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Material preparado por Francisco
DIEZ DE VELASCO
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Documentación:
DECLARACIÓN NOSTRA AETATE SOBRE LAS RELACIONES DE LA IGLESIA CON LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS
1. En nuestra época, en la que el género
humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos
entre los diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención
en qué consiste su relación con respecto a las religiones
no cristianas. En cumplimiento de su misión de fundamentar la Unidad
y la Caridad entre los hombres y, aún más, entre los pueblos,
considera aquí, ante todo, aquello que es común a los hombres
y que conduce a la mutua solidaridad. Todos los pueblos forman una comunidad,
tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género
humano sobre la faz de la tierra, y tienen también un fin último,
que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios
de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos
en la ciudad santa, que será iluminada por el resplandor de Dios
y en la que los pueblos caminarán bajo su luz. Los hombres esperan
de las diversas religiones la respuesta a los enigmas recónditos
de la condición humana, que hoy como ayer, conmueven íntimamente
su corazón: ¿Qué es el hombre, cuál es el sentido
y el fin de nuestra vida, el bien y el pecado, el origen y el fin del dolor,
el camino para conseguir la verdadera felicidad, la muerte, el juicio,
la sanción después de la muerte? ¿Cuál es,
finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra
existencia, del cual procedemos y hacia donde nos dirigimos?
2. Ya desde la antigüedad y hasta nuestros días
se encuentra en los diversos pueblos una cierta percepción
de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las
cosas y en los acontecimientos de la vida humana y a veces también
el reconocimiento de la Suma Divinidad e incluso del Padre. Esta percepción
y conocimiento penetra toda su vida con íntimo sentido religioso.
Las religiones a tomar contacto con el progreso de la cultura, se esfuerzan
por responder a dichos problemas con nociones más precisas y con
un lenguaje más elaborado. Así, en el Hinduismo los
hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable
fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía,
y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición
mediante las modalidades de la vida ascética, a través de
profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios con amor y
confianza. En el Budismo, según sus varias formas, se reconoce
la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino
por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir
el estado de perfecta liberación o la suprema iluminación,
por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio superior. Así
también los demás religiones que se encuentran en el mundo,
es esfuerzan por responder de varias maneras a la inquietud del corazón
humano, proponiendo caminos, es decir, doctrinas, normas de vida y ritos
sagrados. La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas
religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los
modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más
que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas
veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.
Anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo,
que es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn., 14,6), en quien los hombres
encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió
consigo todas las cosas. Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con
prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con
los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana,
reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales,
así como los valores socio-culturales que en ellos existen.
3. La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes
que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso
y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los
hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma
como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira
con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen
como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también
la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio,
cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello,
aprecian además el día del juicio, cuando Dios remunerará
a todos los hombres resucitados. Por tanto, aprecian la vida moral, y honran
a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno. Si en
el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades
entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que,
olvidando lo pasado, procuren y promuevan unidos la justicia social, los
bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres.
4. Al investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado
Concilio recuerda los vínculos con que el Pueblo del Nuevo Testamento
está espiritualmente unido con la raza de Abraham. Pues la
Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección
se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme
al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los cristianos,
hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación
del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está
místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra
de esclavitud. Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido
la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo,
con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer
la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del
buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son
los gentiles. Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió
por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa
en sí mismo. La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras
del Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, "a quienes pertenecen
la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas;
y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según
la carne" (Rom., 9,4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también
que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron
del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos
primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo.
Como afirma la Sagrada Escritura, Jerusalén no conoció el
tiempo de su visita, gran parte de los Judíos no aceptaron el Evangelio
e incluso no pocos se opusieron a su difusión. No obstante, según
el Apóstol, los Judíos son todavía muy amados de Dios
a causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su
vocación. La Iglesia, juntamente con los Profetas y el mismo Apóstol
espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos
invocarán al Señor con una sola voz y "le servirán
como un solo hombre" (Soph 3,9).
Como es, por consiguiente, tan grande el patrimonio espiritual
común a cristianos y judíos, este Sagrado Concilio quiere
fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que
se consigue sobre todo por medio de los estudios bíblicos y teológicos
y con el diálogo fraterno. Aunque las autoridades de los judíos
con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que
en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a
todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos
de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar
a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se
dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no
enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica
y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación
de la Palabra de Dios.
Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución
contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos,
e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad
evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de
antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos. Por
los demás, Cristo, como siempre lo ha profesado y profesa la Iglesia,
abrazó voluntariamente y movido por inmensa caridad, su pasión
y muerte, por los pecados de todos los hombres, para que todos consigan
la salvación. Es, pues, deber de la Iglesia en su predicación
el anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como
fuente de toda gracia.
5. No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos
negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen
de Dios. la relación del hombre para con Dios Padre y con los demás
hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la
Escritura: "el que no ama, no ha conocido a Dios" (1 Jn 4,8). Así
se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce
discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que
toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan. La Iglesia,
por consiguiente, reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier
discriminación o vejación realizada por motivos de raza
o color, de condición o religión. Por esto, el sagrado
Concilio, siguiendo las huellas de los santos Apóstoles Pedro y
Pablo, ruega ardientemente a los fieles que, "observando en medio de las
naciones una conducta ejemplar", si es posible, en cuanto de ellos depende,
tengan paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del
Padre que está en los cielos.
Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Declaración
han obtenido el beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio.
Y Nos, en virtud de la potestad apostólica recibida de Cristo, juntamente
con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en
el Espíritu Santo, y mandamos que lo así decidido conciliarmente
sea promulgado para la gloria de Dios.
Roma, en San Pedro, 28 de octubre de 1965. Yo, PABLO,
Obispo de la Iglesia católica.
Texto en la web del Vaticano : http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html
TEXTO LATINO: (http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_lt.html)
PAULUS EPISCOPUS SERVUS SERVORUM DEI UNA CUM SACROSANCTI
CONCILII PATRIBUS AD PERPETUAM REI MEMORIAM
DECLARATIO DE ECCLESIAE HABITUDINE AD RELIGIONES NON-CHRISTIANAS
NOSTRA AETATE
1. Nostra aetate, in qua genus humanum in dies arctius
unitur et necessitudines inter varios populos augentur, Ecclesia attentius
considerat quae sit sua habitudo ad religiones non-christianas. In suo
munere unitatem et caritatem inter homines, immo et inter gentes, fovendi
ea imprimis hic considerat quae hominibus sunt communia et ad mutuum consortium
ducunt.
Una enim communitas sunt omnes gentes, unam habent
originem, cum Deus omne genus hominum inhabitare fecerit super universam
faciem terrae, unum etiam habent finem ultimum, Deum, cuius providentia
ac bonitatis testimonium et consilia salutis ad omnes se extendunt, donec
uniantur electi in Civitate Sancta, quam claritas Dei illuminabit, ubi
gentes ambulabunt in lumine eius.
Homines a variis religionibus responsum exspectant
de reconditis condicionis humanae aenigmatibus, quae sicut olim et hodie
corda hominum intime commovent: quid sit homo, quis sensus et finis vitae
nostrae, quid bonum et quid peccatum, quem ortum habeant dolores et quem
finem, quae sit via ad veram felicitatem obtinendam, quid mors, iudicium
et retributio post mortem, quid demum illud ultimum et ineffabile mysterium
quod nostram existentiam amplectitur, ex quo ortum sumimus et quo tendimus.
2. Iam ab antiquo usque ad tempus hodiernum apud diversas
gentes invenitur quaedam perceptio illius arcanae virtutis, quae cursui
rerum et eventibus vitae humanae praesens est, immo aliquando agnitio Summi
Numinis vel etiam Patris. Quae perceptio atque agnitio vitam earum intimo
sensu religioso penetrant. Religiones vero cum progressu culturae connexae
subtilioribus notionibus et lingua magis exculta ad easdem quaestiones
respondere satagunt. Ita in Hinduismo homines mysterium divinum scrutantur
et exprimunt inexhausta fecunditate mythorum et acutis conatibus philosophiae,
atque liberationem quaerunt ab angustiis nostrae condicionis vel per formas
vitae asceticae vel per profundam meditationem vel per refugium ad Deum
cum amore et confidentia. In Buddhismo secundum varias eius formas radicalis
insufficientia mundi huius mutabilis agnoscitur et via docetur qua homines,
animo devoto et confidente, sive statum perfectae liberationis acquirere,
sive, vel propriis conatibus vel superiore auxilio innixi, ad summam illuminationem
pertingere valeant. Sic ceterae quoque religiones, quae per totum mundum
inveniuntur, inquietudini cordis hominum variis modis occurrere nituntur
proponendo vias, doctrinas scilicet ac praecepta vitae, necnon ritus sacros.
Ecclesia catholica nihil eorum, quae in his religionibus
vera et sancta sunt, reicit. Sincera cum observantia considerat illos modos
agendi et vivendi, illa praecepta et doctrinas, quae, quamvis ab iis quae
ipsa tenet et proponit in multis discrepent, haud raro referunt tamen radium
illius Veritatis, quae illuminat omnes homines. Annuntiat vero et annuntiare
tenetur indesinenter Christum, qui est "via et veritas et vita" (Io 14,6),
in quo homines plenitudinem vitae religiosae inveniunt, in quo Deus omnia
Sibi reconciliavit.
Filios suos igitur hortatur, ut cum prudentia et caritate
per colloquia et collaborationem cum asseclis aliarum religionum, fidem
et vitam christianam testantes, illa bona spiritualia et moralia necnon
illos valores socio-culturales, quae apud eos inveniuntur, agnoscant, servent
et promoveant.
3. Ecclesia cum aestimatione quoque Muslimos respicit
qui unicum Deum adorant, viventem et subsistentem, misericordem et omnipotentem,
Creatorem caeli et terrae, homines allocutum, cuius occultis etiam decretis
toto animo se submittere student, sicut Deo se submisit Abraham ad quem
fides islamica libenter sese refert. Iesum, quem quidem ut Deum non agnoscunt,
ut prophetam tamen venerantur, matremque eius virginalem honorant Mariam
et aliquando eam devote etiam invocant. Diem insuper iudicii expectant
cum Deus omnes homines resuscitatos remunerabit. Exinde vitam moralem aestimant
et Deum maxime in oratione, eleemosynis et ieiunio colunt.
Quodsi in decursu saeculorum inter Christianos et
Muslimos non paucae dissensiones et inimicitiae exortae sint, Sacrosancta
Synodus omnes exhortatur, ut, praeterita obliviscentes, se ad comprehensionem
mutuam sincere exerceant et pro omnibus hominibus iustitiam socialem, bona
moralia necnon pacem et libertatem communiter tueantur et promoveant.
4. Mysterium Ecclesiae perscrutans, Sacra haec Synodus
meminit vinculi, quo populus Novi Testamenti cum stirpe Abrahae spiritualiter
coniunctus est.
Ecclesia enim Christi agnoscit fidei et electionis
suae initia iam apud Patriarchas, Moysen et Prophetas, iuxta salutare Dei
mysterium, inveniri. Confitetur omnes Christifideles, Abrahae filios secundum
fidem, in eiusdem Patriarchae vocatione includi et salutem Ecclesiae in
populi electi exitu de terra servitutis mystice praesignari. Quare nequit
Ecclesia oblivisci se per populum illum, quocum Deus ex ineffabili misericordia
sua Antiquum Foedus inire dignatus est, Revelationem Veteris Testamenti
accepisse et nutriri radice bonae olivae, in quam inserti sunt rami oleastri
Genti. Credit enim Ecclesia Christum, Pacem nostram, per crucem Iudaeos
et Gentes reconciliasse et utraque in Semetipso fecisse unum.
Semper quoque prae oculis habet Ecclesia verba Apostoli
Pauli de cognatis eius, "quorum adoptio est filiorum et gloria et testamentum
et legislatio et obsequium et promissa, quorum patres et ex quibus est
Christus secundum carnem" (Rom 9,4-5), filius Mariae Virginis. Recordatur
etiam ex populo iudaico natos esse Apostolos, Ecclesiae fundamenta et columnas,
atque plurimos illos primos discipulos, qui Evangelium Christi mundo annuntiaverunt.
Teste Sacra Scriptura, Ierusalem tempus visitationis
suae non cognovit, atque Iudaei magna parte Evangelium non acceperunt,
immo non pauci diffusioni eius se opposuerunt. Nihilominus, secundum Apostolum,
Iudaei Deo, cuius dona et vocatio sine paenitentia sunt, adhuc carissimi
manent propter Patres. Una cum Prophetis eodemque Apostolo Ecclesia diem
Deo soli notum expectat, quo populi omnes una voce Dominum invocabunt et
"servient ei umero uno" (Soph 3,9).
Cum igitur adeo magnum sit patrimonium spirituale
Christianis et Iudaeis commune, Sacra haec Synodus mutuam utriusque cognitionem
et aestimationem, quae praesertim studiis biblicis et theologicis atque
fraternis colloquiis obtinetur, fovere vult et commendare.
Etsi auctoritates Iudaeorum cum suis asseclis mortem
Christi urserunt, tamen ea quae in passione Eius perpetrata sunt nec omnibus
indistincte Iudaeis tunc viventibus, nec Iudaeis hodiernis imputari possunt.
Licet autem Ecclesia sit novus populus Dei, Iudaei tamen neque ut a Deo
reprobati neque ut maledicti exhibeantur, quasi hoc ex Sacris Litteris
sequatur. Ideo curent omnes ne in catechesi et in verbi Dei praedicatione
habenda quidquam doceant, quod cum veritate evangelica et spiritu Christi
non congruat.
Praeterea, Ecclesia, quae omnes persecutiones in quosvis
homines reprobat, memor communis cum Iudaeis patrimonii, nec rationibus
politicis sed religiosa caritate evangelica impulsa, odia, persecutiones,
antisemitismi manifestationes, quovis tempore et a quibusvis in Iudaeos
habita, deplorat.
Ceterum Christus, uti semper tenuit et tenet Ecclesia,
propter peccata omnium hominum voluntarie passionem suam et mortem immensa
caritate obiit, ut omnes salutem consequantur. Ecclesiae praedicantis ergo
est annuntiare crucem Christi tamquam signum universalis Dei amoris et
fontem omnis gratiae.
5. Nequimus vero Deum omnium Patrem invocare, si erga
quosdam homines, ad imaginem Dei creatos, fraterne nos gerere renuimus.
Habitudo hominis ad Deum Patrem et habitudo hominis ad homines fratres
adeo connectuntur, ut Scriptura dicat: "qui non diligit, non novit Deum"
(1 Io 4,8).
Fundamentum ergo tollitur omni theoriae vel praxi
quae inter hominem et hominem, inter gentem et gentem, discrimen quoad
humanam dignitatem et iura exinde dimanantia inducit.
Ecclesia igitur quamvis hominum discriminationem aut
vexationem stirpis vel coloris, condicionis vel religionis causa factam
tamquam a Christi mente alienam, reprobat. Proinde, Christifideles Sacra
Synodus, vestigia Sanctorum Apostolorum Petri et Pauli premens, ardenter
obsecrat ut "conversationem... inter gentes habentes bonam" (1 Pt 2,12),
si fieri potest, quod in eis est cum omnibus hominibus pacem habeant, ita
ut vere sint filii Patris qui in caelis est.
Haec omnia et singula quae in hac Declaratione edicta
sunt, placuerunt Sacrosancti Concilii Patribus. Et Nos, Apostolica a Christo
Nobis tradita potestate, illa, una cum Venerabilibus Patribus, in Spiritu
Sancto approbamus, decernimus ac statuimus et quae ita synodaliter statuta
sunt ad Dei gloriam promulgari iubemus.
Romae, apud S. Petrum die XXVIII mensis octobris anno
MCMLXV. Ego PAULUS Catholicae Ecclesiae Episcopus.
1) Finalidad principal: reflexionar sobre el nuevo tipo de relación entre la Iglesia Católica y las demás religiones que se deriva de la declaración conciliar Nostra Aetate.
2) Circunstancias que determinan una declaración no solo dedicada a temas judíos. Pío XII (papa desde el 2 de marzo de 1939 al 9 de octubre de 1958) y los judíos: actitud del papa ante el exterminio nazi. Juan XXIII (papa desde el 28 de octubre de 1958 al 3 de junio de 1963) y el decreto sobre los judíos (1959-1961) que termina abriendo el tema a otras religiones no cristianas. Problemas políticos con los estados árabes. El estado de Israel y la geoestrategia mundial en la época de guerra fría.
3) El concilio Vaticano II (convocatoria: 25 enero 1959- comienzo: 11 de octubre de 1962- finalización: 8 de diciembre de 1965). Gran cambio en el catolicismo. Defensa de la libertad religiosa (Declaración Dignitatis Humanae de 7 de diciembre de 1965: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651207_dignitatis-humanae_sp.html). Nueva actitud tanto interna como respecto a las demás religiones. La actitud ecuménica y de apertura a las diversas religiones: decreto sobre ecumenismo (Unitatis redintegratio de 21 de noviembre de 1964: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html); creación del secretariado para los no cristianos (17 de mayo de 1964) (se pueden ver los diferentes documentos del Concilio en la web del Vaticano: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm)
4) Religiocentrismo en los argumentos de la declaración Nostra Aetate.
Dadas las características del texto y su redacción muy cuidada, el comentario puede realizarse siguiendo el hilo argumental del texto. Conviene caracterizar las diversas exposiciones y tonos empleados en lo relativo a las religiones orientales y a las monoteístas.