistas. Católico soy, y, como católico, afirmo la providencia, la revelación, el libre albedrío, la ley moral, bases de toda historia. Y si la historia que escribo es de ideas religiosas, y estas ideas pugnan con las mías y con la doctrina de la Iglesia, ¿qué he de hacer sino condenarlas? En reglas de lógica y en ley de hombre honrado y creyente sincero, tengo obligación de hacerlo.
Y ¿para cuándo guardas la imparcialidad?, se me dirá. ¿No es ésa la primera cualidad del narrador, según rezan todos los tratados de conscribenda historia desde Luciano acá? La respuesta es fácil: mi historia será parcial (y perdóneseme lo inexacto de la frase, puesto que la verdad no es parte, sino todo) en los principios; imparcial, esto es, veracísima, en cuanto a los hechos, procurando que el amor a la santa causa no me arrastre a injusticias con sus mayores adversarios, respetando cuanto sea noble y digno de respeto, no buscando motivos ruines a acciones que el concepto humano tiene por grandes; en una palabra, con claridad hacia las personas, sin indulgencia para los errores. Diré la verdad lisa y entera a tirios y a troyanos sin retroceder ante ninguna averiguación, ni ocultar nada, porque el catolicismo, que es todo luz, odia las tinieblas y ninguna verdad puede ser hostil a la Verdad Suma, puesto que todas son reflejos de ella, y se encienden y apuran en su lumbre (...).(Tomo I, 54-55)

 

-APUESTA POR LA TEOLOGÍA
 

Advertencias preliminares a la segunda edición del libro que firma en Santander, en julio de 1910:

Mucho antes había desaparecido de nuestras universidades la Facultad de Teología, que gozaba de poco prestigio en los últimos tiempos, mirada con recelo por unos, con desdén por otros, con indiferencia por la mayor parte. Nadie la echó muy de menos, y nadie ha intentado seriamente su restauración, aun, que medios había para ello dentro del régimen concordado en que legalmente vivimos. De este modo nos hubiéramos evitado el oprobio de que España, la patria de Suárez y Melchor Cano, sea el único pueblo de Europa que ha expulsado la teología de sus universidades. Todos, católicos y protestantes, la conservan sin que este acatamiento rendido a la ciencia de las cosas divinas en centros de cultura abiertos a todo el mundo, se considere como signo de atraso en Alemania ni en Inglaterra ni en parte alguna. (Tomo I, 20)
 

-DEFINE SU DEDICACIÓN
 

A quien, como yo, escribe historia eclesiástica, no le incumbe tratar... (Tomo VI, 42)
 

-PERO USA COMO REFERENTE A MAX MÜLLER
 

¿Quién concibe a Max Müller o a Momsen ajustando el modo y forma de su enseñanza al capricho de un oficial de secretaría o de un covachuelista sin más letras que las que se adquieren en la redacción de un periódico o en la sala de conferencias? Nadie más amigo que yo de la independencia orgánica de las universidades. (tomo VI, p. 277)
 


II) Argumentos de autoridad: Menéndez Pelayo en Mircea Eliade y Ángel Álvarez de Miranda
 
 
 

1) MIRCEA ELIADE
 

Mémoire I (Promesses de l'equinocce), su libro de memorias dedicado a la época de juventud, cuenta en la página 206:
 

"(en Italia) Había descubierto a Menéndez y Pelayo, aunque al principio no me entusiasmó porque caí sobre una de sus obras primerizas, La Ciencia española. Pero un poco más tarde tuve la ocasión de leer Ideas estéticas, Heterodoxias y Los orígenes de la novela. Más que libros, se trataba de monumentos realmente imponentes, obras que ocupaban cinco o seis tomos cada una y que devoré literalmente. La erudición de Menéndez y Pelayo me pasmaba, y otro tanto la claridad fascinante de su pensamiento y la suntuosidad de su estilo (... compara a Iorga con Menéndez Pelayo). Hay que reconocer que Menéndez había conseguido dominar el inmenso material que había reunido y fue a él a quien opté por tomar como modelo. Cuando descubría que también había escrito un libro de poesías, mi entusiasmo llegó a su culmen. No podía más que envidiar a este autor sobre el que escribí, para Cuvântul, un artículo ditirámbico (M. Eliade, "Menéndez y Pelayo" Cuvântul 25/04/1928). Me habían atraído los grandes eruditos desde mi adolescencia. La obra de Menéndez y Pelayo me incitaba a sumergirme en la historiografía española. Por ese camino llegué a la revelación de los sabios trabajos de Adolfo Bonilla y San Martín. Le dediqué igualmente una crónica y probablemente se trate del único artículo jamás consagrado a este enciclopedista en toda la prensa de la Europa del Este. (M. Eliade, "De la literatura española contemporánea: Adolfo Bonilla y San Martín” Cuvântul 2/12/1926, traducido por J. Garrigós en Revista de Occidente 258, nov. 2002, 174-176).
 

Diario Portugués en la anotación del 10 de noviembre de 1941 (DP, p. 23-24; JP, pp. 110-111) dice que en 1928, en Italia, empezó a estudiar la lengua española justamente a la par que encaraba la lectura de su obra:
 

"Un hombre al que me parezco mucho: Menéndez Pelayo. Estoy terminando La historia de las ideas estéticas en España, que no conocía. (Yo descubrí a Menéndez y Pelayo en Roma, en 1928, cuando preparaba mi tesis de licenciatura en la Biblioteca Vittorio Emmanuele, y leí, aprendiendo al mismo tiempo español, la Historia de los heterodoxos españoles y La ciencia española, junto a dos volúmenes de estudios sobre Lope de Vega. Creo que soy el primer rumano que ha escrito algo consistente, aunque apasionado, sobre él: un artículo en Cuvântul lleno de erratas de imprenta.) Al igual que Menéndez, tengo un hambre inmensa de saber. Como él, siento pasión por trabajos de grandes proporciones, eruditos pero con una visión amplia y filosófica. En lo negativo, tengo toda su inmensa ciencia filológica y bibliológica. En lo positivo, talento de escritor narrativo y originalidad filosófica. También creo que le supero en curiosidad".
 

Diario Portugués, en la anotación del 15 de noviembre de 1942 (DP, p. 58; JP, p. 152):
 

"He empezado a leer Orígenes de la novela, de Menéndez y Pelayo, mi viejo ídolo de juventud /Roma). A pesar de sus enormes conocimientos, Menéndez escribía de cosas que no sabía. Muchísimos libros hojeados en su vida. Abundancia de títulos copiados de notas y bibliografías.

Pero hay algo de Menéndez y Pelayo que no deja de impresionarme: el valor de sus gigantescas obras. Uno de los pocos hombres del siglo XIX que logró conservar su pasión por lo universal a pesar del historicismo. (... compara a Hasdeu con Menéndez Pelayo).


 

2) ÁNGEL ÁLVAREZ DE MIRANDA
 

En su famosa lección inaugural de la cátedra, que dictó en octubre de 1954:
 

Ya Menéndez Pelayo vislumbró, en los últimos años de su vida, la importancia que podrían tener las viejas estructuras del pensar mítico precristiano en relación con el desarrollo histórico-religioso de la vida española. Y así en la reedición de los Heterodoxos, al dedicar un volumen entero a lo que en la edición primitiva había despachado en cuatro página, esto es, el cuadro de la religiosidad precristiana, dió principio a su tarea con estas palabras:

“”La historia de las creencias religiosas profesadas en España antes del cristianismo es peculiar e indispensable a la historia de los heterodoxos españoles. En estos cultos primitivos, indígenas o importados, está acaso la explicación de algunos fenómenos que durante el curso de los siglos se repiten en nuestras sectas heréticas y son o pueden ser una prolongación atávica... Aquilatar el influjo y persistencia de estos elementos no es materia ajena del historiador eclesiástico... Esta materia puede dar ocupación provechosa a la vida de un hombre y exige un cúmulo de conocimientos especiales, puesto que sus fuentes no pueden ser más diversas. Mucho deseamos que algún erudito... se decida a recoger sistemáticamente el material que poseemos y a interpretar los hechos conforme a los positivos resultados que va logrando, merced a los progresos de la lingüística y la arqueología, la Ciencia de las Religiones o Mitología Comparada.”
Dejando de lado, en estas palabras de Menéndez Pelayo, la discutible conexión que tiende a establecer entre religiosidad primitiva y heterodoxia, es indudable en todo caso que el gran historiador presintió y palpó más que nadie en su época la conveniencia de vitalizar la comprensión de nuestra cultura desde el saber histórico-religioso. No es éste el lugar adecuado para examinar hasta qué punto se han realizado las desiderativas palabras de Menéndez Pelayo. En todo caso es indudable que los fenómenos histórico-religiosos de la cultura española polarizan el creciente interés de muchos estudiosos...” (El saber histórico-religioso y la ciencia española. Primera lección dada en la cátedra de “Historia de las religiones". Madrid, Universidad de Madrid: 1955, 38 pp. (corresponde a pp.32-34)pp.32-34.
 
 
Más adelante, ya en el colofón de su lección, vuelve a exponer el argumento como broche final de toda la argumentación:
 
“... hoy no sería posible seguir circunscribiendo la España religiosa a la España cristiana, la España cristiana a la España eclesiástica y la España eclesiástica a la España de los fastos episcopales... Esto lo vislumbró en su gloriosa madurez Menéndez Pelayo al propugnar la Ciencia de las Religiones como un saber fértil para la Hispanística.
A tal posibilidad, acreditada en primer lugar por la propia tarea del maestro, se añaden, como hemos visto, la necesidad de incorporar a la Historia General de las Religiones los hechos del afluente hispánico, y sobre todo, el imperativo, para un país de tradición y vocación universalista, de estar presente en una ciencia cuyo objeto no puede ser más universal. Todo sumado hay motivos para acoger de buen grado a la disciplina que hoy se incorpora a nuestra Universidad como una más entre las profesadas. Disciplina a la que ojalá puedan servir en algo las flacas fuerzas de este nuevo profeso”” p. 37-38


 

III) EXCURSUS: el tratamiento del budismo
 
 

Las citas del budismo se pueden clasificar como de tres tipos:

-las que detectan al budismo como influencia lejana de ciertos modelos heterodoxos españoles y en particular de Miguel de Molinos.

-las que lo evidencian como un ingrediente de la diversidad de opciones que caracteriza a la España de la libertad de cultos que tanto aborrece el autor.
-las que lo traen a colación en calidad de elemento paradójico.


 

a) El budismo como influencia
 

Apartado sobre “El quietismo y la mística ortodoxa” que forma la parte final del capítulo sobre las sectas místicas.

La impiedad moderna, en su diabólico afán de confundir la luz con las tinieblas y llamar bueno a lo malo, y malo a lo bueno, ha dicho por boca de sus doctores sin luz que el quietismo y las sectas alumbradas nacieron del misticismo español y son su fruto legítimo. Mil veces he leído y oído decir que Molinos desciende de Santa Teresa, que la mística española es panteísta y otros mil absurdos de la misma laya.

Pero quien con atención siga la historia de las herejías, verá, como al principio de este capítulo queda explicado, que la genealogía de Molinos se remonta mucho más y no para hasta Sakya-Muni y los budistas indios, y que desde ellos desciende, pasando por la escuela de Alejandría y por los gnósticos, hasta los begardos y los fratricellos y los místicos alemanes del siglo XIV. Y sabrá también que las gotas de sangre española que el quietismo tiene son de sangre heterodoxa, ya priscilianista, ya árabe de Tofáil (el filósofo autodidacto), ya de los alumbrados del siglo XVI. Y ni estos alumbrados, ni menos los fratricellos y los begardos, aunque unos y otros hayan sonado más o menos ruidosamente en nuestra Historia, son planta indígena, pues en Provenza, en Italia y en Francia los hubo antes, y de más importancia y en mayor número. Ni había, puede decirse, mística española cuando comenzaron los alumbrados. Ni Molinos dogmatizó en España, ni tuvo aquí discípulos hasta el siglo XVIII, ni hizo aquí ruido su herejía, ni leyó nadie su libro, que es y ha sido siempre rara avis en nuestras bibliotecas. Y si por haber dado cuna al heresiarca aragonés se nos califica de nación embrutecida, ignorante, fanática y sensual, ¿qué diremos de la Francia de Luis XIV, donde el rey, y madama de Maintenon, y Bossuet, y Fenelón, y la corte, y los literatos, y cuanto había de culto y elegante en aquella sociedad se apasionó en pro o en contra de esa doctrina española que aquí mirábamos con indiferencia? ¿Qué de Italia, donde hasta un cardenal fue discípulo de Molinos y tuvo la secta iglesias y congregaciones? ¿Qué de los protestantes ingleses y alemanes, que pusieron la Guía espiritual sobre sus cabezas? ¿Qué de Leibnitz, que no se desdeñó de intervenir en la cuestión del amor puro? ¿Qué de los pesimistas, que reproducen hoy, en otro sentido, la doctrina del nirvana, y de los innumerables sofistas que, desde Fichte acá, preconizan la moral desinteresada?. (Tomo IV, 279-280)
 
Un poco más adelante, en el párrafo final del apartado:
 
¡Y éste es el misticismo español, no enfermizo ni egoísta e inerte, sino viril, y enérgico, y robusto hasta en la pluma de las mujeres! Nadie ha descrito como Santa Teresa la unión de Dios con el centro del alma, nadie la ha declarado con tan graciosas comparaciones, ya de las dos velas de cera que juntan su luz, ya del agua del cielo que viene a henchir el cauce de un arroyo. Pero esta unión no trae consigo el aniquilamiento ni el nirvana; el alma reconoce y afirma su personalidad, y, fortificada «con el vino de la bodega del Esposo», vuelve a la caridad activa y a las obras. (Moradas, VII.).(Tomo IV, 284)

Anteriormente, en este mismo capítulo y en el epígrafe dedicado específicamente a Molinos y a la exposición de la Guía espiritual:

“La nada es el camino más breve para llegar al soberano Bien, a la pureza del alma, a la contemplación perfecta y a la paz interior. «Abismaos en la nada y Dios será vuestro todo». En no considerar nada, en no desear nada, en no querer nada..., consiste la vida, el reposo y la alegría del alma, la unión amorosa y la transformación divina. Y con una especie de himno en loor de la nada cierra Molinos su tratado (2009), poético en verdad, [184] aunque con cierto género de poesía enfermiza y enervadora. Es el nirvana búdico, la filosofía de la aniquilación y de la muerte, la condenación de la actividad y de la ciencia; el nihilismo en suma, al cual vienen a parar, por diferente camino, los modernos pesimistas y filósofos de lo inconsciente. Eso es el quietismo, y hoy le volvemos a tener en moda, arreado con los cascabeles germánicos de Schopenhauer y Hartmann. De un modo más idealista y espiritual en Molinos, más grosero y material en los modernos, la cesación y muerte de la conciencia individual es el paradero de ambos sistemas: la felicidad está en la nada.” (Tomo IV, 262)
 
 

Estereotipo: nirvana como aniquilación

Nirvana oriental: discurso preliminar de 1877:

“El siglo XVII es en todo una secuela del anterior. Sólo hay que notar (...) un como renacimiento de las doctrinas iluminadas reducidas a cuerpo de sistema por Miguel de Molinos. El quietismo vino a reproducir en medio de la Europa cristiana las desoladoras teorías de la aniquilación y del nirvana oriental”. (Tomo I, 69)
 

Nirvana indostánico: el pasaje trata de la descripción de los rituales que realizaba en la Francia revolucionaria Martínez Pascual al que califica como teósofo:

“He aquí como explica Fournie la reintegración: «Y conforme recibamos el Espíritu de Dios, que insensiblemente se nos comunica, y lleguemos al conocimiento perfecto de su esencia, nos haremos uno, como Dios es uno, y seremos confundidos en la unidad eterna de Dios Padre, Hijo y Espíritu Eterno y anegados en el piélago de las celestiales y eternas delicias.» Pero lo curioso para nosotros en el libro del abate Fournie no es esta especie de aniquilación o nirvana indostánico, sino los datos que nos comunica sobre los procedimientos de iniciación que en su logia usaba Martínez.” (Tomo V, 425)
 

Nirvana a secas en una crítica destructiva de Voltaire:

“No llamemos a Voltaire pesimista, ni hagamos a Leopardi, a Schopenhauer y a Hartmann la afrenta de compararlos con este simio de la filosofía, incapaz de sentir tan altos dolores, ni de elevarse a las metafísicas de la desesperación, de la muerte, del aniquilamiento o nirvana, y de la voluntad fatal e inconsciente. No cabían tales ideas en la cabeza de aquel epicúreo práctico, cortesano y parásito de reyes, de ministros y de favoritas reales”. (Tomo V, 16-17)
 

Quietismo y budismo en Couplet:

Al fin abrieron los ojos los celadores de la fe, y Jesuitas y Dominicos se conjuraron contra los quietistas. El P. Couplet, en el prólogo de su traducción de Confucio, no dudó en asimilarlos con los budistas de la China. Y el P. Segneri, insigne entre los predicadores y místicos italianos, sostuvo en su libro del Accordo dell'azione e del riposo nell'orazione que tal estado no es para todos, ni puede ser continuado por largas horas, ni menos en todo el curso de la vida; y que para el común de las gentes vale más atenerse a la meditación y a los usos de la Iglesia. Acusaba a Molinos de olvidar demasiado la humanidad de Cristo y aun toda la parte dogmática de la religión. (Tomo IV, 265)
 

Maniqueismo y budismo en el capítulo II del libro primero:

Ascética en grado sumo era la moral de los maniqueos, prohibiendo el matrimonio y el uso de las carnes. Constituían la jerarquía eclesiástica doce llamados apóstoles y setenta dos discípulos, que muy pronto se pusieron en discordia, como era de sospechar. Algunos confundieron a Cristo con Mithra, cuando no con Zoroastro o con Buda. En Occidente penetró no poco la doctrina maniquea, porque no era pura especulación teosófica como la gnosis, sino que llevaba un carácter muy práctico y quería resolver el eterno y temeroso problema del origen del mal. A espíritus eminentes como San Agustín sedujo la aparente ilación y claridad del sistema, libre ya de las nebulosidades en que le envolviera la imaginación persa o siria.  (Tomo I, 183)



 

b) El budismo y la “religión del futuro”
 
 

Discurso preliminar de presentación de la parte dedicada a la “Modernidad”:

¿No está herida de muerte una sociedad en que puede nacer y desarrollarse, no a modo de aberración particular o desahogo humorístico, sino con seriedad dialéctica, la doctrina pesimista, que por boca de Schopenhauer recomienda no sólo la aniquilación, como los budistas, sino el suicidio individual, y aspira, con Hartmann, a cierta especie de suicidio colectivo? ¡Cuán horrendo retroceso no sólo respecto del cristianismo, sino respecto de la civilización greco-latina arguyen esas tentativas de budismo y de religión del porvenir! (Tomo V, 29-30)
 

Budismo como opción de buen tono entre demócratas:

Por eso, el demócrata rompe los antiguos moldes históricos y comulga en el universal sentimiento religioso de la humanidad, concertando en vasta síntesis los antropomorfismos y teogonías de Oriente y Occidente. A veces, para hacerlo más a lo vivo, suele alistarse en algún culto positivo, buscando siempre el más remoto y estrafalario, porque en eso consiste la gracia, y, si no, no hay conflicto religioso, que es lo que a todo trance buscamos. El ser ateo es una brutalidad sin chiste, propia de gente soez y de licenciados de presidio; el verdadero demócrata es eminentemente religioso, pero no en la forma relativa y falta de intimidad que hemos conocido en España, sino con otras formas más íntimas y absolutas. Así, v.gr., se hace protestante unitario, cosa que desde luego da golpe, y hace que los profanos se devanen los sesos discurriendo qué especie de unitarismo será éste, si el de Paulo de Samosata, o el de Servet, o el de Socino. Y yo tuve un condiscípulo de metafísica que, animado por los luminosos ejemplos que entonces veía en la universidad, tuvo ya pensado hacerse budista, con lo cual, ¿qué protestante liberal hubiera osado ponérsele delante? (Tomo VI, 280)
 

Fernando de Castro como bestia negra: su formación:

¡Y qué libros leyó! Es cosa de transcribir al pie de la letra la lista que él pone, porque sólo así podrá comprenderse el batiburrillo de ideas científicas y vulgares, nuevas y viejas, que inundaron de tropel aquel espíritu mediano, superficial y sin asiento: «La doctrina de Buda y de los aryas (¿qué doctrina será ésta?), la moral de los estoicos, los oficios de Cicerón, las biografías de Plutarco, el estudio de la Edad Media según las investigaciones modernas, el Abulense (¡también el Tostado metido en esta danza!), Erasmo y los reformistas españoles del siglo XVI, el concilio de Trento por Sarpi, el célebre dictamen de Melchor Cano a Carlos V (querrá decir a Felipe II) sobre las cosas de Roma, el Juicio imparcial sobre el monitorio de Parma (!!), el Febronio, las principales obras de los regalistas españoles, las de los galicanos en Francia, Fenelón, Pascal, Nicole, Tamburini, Montesquieu, Vico, Filangieri, Jovellanos y Quintana, Guizot, Laurent (!!!), Tocqueville, Petrarca (?), Renán (¡no es nada el salto!), Boutteville, Michel Nicolás y los trabajos críticos de la escuela de Tubinga sobre los orígenes del cristianismo, Macaulay, Lecky, Buckle, Hegel, Herder, Lessing y Tiberghien (¡estupendo maridaje!), Humboldt, Arago (?), Flammarión (!!), Channing, Saint-Hilalre, la Analítica y el ideal, de Sanz del Río, y el frecuente trato con este mi inolvidable compañero...»

¡Cómo estaría la cabeza del pobre ex fraile gilito entre Buda y los aryas, y los estoicos, y los regalistas, y la escuela de Tubinga, y Hegel, y Flammarión..., y, además, el frecuente trato de Sanz del Río! Había de sobra para volverse loco. ¡Qué documento el anterior para muestra del método, del buen gusto y de la selección que ponen en sus lecturas los modernos sabios españoles!
«Vi luz en mi razón y en la ciencia, y comprendí entonces la fuerza del signatum est super nos, y me acordé del ciego de Jericó cuando decía a Jesús: 'Señor, que vea, y vio'.»
¡Ocurrencia más extraña que ir, a fines del XIX, a buscar la luz en Febronio, en Sarpi, en Tamburini y en el Juicio imparcial, de Campomanes, mezclados con Buda, Flammarión y el Petrarca! ¡Tendría que ver, sobre todo por lo consecuente y ordenado, la doctrina que de tales cisternas sacaría D. Fernando de Castro!
En suma: lo que pervirtió a D. Fernando de Castro fue su orgullo y pretensiones frustradas de obispar, su escaso saber teológico junto con medianísimo entendimiento, la lectura vaga e irracional de libros perversos unos y otros achacosos, la amistad con Sanz del Río y los demás espíritus fuertes de la Central y, finalmente, los viajes que hizo a Alemania, corroborando sus doctrinas con el trato de Roeder y otros. De las demás causas no hay para qué hablar, puesto que él se guardó el secreto en su conciencia. El niega que la licencia de costumbres influyese en su caída, y yo tengo interés en sostener lo contrario. A su muerte se escribió y creyó por muchos que D. Fernando de Castro estaba casado (sic), pero sus testamentarios lo desmintieron, y a tal declaración hemos de atenernos. Por otra parte, tratándose de un cura renegado, poco importa que fuera más o menos áspero el sendero que eligió para bajar a los infiernos. (Tomo VI 397-398)
 
Su rectorado y la religión que ideó:
 
La temporada del rectorado de D. Fernando de Castro fue la edad de oro de los krausistas. Su actividad y fanatismo no tenían límites. Empezó por dirigir una circular a las universidades e institutos de España y del extranjero invitándoles a hacer vida de relación y armonía. Fundó el Boletín-Revista de la Universidad, órgano oficial del krausismo y fábrica grande de introducciones, planes y programas. Estableció las conferencias para la educación de la mujer y la Escuela de Institutrices; fue presidente de la Sociedad Abolicionista y proyectó un culto sincrético, de que da idea en su Memoria testamentaria. Había de llamarse Iglesia universal o de los creyentes. Sus sacerdotes serían los ancianos. Sus santos, todos los fundadores de religiones, todos los heresiarcas y todos los hombres famosos de la humanidad. En el templo figurarían mezcladas las imágenes de Buda, Zoroastro, Sócrates, Marco Aurelio, San Pablo, Séneca, Platón, San Agustín, Hypatia, San Juan Crisóstomo, Gregorio VII, Lutero, San Francisco de Asís, San Luis y San Fernando, el Dante, Savonarola, Servet, Luis Vives, Cervantes, Melanchton, Fenelón, Miguel Ángel, Palestrina y Mendelssohn, Santa Teresa, Copérnico, Bernardo de Palissy, Newton, San José de Calasanz, Descartes, etc., etc. En las grandes solemnidades habría conciertos aéreos y el culto consistiría en discusiones y conferencias. (Tomo VI, 468)

 

Canalejas y la enseñanza krausista:

La doctrina religiosa del Sr. Canalejas viene a ser un misticismo racionalista, si no parece absurda la frase. Muchas veces usa términos cristianos, pero siempre con sentido panteístico. Así, v. gr., cuando habla de la revelación, ha de entenderse no de la revelación por el Cristo, sino de «la que atenta y piadosamente goza toda alma nacida, luciendo en ella el esplendor de lo divino». De aquí que el Sr. Canalejas sostenga muy formalmente que todo racionalismo predica religión y estudia dogmas y es esencialmente cristiano. De todas las añagazas que han podido imaginarse para que los hombres llamen bien al mal, y mal al bien, o los tengan por idénticos, no conozco otra menos especiosa ni más absurda que ésta. Pues qué, ¿no sabemos ya lo que significa la palabra Dios en el sistema de Krause? ¿No sabemos que la religión no es otra cosa para el Sr. Canalejas que «lo absoluto en la intimidad de espíritus que son y serán y en la transformación de modos y existencias de que sean susceptibles»? ¡Y el que esto dice, propone a renglón seguido el establecimiento de cátedras de teología libre y laica para contrariar el monopolio del clero y educar seres religiosos que no sean católicos, protestantes, judíos, ni budistas! ¿Qué religión les quedará a los seres educados por tal procedimiento, o qué podrán ser sino krausistas, es decir, ateos disfrazados?  (Tomo VI, 474)
 



 

c) El budismo como paradoja
 

-la religión atea

¡Con qué pocas ideas viven una secta y un siglo! Bastóles a los protestantes la doctrina de la justificación por los solos méritos de Cristo y sin la eficacia de las obras. Bastóles a los alumbrados y quietistas la idea de la contemplación pura, en que, perdiendo el alma su individualidad, abismándose en la infinita Esencia, aniquilándose por decirlo así, llega a tal estado de perfección e irresponsabilidad, que el pecado cometido entonces no es pecado.

Lejos de ser esta herejía una secuela o degeneración de nuestra grande escuela mística, es muy anterior en su desarrollo al crecimiento de esta escuela. No nace en el siglo XVII, ni tampoco en el XVI, ni aún en la Edad Media, sino que se remonta a los primeros siglos cristianos. Y aún no había cristianismo en el [146] mundo, cuando ya enseñaban los brahmanes o gimnosofistas de la India que el fin último y la perfección del hombre consiste en la extinción y aniquilación de la actividad propia hasta identificarse con Dios, y librarse así de las cadenas de la transmigración. Todo el panteísmo indio descansa en el mismo principio, que no rechazan los yoguis o discípulos de Patandjali. Y sabido es que los budistas, con ser ateos, según la opinión más recibida, ponen por término y corona de su sistema el nirwana, es decir, la muerte y aniquilación absoluta de la conciencia individual. Y, sin embargo, la moral de los budistas, por una rara inconsecuencia, es pura y severa, en cuanto lo consentían las nieblas de la ciega gentilidad.(Tomo IV, 210)
 
-las Cortes de Cádiz y el humor del autor... y su posición contra la libertad de cultos (al hablar de la abolición del Santo Oficio)
 
Increíble es la contradicción y vaguedad de ideas de este famoso dictamen. A renglón seguido de haber encomiado las ventajas de la unidad religiosa, afirma que «es propio y peculiar de toda nación examinar y decidir lo que más le conviene según las circunstancias, designar la religión que debe ser fundamental y protegerla con admisión o exclusión de cualquiera otra». ¡Lástima grande que a los omniscientes legisladores de Cádiz no se les hubiese ocurrido designar como religión fundamental en España el budismo! (Tomo VI, 63)

 

Las contradicciones de la PEPA:

Otra concesión de mayor monta, bastante a indicar por sí sola cuán cautelosa y solapadamente procedían en aquella fecha los innovadores, fue el consignar en la constitución de 1812, democrática en su esencia, pero democrática a la francesa e inaplicable de todo punto al lugar y tiempo en que se hizo, que «la nación española profesaba la religión católica, apostólica, romana, única verdadera, con exclusión de cualquier otra». Y aun fue menester añadir, a propuesta de Inguanzo, caudillo y adalid del partido católico en aquellas Cortes y señalado entre todos por su erudición canónica, «que el catolicismo sería perpetuamente la religión de los españoles, prohibiéndose en absoluto el ejercicio de cualquier otra». A muchos descontentó tan terminante declaración de unidad religiosa, pero la votaron, aunque otra cosa tenían dentro del alma, y bien lo mostró la pegadiza cláusula que amañadamente ingirieron, y que luego les dio pretexto para abolir el Santo Oficio: «La nación protege el catolicismo por leyes sabias y justas.» Y a la verdad, ¿no era ilusorio consignar la intolerancia religiosa después de haber proclamado la libertad de imprenta y en vísperas de abatir el más formidable baluarte de la unidad del culto en España? Más lógico y más valiente había andado el luego famoso economista asturiano D. Álvaro Flórez Estrada en el proyecto de Constitución que presentó a la junta Central en Sevilla el 1º de noviembre de 1809, en uno de cuyos artículos se proponía que «ningún ciudadano fuese incomodado en su religión, sea la que quiera». Pero sus amigos comprendieron que aún no estaba el fruto maduro, y dejaron en olvido ésta y otras cosas de aquel proyecto. (Tomo VI, 46-47)