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Material preparado por Francisco
DIEZ DE VELASCO
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"Pedro tomó entonces la palabra y dijo: ciertamente
ahora comprendo que Dios no distingue entre personas, sino que, en cualquier
nación, acepta al que respeta a Dios y obra justamente. Envió
su palabra a los hijos de Israel, anunciando la buena noticia de la paz
por medio de Jesús el mesías, que es el Señor de todos.
Ya conocéis lo que ha ocurrido en el país de los judíos,
comenzando por Galilea, después del bautismo predicado por Juan.
Me refiero a Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con la
fuerza del Espíritu Santo. Él pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos
y en Jerusalén. A él, a quien mataron colgándolo de
un madero, Dios lo resucitó al tercer día y le concedió
que se manifestase, no a todo el pueblo, sino a los testigos elegidos de
antemano por Dios, a nosotros que comimos y bebimos con él después
que resucitó de entre los muertos. Él nos mandó predicar
al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos
y muertos. De él dan testimonio todos los profetas, afirmando que
todo el que cree en él recibe el perdón de los pecados, por
medio de su nombre. Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu
Santo descendió sobre todos los que escuchaban el mensaje. Los creyentes
judíos que habían venido con Pedro quedaron asombrados de
que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también
sobre los incircuncisos. Pues los oían hablar en lenguas y ensalzar
la grandeza de Dios. Pedro entonces dijo: ¿Se puede negar el agua
del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como
nosotros? Y ordenó bautizarlos en el nombre de Jesucristo".
(Hechos de los Apóstoles 10, 34-48)
Detectar y sistematizar los elementos universalistas en
el texto anterior.